El transporte marítimo es responsable del 14% de los gases contaminantes. Ya se habla de propuestas milagrosas para dar sostenibilidad a este sector
Entre las respuestas que la inteligencia artificial (IA) me ofreció cuando le pregunté sobre el transporte de animales vivos en barcos de un continente a otro, la primera me la esperaba: eficiencia y bajos costes que permite “a los productores acceder a mercados extranjeros y ampliar sus oportunidades comerciales, lo cual se considera beneficioso para el crecimiento económico global”. Cierto, en un solo barco pueden transportarse más de 20.000 terneros, por ejemplo. La segunda también era previsible, pues parece que dicha inteligencia se mueve con argumentaciones neoliberales muy precisas: “Se deben establecer estándares de bienestar animal para garantizar que los animales sean tratados con cuidado y respeto durante todo el proceso. Esto incluye proporcionarles suficiente espacio, agua, alimentación adecuada y atención veterinaria durante el viaje”. Pero la tercera me congratuló en cuanto a la capacidad creativa de estos algoritmos: “Además, en algunos casos, los animales pueden tener acceso a las áreas al aire libre en el barco, lo que proporciona una experiencia más enriquecedora durante el viaje”. Vamos, como un crucero.
Fue por jugar, por probar y conocer estas tecnologías totalitarias a las que tendremos que acostumbrarnos (o no), porque en realidad a donde quería llegar en mi trayecto investigatorio es a la consideración de algunos ejemplos sobre cómo el transporte marítimo se mantiene como uno de los principales elementos en la actual economía global y capitalista, alejado de nuestra vista, con escaso control y mucho secretismo.
En el sector alimentario, la imagen de un barco mercante convertido en un establo amarrado en el puerto de Cádiz, procedente de Colombia y con destino a Egipto, es tan impactante como ilustrativa, en tanto que nos hace meditar sobre lo que significa ecosocialmente dedicar un territorio y sus bienes para la cría de animales que después se exportarán a terceros países. Pero hemos de saber que, en la península, esta imagen se repite asiduamente para dar salida a una parte importante de la producción animal estatal, que tiene como destino principalmente Arabia Saudí junto con otros países de Oriente Medio y del Norte de África. De hecho, en Europa solo tres puertos se dedican a la exportación de animales vivos, cuyo tráfico es liderado por el puerto de Cartagena, con envíos anuales que superan las 500.000 cabezas de ganado, seguido por el de Tarragona, con unas 240.000 cabezas por año.
La IA me dice que el transporte marítimo también es clave para el tráfico de combustibles y minerales, pero la ignoro y prefiero centrarme en el informe Los puertos de la muerte, cómplices de las exportaciones de armas españolas para la guerra, donde el Centre Delàs desvela otro gran grupo de operaciones marítimas entre España y Arabia Saudí. “Las armas hay que llevarlas de la fábrica a la trinchera. De la cadena de producción al campo de batalla” y para ello, explican, varios buques propiedad de la dinastía Saud hacen escala en España tras cargar contenedores de armas y explosivos de todo tipo en Estados Unidos “para completar el suministro de un ejército muy activo cuya principal actividad militar se da en la guerra de Yemen”. Las cifras son escalofriantes: “Desde 2016 los puertos españoles de Bilbao, Santander, Motril, Sagunto y Cádiz han cargado alrededor de 35.000 toneladas en armamento, que bien pueden suponer más de un millón de municiones y explosivos fabricados en España con destino al ejército de Arabia Saudí”. Un comercio de armas que, según la IA, “plantea preocupaciones éticas y de derechos humanos pero que en términos económicos ofrece el potencial de generar ingresos considerables para los países exportadores de armas. Para España, la exportación de armas puede contribuir al crecimiento económico y a la creación de empleo en el sector de defensa y tecnología militar”.
Todo este ir y venir de materiales también genera contaminación. En concreto, según un informe del 2021 de la Comisión Europea, la industria de transporte naval provoca el 14% del total de gases contaminantes, y no hace falta ser ni artificial ni inteligente para intuir que ya se habla de propuestas milagrosas para dar sostenibilidad a este sector. Efectivamente, entre ellas, destacan las iniciativas para conseguir que esta maquinaria pesada de difícil electrificación pueda navegar gracias al hidrógeno verde que, como vimos en el informe El hidrógeno verde un riesgo para la soberanía alimentaria, será una nueva agresión para los ecosistemas rurales.
Intuyendo cómo la transición energética solo quiere hacer sostenible lo que es insostenible e inaceptable, no se equivocaba el pastor de Los cuentos del progreso, cuando predijo “¿Si una empresa armamentística funciona con energía verde, las muertes serán sostenibles?”
Más que inteligencia nos conviene sabiduría.