Paris 1968. El Manifiesto por un cine militante de los Estados Generales del Cine terminaba así el tercero de sus llamamientos: «Cineastas ¿qué hacéis por la revolución? El estado insurreccional os ha permitido iniciar vuestra revolución profesional. ¿Qué hacéis actualmente por la revolución? Es urgente al concienciarse de la necesidad absoluta de poner al servicio […]
Paris 1968. El Manifiesto por un cine militante de los Estados Generales del Cine terminaba así el tercero de sus llamamientos: «Cineastas ¿qué hacéis por la revolución? El estado insurreccional os ha permitido iniciar vuestra revolución profesional. ¿Qué hacéis actualmente por la revolución? Es urgente al concienciarse de la necesidad absoluta de poner al servicio de la revolución todos los medios a vuestro alcance. Debemos apoyar a los huelquistas. Es necesario difundir los documentales filmados durante las manifestaciones en las empresas, en los lugares públicos y en los cines. Otras acciones son igualmente urgentes. Con ese objetivo, os invitamos a entrar en contacto con los comités de acción obreros y estudiantes de Censier (reunión: todas las tardes a las 20 horas)».
Comité Conjunto Cine-Interfacultades 21 de mayo de 1968
Madrid Mayo del 2011. La primer pregunta ya no tienen lugar. La participación del sector y de los profesionales del cine solo pueden aparecer como fantasmas ante la centrífuga de los acontecimientos. ¿Se puede hacer una película sobre este estado insurreccional? Ahora evidentemente no. El audiovisual está en todas partes pero ¿el cine?, alguien puede pensarlo desde esta nueva irrupción social.
Mientras vemos entrar en nuestro correo cientos de e-mails, tampoco está mal ponerse a pensar tranquilamente. El desborde impresionante de mensajes, indigerible, habla de intentos de organización, teléfonos, nombres, ofrecimientos, quedadas en la plaza, en casas, actas de reuniones a las que pocos y pocas llegan, propuestas de todo tipo. Escribe Adriana, Jordi, Lola, Carolina, Beatriz y decenas de nombres más a los que a lo mejor ni llegamos a ver… Una hace cortinas informativas, la otra pide apoyo para montar, otra invita a su casa, otros dicen que se quedarán toda la noche para montar la asamblea de hoy, otra manda una lista de puntos para una reunión mientras otras piensan en un corto de ficción sobre las hipotecas para el que requerirán guionistas, actores y actrices y hasta todo un set de rodaje, e-mail al que responde a los cinco minutos un guionista que se ofrece para dar una mano. Escuchábamos en otra reunión la necesidad de alguien que oficie de director en determinadas grabaciones. Y pensamos, ¿guionista, director, actrices, actores? pero ¿Dónde está el cine? ¿Para qué nos sirve el cine? casi como un acto nostálgico por recordar lo que hacíamos antes del 15 de mayo y que seguiremos después de esta interrupción.
No son los correos de los Estados Generales del Cine del 68 francés, no. Son los de la comisión de audiovisual de la Acampada sol del mayo español.
Director, guionistas, suenan como figuras espectrales que de pronto irrumpen como necesarias para hacer un vídeo en mitad de una correntada popular cuya asombrosa esencia es la horizontalidad, la ausencia de verticalidad, la erradicación de «figuras destacadas» que dirigen los acontecimientos.
Y entonces esa frase de aquel lejano 68 francés parece cobrar sentido: El estado insurreccional os ha permitido iniciar vuestra revolución profesional. Cualquier organización vertical de la producción audiovisual debería desaparecer para dar lugar, indefectiblemente, a un cine asambleario, a una creación horizontal, aunque somos conscientes que para ello aún falte. La producción dispersa, los fragmentos subidos a la red de manera casi anónima, los cámaras cualquiera llevando su material al centro de documentación de la acampada sol, la actividad frenética en general, no han dado tiempo aún para pensar que es posible llevar la producción audiovisual a un nuevo estado asambleario como el que ha irrumpido en el plano social. Y esto sí que es paradójico para nosotros que hasta antes del 15M decíamos que había condiciones tecnológicas para un nuevo cine pero no condiciones sociales para una forma de producción asamblearia con gente cualquiera.
De pronto, el estado social de las miles de personas insurrectas nos ponen de cara al surgimiento de un repentino cambio de ese «estado social de producción». Habrá que esperar. Todo es demasiado avasallante y muy nuevo. Pero sin duda que las imágenes más poderosas y nuevas que las cámaras están pudiendo capturar están en unos procedimientos sociales y un escenario inédito: la plaza pública ocupada por multitudinarias asambleas decidiendo el futuro de eso a lo que llaman «el movimiento». Alejar el plano en una asamblea de sol y captar siempre una multitud en proceso de decisión mediante unas serie de mímicas, es nuevo. No están esas figuras individuales que solían tener la mayor parte del protagonismo en procesos similares. Ese mayor protagonismo, como mucho, es de quienes otorgan y moderan la palabra. No existe aquí el gran orador de otros tiempos, el gran portavoz, las cabezas visibles, aquellos que se podrían llevar como imán la fuerza del plano para reducir lo colectivo al protagonismo personal.
Este sábado ya no fue solamente la plaza del sol de Madrid la que grabamos sino la de nuestro barrio de Tetuán donde se han repetido estos procedimientos asamblearios. Dicen los que coordinan esta expansión a los barrios que el primer objetivo es la reconstrucción del tejido social totalmente destruido por las prácticas capitalistas. Que hay que buscar, dicen, lo que más nos une antes de enfrascarse en lo que más nos diferencia. Parece lógico.
Habrá que esperar entonces que esta irrupción de lo colectivo en el seno de la sociedad española, vaya convirtiéndose en el modo habitual de gestionar la vida y el acontecer político. Esto es apenas un comienzo, un dulce despertar. Sabemos que la eficacia real será más compleja, más dura y más violenta que lo que hasta ahora hemos presenciado.
Nos dejamos sorprender, cámara en mano, por todo esta primavera social. Nuestra manera asamblearia, horizontal y colaborativa de hacer cine espera con mayor optimismo que antes el devenir de una cinematografía diferente. Por suerte, hemos recorrido ya las cuatro estaciones del año como para saber que a cada primavera le llega su invierno y que aunque haya mucho frío, habrá que seguir asambleando en las plazas para construir el cine del siglo XXI.