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Las mujeres al frente

Fuentes: Rebelión

Este sábado, 29, las mujeres brasileñas mostrarán su fuerza, manifestándose en todo el país contra la fascistización de la vida representada por la figura del Bolsonaro. Una movilización única, original y poderosa, que unifica a los contrarios y coloca a las gentes en lucha contra la violencia y el odio al otro. Lo recuerdo como […]

Este sábado, 29, las mujeres brasileñas mostrarán su fuerza, manifestándose en todo el país contra la fascistización de la vida representada por la figura del Bolsonaro. Una movilización única, original y poderosa, que unifica a los contrarios y coloca a las gentes en lucha contra la violencia y el odio al otro.

Lo recuerdo como si fuera hoy, una marcha, en la ciudad de Florianópolis, en 20 de junio de 2013. Era el punto máximo de las protestas contra la corrupción -el comienzo de la batalla contra el gobierno petista- y la capital de Santa Catarina vio salir a las calles a las personas que siempre arrojaron piedras a los manifestantes tradicionales. La protesta juntó más de 30 mil almas, cosa nunca vista. La TV RBS, red catarinense afiliada a Globo, la transmitía en directo. Extrañamente no llamaba a nadie «bandido». En aquellos días, la clase dominante daba su bendición para la ocupación de las calles, la Globo llamaba al civismo y la gente acudió a borbotones.

Yo estaba con los compañeros de siempre. Y, aturdida, veía a las personas manifestar su odio contra los militantes de partidos políticos y movimientos sociales. Es decir, contra nosotros. La marcha se convirtió en una batalla en la que los jóvenes vistiendo camiseta -donada por partidos de derecha- con inscripciones contra la corrupción gritaban: «sin partido, sin partido», y enfrentaban a los militantes que se agrupaban con sus banderas. Exigían, de forma violenta, que fueran bajadas las banderas partidarias y que la manifestación siguiera como una masa informe. Una falsa masa sin partido, pues como digo, los partidos de derecha estaban allí, distribuyendo camisetas e animando a la gente contra los partidarios de la izquierda. No portaban banderas, nunca lo hicieron. Ellos actúan en la sombra.

Me acerqué a unas jóvenes «encamisetadas», que gritaban alucinadas, con los ojos desorbitados, contra las banderas de partidos de izquierda. Y les pregunté:

– ¿Por qué están contra los partidos?

– ¿Qué? ¡Es, porque es sin partido, ahora!

– Sí, pero ¿por qué?

– Es sin partido y listo. No hacemos política. ¿Tú eres de algún partido? -preguntaran y me miraron agresivamente.

En aquel día, una masa furiosa nos atacó y obligó a que los grupos embanderados se fuesen de la marcha, siguiendo adelante. Se abría la lucha de clases, y el huevo del fascismo que se apoderó del país estaba puesto.

Recuerdo que comenté con varios compañeros sobre lo que estaba empezando allí. En el decir de Adorno, el fascismo es un virus que existe latente, en cada uno. Dice él que dadas las condiciones, brota, fuerte, y se esparce incontrolablemente. Yo lo veía en la marcha. Un odio irracional en la masa, pero extremadamente racionalizado en las direcciones políticas de la derecha. Un proceso de construcción de un consenso que fue creciendo, consolidándose y acabando en el impeachment de la presidenta Dilma. Jugada maestra.

Las actitudes fascistas también se consolidaron y siguieron a todo vapor. Acciones truculentas de miembros de la justicia, total abandono de las leyes burguesas, agresiones a gays, lesbianas, mujeres, estudiantes, profesores. Cualquier persona identificada como «petista» o «comunista» pasó a ser apuntada como un mal. Y las amenazas de consolidación de un régimen de fuerza se fueron haciendo sin freno. Yo que viví la dictadura militar, como niña y adolescente, recuerdo muy bien el terror vivido por las familias que tenían cualquier posición crítica al régimen. Los vecinos vigilaban y acusaban anónimamente, muchas veces aprovechándose de la denuncia de «comunista» para venganzas personales. Era un tiempo de vigilancia y de miedo. No se podía pensar. Sólo decir sí, sí, sí, al régimen.

El crecimiento de las actitudes fascistas practicadas por personas comunes, gente «de bien» me echaran de preocupación y provoqué a los amigos, partidos, movimientos, sin respuesta. ¿Estaríamos caminando por un tiempo de fascismo? ¿Qué podría suceder si todo esto se fortalecía y crecía sin parar? Pensaba que había que poner freno a esa fascistización de la vida o ella se esparcía como un hilo de pólvora, en el fundamentalismo del terror. Creía que era necesario unir fuerzas con las mujeres, los negros, indios, trans, trabajadores formales, informales, homosexuales, en fin, todos los oprimidos por el capital y el patriarcado. Una lucha de todos nosotros.

Pero en aquellos días era arar en el desierto. Nada vengó y la ola fue creciendo.

Ahora, en vísperas de la elección, cuando esa amenaza iniciada allí en 2013 se concreta en una candidatura específica, la de Bolsonaro, lista para asumir el mando del país, fortaleciendo aún más las prácticas fascistas, fueron las mujeres que, entendiendo la gravedad de las cosas, decidieron actuar. Una acción que comenzó por las redes sociales, con las bromas de siempre, pero que fue creciendo y haciéndose real en la vida misma. Las mujeres pasaran por encima de las diferencias partidistas, de los pequeños poderes, de todo. Y, una a una, se dieron las manos contra el «coiso» (nombre que se da a Bolsonaro) en una demostración inequívoca de inteligencia y en una estrategia perfecta que, sistemáticamente, ha concientizado a las personas y ha derribado los índices del candidato.

Ahora, ese sábado, día 29, toda esa intensa movilización interna se expresará en las calles, en la lucha concreta contra la fascistización de la vida que es lo que representa la candidatura Bolsonaro. En Florianópolis, el encuentro será frente a la Catedral, a las 15 horas. Y las mujeres estarán unidas para decir que «él, no». Cada una tendrá allí en su corazón a su candidato, de centro, de izquierda, y tal vez hasta de derecha, pero cada una sabe que algunas cosas necesitan ser barridas de la faz de la tierra. Tales como el racismo, los prejuicios y el odio por lo diferente.

Este sábado, en todo Brasil las mujeres marcharán. Estarán juntas y mostrarán su fuerza. Tengo la esperanza de que en las elecciones esta propuesta sea derrotada. Y creo que lo será. Pero aun así será necesario seguir juntas, en el mismo movimiento, porque el fin de los comicios no pondrá fin en esta serpiente insidiosa que ya vive entre nosotros. Un gran destrozo se ha hecho y todavía hay un largo trabajo por hacer. Trabajo real, además de las elecciones. Que la unidad femenina permanezca, porque está siendo una bella lección.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.