Políticos como Rajoy y Rubalcaba, economistas y periodistas, entre otros, repiten al referirse a la crisis de las deudas soberanas que el estado es similar a una familia y que, en consecuencia, ha de ajustar ingresos y gastos. El corolario de esta argumentación es que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y, por tanto, […]
Políticos como Rajoy y Rubalcaba, economistas y periodistas, entre otros, repiten al referirse a la crisis de las deudas soberanas que el estado es similar a una familia y que, en consecuencia, ha de ajustar ingresos y gastos. El corolario de esta argumentación es que «hemos vivido por encima de nuestras posibilidades y, por tanto, ahora debemos ajustarnos el cinturón». Sin embargo, a juicio del filósofo Antoni Doménech, «esta metáfora (la asimilación del estado a una familia) no hace sino poner de manifiesto cómo las clases dominantes están manipulando nuestro sentido común».
El catedrático de Filosofía de las Ciencias Sociales y Morales en la facultad de Económicas de la Universidad de Barcelona, Antoni Doménech, ha impartido una conferencia sobre «El uso del lenguaje como instrumento de dominación» en la Universidad de Verano que organiza Socialismo 21. Formado intelectualmente bajo la influencia del filósofo marxista Manuel Sacristán, Doménech es actualmente editor de la revista «Sin Permiso». Entre sus principales obras destacan «De la ética a la política. De la razón erótica a la razón inerte» (1989) y «El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista» (2004).
Aunque se hace pasar por evidente, por una cuestión de sentido común, la equiparación de un estado a una familia esconde una falacia, según Antoni Doménech. Es cierto que cuando una familia contrae una deuda, está forzada a su devolución y le condicionan los ingresos. Pero el estado cuenta con muchos más recursos: el poder de recaudar impuestos, la capacidad de imprimir dinero fiduciario para pagar a los acreedores; además, si el estado decide reducir el gasto, esta decisión puede tener consecuencias en los ingresos (cosa que no ocurre con el ahorro familiar). Por último, si el estado conserva su soberanía monetaria es técnicamente imposible que se le obligue a quebrar, aunque puede hacerlo por una decisión política propia.
Precisamente en este punto -la pérdida de la soberanía monetaria por parte de los estados- es donde radica el problema, y no -como suele afirmarse en la citada metáfora de sentido común – en que el gasto público supere a los ingresos. Por ejemplo, el endeudamiento público de Estados Unidos es de más del 100% del PIB, el de Japón se sitúa en torno al 200%; el de Inglaterra, cerca del 100% y el de España en un 74%. Al no contar con soberanía monetaria, ni existir una autoridad fiscal común, los países de la Unión Europea -sobre todo los de la periferia, como España- se encuentran en manos de los mercados financieros. Por eso el estado español paga un 7% de intereses en los bonos a 10 años, mientras que Estados Unidos y Japón abonan menos del 2%, e Inglaterra un 2,1%. Es decir, unas tasas de endeudamiento menor pueden implicar un pago de intereses superiores.
El catedrático de filosofía, cofundador y redactor de revistas como «Materiales» y «Mientras tanto», pone asimismo el ejemplo de California, estado norteamericano que si se constituyera como entidad independiente, sería una de las diez grandes potencias del mundo. Sin embargo, las finanzas públicas de California se hallan técnicamente en quiebra. «No cuentan con soberanía monetaria -dependen del dólar- pero todas sus facturas e impagos los afronta finalmente Washington; ni siquiera California ha de emitir bonos de deuda específicos, ya que ésta se halla mutualizada por los Estados Unidos al 2% de interés», subraya Antoni Doménech. Es la diferencia entre un espacio monetario -Estados Unidos- con una autoridad fiscal única y, por tanto, capacidad de emitir deuda mutualizada, y la Unión Europea.
Lo que ha creado Europa, según Doménech, es «un verdadero monstruo». «De ahí que un pequeño problema (por su peso económico dentro de la UE) como el de Grecia, haya puesto en riesgo la economía europea e incluso el conjunto de la economía mundial; toda esta crisis institucional -que resquebraja los cimientos sobre los que se forjó la UE- tiene como trasfondo una gigantesca crisis del sistema capitalista; en este contexto, ahora mismo vemos como España es el foco de todas las tormentas especulativas», agrega.
» Europa vive un momento dramático y los remedios están resultando catastróficos», a juicio de Antoni Doménech. Por ejemplo, «se ha creado un fondo de estabilidad financiero, teóricamente para adquirir deuda pública de los países en apuros, pero al mismo tiempo la legislación europea permite que actúen -de manera totalmente desregulada- los mercados de derivados financieros de impagos crediticios; en estos mercados opera la aristocracia financiera mundial; permiten apostar porque una situación vaya a peor, por ejemplo, la quiebra de Grecia; no hay más que repasar la trayectoria de Goldman Sachs para ver cómo una sociedad puede hacer fortuna apostando a pérdidas «.
En la presente coyuntura, ¿abandonar el euro es la solución? Antoni Doménech recuerda que se mostró contrario al ingreso del estado español en la moneda única y también al tratado de Maastricht, «pero romper con el euro en las circunstancias actuales será una catástrofe para todo el mundo, incluida Alemania, que podría perder, como mínimo, el 40% de su PIB». El euro corre peligro por la vertiginosa crecida de la prima de riesgo en los países de la periferia europea, pero esta amenaza genera también oportunidades para la izquierda. «Se abre una puerta, un amplio margen para un partido de izquierdas inteligente que sepa negociar y jugar sus bazas, como bien hizo Syriza».
Otra cuestión que se plantea es la posibilidad de una quita de la deuda pública. «Si la situación empeora, cosa que ocurrirá, es éste uno de los escenarios previsibles». A juicio de Doménech, «también en este punto la izquierda ha de hilar muy fino; no valen las respuestas meramente retóricas. A la hora de establecer una quita hemos de considerar que los Fondos de la Seguridad Social son tenedores de deuda pública española por valor de 60.000 millones de euros; habría que observar todos los matices y estudiar muy bien cómo se realiza la quita para que no se vean afectadas las pensiones».
Así las cosas, el catedrático de Filosofía califica el momento económico actual de «muy crítico». Tres circunstancias confluyen en el escenario global: una crisis europea -con España e Italia como eje de las turbulencias- a la que no se vislumbra salida; incluso un cambio en la posición de Merkel debería sortear el escollo añadido del Tribunal Constitucional alemán. En segundo lugar, la desaceleración económica en Estados Unidos, que podría conducir a una victoria de Romney en las elecciones de noviembre. Y, por último, la desaceleración de la economía china, con los efectos que ello pudiera tener en América Latina. Además, «la financiación del consumo en Estados Unidos mediante deuda adquirida por China es un fenómeno que no volverá».
En plena zozobra europea, ¿Cómo paliar en lo posible los efectos del cataclismo? Lo más urgente, según Antoni Doménech, es crear la unión bancaria europea y la garantía única de depósitos. «Se está produciendo una fuga masiva de capitales y depósitos de la periferia europea rumbo a Alemania; en el caso de España, a un ritmo que equivale al 50% del PIB anual, según reconoce la banca privada suiza en uno de sus informes; si Grecia saliera del euro -y esta es la baza que supo jugar Syriza- se desencadenaría una fuga de depósitos a Alemania y, continuando con esta hipótesis, quebrarían la bancas española, italiana y también la alemana, que es acreedora de las demás».
Si las cosas así ocurrieran, el Bundesbank no tendría dinero para rescatar a los bancos alemanes pues está atado a una deuda de un billón de euros con el Banco Central Europeo. El BCE pediría esta cantidad a Alemania para rescatar a los bancos de la periferia europea y, en ese punto, el país germano incumpliría el Target 2 (sistema de compensación de pagos entre los bancos centrales de la eurozona), lo que supondría la ruptura de la Unión Europea. En tal coyuntura, Alemania vería cómo mengua una parte notable de su PIB, al tiempo que confiscaría los depósitos bancarios de italianos, españoles y franceses que hubieran buscado refugio en aquel país.
Esta catarata de desastres «Alemania no se la puede permitir, pero puede que todo esto ocurra porque las elites políticas y económicas no entienden nada, como tampoco entendían lo que pasaba en los años 30; contra lo que dice el tópico, si Roosevelt adoptó medidas intervencionistas es porque le empujó el movimiento obrero norteamericano; Resulta una tragedia el funcionamiento de las elites en el capitalismo, son incapaces de adoptar ninguna medida eficaz», explica el autor de «El eclipse de la fraternidad. Una revisión republicana de la tradición socialista».
¿Qué alternativa podría plantear la izquierda? Según Doménech, «resulta indispensable hablar de crecimiento «; sin esta idea, a juicio del docente, es muy difícil acumular energía transformadora. «Para impulsar reformas es necesario el crecimiento, como advirtió Keynes a Roosevelt en su día». Ahora bien, «este crecimiento no ha de ser forzosamente destructivo, ya que puede venir de las inversiones públicas en tecnologías sostenibles o energías verdes; pero hace falta crecer para conseguir el pleno empleo y un empoderamiento mayor de la clase trabajadora; sólo así nos podremos plantear metas mayores», concluye