La profesora Violeta Demonte expresó su opinión de que el informe de la Academia sobre lenguaje sexista fue «extemporáneo», porque no había ningún hecho que hiciera oportuna una toma de posición al respecto, y manifestó que la Constitución venezolana -cuyo texto fue criticado en el informe de la RAE- «tiene que ser respetada», así como las guías para el uso de un lenguaje no sexista. Demonte, una española nacida en la ciudad de Paraná, en la provincia argentina de Entre Ríos, donde vivió «hasta los veintipocos años», no cree que las academias sean necesarias para mantener la unidad de la lengua. Violeta Demonte es Doctora en Filología Hispánica por la Universidad Autónoma de Madrid, donde es catedrática de Lengua Española desde 1988. Dirigió, junto con Ignacio Bosque, la Gramática Descriptiva de la Lengua Española.
¿Era necesario en este momento un informe académico sobre el tema de lenguaje sexista?
El informe resulta extemporáneo porque no han aparecido recientemente nuevas guías o manuales que en algún momento fueron frecuentes y, de hecho, las que se comentan en la academia son una de 2002 y la más reciente de 2009, alguna de 2011. En todo caso, el tema no estaba en la palestra ni había ninguna demanda social; y por ello es extraño que de pronto haya aparecido ese informe. Pienso que la Academia, si tenía una opinión, podría haber hecho sugerencias oportunamente ante informes específicos y no lo ha hecho.
¿Qué opinión le merece el manifiesto de apoyo al informe de la Academia?
Yo creo que el manifiesto de los jóvenes lingüistas (jóvenes, sus promotores) está motivado sobre todo por la admiración que el trabajo de Ignacio Bosque suscita entre los especialistas, entre los que me incluyo. Casi lo veo como una reacción personal ante lo que algunos interpretaron como el informe de Ignacio Bosque, cuando yo creo que es un informe de la Real Academia y que tiene un valor institucional; al criticarlo no se ha ofendido a ninguna persona, sino que se han manifestado las opiniones de aquellos que se sintieron ofendidos o molestos por una visión tan excesiva y, en algún momento, ridiculizadora, por reducción al absurdo, de lo que se dice en esos manuales. Puede estar movido también por el espíritu corporativo que el informe exaltaba: «de esto solo pueden hablar los lingüistas», yo personalmente no lo veo así. El manifiesto está muy dentro del espíritu del informe de la Academia, que parece centrar todo el problema en cuestiones gramaticales, normativas, cuando creo que la cuestión trasciende bastante la gramática.
¿La RAE sería la institución más indicada para elaborar un informe como este?
Yo no conozco muy a fondo el reglamento de la RAE, pero creo que una de sus funciones es hacer política de la lengua, para propender o abocarnos a la unidad, a la corrección, etc. Pienso que si quiere hacer un informe lo puede hacer, pero quizás tendría que enfocarlo de otra manera y actuar oportunamente y no con el ánimo beligerante con que lo ha hecho en esta ocasión.
¿Qué opina usted sobre la posición de la Academia en el sentido de que la Gramática no tiene ideología y no es sexista? Moreno Cabrera cree que eso es correcto, pero que el tema no pasa por la Gramática…
Estoy muy cerca de Moreno Cabrera en lo referente al informe y al manifiesto posterior. Creo que la distinción que establece Moreno, a quien conozco y ha sido alumno mío, es muy correcta; una cosa es la Gramática en el sentido de la competencia lingüística; el conocimiento lingüístico interiorizado, como dice Chomsky, y otra cosa es el uso de la lengua. Cuando se formulan sugerencias para una política de visibilización de las mujeres, a través del uso de las formas marcadas de género masculino y femenino, no se está intentando violentar la gramática ni forzar a que los hablantes hagamos todo el tiempo uso de esas distinciones, sino que se trata de una reivindicación ya de largo tiempo; la plantea en los años setenta el mundo anglosajón y luego trasciende a los lugares donde parece que la distinción de género podría no hacer más visibles a las mujeres. Y en eso no se trata de gramática, se trata del uso de la lengua, y en el uso de la lengua intervienen factores sociales, factores psicológicos e incluso puede actuar la voluntad política, como ocurre en este caso. Se trata de una acción de política lingüística y la Real Academia hace política lingüística, para la estandarización del español, la unidad, etc., por lo que puede formular precisiones sobre algunos temas, pero tiene que tener presente que no está hablando de la gramática normativa sino de cuestiones que la trascienden.
El inglés es otra lengua que se habla en muchos países y sus hablantes se entienden sin dificultades -en la India, en Sudáfrica, en Australia, en el Reino Unido o en los Estados Uniodos- a pesar de que no hay ninguna academia de la lengua inglesa. ¿Cree usted que se necesita una academia para mantener la unidad de la lengua?
Usted lo ha dicho, con ese ejemplo que es irrefutable. El mundo anglosajón no tiene academia y el inglés de diferentes países no sufre problemas de inteligibilidad. En el inglés británico hay un cierto espíritu social más normativo y se habla de un inglés ‘distinguido’ frenta a otras variedades. El inglés de los Estados Unidos es más laxo y más variado en su realización en muchos sitios, pero como hacer falta, [las academias] no hacen falta. Lo que pasa es que en Europa se trata de una institución tradicional de muchos países; ahora bien, no siempre vista como un club cuyos miembros se eligen por cooptación, hay otros modelos.
Esa extemporaneidad que usted atribuye a ese informe de la RAE ¿cree que pueda responder a que perciba esas guías de lenguaje no sexista como una amenaza o un menoscabo de su autoridad?
No, no lo creo. Probablemente en la Academia Española hubiera un movimiento de algunos de sus miembros para reaccionar contra estos documentos, quizás desde hace tiempo; la Real Academia no ha dado muestras de gran interés por la igualdad hombre-mujer. Lo que a mí me parece más probable es que el actual aire revisionista, en muchos aspectos en cuestiones de medidas de avance social, como podría ser este de la igualdad hombres-mujeres, haya favorecido la oportunidad de que esto saliera a la luz, pero estaría latente. Habría voluntad de hacerlo, pero lo han sacado en un momento en que sienten que puede haber un ambiente general más favorable. Han encontrado, sin embargo, bastante reacción y su imagen de aparente neutralidad podría haber quedado dañada. Imagino que habría una voluntad de hacerlo y lo han sacado en un momento en que se sienten en mejores condiciones de hacerlo en un ambiente favorable, con un espíritu general favorable.
¿Cree Ud. que este informe ha abierto un debate franco entre las distintas posiciones?
Como dije, la Academia saca este asunto cuando hay bastante consenso sobre algunas cosas; da una cierta pereza volver a hablar de todas estas cuestiones. El problema de estos debates es que se realizan a través de los medios de comunicación, duran poco tiempo y, sí, ha habido reflexiones interesantes, pero no creo que todas las reflexiones y todo el debate se hayan podido reflejar, entre otras cosas, porque no ha sido pausado, porque documentos como el de la Academia que salen de pronto, sorpresivamente, suscitan reacciones, reciben atención durante unos días y el debate se lleva a los extremos, sin dar oportunidad a la reflexión lenta que haría falta.
En el informe hay una referencia a la Constitución venezolana. ¿Le parece correcto o cree que la Academia se extralimitó?
Me parece que tanto los manuales [de lenguaje no sexista] como la Constitución venezolana merecen respeto. Manifiestan una posición perfectamente razonable en favor de una política lingüística de explicitación de que las mujeres están en el mundo, sobre todo las distinciones en cuanto a situaciones de poder, de atribuciones, de derechos, de situaciones profesionales, etc. Ocurre que muchas veces estos textos son exagerados en sus ejemplos y formulaciones. Yo no digo que los manuales y la Constitución venezolana sean estilísticamente perfectos, son sin duda excesivos, pero tienen que ser respetados. En ese sentido, sí que es una extralimitación cuestionar un documento público que ha sido aprobado por un país, que es un documento nacional.
¿Diría usted que el informe trata con ecuanimidad las guías que comenta?
No lo sé, pero no todas las guías están en el informe. Una guía muy utilizada es la del Instituto Cervantes, muy aceptada. Me dicen algunas compañeras del Instituto de la Mujer de la Universidad Autónoma de Madrid que la que más ellas utilizan es la del Cervantes. Quizá sea más equilibrada, más formal lingüísticamente hablando, pero las líneas de actuación que sugieren las guías son similares. En lo que pueden diferir algunas es en la exageración en la medida en que se deban aplicar esas normas y en qué textos…
…los desdoblamientos…
…si los desdoblamientos hay que hacerlos una vez o cuarenta veces a lo largo de un texto…, pero no creo que las guías se ocupen de cuestiones tan de detalle. Me parece que han seleccionado algunas guías, que probablemente sean las más débiles y las ponen en cuestión.
Usted ha pasado la mayor parte de su vida en España, pero admite que mantiene una sensibilidad especial con su tierra natal. Este tema no ha despertado la misma atención en América que en España…
Me parece, pero no estoy lo suficientemente informada, que en Latinoamérica lo que hay es una menor actuación institucional en este asunto. Supongo que la sociedad tiene sí sensibilidad, puesto que aspectos como la distinción de género en los nombre de profesión en la Argentina está muy generalizada. Pero lo que no hay, quizá, es un debate ni, como en este caso, tensión social sobre este asunto.
¿Desearía añadir algo más para los lectores de La Página del Idioma Español?
Quisiera insistir en que la política lingüística que subyace a todas estas sugerencias para el uso no sexista del lenguaje -contrariamente a lo que puede pensar una gran mayoría que se siente invitada a ironizar sobre estas propuestas de insistir en detalles como los desdoblamientos-, es razonable, es respetable y tiene sentido. Otra cosa es cómo eso se plantea; yo lo plantearía como una cuestión de estilo, de pertinencia, de saber oportunamente hacer las distinciones y no como una cuestión de si se violan o no las normas de la gramática. El lenguaje por definición es vago, es ambiguo, es impreciso, y hacer precisiones con el fin de tornar explícita la presencia de las mujeres a través de recursos lingüísticos me parece perfectamente defendible.
Fuente: http://www.elcastellano.org/ns/edicion/2012/marzo/demonte.html