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El economista Alberto Montero explica las analogías entre América Latina y la UE respecto a la crisis y las posibles respuestas

Las enseñanzas de América Latina

Fuentes: Rebelión

  En la década de los 70 se gesta la crisis de la deuda externa en Latinoamérica, que estalla con toda su virulencia en los 80 y 90. ¿Tiene alguna relación con la crisis de las deudas y, por extensión, de la construcción de la UE, cuyos cimientos actualmente se tambalean? ¿Se parecen las políticas […]

 

En la década de los 70 se gesta la crisis de la deuda externa en Latinoamérica, que estalla con toda su virulencia en los 80 y 90. ¿Tiene alguna relación con la crisis de las deudas y, por extensión, de la construcción de la UE, cuyos cimientos actualmente se tambalean? ¿Se parecen las políticas económicas aplicadas en los dos continentes? ¿Guardan similitud las respuestas populares ante la crisis? A juicio del economista Alberto Montero, «se trata de realidades distintas, pero las consecuencias de la crisis y las respuestas de las sociedades se parecen cada vez más; hemos de aprender mucho de las prácticas que allí se dieron».

El profesor de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga y presidente del Centro de Estudios Políticos y Sociales (CEPS), Alberto Montero Soler, ha impartido una conferencia en el I Congreso de Economía 21 de la Universitat de València. Formado por estudiantes de la Facultad de Económicas, el colectivo Economía 21 pretende con esta iniciativa «comprender para transformar». Critican asimismo que en las aulas «continúan escuchando y recibiendo las mismas medicinas, mayoritariamente de tipo neoclásico o keynesiano, presentadas con la frialdad de meros cálculos técnicos y (pseudos) objetivos».

Con las diferencias socioeconómicas, políticas y demográficas que se quiera, en América Latina y la Unión Europea se impuso sin concesiones el orden neoliberal. Cuatro puntos básicos sintetizan esta analogía: mercantilización de bienes y servicios anteriormente prestados por el estado, lo que se agrega a la primacía del sector financiero sobre la economía productiva; la hegemonía del mercado como eje regulador de la actividad económica; la eliminación de políticas sociales y de inclusión, que devienen un nuevo nicho de negocio para el sector privado (uno de los grandes precedentes es la privatización durante la dictadura de Pinochet del sistema público de pensiones); y la privatización del sector público empresarial y de los recursos naturales, lo que llevó a notables escándalos de corrupción y al descrédito de la clase política en Latinoamérica. Hoy se viven en la UE, y singularmente en el estado español, procesos similares.

Igual que las políticas neoliberales generaron una depauperación de las clases medias (que perdieron gran parte de su poder adquisitivo) en América Latina, en la periferia de la UE se han repetido (salvando las distancias) estos efectos. Las medidas de la Troika producen un debilitamiento de los mercados internos, que se pretende compensar (vía abaratamiento de los costes laborales) con un incremento de las exportaciones. Se trata de políticas, explica Alberto Montero Soler, «que dan lugar a sociedades muy polarizadas» (en 2000, la tasa de pobreza extrema en Bolivia se situaba en el 68%, cuando este país cuenta con una de las mayores reservas de gas del mundo).

Aunque con muchos matices (las élites agroexportadoras y financieras de América Latina, erigidas sobre economías extractivas, no se pueden identificar sin más con las europeas), la música que llega del otro lado del Atlántico resulta familiar: la prioridad de la lucha contra la inflación en economías muy endeudadas (para que no pierdan valor los títulos de los acreedores); también se antepone la «estabilidad financiera» (y sobre todo el pago de la deuda) al crecimiento económico, aunque ello implique el empobrecimiento de la gente; y, en suma, la transferencia de recursos de la mayoría de la población a la élite financiera.

En los efectos del modelo neoliberal también puede establecerse un parangón entre ambos continentes, aunque, matiza Alberto Montero, «Europa aún cuenta con unas estructuras de bienestar mayores, que permiten amortiguar los impactos más graves de la recesión». Pero «ni finalmente en América Latina se pudo pagar la deuda externa, ni podrán abonarla España, Portugal y Grecia». Y eso, a pesar de que se han pagado en intereses varias veces el capital prestado por los acreedores.

El orden neoliberal fue muriendo poco a poco en América Latina por su pérdida de legitimidad. Cada vez recibía menor apoyo de unas clases populares crecientemente empobrecidas. A ello se agrega, tanto en América Latina como en la UE, el factor del pago de la deuda «como elemento disciplinador neoliberal sobre las poblaciones», subraya Alberto Montero. Y sin acceso al consumo se pierde la legitimidad política. Puede trazarse, por lo demás, un paralelismo con las últimas elecciones italianas, en las que el 55% de los votantes han elegido candidaturas que se oponen a las políticas de la troika .

» Ante la pérdida absoluta de legitimidad política, en América Latina emergieron nuevos movimientos; lo mismo ha ocurrido con Grillo en Italia», explica el presidente del CEPS. Al otro lado del charco se empezó a reivindicar un proceso destituyente , noción que cada vez resulta más familiar en Europa. Más similitudes: en una primera fase, las demandas son corporativas (véase el caso de las mareas ), pero después adquieren un carácter global, del conjunto de la ciudadanía (se aspira a un proceso destituyente ). Para ello, se eligen imaginarios vacíos con capacidad de integrar a las mayorías (no se habla de izquierda y derecha). Mucho antes que el 15-M, Chávez impulsó el Movimiento V República (esta denominación denuncia la ilegitimidad de la IV República, pero es inclusiva) y Correa encabezó el Movimiento País en Ecuador. En este contexto, explica Montero, el populismo no debe entenderse, en absoluto, en sentido negativo: «implica que el pueblo se sale de las instituciones representativas para enfrentarse a las élites».

En plena crisis de régimen y con la exigencia de un proceso constituyente en la calle, advienen en Latinoamérica actores políticos no convencionales. Como Hugo Chávez (un militar implicado en un golpe de estado), Correa (un académico que abandonó los ministerios por su oposición al pago de la deuda) y Evo Morales (un sindicalista del mundo cocalero). «Las clases populares buscan líderes que se parezcan a ellos y defiendan sus intereses», explica Alberto Montero Soler. «Se trata de liderazgos carismáticos, pero en sentido bidireccional; los líderes han de dar respuestas a la gente para que se sienta representada». La consecuencia de estos procesos es que, en países como Bolivia (con un 70% de población indígena), por primera vez accede a la presidencia alguien que se parece a la mayoría de la población.

Los nuevos gobiernos progresistas impulsan programas «de mínimos». En opinión de Montero, «no se trata de gobiernos de izquierda, en sentido estricto; más bien implementan políticas antineoliberales, con elementos de izquierda y otros más conservadores; el objetivo es combatir los estragos causados por el neoliberalismo en las décadas de los 80 y 90». ¿En qué se materializaron estas políticas? Se fomenta la inclusión de la ciudadanía (alfabetización, acceso a la salud pública y visibilización de la población indígena); la recuperación de los recursos naturales y los sectores estratégicos de la economía, muchas veces gestionados por transnacionales; afirmación de la soberanía nacional y creación de mecanismos de integración regional, como el ALBA, en cuyo marco, por ejemplo, Venezuela vende a Cuba petróleo a un «precio solidario» mientras la isla envía a cambio médicos y docentes. Son mecanismos de integración que nada tienen que ver con los principios que rigen en la Unión Europea.

Una de las grandes enseñanzas de la realidad latinoamericana de los últimos años es que, como demuestra el caso boliviano, se puede lograr la llamada «estabilidad financiera» al tiempo que mejora la calidad de vida de la población y se reducen las tasas de pobreza extrema. Además, recuerda Alberto Montero, «Bolivia es actualmente en términos de PIB el país con mayores reservas internacionales del mundo». Un claro mensaje para la tecnocracia europea. Pero todos estos avances, este proceso de transformación, no implica la ausencia de «tensiones» y «conflictos», subraya Montero.

Porque en estos países continúa predominando la economía agrario-exportadora, que aprovecha los precios altos de las materias primeras; es decir, no se han desarrollado potentes mercados internos ni cambios en el modelo productivo. También representa un problema la tensión entre el «desarrollismo» a corto plazo (para mejorar la calidad de vida de la gente) y una fase «post-desarrollista» que mantenga la armonía con los recursos naturales. Otra interrogante que permanece abierta: ¿Cómo institucionalizar los logros de los últimos años, sin tener que revalidarlos continuamente en las urnas? Y, además, que esta construcción institucional se desarrolle con la participación popular. Por último, la vinculación de los avances sociales a la presencia en el poder de líderes carismáticos hace depender las conquistas, en buena medida, de los hiperliderazgos. «Algo de lo que pasó en América Latina durante los 90 puede ocurrir en Europa hoy; las dinámicas sociales nos pueden llevar a ello; por eso, hemos de aprender con humildad de lo que allí ocurrió», concluye Montero.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.