El recién electo presidente ecuatoriano Rafael Correa, en su segundo decreto presidencial, llamó a consulta popular para convocar a una Asamblea Constituyente, tal y como había prometido en su campaña electoral. La decisión tiene detractores en el Congreso de su país, pero también entre quienes adversan los nuevos tiempos que se abren en América Latina, […]
El recién electo presidente ecuatoriano Rafael Correa, en su segundo decreto presidencial, llamó a consulta popular para convocar a una Asamblea Constituyente, tal y como había prometido en su campaña electoral.
La decisión tiene detractores en el Congreso de su país, pero también entre quienes adversan los nuevos tiempos que se abren en América Latina, que soplan con características propias en varios países, pero también con rutas comunes.
Así se lanzan ataques respecto a que Correa apenas copia lo sucedido en Venezuela primero, y luego en Bolivia, donde el camino para transformar a esas sociedades se fijó a partir de cambiar la Carta Magna para refundar la nación.
Quizás eran los mismos críticos o sus sucesores de aquellos tiempos no muy lejanos en que los pueblos debían recurrir a las insurrecciones armadas para propiciar la apertura de espacios que fueron cerrados por la represión y violación de los derechos humanos.
En nombre de la seguridad y del anticomunismo se asesinaba a mansalva en varios países latinoamericanos, víctimas de dictaduras militares impuestas y sostenidas con el beneplácito de Washington.
Acuerdos de paz que pusieron fin a las guerras internas o leyes de amnistía e impunidad en otros países del Cono Sur, no dieron paso como era de suponer, a transformaciones estructurales que cambiaran la asimetría en la desigualdad de la riqueza y los principales derechos del hombre.
Hugo Chávez juró su primer mandato presidencial sobre aquella «Constitución moribunda» que transformó en una de las más avanzadas del planeta. Sería la forma de romper la estructura legal erigida para sostener el poder de oligarquías que en lo político se desgastaban, pero aún mantenían el control sobre la riqueza nacional y los mecanismos de poder.
La vía de la Constituyente mostró un camino que la burguesía se había reservado para si y que ahora resulta colofón de los estallidos sociales que vienen teniendo lugar en el continente desde fines del pasado siglo.
Solo una Constitución revolucionaria como la venezolana, conseguida con el verdadero apoyo y participación del pueblo, podría llevar consigo el recurso del referendo revocatorio, que incluso la derecha utilizó en su intento de derrocar a Chávez.
Es la misma Carta Magna que consagró por primera vez en más de cinco siglos los derechos ancestrales de los pueblos originarios de América Latina, algo que ahora también pretende el presidente Evo Morales, en su afán de hacer renacer a Bolivia.
Las batallas que los guerrilleros del Che Guevara libraban en las montañas y selvas del país andino, ahora se reeditan en la puja con la derecha para la Constituyente, mientras los movimientos sociales se movilizan en defensa del gobierno.
Esa historia pudiera reeditarse en Ecuador, donde la oposición se resiste también a los cambios prometidos por Correa, y se alista para obstaculizar los pasos de avance iniciados por el nuevo ejecutivo.
Fue una decisión arriesgada la de Rafael Correa cuando no llevó candidatos al legislativo en su campaña electoral. Sus miras estaban puestas en el pueblo, el mismo en que ahora pone su confianza para dar luz a la Constituyente con poderes plenos, capaces de cambiar las estructuras tradicionales de poder.