«Quien tenga patria que la honre, y quien no, que la conquiste» José Martí. A mediados del pasado mes de octubre, la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) hacía pública una Unidad Didáctica [1] sobre la cuestión nacional enfocada a la militancia. Es una evidencia que existe la necesidad en las organizaciones de la […]
A mediados del pasado mes de octubre, la Unión de Juventudes Comunistas de España (UJCE) hacía pública una Unidad Didáctica [1] sobre la cuestión nacional enfocada a la militancia. Es una evidencia que existe la necesidad en las organizaciones de la izquierda de ir asumiendo posicionamientos sobre esta cuestión, que desde hace meses parece haberse convertido en el tema central del debate político, pues no en vano es una de las cuestiones fundamentales, junto al papel de la Monarquía, en el debate entre Reforma y Ruptura con el llamado Régimen del 78. Seguramente, la cuestión catalana sea la grieta más importante que tiene abierta ahora mismo la estructura del Régimen monárquico, y por ello mismo es un tema que exige ser tratado con importancia de primer orden.
Ahora bien, después de repasar el citado documento la sensación que deja es ciertamente agridulce, y por ello mismo me he animado a redactar estas líneas que pueden aportar nuevos argumentos al debate desde la crítica constructiva. No me gustaría que se interpretase este texto como un ataque a la UJCE y al PCE. Soy consciente de que son muchos los años de luchas ideológicas entre organizaciones y líneas políticas dentro de la izquierda, y que eso mismo nos hace posicionarnos inmediatamente a la defensiva, pero sería realmente una pena que se desaprovechara la oportunidad de enriquecer el debate analizando este escrito desde un punto de vista defensivo. Todo lo contrario, dejando a un lado las diferencias ideológicas y estratégicas existentes, así como los posibles errores que se hayan cometido en diferentes momentos históricos, desde mi humilde punto de vista creo que es imposible concebir la Ruptura con el Régimen sin contar con la trayectoria histórica y el potencial militante del PCE y la UJCE, por lo que representa para Castilla en cuanto a continuación de la lucha antifascista y republicana, especialmente en un momento histórico como este en el que el desprecio a la izquierda, a la concepción de la militancia y a nuestra tradición histórica de lucha como clase trabajadora, parecen ser uno de los argumentos fundamentales de esa «nueva-vieja política» fomentada por los grupos de comunicación del Régimen. En este marco de respeto es en el que pido que se interprete este escrito, especialmente si quien lo está leyendo es un o una militante de este partido, y más concretamente la militancia de la UJCE en las diferentes provincias castellanas, que es a quién fundamentalmente pretendo interpelar, porque es precisamente quiénes creo que han quedado huérfan@s en el posicionamiento que expresa la UJCE en este documento y en su línea de trabajo sobre la cuestión nacional.
La izquierda ante la cuestión nacional
En primer lugar, creo que queda claro que tanto para la UJCE como para cualquiera que se considere marxista, la cuestión nacional es fundamentalmente una cuestión de clase, el desarrollo lógico de ese paso histórico fundamental en el que el proletariado se constituye en nación[2], y como tal se tiene que tratar este tema. No es necesario tampoco reiterar que los y las comunistas defendemos el derecho de autodeterminación, pues esto es algo que evidentemente ya se asume; la importancia de la cuestión no reside en lo teórico sino en la aplicación práctica de la teoría sobre la autodeterminación de los pueblos, y es aquí donde históricamente han surgido las diferencias entre las diferentes organizaciones de izquierda.
Quizás uno de los mejores ejemplos es el debate histórico entre Rosa Luxemburgo y Lenin sobre la cuestión. Para Luxemburgo, el hecho de apoyar el derecho de autodeterminación acarreaba directamente un apoyo a la burguesía nacionalista que resultaba contraproducente para el movimiento obrero. Sin embargo, Lenin descubría que ese miedo de Luxemburgo a defender coherentemente la autodeterminación de una nación oprimida beneficiaba directamente no solo a la burguesía nacionalista, sino al nacionalismo ultrarreaccionario de la nación opresora[3]. El caso de Polonia, que podríamos decir que ha traído consecuencias hasta el presente, es quizás muy ilustrativo de los errores que conllevó ese error luxemburguista en el análisis.
Los y las comunistas no podemos tener miedo a desarrollar nuestro análisis de la cuestión nacional. Como materialistas, realizamos un estudio histórico y en base a él realizamos propuestas políticas. Tenemos que ser sinceros con esto y no adaptarlo según lo que es políticamente más correcto, o lo que resulta más cómodo decir en cada momento. La verdad es siempre revolucionaria, y va a haber momentos en el que nos toque decir verdades incómodas, o difíciles de explicar a nuestro pueblo, igual que en su momento la clase obrera rusa tuvo que aceptar la autodeterminación de los pueblos bajo dominio ruso. En ese sentido, el posicionamiento sobre este tema por parte de la UJCE parece que ha ido surgiendo a medida que no quedaba más remedio que posicionarse, y ante un inmovilismo al respecto por parte del PCE, con lo que se ha perdido un tiempo valioso en la comprensión del problema real de la cuestión nacional en el Estado español. A eso se refería Dolores Ibárruri cuando decía que este tema no se tenía que tratar «como una posición política propagandística o coyuntural» [4]. Ella, por cierto, sí que reconocía la importancia del papel que juega Castilla cuando afirmaba que «si alguien tratara de enfrentar a Cataluña, Euzkadi y Galicia con el resto de España, y muy especialmente con Castilla, sería obligado recordarle que fue ésta, la heroica Castilla, a la que cantó el catalán Maragall, la Castilla de los Comuneros, la Castilla de las ciudades libres, la Castilla de Villalar, la primera en ofrecer resistencia armada a las violencias y desafueros de la monarquía antiespañola del emperador Carlos I». [5]
El ejemplo de Polonia sirve para visualizar que los errores que cometamos en este sentido muchas veces pueden ser trascendentales y acabar colocando una losa enorme en el camino de la lucha de la clase obrera. Por poner otro ejemplo que además, salvando las distancias, puede ser equiparable al caso del Estado español, cabe recordar los debates entre Stalin y el PC Yugoslavo sobre la cuestión nacional en el seno de la Internacional [6]. El error de comprensión del PCY en el periodo previo a la Segunda Guerra Mundial, su visión centralista serbia y su desafección por los movimientos nacionales croata y esloveno, posibilitó el giró derechista de éstos y allanó el terreno para la ocupación nazi del país.
Con todo esto lo que quiero decir simplemente es que tenemos una responsabilidad tremenda. En nuestras manos, en las de las organizaciones de izquierda, está elegir cuál va a ser el papel del pueblo castellano respecto a la cuestión nacional en el Estado español. En este contexto de crisis del Régimen, ¿vamos a equivocarnos también nosotr@s con Cataluña? ¿Queremos estar al margen del proceso político de Ruptura que se inicia, o peor aún, enfrente del mismo? Cómo se desarrolle este proceso va a depender de las fuerzas que actúen dentro de él. ¿Alguien cree que el Procés sería el mismo sin la intervención de las CUP? ¿Sin las decenas de miles de personas agrupadas en torno a los núcleos locales de la ANC? ¿No es obligación de los y las comunistas formar parte de este tipo de procesos junto a las masas, ya sea en Cataluña o invirtiendo la respuesta reaccionaria en Castilla?
El papel de Castilla en la formación del Estado español
Uno de los principales ausentes en el análisis de la UJCE, y esto es lo que me anima a escribir este texto, es de manera muy notoria el pueblo castellano. ¿A qué se debe esta ausencia? ¿Viene relacionado quizás con ese miedo que denuncia Lenin como decíamos antes? Es evidente que intentar comprender el desarrollo del Estado español sin comprender el desarrollo histórico de Castilla es una tarea imposible. En la Unidad Didáctica se habla de la génesis histórica de la monarquía hispánica, como proyecto de la aristocracia castellana en coalición con una sumisa aristocracia aragonesa, y se hace un pequeño repaso del desarrollo de esa Castilla hasta convertirse en Reino hegemónico peninsular. Ahora bien, el análisis deja de lado un hecho fundamental, el del surgimiento de la Corona Hispánica como primer Imperio mundial de época moderna, y la respuesta que el propio pueblo castellano da contra ese proyecto imperial en la Revolución de las Comunidades de Castilla entre 1521 y 1522, la cual Karl Marx definió como la primera revolución seria de época Moderna[7], es decir, la primera revolución «burguesa» ( aunque partía de la pequeña nobleza urbana y la burguesía productiva contó con un importante componente popular y antifeudal), que se llegó a dotar incluso de una Constitución (la Ley Perpetua de Ávila), y cuya derrota supuso la castración de un proyecto nacional para Castilla y el descabezamiento de su burguesía productiva. Un capítulo tan importante para la historia del desarrollo del capitalismo y el imperialismo de época moderna no puede ser obviado por nuestro análisis.
De aquí vamos a la cuestión de por qué Castilla «se hace España» y por qué España deshace Castilla. Pues básicamente porque a partir de ese momento, esa Castilla que se hace España ya no es un proyecto del pueblo castellano ni de su burguesía productiva, si no de unas élites, conformadas por las aristocracias castellanas y aragonesas, junto al capital financiero europeo (principales beneficiarios de la conquista de América por cierto) y con unos intereses imperiales que poco tienen que ver con los intereses del pueblo castellano. Analizar el declive económico de Castilla en los siglos posteriores es muy ilustrativo y explica ese desarrollo tardío del capitalismo en el Estado español. Castilla pasa de ser la primera potencia mundial a ser una especie de «colonia interior» de la que se extraen recursos primarios y mano de obra, pero que ni siquiera es capaz de desarrollar una burguesía productiva potente; dinámica que se ha mantenido hasta hoy día. Curiosamente, en paralelo a este proceso se va gestando la idea de España, teniendo como base fundamental a esta Castilla utilizada por la oligarquía para sus intereses. Un proyecto sin embargo, que lejos de ser castellano se va a ir nutriendo de las oligarquías y burguesías periféricas.
Pero sin embargo, esa llama comunera de 1521 nunca se apagó en las mentes del pueblo castellano. El republicanismo español y todo el liberalismo del siglo XIX beben de esta fuente. No podemos olvidar que el color morado de la bandera tricolor republicana es un homenaje a esos comuneros y comuneras, a quienes se les atribuía luchar bajo un pendón morado. No podemos olvidar que ese morado lo popularizó la mayor sociedad secreta progresista más grande en Castilla, que no fue la masonería sino la comunería, que agrupaba más de 40.000 integrantes, hombres y mujeres, siendo una de las sociedades con un carácter más popular de Europa y entre cuyos integrantes figuraba por ejemplo el General Riego, del que nos ha quedado legado su himno como símbolo republicano. Un llama comunera, republicana y federalista, que llevó a los representantes del Partido Republicano Federal de las 17 provincias castellanas a firmar el Pacto Federal Castellano en 1869, para constituir un Estado castellano en vistas a la proclamación de esa Primera República que llegaría en 1873 y ante la cual ya se estaban preparando pactos similares en otros pueblos (Pacte de Tortosa, Constitución de Antequera en Andalucía, etc.). Una llama comunera, republicana y federalista que también posibilitó la redacción de un Estatuto de Autonomía para Castilla durante la II República y que tuvo que ser abortado, como el andaluz y el canario, por el estallido de la guerra civil, y que sin motivo aparente, se obvia en el texto de esta Unidad Didáctica.
Una llama comunera que, aunque llegó con muy poca fuerza, supuso la consolidación de Villalar como celebración de la nacionalidad castellana desde 1978, siendo la UPC (Unidad Popular Castellana, antecesora de Izquierda Castellana) y el PCE, las únicas dos fuerzas que mantuvieron el carácter de izquierdas y antifascista de la celebración durante aquellos duros años de la Transición. Una llama comunera que se mantiene aún hoy en día y que interpela a las diferentes ramas de la izquierda en nuestro país a tomar posicionamiento sobre nuestra propia nacionalidad. En la citada Unidad Didáctica, Castilla queda al margen de todo esto, ¿en qué posición quedan los y las militantes de la UJCE en Castilla? ¿Por qué han de estar ell@s desprovist@s de una nacionalidad, de una identidad y de un marco territorial de lucha tan válido como el del resto de pueblos? ¿Por qué seguir asumiendo ese marco erróneo creado por las oligarquías en la Transición española llamado Estado de las Autonomías?
Castilla, la pieza que falta en la concepción federalista.
Esto nos lleva a una pregunta final, ¿es Castilla una nación, o debe quedar relegada a ser «Restoespaña»? En el análisis marxista de la cuestión nacional en los países occidentales, solemos referirnos al texto La cuestión nacional de Stalin. En él se indica que una Nación es una comunidad humana estable, históricamente formada y surgida sobre la base de la comunidad de idioma, de territorio, de vida económica y de psicología, manifestada ésta en la comunidad de cultura. ¿No es acaso, y a pesar de la implantación del nacionalismo español en nuestra tierra, la cultura castellana esa comunidad de psicología? Desde el punto de vista material, podríamos afirmar perfectamente que en Castilla la realidad objetiva existe, a pesar de que la subjetividad dominante sea la españolista.
Y ahí vamos a la segunda pregunta que debemos realizarnos, ¿nos interesa mantener esa hegemonía del nacionalismo español en la subjetividad del pueblo castellano?, ¿no sería más positivo para la resolución de los conflictos nacionales, presentes y futuros, en el Estado español, que Castilla fuese un pueblo que se reconociese a sí mismo? No podemos negar que en el ADN del nacionalismo español se encuentra la negación del derecho a decidir de los pueblos, y por tanto, para las personas que asumen como propio el nacionalismo español es lógico que cualquier expresión soberanista sea tomada como un ataque a la identidad personal. La asimilación de que lo castellano es lo español, pone en bandeja a la reacción el monopolio de la cuestión identitaria, mientras que una diferenciación evidente de lo castellano y lo español permitiría un margen de maniobra para un cambio en esa hegemonía cultural. La tarea pedagógica es normalizar el hecho nacional castellano entre la clase obrera castellana, pues esa es la única manera de que ésta asuma y comprenda en su amplitud la diversidad nacional del Estado español, de que entienda que la única posibilidad de un proyecto común entre pueblos es partiendo desde el respeto a esa diversidad.
En la citada Unidad Didáctica, la UJCE plantea su propuesta de República federal diciendo: «El futuro estado federal estará compuesto por entes federados producto de la expresión popular y no de la arquitectura institucional, como ocurrió en el mapa autonómico fruto de la Transición y que serán iguales en derechos y deberes.» Hay que ir más allá, hay que saber qué van a ser esos «entes» (¿autonomías, Estados, provincias?), cuáles van a ser, y empezar a trabajar por dotarlos de sentido práctico. En la propuesta de la UJCE, Castilla no es reconocida como nación, es decir, como sujeto político. Tampoco se cuestiona su división autonómica, pues ese es el modelo que se asume a nivel de organización interna, el de las autonomías. ¿Por qué las juventudes comunistas del País Vasco y Navarra pertenecen a la misma organización dentro de la UJCE, pero sin embargo las castellanas se dividen por autonomías? Hasta que esto no cambie, difícilmente vamos a poder visualizar un futuro diferente al del mapa autonómico de la Transición, y mucho menos ser iguales en derechos, porque se incumple el más básico derecho que es el de ser reconocidos: el de existir. Plantear un federalismo sin reconocer previamente a las diferentes nacionalidades y buscar su estructuración nacional es empezar la casa por el tejado.
Hemos citado antes a la Pasionaria. En ese mismo escrito ella criticaba a quienes achacaban los problemas de la Segunda República a la concesión del Estatuto catalán, y decía precisamente todo lo contrario, que el problema era que no se hubieran acelerado los trámites para el reconocimiento de las nacionalidades, que no hubiera sido más profundo ese reconocimiento. Y es que ciertamente, cuando se utilizan este tipo de argumentos recuerdan mucho al argumentario machista porque lo que vienen a decir es algo así como «si Cataluña no quiere que la agredan, que no se ponga minifalda». Metáforas aparte, en gran medida, la tibieza de los y las comunistas con el reconocimiento del derecho de autodeterminación es un valioso tiempo que perdemos, tiempo en el que la reacción se está beneficiando para difundir su proyecto reaccionario, nacionalista español, monárquico, contrario al derecho a decidir de los pueblos, explotador de la clase trabajadora y opresivo sobre las mujeres. No tengamos miedo, tenemos un tiempo precioso que ganar, evitemos que Castilla sea «la reserva» del Régimen desde donde se fomente el nacionalismo ultrarreaccionario español. Encontrémonos, entre pueblos trabajadores y entre organizaciones políticas; tumbemos este Régimen. La Historia no nos perdonará una equivocación en este aspecto.
Notas:
[1] Unidad Didáctica #5 – Cuestión Nacional. UJCE, Octubre 2015
[2] «Los obreros no tienen patria. No se les puede arrebatar lo que no poseen. Más, por cuanto el proletariado debe en primer lugar conquistar el Poder político, elevarse a la condición de clase nacional, constituirse en nación, todavía es nacional, aunque de ninguna manera en el sentido burgués.» Manifiesto Comunista, Marx, Engels.
[3] «El derecho de las naciones a la autodeterminación» V.I. Lenin, 1914
[4] «España, Estado multinacional» Dolores Ibárruri, 1970.
[5] Ídem
[6] «Partiendo del hecho de que en el momento presente no existe un serio movimiento popular por la independencia entre los croatas y los eslovenos, Semic llega a la conclusión de que el problema del derecho de las naciones a la separación es una cuestión académica y, en todo caso, no de actualidad. Naturalmente, eso es erróneo. Aún admitiendo que este problema no sea de actualidad en el momento presente, sin embargo, puede convertirse en un problema de mucha actualidad si comienza una guerra o cuando ésta comience, si la revolución se desencadena en Europa, o cuando se desencadene». I. Stalin, «En torno a la cuestión nacional en Yugoslavia» 1925
[7] «La España Revolucionaria» K. Marx, 1854
Alberto V. militante comunero.
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