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La Unión Europea y sus resabios coloniales en un mundo multipolar

Fuentes: Rebelión

Europea (UE), a lo largo de su existencia, ha revelado comportamientos y políticas que aún arrastran la sombra de su pasado colonial. Esta tendencia se manifiesta no solo en la política exterior de sus Estados miembros, sino también en la forma en que estos países interactúan con naciones de América Latina que han roto con las cadenas de la colonialidad del poder y han emprendido procesos auténticamente revolucionarios, como en el caso de Nicaragua.

En un mundo contemporáneo multipolar, donde emergen potencias globales que desafían el dominio tradicional de Occidente, la UE parece incapaz de adaptarse a los nuevos paradigmas geopolíticos. Aferrada a un orden unipolar obsoleto, opera bajo la premisa de que el modelo liderado por Estados Unidos sigue siendo dominante, ignorando el ascenso de potencias como China y Rusia, que han configurado un panorama global diferente, donde el poder mundial ya no está localizado en un solo centro.

Resabios Coloniales en la Política Exterior Europea

La persistencia de resabios coloniales en la política de la UE se observa al examinar los antecedentes históricos que han configurado sus relaciones internacionales. El periodo colonial, caracterizado por el saqueo y la explotación de vastas regiones del mundo, dejó una impronta indeleble en la mentalidad y las prácticas políticas de las naciones europeas. No debemos olvidar que estas naciones transformaron la esclavitud humana en un lucrativo negocio, enriqueciendo así la acumulación originaria de sus economías capitalistas. La tragedia de millones de africanas y africanos se convirtió en un sangriento comercio, promovido precisamente por la “civilizada y cristiana Europa”.

A pesar de la disolución formal de los imperios coloniales y la proclamación de igualdad soberana entre las naciones, subsisten vestigios de hegemonía colonial en las interacciones actuales entre Europa y América Latina. Uno de los aspectos más evidentes de este paternalismo, característico de las políticas de la UE, está arraigado en una visión eurocéntrica del mundo. Esto se manifiesta en la manera en que se abordan temas como el desarrollo, la democracia y los derechos humanos, conforme a su propia narrativa e intereses.

En el siglo XXI, en un mundo globalizado y con un orden multipolar, la UE muestra una arrogancia que refleja su apego a antiguos vicios coloniales. Con presunción casi mesiánica, persiste en proyectar una imagen de superioridad, reminiscente de la época en que se percibían a sí mismos no solo como civilizadores, sino también como los inevitables redentores de los pueblos bajo su dominio. De manera que, a pesar de su proclamado compromiso con la igualdad y la cooperación internacional, la UE arrastra un lastre que evoca el espíritu de una época colonial ya extinta, pero no olvidada. 

Paternalismo y Estereotipos Coloniales

El paternalismo en la política internacional se manifiesta cuando una entidad o país adopta una postura de superioridad y asume que sabe mejor lo que otro país necesita para alcanzar estabilidad o desarrollo. Este enfoque no solo se refleja en las políticas de la UE, sino también en sus discursos y representaciones mediáticas, que tienden a presentar una visión simplista y estereotipada. Estas narrativas reducen las complejas realidades y dinámicas internas de los procesos revolucionarios a imágenes cargadas de prejuicios, obviando la riqueza y diversidad de las experiencias locales.

La permanencia de prejuicios despectivos obstaculiza la posibilidad de establecer relaciones basadas en el respeto mutuo y la igualdad. Estas ideas preconcebidas no son aisladas; se manifiestan como vestigios de una mentalidad que, en su momento, justificó la explotación y el dominio de vastos territorios bajo el pretexto de una “misión civilizadora”. En la era colonial, las potencias europeas argumentaron que su intervención traería progreso y civilización a regiones que consideraban primitivas o atrasadas. Este discurso paternalista servía para legitimar la explotación económica y la dominación política.

Hoy en día, esta mentalidad se manifiesta en formas contemporáneas de paternalismo que, aunque menos explícitas, siguen reproduciendo la idea de que ciertos países o regiones necesitan la guía y el control de entidades más “avanzadas”. La narrativa paternalista actual, a menudo sostenida por estereotipos mediáticos y discursos políticos, continúa minimizando las capacidades y derechos de los pueblos y naciones que alguna vez fueron objeto de colonización. Esta actitud no solo perpetúa la desigualdad y el desdén, sino que también impide la construcción de relaciones internacionales más equitativas y justas. En lugar de reconocer la autonomía y la capacidad de autodeterminación de las naciones, el paternalismo moderno trata de mantener la jerarquía global establecida durante la era colonial.

El Colonialismo Disfrazado de Democracia

Aunque la UE se presenta como un bastión de valores democráticos y derechos humanos, bajo esta fachada se ocultan discursos y acciones que atentan contra la paz y la estabilidad de los países que construyen su propio proyecto de emancipación social. Con solemne arrogancia, la UE pretende actuar como árbitro global de la legitimidad, en lugar de ofrecer un marco de entendimiento y respeto al Gobierno de Reconciliación y Unidad Nacional, que dirige un modelo político soberano de autodeterminación en el marco de la reconciliación y unidad nacional de Nicaragua.

Por lo tanto, la postura de la UE en materia de derechos humanos se basa en una total hipocresía: aunque proclaman una supuesta defensa de la democracia y los derechos humanos, sus acciones demuestran ser selectivas y están condicionadas por motivaciones políticas y económicas. Al descalificar los procesos políticos internos, no solo interfieren en la autodeterminación de países soberanos, sino que intenta imponer un modelo de gobernanza y desarrollo que se alinee con sus preferencias. Esta dinámica de control se asemeja a las prácticas donde las potencias europeas imponían sus sistemas y normas sobre regiones consideradas “inferiores”.

Uno de los mecanismos de esta influencia neocolonial es el uso de sanciones económicas y políticas contra aquellos que, según ellos, no cumplen con sus expectativas. Esta estrategia de coerción no solo es moralmente cuestionable, sino que también refleja una visión paternalista y anticuada que ignora la soberanía y el derecho a la autodeterminación de los países afectados. Además, la UE frecuentemente recurre a la promoción de narrativas mediáticas para desacreditar a gobiernos que no se alinean con sus intereses, mediante la financiación de plataformas de comunicación y ONGs que operan bajo su influencia. De esta forma, se difunde información sesgada y falsa con el propósito de controlar la percepción global y manipular la opinión pública.

Conclusión

La arrogancia y paternalismo que caracterizan a la UE reflejan una herencia colonial que debe ser confrontada y superada. El colonialismo moderno, disfrazado de democracia, pretende ignorar la rica historia de resistencia y lucha por la soberanía y dignidad de los pueblos como el de Nicaragua. En lugar de ofrecer un auténtico diálogo equitativo, la Unión Europea impone sus propias normas y expectativas, replicando las dinámicas de poder del pasado colonial. Este comportamiento no solo es una afrenta a la soberanía latinoamericana, también manifiesta una arrogancia trasnochada que niega reconocimiento genuino a la igualdad y el respeto a la soberanía.

Para desempeñar un papel constructivo en el concierto del mundo multipolar, la UE debe replantear profundamente su enfoque, adaptarse a las nuevas dinámicas de poder y comprometerse con una visión inclusiva y equitativa del orden internacional. Su resistencia al cambio, su neocolonialismo encubierto, su inadaptación a nuevas realidades sociopolíticas y su doble moral en derechos humanos la sitúan en una posición vulnerable.

En lugar de perpetuar viejas prácticas coloniales bajo el pretexto de defender la democracia y los derechos humanos, la UE debe esforzarse por construir relaciones basadas en el respeto a la soberanía y a las realidades locales, dentro de un marco de igualdad. En un mundo que ya no tolera las dinámicas de poder del pasado, es esencial que la UE adapte su enfoque a las nuevas realidades geopolíticas de las relaciones internacionales.

* Edgar Palazio Galo es Profesor Titular, UNAN Managua, Departamento de Extensión y Vinculación Social.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.