In memoriam del Maestro Oswaldo Guayasamín «Historia de la patria», Oswaldo Guayasamín -Mural del hemiciclo de la Asamblea Nacional de Ecuador. Se dice que la política es, entre otras cosas: el arte de lo posible; la actividad humana por excelencia; el acto constitutivo del carácter social de la humanidad. Y podríamos mencionar un sinnúmero más […]
In memoriam del Maestro Oswaldo Guayasamín
«Historia de la patria», Oswaldo Guayasamín -Mural del hemiciclo de la Asamblea Nacional de Ecuador.
Se dice que la política es, entre otras cosas: el arte de lo posible; la actividad humana por excelencia; el acto constitutivo del carácter social de la humanidad. Y podríamos mencionar un sinnúmero más de otras formas que se han empleado para tratar de definir a la política y, aun así, no llegaríamos a ponernos plenamente de acuerdo en lo que realmente es, ni en sus alcances, ni en sus formas, ni en cómo caracterizar a sus sujetos. Pero hay una cosa en la que sí estamos más seguros en coincidir: que en la política jamás podrá estar exenta de la disputa, que sólo es posible hablar de la política en tanto y en cuanto implica poder.
Y si hablamos de poder es menester recordar la inscripción de la puerta del infierno relatada por Dante: « DEJAD, LOS QUE AQUÍ ENTRÁIS, TODA ESPERANZA» (Alighieri, pág. 5). [1] Pues solo quien se despoja de cualquier esperanza, salvo la que emane de su voluntad consiente, es capaz de cruzar el umbral de la política y disponerse a observar lo noble y lo vil, lo transparente y lo turbio; es decir implicarse en los intersticios de la tarea de disputar la única herramienta que hemos tenido como humanos para persistir: la memoria. Pues quien toca a la política está condenado inexorablemente al recuerdo o al olvido.
Política, poder y memoria han sido los instrumentos con los que se ha forjado la humanidad; más precisamente son las partes constitutivas de nuestro carácter dialéctico e histórico; son los recursos con los que registramos nuestro ligero transitar entre la civilización y la barbarie. Es por eso, y no en vano, que quien pretendiera representar la historia de la humanidad deberá incluir en su obra las dos caras de la moneda, la eterna disputa entre aquello que se niega a morir y aquello que aún tiene tiempo para nacer.
En el Ecuador para dicha empresa, surgió un profeta de la historia; de «La Historia de la Patria» [2] , y plasmó en un mural que deberá durar mil años [3] para recordarnos a las y los ecuatorianos lo que ya muchos ojos vieron y proyectar lo que otros después de nosotros verán. Ese profeta se llamó Guayasamín, quien colocándose en el puesto que alguna vez ocupó San Juan [4] , plasmó en su historia a cuatro caballos predestinados por el Cristo político a asumir su rol en el relato de sangre y fuego, de condena y redención, de perpetua lucha por el poder, para participar en la historia de la Patria.
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Y miré, y vi un caballo blanco; y el que lo montaba tenía un arco; y le fue dada una corona, y salió venciendo y para vencer. (San Juan, pág. 1974). [5]
El peligro amenaza tanto al patrimonio de la tradición como a los que lo reciben. En ambos casos es uno y el mismo: prestarse a ser instrumento de la clase dominante. En toda época ha de intentarse arrancar la tradición al respectivo conformismo que está a punto de subyugarla. El Mesías no viene únicamente como redentor; viene como vencedor del Anticristo. El don de encender en lo pasado la chispa de la esperanza sólo es inherente al historiador que está penetrado de lo siguiente: tampoco los muertos estarán seguros ante el enemigo cuando éste venza. Y este enemigo no ha cesado de vencer. (Benjamin, pág. 7)
El Ecuador, efectivamente fue fruto de infaustas circunstancias. El fracaso de la Gran Colombia por los intereses de los criollos que superaron el afán bolivariano y desembocaron en la ruptura del gran proyecto de integración. Así pues, el primer presidente del Ecuador, Juan José Flores, representa el surgimiento de una Patria traicionada, de la Patria Grande rota por los anhelos miopes del poder que produjeron una severa crisis y el surgimiento de movimientos revolucionarios que rechazaron el accionar de Flores, quien terminó sus días secundando planes de intervención financiados por la Reina de España. Los 15 años de Flores en el poder representaron la corrupción de un régimen sostenido fraudulentamente en los anhelos populares de independencia.
Por su parte, y pocos años después, con la consigna de modernizar y consolidar el Estado nación, Gabriel García Moreno lideró una de las épocas más controversiales de la historia nacional, pues si bien se le reconoce un gobierno constructor de obras emblemáticas para el país, su posición ultra conservadora minó cualquier intento de constitución de un Estado laico. Más allá de lo anecdótico de la Consagración del país al Corazón de Jesús y la declaración de Patrona a la Virgen de la Merced, la entrega de la educación a la Iglesia Católica que promovió García Moreno fortaleció la presencia institucional de la misma y la casi nula división entre Estado e Iglesia, de lo cual existen aún reminiscencias a la fecha.
De esta forma podemos observar cómo se instrumentalizaron los anhelos del pueblo en función de los intereses particulares y llevaron a erigir en razones de Estado los pensamientos y creencias de estos personajes. Razones de sobra para que Guayasamín plasme en una de las urnas de su mural un rostro un tanto esquivo, provisto de rasgos evasivos, pero a la vez temibles, una mezcla de Flores y García Moreno que relatan nuestro inicio como República.
El caballo blanco tiene por jinete al caudillo [6] .
Y salió otro caballo, rojo; y al que lo montaba, le fue dado poder para quitar la paz de la tierra y para que se matasen unos a otros; y le fue dada una gran espada. (San Juan, pág. 1974).
Los tronos necesitan guerras para conservarse, pero las dictaduras no siempre. Algunas pueden evitarlas. La potencia de una nación es la resultante de múltiples elementos y no sólo del factor militar. He de añadir, sin embargo, que, para la generalidad de las gentes, la importancia de un país se aprecia según sus fuerzas guerreras. Hasta hoy, las fuerzas militares se consideran como la síntesis de todas las fuerzas nacionales. (Mussolini, 1932, pág. 31)
Urna que representa el Militarismo, Oswaldo Guayasamín.
Unos ojos pequeños, profundos, y enfocados, con aspecto de gorila, una visera adornada y una mandíbula desencajada, es la primera impresión. Un rostro que impone autoridad en base del miedo. Esa es la urna con la que Guayasamín representa la presencia de la fuerza militar en la vida política del Ecuador. Más que una representación individual de quien es soldado, plasma el rol de la fuerza militar entrometida en el desarrollo democrático, un poder beligerante y capaz de orientar su fuerza contra quien lo puso para su protección.
En ese rostro se torna evidente la frustración del autor al ser testigo de la paradoja de que aquellos herederos de la tradición insurgente y libertaria del ejército ecuatoriano, los continuadores de los Granaderos de Tarqui liderados por Sucre, la institución que pasa lista en toda su tropa al Héroe del Pichincha, Abdón Calderón; los soldados legados de las montoneras guerrilleras alfaristas, han sido utilizados como el instrumento de dominación de su pueblo. Un ejército que progresivamente asumió como suyas las instrucciones externas y diferenció a su mando de su tropa.
Una Junta Militar surgida por la audaz impertinencia de Arosemena Monroy de mantener relaciones diplomáticas con Cuba; un Coronel formado en la Escuela de las Américas que juró morir en el intento y lo vimos salir de Carondelet en helicóptero, o militares jugando a hacer política, golpeando cuarteles cada vez que una decisión no les agrada son algunas de las visiones que alberga esta urna.
El caballo rojo tiene por jinete al militar traidor de su Patria [7] .
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y he aquí un caballo negro; y el que lo montaba tenía una balanza en la mano. (San Juan, págs. 1974-1975). [8]
La cuestión estricta de la filosofía política latinoamericana actual consiste en preguntarse si puede distinguirse entre lo populista y lo popular; entre el populismo y el pueblo. Todo parte entonces de una pregunta: ¿A qué se denomina pueblo?, o ¿qué es el pueblo?, de cuya clarificación dependen las otras. (Dussel, 2012, pág. 163)
Urna que representa el Populismo, Oswaldo Guayasamín.
Resulta complejo atribuir al término populista una definición unívoca y son diversos los autores que ubican varias etapas y sobretodo lo interpretan en función de quien lo dice, pues pocas ocasiones el sujeto político lo utiliza para sí mismo y ante todo ha sido un término de heteroreferenciación.
Sin embargo, muy pocos países registrarán, como el caso ecuatoriano, la existencia de una práctica populista tan nociva como compleja de entender. Y es por mérito propio que el velasquismo se inscribe en esta tradición. Será por eso la inmediata evocación de José María Velasco Ibarra cuando se observa esta urna.
Velasco fue centro de gravitación de la política ecuatoriana por casi cuatro décadas, que de ninguna forma se suponen lineales u homogéneas: pasó de ser el candidato de los sectores de la izquierda ecuatoriana, a ser su enemigo e incluso el represor de muchos de sus dirigentes.
La heterocromía como símbolo de la ambigüedad de sus argumentos, la vista esquiva y la asimetría de los rasgos son el recurso que utiliza Guayasamín para mostrar al político ambivalente, al conquistador de masas que le bastó llegar al poder para gobernar contra ellas. Velasco talvez sea el representante más fiel de esta clase de político, pero lamentablemente no es el último ni el único.
El populista ecuatoriano, ha usado hábilmente su posición para enganchar a las masas en sus empresas y fuimos testigos del «Bucaramato» lacerante del interés nacional y que utilizó la corrupción como su medio de realización política.
El caballo negro tiene por jinete al populista [9] demagogo.
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«(…) y vi un caballo amarillo; y el que lo montaba tenia por nombre Muerte, y el Hades lo seguía; y les fue dada potestad sobre la cuarta parte de la tierra, para matar con espada, con hambre, con mortandad y con las fieras de la tierra (San Juan, pág. 1975)«. [10]
Prioridad A: Recoger y reportar información sobre la capacidad a intenciones de los comunistas y otras organizaciones políticas hostiles a los Estados Unidos, incluyendo sus fuentes internacionales de apoyo y guía y su influencia en el gobierno ecuatoriano.
Objetivo 1: Efectuar penetraciones técnicas o mediante agentes, en el nivel más alto posible del PCE (partido comunista), del PSE revolucionario (partido socialista), de la JCE (juventud comunista), de la URJE y de organizaciones afines.
Objetivo 2: Efectuar infiltraciones, técnicas o por medio de agentes, en la misión diplomática cubana en Ecuador (Agee, 1975, págs. 116,117).
Nada ha sido más peligroso y nocivo para la Patria que la orden externa obedecida por los nuestros, la injerencia extranjera en la política ecuatoriana recorre la historia nacional y su saldo solo puede provocar vergüenza.
Continuadora del coloniaje, y con todo su poder dispuesto a ser usado, gobiernos extranjeros han procurado subyugar la soberanía nacional, tanto al ser Colonia española, como una vez establecida la República. El Imperio Británico utilizó los préstamos que realizó para la campaña libertadora como mecanismo para la imposición de condiciones para la garantía de su hegemonía comercial.
Posteriormente, y asumiendo su rol como hegemón global, la presencia de los Estados Unidos en las decisiones del país han sido una constante, injerencia expresada en el allanamiento de los mandatarios que no han dudado en ponerse de su lado, injerencia expresada en acciones ilegales y clandestinas para el socavamiento de la institucionalidad democrática; injerencia en la formación de militares ecuatorianos en la Escuela de las Américas; injerencia e infiltración en las instituciones y las organizaciones políticas ecuatorianas. Una calavera con sus ojos teñidos de sangre, dientes más parecidos a los colmillos de un arácnido y un casco que refleja la injerenCIA, son las formas en las que se representa la urna de la intervención.
Urna que representa la Injerencia Extranjera, Oswaldo Guayasamín.
Tal como dijera Marx: «Si el dinero (…) nace con manchas naturales de sangre en un carrillo, el capital viene al mundo chorreando sangre y lodo por todos los poros, desde los pies a la cabeza» (Marx, El Capital, pág. 465). La intervención extranjera no ha tenido sino otro propósito que el de perpetuar una estructura económica dócil al capitalismo.
El caballo amarillo tiene por jinete al imperialista.
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Podría pensarse que «La Historia de la Patria» es el registro de lo que sucedió, el intento de plasmar lo que fue, y talvez podamos concederle el beneficio de la duda respecto a esta intención, no obstante el genio de Guayasamín no radica en colocar cuatro urnas con lo más triste y vergonzoso de nuestro pasado, como un llamado a recordar lo que no debe ocurrir de nuevo, sino que constituye una alerta de que volverá a suceder, de que los cuatro caballos y sus cuatro jinetes son lo usual, y que incluso los héroes que los rodean y parece que los opacan son también asimilados por ellos.
No es casual que después de un Rocafuerte y Espejo haya sido necesaria la pluma mortal de Montalvo y un Faustino Lemus Rayo. Resultaría absurdo no ver en la frase de Alfaro algo menos que un llamado a la conciencia permanente para que no nos sorprenda el autoritarismo revestido en su nombre.
Resultaría harto romántico regocijarse en las frases de Cacuango si no tuviéramos claro que al pueblo ecuatoriano le ha tocado volver a crecer varias veces. Y que las tres mujeres que están ahí ya expiaron las culpas de la mujer ecuatoriana que aún ve sobre su vida las intenciones dogmáticas y clericales de normarla.
Urna que representa a las Mujeres: Dolores Cacuago, Manuela Sáenz y Manuela Cañizares -por Oswaldo Guayasamín.
Tal como dice Pratchett, «No importa lo rápido que viaje la luz, siempre se encuentra con que la oscuridad ha llegado antes y la está esperando» (Pratchett, 2016). Las urnas de Guayasamín no suponen un entierro como ocultamiento o evanescencia, sino que muestran la profundidad con la que los jinetes del cristo político se encuentran atravesando al Ecuador. La profundidad de las urnas de Guayasamín devela el carácter dialéctico de sus cuatro caballos, tanto como indeseables cuanto presentes en la vida del Ecuador.
Urna que representa a los Indios, Oswaldo Guayasamín.
No existirían patriotas sin enemigos ante los cuales plantar la cara, de la misma forma como no habría enemigos cada vez más fuertes si no fuera porque vienen a hombros de los propios héroes. Guayasamín llama al orden a la realidad y no pretende denunciar lo aún lejano que se ve el futuro, más nos convoca a vengar el pasado, nos propone no solo luchar por lo que vendrá sino por reparar la que fue.
Guayasamín es un profeta del Pasado, no quiere pintar alegorías para hacer más llevables nuestros muertos; Guayasamín se atreve a predecir lo que ya sucedió, no para maquillar los hechos, sino para arrebatarle a la historia muerta su hegemonía sobre el presente, tal como Marx decía:
Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidos por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos. Y cuando éstos aparentan dedicarse precisamente a transformarse y a transformar las cosas, a crear algo nunca visto, en estas épocas de crisis revolucionaria es precisamente cuando conjuran temerosos en su auxilio los espíritus del pasado, toman prestados sus nombres, sus consignas de guerra, su ropaje, para, con este disfraz de vejez venerable y este lenguaje prestado, representar la nueva escena de la historia universal. (Marx, Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte, 2003, pág. 8)
La historia, particularmente la historia del Ecuador, es nuestro recurso más preciado, talvez la única arma para pretender dar la batalla política sin conceder los principios, quizá ese sea el mensaje del sol que, dirigiendo sus rayos a todos los puntos, ocupa la centralidad del mural, recordándonos que afortunadamente, hasta de las fosas más profundas, por encima de la oscuridad se yergue el sol.
Caudillismo, Militarismo, Populismo, Intervención Extranjera, esos son los jinetes que merodean poderosos en sus caballos de la historia, y aunque el recurso pueda parecer un tanto metafísico al compararlos con las visiones de San Juan, estos son sobre todo concreto y objetivos, son los conspiradores de la Patria. Razones suficientes y necesarias para que Guayasamín, teniendo claro quienes iban a entonar las notas del Himno Nacional frente a ellos, ubiquen las fosas de la memoria, de aquello que si se olvida se repite; repetición de la cual serán cómplices o enemigos.
Bibliografía:
Agee, P. (1975). La CIA por dentro, Diario de un espía. Buenos Aires: Sudamericana.
Alighieri, D. (s.f.). La Divina Comedia. Recuperado el 10 de marzo de 2016, de https://www.google.com.ec/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&sqi=2&ved=0ahUKEwiLqpb86sHLAhUEox4KHe0gDKIQFggaMAA&url=http%3A%2F%2Fwww.edu.mec.gub.uy%2Fbiblioteca_digital%2Flibros%2FD%2FDante%2520Alighieri%2520-%2520La%2520Divina%2520Comedia.pdf&usg=A
Benjamin, W. (s.f.). Tesis de Filosofía de la Historia. Recuperado el 10 de marzo de 2016, de https://www.google.com.ec/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=2&sqi=2&ved=0ahUKEwiz0_7v88HLAhWIHR4KHVHkCD8QFggjMAE&url=http%3A%2F%2Fwww.uv.es%2Ffjhernan%2Fdocencia%2Fcurs2011_2012%2Funimajors2011%2Fbenjamin_historia.pdf&usg=AFQjCNHlMoGzn3jgR2NpdGos6piZ
Dussel, E. (2012). Cinco tesis del populismo. En M. Marquez, E. Pastrana, & G. Hoyos, El eterno retorno del populismo en América Latina y el Caribe (págs. 159-180). Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana.
Marx, K. (2003). Dieciocho Brumario de Luis Bonaparte. Madrid: Fundación Federico Engels.
Marx, K. (s.f.). El Capital. Recuperado el 10 de marzo de 2016, de https://www.google.com.ec/url?sa=t&rct=j&q=&esrc=s&source=web&cd=1&ved=0ahUKEwjnlrCIusLLAhWH9R4KHUx1CtQQFggaMAA&url=http%3A%2F%2Faristobulo.psuv.org.ve%2Fwp-content%2Fuploads%2F2008%2F10%2Fmarx-karl-el-capital-tomo-i1.pdf&usg=AFQjCNERif2kaziJpeOd_HTjIDYkh
Miño, E. (2005). El Evangelio del Ecuador según Oswaldo Guayasamín. Quito: Edimpres.
Mussolini, B. (1932). Conversaciones con Mussolini. (E. Ludwig, Entrevistador) Juventud S.A. Obtenido de https://es.scribd.com/doc/82448307/Conversaciones-con-Mussolini
Pratchett, T. (10 de marzo de 2016). Rockrol. Obtenido de Rockrol: http://rockrol.blogspot.com/2010/03/frases-celebres-de-terry-pratchett.html
San Juan. (s.f.). Apocalipsis. En Varios, La Biblia (págs. 1967-1997).
Notas:
[1] Las cursivas son nuestras.
[2] Título de la obra del Maestro Oswaldo Guayasamín que ocupa la parte frontal del Hemiciclo de la Asamblea Nacional del Ecuador.
[3] Frase que consta en una entrevista de Edison Miño al Oswaldo Guayasamín en el libro: «El Evangelio del Ecuador según Oswaldo Guayasamín. (Miño, 2005).
[4] En referencia al profeta Juan, autor del Libro del Apocalipsis.
[5] Las cursivas son nuestras.
[6] «El caudillismo» es el título del cuadro que compone el Mural de Guayasamín.
[7] «El militarismo» es el título del cuadro que compone el Mural de Guayasamín.
[8] Las cursivas son nuestras.
[9] «El populismo» es el título del cuadro que compone el Mural de Guayasamín.
[10] Las cursivas son nuestras.
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