Por esas cuestiones típicas de la hipocresía neoliberal, hemos asistido en estos días a la presentación del informe Determinantes Sociales de la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Leer en el año 2008 que especialistas de esa organización internacional con sede en Ginebra, declaran finalmente que salud y enfermedad se relacionan con […]
Por esas cuestiones típicas de la hipocresía neoliberal, hemos asistido en estos días a la presentación del informe Determinantes Sociales de la Salud de la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Leer en el año 2008 que especialistas de esa organización internacional con sede en Ginebra, declaran finalmente que salud y enfermedad se relacionan con las constantes situaciones de desigualdad e inequidad propias de un sistema de explotación y exclusión basado en el sometimiento de poblaciones enteras a los grandes intereses económicos, no deja de ser patética o cuanto menos indignante.
La Cuba socialista es el claro ejemplo de cómo un sistema político y económico pensado para el pueblo, puede generar un nivel de vida adecuado y un concepto de atención en salud que abarca sin exclusiones a todos y a todas.
«La combinación nefasta de pobres políticas sociales y circunstancias económicas injustas está matando a la gente a gran escala», afirmó el presidente de la Comisión de la OMS, Michael Marmot. Pero…a que le llama Marmot circunstancias económicas injustas? Son circunstancias? O le llama de esa manera a los ejes de las políticas neoliberales que justamente basan su accionar en la desigualdad económica, en la inexistente redistribución del ingreso, en el imperio de las multinacionales que empobrecen a la casi totalidad de la población de América latina, el Caribe, África y Asia avalados por los gobiernos locales? Son «circunstancias económicas» el hambre que padecen selectivamente más de 900 millones de personas en el mundo? En el 2006, el Director General de la FAO informó que esta cifra aumentaba a razón de 4 millones de personas al año, pero tal aviso no generó absolutamente ninguna respuesta efectiva, salvo el incremento de los precios de los alimentos, las políticas de ajuste y pauperización más salvajes.
Y cuando habla de «pobres políticas sociales»? Acaso no son éstas el resultado del más crudo accionar neoliberal (apoyado también por ese Organismo) que resultó en la extinción de toda política pública que posibilitara el acceso a la salud, la educación y los derechos humanos más elementales de grandes sectores de la población?
Necesitó la OMS más de tres años para concluir en el trabajo presentado que «no existen razones biológicas» para que la esperanza de vida varíe hasta más de 40 años de un país a otro o de una región a otra de un mismo país.
Todos los datos estadísticos -que por otra parte no solo son impecablemente presentados en este Informe, sino en decenas de informes de ese Organismo desde hace muchos años- hablan de la existencia de dos mundos, de quien domina y quien es dominado, pero en suma de un solo sistema político que desde su misma génesis provoca las disparidades necesarias para su subsistencia.
La directora de la Oms, Margaret Chan, realizó un apelo a los todos los países a fin adoptar medidas encaminadas a mejorar la vida de la gente y planteó el objetivo de lograr la equidad sanitaria «en el lapso de una generación», como si eso dependiera del mero voluntarismo de los implicados o implicadas y no respondiera a un orden claramente establecido que concierne a la égida de las políticas neoliberales diseñadas por los grupos de poder económico que dominan a escala mundial.
«Reducir las desigualdades en materia de salud es un imperativo ético. La injusticia social mata a la gente a gran escala», descubren los especialistas de la comisión de la OMS y recomiendan tardíamente a los países que implementen sistemas de salud financiados con dinero público
No hay manera de mejorar esas cifras que tanto preocupan a la OMS y que quedan dramáticamente plasmadas en este Informe, en la medida en que lo que cambie no sea el sistema neoliberal imperante.… Y de esto, aunque parezca que recién se está enterando, la Organización Mundial de la Salud sabe bastante.
Al inicio de la década de los 80 la oleada neoliberal también aterrizó en la OMS. Eran momentos en que los efectos de las políticas privatizadoras de mercado (lideradas por EEUU) comenzaban a imponerse sobre el sector público desarticulando lo ya existente y reduciendo drásticamente las inversiones al sistema de salud pública hasta prácticamente aniquilarlo. La Organización Mundial de la Salud acompañó este proceso junto al resto de las agencias internacionales aliadas al eje de dominio neoliberal y avanzó en un discurso sanitario más pertinente del FMI que de un organismo internacional de salud.
El investigador Enrique González, especialista en Derechos Humanos, señala la fuerte polémica desatada con el informe de la OMS del año 2000 en el cual se clasificaron los países en función de sus sistemas de asistencia sanitaria utilizando indicadores claramente neoliberales sustentados en paradigmas del sistema de privatización de salud.
Así, de acuerdo a este informe, Colombia (que contaba con la incorporación reciente de seguros médicos privados) quedaba por encima de Cuba, que desde ya revelaba un sistema público de salud accesible y de calidad.
También fue una prueba de su compromiso con los grandes grupos de poder, la reticencia de la OMS para incorporar los medicamentos genéricos en el tratamiento del VIH SIDA, medida que involucraba directamente a las multinacionales farmacéuticas.
En una noticia aparecida en el diario El Mundo (España) el 17 de septiembre de 2001, Brundtland que era en ese momento directora general de la Organización Mundial de la Salud, calificó de «tragedia» la muerte de personas por no tener acceso a determinados medicamentos disponibles en el resto del mundo, por lo que si bien el sistema de patentes tenía que continuar, debía al tiempo modificarse para lograr «que los precios de los fármacos bajen en los países pobres».
Un somero análisis de los términos del discurso de la ex directora evidencia el perfil economicista de sus conceptos, más propios de una entidad financiera que de una agencia internacional de salud.
Y hablando de entidades financieras, Damien Millet y Eric Toussaint, publicaron una nota hace pocos días, motivada en el repentino descubrimiento del Banco Mundial de que hay «400 millones de personas más de las que se pensaba, viven en la pobreza». Una muestra más del objetivo central de estas organizaciones que no es sino como dice Toussaint la de avalar las políticas neoliberales impuestas al mundo por sus propios expertos.
Ciertamente estamos en una época de prístinas revelaciones, solo nos resta conocer que se hará con esa información, que medidas concretas se pondrán en marcha para revertir desde ya la ignominia que se cierne sobre miles de millones de personas de todo el planeta.
No debemos esperar nada de ninguna de las agencias internacionales. Tienen marcado un camino indefectible. Debemos ser nosotros y nosotras, que integramos esa otra parte de la historia, que estamos del otro lado, que sostenemos un claro compromiso social quienes nos aliemos con toda la gente para llevar adelante esta lucha.
No aceptemos pasivamente este tipo de discursos, que hoy descubren 400 millones más de pobres al tiempo que aplican políticas de ajuste. No admitamos que la OMS en un rapto de lucidez nos diga que la combinación nefasta de pobres políticas sociales y circunstancias económicas injustas está matando a la gente a gran escala, cuando ha sido una de las grandes responsables de este estado de cosas y hasta el momento no se ha detectado un giro en su accionar.
Si hay neoliberalismo, no hay cambios estructurales a favor de la gente. Si hay neoliberalismo hay pobreza y exclusión. Si no, piense usted en los 6 millones de niños y niñas que mueren al año a consecuencia del hambre y la desnutrición. Si, 6 millones. Se da usted cuenta?