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La universidad global de Barataria prohíbe un seminario sobre «El Quijote»

Fuentes: Rebelión

Las humanidades están en recesión en el mundo entero. ¿Para qué aprender las complicadas construcciones conceptuales de Platón o Kant, si tenemos la información necesaria en nuestros smartphones? ¿Y por qué deberíamos dilapidar nuestro tiempo y nuestro dinero con complicadas reconstrucciones críticas de obras literarias, si no sirven para la producción de misiles inteligentes?

Es cierto que, en algunos lugares, bajo el régimen fascista de Bolsonaro, por ejemplo, o bajo la dictadura del general Franco, se han suprimido áreas enteras del conocimiento, desde la poesía hasta la filosofía, porque son improductivas desde el punto de vista de la lógica capitalista, y peligrosas porque despiertan la inteligencia y la creatividad humanas. Pero en otras regiones, más adelantadas militarmente, esta misma liquidación de las humanidades procede de una manera interna, en silencio, y con una eficacia mucho mayor.

Pero quería contarles una historia jocosa: la prohibición de un seminario de grado y postgrado sobre Don Quijote en el departamento de altos estudios literarios de una universidad global. Más específicamente, se trataba de una interpretación no estructuralista, no atrincherada en los gender ni los queer studies, que tampoco era formalista, ni estaba sujeta a los discursos enlatados de los cultural studies, menos aún a las jerarquías geopolíticas de la academia neoliberal. Más bien, se trataba de una interpretación humanista de la obra de Cervantes. Humanismo no en el sentido retórico de Ortega o Bello, sino en el que definieron más rigurosamente Karl Kerényi y Thomas Mann. Tal vez ustedes oyeron hablar alguna vez de su silenciado programa: transformar los mitos de los fascismos modernos en un sentido humano.

Mi cuento está repleto de chismorreos departamentales de la peor especie, acosos intelectuales de estudiantes, manipulación y censura de bibliografías, y condenas al silencio de intelectuales incómodos, en lo que se representa mediáticamente como la comedia de una docta comunidad intelectual. Pero antes de entrar en esas murmuraciones permítanme que regrese al comienzo de mi crónica: el método primitivo de la fuerza bruta, y los sistemas más disimulados de ahogar la reflexión literaria y filosófica en los sistemas educativos de la juventud.

André Cechinel, profesor de literatura en la Universidad de Curitiba, explicaba con sorna, en una conferencia celebrada en Lima hace un par de años, cómo se mantenía globalmente esta congelación cerebral de los estudios literarios: con la multiplicación de manuales de metodologías inútiles, de hasta mil y quinientas páginas, con las que funcionarios engolados han torturado impunemente a legiones de estudiantes hasta dejarlos exhaustos. Y en un manifiesto leído recientemente en la Feria del Libro de Guadalajara, el profesor Christopher Britt, de la Georg Washington University, formuló la consecuencia fatal de esta degeneración burocrática de las Humanidades: su transformación en una fábrica de “idiotas” –en el sentido de la palabra griega “idiotes”: una persona privada, separada de la vida política, y encerrada en los departamentos y subdepartamentos de un autismo electrónicamente vigilado. 

En cuanto a los chismes los resume la personalidad del jefe de esa sección de literatura planetaria: un carácter necesariamente débil, un perfil intelectual mediocre, un espíritu servil hacia las normas sistémicas de la megamáquina académica, y una disciplina autoritaria para con sus discípulos y vasallos. El perfecto manager de la globalización, normalización y reglamentación de la literatura global bajo un único paradigma científico. Además, le tenía ojeriza a ese profesor exiliado que se presentaba, por más señas, como filósofo salvaje, y pretendía dar un seminario sobre “Don Quijote: loco enamorado y trickster”. Odiaba su libertad, sus continuos viajes, su erudición, su creatividad, su locura. Y le irritaba que en sus libros y en sus clases pasara por alto el abecedario de los derechos humanos, pasara de lado por las limitaciones mentales de los cultural studies, y pasara por encima de las vanidades del creative writing. Y decidió prohibir el seminario sobre Don Quijote.

Pero la historia no termina aquí. Tras el muro de esa prohibición, los secuaces de ese jefe se pertrecharon para asaltar a nuestro humanista y acabar con él de manera definitiva. Pero antes desearía añadir un breve comentario sobre el título de su curso y su próximo libro, si ustedes me lo permiten: “loco enamorado” y “trickster”. Las interpretaciones tradicionales de Don Quijote se han contentado, por lo menos hasta Herder y Byron, con subrayar el carácter cómico de la novela, y el significado de su caballero andante como “héroe cómico”. Sólo el romanticismo alemán, en especial con Schelling, puso de manifiesto el punto de partida mitológico y humanista de la novela. Este no es otro que el trickster, el pícaro, el Schelm: “el espíritu del desorden y el enemigo de fronteras”. Y ese profesor extravagante, por quien siento tal vez una excesiva afición, añadía enfáticamente al trickster Don Quijote el atributo de “loco enamorado”. Es un motivo vinculado a la poesía mística del poeta persa Nizami y del místico andalusí Ibn al-Arabí, y de tantos poetas y santos islámicos. En Don Quijote está vinculado a filosofía erótica del filósofo sefardí exiliado en Italia Leone Ebreo. Es Eros, el origen de la creación.

En cuanto a los funcionarios de la megamáquina académica remendaron el conflicto confortablemente. Primero cortocircuitaron electrónicamente las protestas del pobre profesor fugitivo mediante un complejo sistema de bloqueo de mensajes. Una vez silenciado al filósofo salvaje relegaron su seminario sobre el trickster enamorado a un cuarto sin ventanas ni luz, y lo destinaron a los viernes por la tarde, cuando los campus universitarios están apaciblemente vacíos. Ya nadie podrá decir que hubo una prohibición. Ya nadie recordará la risa transgresora que despierta Don Quijote. Ya Don Quijote se subordinará nuevamente a las consignas comerciales de literatura de entretenimiento.

Los crímenes perfectos nunca dejan huellas.      

Eduardo Subirats es profesor en New York University. Ha publicado una voluminosa serie de libros, entre ellos El Continente vacío, Mito y literatura y, de próxima aparición, Ensayo sobre el Amor. Su página web es: eduardosubirats.com