Juan Torres López, granadino, se doctoró en Ciencias Económicas y Empresariales en 1981 y desde 1986 es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga. Es autor de quince libros y de más de cincuenta artículos científicos. Entre los primeros, su manual Economía Política, con seis ediciones en su haber, es uno de los […]
Juan Torres López, granadino, se doctoró en Ciencias Económicas y Empresariales en 1981 y desde 1986 es Catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Málaga.
Es autor de quince libros y de más de cincuenta artículos científicos. Entre los primeros, su manual Economía Política, con seis ediciones en su haber, es uno de los textos de introducción a la Economía más utilizado por los estudiantes españoles. Es autor igualmente de Neoliberalismo. Sociedad, trabajo y poder financiero y de Toma el dinero y corre. La globalización neoliberal del dinero y las finanzas, y ha coordinado y dirigido libros colectivos como Pensiones Públicas, ¿y mañana qué? y Venezuela a contracorriente. Los orígenes y las claves de la revolución bolivariana.
Miembro del Consejo de Redacción de la revista PRINCIPIOS. Estudios de Economía Política, la obra científica de Torres López se caracteriza por su originalidad y por mantener una perspectiva crítica y radical de los problemas económicos, siendo uno de los economistas heterodoxos españoles de obra más abundante y conocida. Algunos de sus artículos de intervención pueden consultarse en www.rebelion.org
Suele afirmarse que la economía española está pasando por un excelente momento de forma: el crecimiento español es mayor que el crecimiento medio europeo, la inflación está mejor controlada, el paro está en cifras razonables, los contratos temporales van disminuyendo, España es una gran potencia industrial, etc. Desde el punto de vista de los trabajadores, de las personas asalariadas, ¿cree usted que los datos son tan positivos?
Para decir que una cosa va mejor que otra es preciso definir primero qué es lo bueno y qué es lo malo, lo mejor y lo peor. Esas variables que usted menciona ciertamente van bien pero llegaríamos a otra conclusión si consideramos, por ejemplo, que el salario medio español actual en términos reales es igual que el de 1997, lo que significa que para la mayoría de la gente esa mejora en el crecimiento no se ha traducido en una mayor capacidad de compra, que al fin y al cabo es de lo que depende la satisfacción en nuestras sociedades. En los últimos diez años, el peso de los salarios en el PIB ha caído en 2,91 puntos a favor, lógicamente, del excedente de explotación, de los beneficios. Es mucho.
Por otro lado, algunos economistas, como José Manuel Naredo, han demostrado que, además de esto que acabo de señalar, la economía española crece devorando literalmente recursos naturales cuyo coste de reposición no se tiene en cuenta, lo cual es literalmente insostenible a medio y largo plazo.
En resumen, los datos muestran inequívocamente que la economía española en su conjunto no va tan bien o que para unos mucho mejor que para otros.
¿Ha observado usted en el ámbito económico grandes diferencias entre la política seguida por los gobiernos del PP y la impulsada desde la vicepresidencia económica del señor Solbes en el gobierno de Rodríguez Zapatero?
En realidad, fue el Partido Popular, como reconocía el propio Rodrigo Rato, el que siguió la estela iniciada por Solbes en el último mandato de Felipe González. Desgraciadamente, las corrientes liberales del partido socialista se imponen constantemente sobre las socialdemócratas y socialistas en materias de política económica y eso hace que apenas haya diferencias entre ambos gobiernos en los planteamientos generales.
Ahora bien, aunque las grandes coordenadas de Solbes y de Rato fueron y son las mismas yo creo que pintar sólo con brocha gorda, o utilizar solamente un par de tonalidades es un gravísimo error en política. A poco que se afine se han de percibir diferencias significativas en política económica si dentro de esta consideramos -como debe hacerse- la orientación del gasto público, la política social, la ambiental, los procedimientos normativos, etc. Por eso yo creo que sería mucho más útil apoyar a las corrientes más a la izquierda del PSOE (que también sufren y combaten el predominio de los liberales) que limitarse a decir que todos hacen lo mismo que el PP, porque no es verdad. Desde ese punto de vista me parece que a la izquierda del PSOE hay demasiado daltonismo, seguramente, como consecuencia de no haber gestionado nunca ni siquiera los asuntos sociales más nimios.
Pero alguna gestión sí que han realizado. Algunas fuerzas que están, y dicen estar, a la izquierda del PSOE han formado parte, y forman parte ahora, de gobiernos autonómicos con atribuciones en ese ámbito precisamente, y está, por otra parte, su dilatada experiencia municipal donde la gestión de presupuestos sociales es en muchos casos trabajo diario.
Me refería, más bien, a la izquierda de la izquierda que desprecia ese tipo de gestión y que no suele haber participado en nada de eso. Nunca comprendí cómo se pretende ser referencia para la gente cuando uno se sitúa tan lejos de sus intereses cotidianos y tan ajeno a las prácticas que tienen que ver con ellos.
Mis compañeros y amigos universitarios que están más a mi izquierda (según dicen) casi siempre han despreciado la asunción de responsabilidades de gobierno o participar en tareas de gestión. A mí me parece muy incongruente reivindicar una transformación radical del planeta sin ser capaz de saber lo que hay que hacer para arreglar el techo de la facultad o sin saber cómo superar los problemas que hay que vencer para transformar las condiciones más elementales que nos rodean. Es muy fácil pedir que el mundo cambie de base sin haberse preocupado nunca de mover ni un solo papel.
¿Pero no hay entonces otra política razonable y factible?
El campo de actuación en el que se puede mover la política económica no es hoy día el resultado de una simple expresión de la voluntad sino de la correlación de poder efectivamente existente. Y lo cierto es que las clases trabajadoras no disponen de poder suficiente (o no desean utilizarlo porque se han hecho bastante conservadoras como les ocurre a los sindicatos) para obstaculizar la puesta en marcha de las políticas liberales.
Otras políticas naturalmente que las hay: ¿cómo no va a haber otra política distinta a reducir los impuestos de los más ricos, el gasto social incluso cuando se tiene superávit, o la de dar completa e irracional plena libertad al dinero? El asunto no es ese sino cómo crear las condiciones de poder (de contrapoder) que permitan llevarlas a cabo.
En el mismo momento en el que, como decíamos, se viene hablando desde diversas instancias de la excelente salud de la economía española, estamos en una las épocas con mayores escándalos económicos (el caso Botín, Marbella, caso Fabra, Andraitx, etc). ¿No hay nadie que pueda poner una bozal a una bestia tan desmedida? ¿Cómo puede entenderse que el actual presidente de Telefónica, el señor César Alierta, sea el ex presidente de Tabacalera, acusado por un presunto delito de información privilegiada que significó un beneficio de 300 millones de pesetas para él y su círculo familiar.
Se entiende porque tienen el poder. Botín manda más en España que el gobierno, el parlamento, los jueces y las policías todos ellos juntos. Si no fuera así, habría estado ya condenado varias veces.
Gente como la que ha citado están consiguiendo que ni siquiera lleguen a juicio las querellas. Algún día aparecerán en los libros de historia como lo que son, dejando pequeños a los piratas de los mares del Sur.
Lo que ocurre es que el capitalismo se ha hecho corrupto, los grandes propietarios y banqueros manejan tanto dinero que pueden comprar y disponer de todos los resortes del poder.
Teóricamente, el bozal tendrían que ponerlo los jueces pero hemos visto claramente (en las votaciones de sus órganos de poder, en sus resoluciones, en su actuación años atrás en Marbella por ejemplo…) que son sectarios ideológicamente y que, con notables y honradísimas excepciones, no pueden o no quieren ir tan lejos como sería necesario que fueran.
La única solución, por tanto, es la movilización social que primero genere una clara decisión colectiva de enfrentarse a este tipo de sociedad y luego se empodere hasta el punto de convertirla en una constante exigencia política.
¿Cree usted que los argumentos esgrimidos en alguna ocasión por fuerzas nacionalistas sobre la injusticia impositiva de comunidades como Catalunya o Euzkadi tienen algún fundamento?
Plantear comparaciones fiscales entre territorios me parece legítimo, por supuesto, pero en mi modesta opinión completamente irrelevante desde el punto de vista del bienestar efectivo de las personas. ¿Es que acaso en Cataluña o en Euzkadi no hay clases y grupos sociales con intereses bien distintos? ¿Cómo se puede hablar entonces de perjuicios o beneficios iguales para todo el territorio?
Además, para ser rigurosos a la hora de hacer esas «balanzas» ahora tan de moda habría que tener en cuenta no sólo las transferencias fiscales (de ingreso o gasto) sino los beneficios o perjuicios derivados de compartir mercados, de las externalidades generadas… Francamente, el discurso nacionalista me parece cada vez más un discurso ideologizado que no tiene más fundamento que el querer que las cosas se hagan de la manera en que conviene a los nacionalistas. Es una reivindicación tan justa como cualquier otra pero no vale revestirla de argumentos aparentemente científicos. Se les llena la boca de justicia fiscal cuando miran al Estado y cuando gobiernan, como ahora en Cataluña, reducen la imposición sobre el patrimonio para que los ricos paguen todavía menos.
A propósito de Botín y de otras personas citadas. ¿Cree usted que los gobiernos tienen poder real para poder parar los pies a las grandes corporaciones? Suele esgrimirse el siguiente argumento: si un gobierno intenta algo distinto, una política más social, menos «neoliberal», las multinacionales se van, desinvierten, presionan de formas muy distintas, y el paro y la crisis serán entonces las monedas que regirán en la sociedad donde se ha intentado algo distinto.
Es que en gran medida es así. Basta ver lo que ocurre en países cuyos gobiernos, en principio, estarían libres de sospecha: no pueden hacer más de lo que hacen por mucho que quisieran porque el entorno de poder le supera con mucho. Una de las consecuencias nefastas y radicalmente antidemocráticas de la globalización neoliberal es que los gobiernos han perdido su capacidad de maniobra; su poder de decisión en materia económica se ha reducido al mínimo, lógicamente para facilitar así que las empresas y los grandes grupos privados se muevan con plena libertad.
Los negocios, las relaciones económicas se realizan globalmente y, sin embargo, no existen apenas mecanismos de regulación a esta misma escala. La plena libertad de movimientos del capital es una aberración cuya bondad no se puede demostrar de ninguna manera a través de la teoría económica. Es sencillamente la expresión de que el capital ha disfrutado del poder suficiente como para quitarse de encima cualquier tipo de brida o, como usted decía antes, de bozal.
¿Es importante el poder del consumidor ante los abusos de las grandes empresas? ¿Estamos tan desarmados como a veces parece?
Teóricamente sería demoledor. El problema es que efectivamente el sistema procura desarmarnos a todos mediante la desinformación y la desmovilización de la inteligencia. Las grandes empresas y los bancos controlan las fuentes desde las que, a través del engaño, de la manipulación y del adormecimiento se puede generar «consenso» y convencimiento social. Y cuando este falla, pueden recurrir y recurren sistemáticamente al homicidio y al crimen. Se ha olvidado demasiado frecuentemente que el neoliberalismo ha ido acompañado de una merma efectiva de la democracia y que las políticas neoliberales están literalmente manchadas de sangre. Se experimentaron primero en las grandes dictaduras latinoamericanas y más tarde han promovido más que en ningún otro momento histórico el armamentismo, el comercio ilegal, y la economía criminal, en definitiva.
En su opinión, ¿cuál es la salud real del sistema público español de pensiones? Taguas, uno de los principales asesores económicos actuales de Rodríguez Zapatero, firmó un texto como subdirector del servicio de estudios del BBVA, junto a María Jesús Sáez, en el que afirmaban que el modelo público español de pensiones podría incurrir en déficit en 2011 o, a lo sumo, en 2015 si no se introducían modificaciones de calado en su funcionamiento. En torno a esas fechas, afirmaban, los gastos generados por las prestaciones contributivas serán superiores a las aportaciones de los trabajadores en activo. ¿Es inevitable retrasar la edad de jubilación hasta los 70 años?
Sabiendo que trabajan para el BBVA creo que está dicho todo. No es casualidad que los bancos se hayan encargado de financiar los análisis que han tratado de demostrar con números la crisis del sistema. Lo mejor que se puede decir de esos análisis y de quienes los han realizado es que son malísimos: ¡no han acertado nunca! Lo peor no lo voy a decir aquí pero en todo caso sí diré que están haciendo trampa y engañando a los ciudadanos. La existencia de un sistema de pensiones público no depende de su saldo financiero sino de la decisión política de mantenerlo. Si hicieran números también saldría deficitaria la jefatura del Estado, la administración de justicia… Es verdad que para financiarlo son necesarios recursos pero ¿por qué no proponen más justicia fiscal, mejor recaudación, mejor distribución de la renta, empleo de mejor calidad,… en lugar de que sean los bancos los que manejen el ahorro necesario para financiarlos?
Si la renta del país se la llevan las grandes empresas, como está ocurriendo cada vez en más medida y con esa renta se dedican a comprar empresas extranjeras, si los salarios son cada vez más bajos, si los ricos pagan cada vez menos impuestos… ¡claro que habrá crisis, pero no del sistema de pensiones sino de toda la economía! Tienen la cara muy dura, eso es todo,
¿Cree usted que lo que suele llamarse clase política española es especialmente corrupta? ¿Hay relaciones estrechas entre el mundo empresarial y el ámbito político? ¿Son los gobiernos consejos de administración ampliados del conjunto de la clases empresariales del país correspondiente?
Francamente, yo no creo que nuestra clase política sea especialmente corrupta. Basta ver lo que hay por ahí fuera o compararla con la del franquismo. Es más, creo que se exagera el discurso de la corrupción para lograr que la gente se aparte de la política y yo creo que hay que eso hay que evitarlo.
Naturalmente, no quisiera que esto que digo se entienda como condescendencia. Todos sabemos lo que ha ocurrido y está ocurriendo en España. Pero yo creo que el problema no es tanto la extensión como la impunidad. ¿Cómo es posible que Zaplana, por ejemplo, siga en la vida pública después de saberse lo que sabe sobre su conducta, o que los que torcieron el resultado de las urnas en la Comunidad de Madrid se hayan ido de rositas, y así otros muchos casos? Yo creo que no tan destacables en número sino por su trascendencia e impunidad.
¿Tienen alguna justificación los privilegios económicos de la Iglesia católica española?
En una sociedad democrática y en un estado laico ninguna. Explicación sí tiene: el poder acumulado durante siglos de un totalitarismo que no ha desaparecido, como demuestran esos obispos que dicen que España o es cristiana o no es España. Sólo un fascista totalitario puede decir que quienes no somos cristianos no somos españoles. Y como se creen que España son ellos es lógico que demanden la financiación que reclaman y los privilegios económicos de los que siguen gozando. Se creen que lo que es de España es suyo. Al menos, hoy día no nos queman.
Según Lisbonne revisité, la evolución del empleo en la Unión Europea en los últimos 15 años ofrecen poco margen para la duda: la destrucción de empleo fijos e indefinido coincide con la creación de 13 millones de nuevos empleos a tiempo parcial o con contratos temporales, a los que habría que añadir otras formas de «trabajo basura» como las que ejercen los becarios, pasantes, contratados en prácticas o en formación. ¿Qué efectos cree usted que tiene este tipo de trabajo para la economía, la vida y la cultura de los asalariados?
A la larga, este tipo de empleo precario debilitará la economía sin lugar a dudas, puesto que lleva consigo menor demanda y un claro desincentivo de la productividad. Desde otros puntos de vista, soy también pesimista: no creo en eso de que cuanto peor, mejor. El trabajo precario y el salario miserables desmovilizan, excluyen, generan frustración, alejan a los trabajadores de la reflexión y la cultura, los obligan a convertirse, si se me permite la expresión, en «buscavidas» que pierden la noción de su condición de parte de una clase o grupo social, los aleja de los sindicatos (o los sindicatos se alejan de ellos) renunciando así al ejercicio del poder colectivo… y todo ello crea un caldo de cultivo fatal: las clases trabajadoras se desentienden de sí mismas, los trabajadores no aprenden a actuar para sí como sujetos sociales, pierden sus referencias políticas e ideológicas. Y al final, aparece el fascismo. Lo hemos visto ya otras veces próximas en el espacio y en el tiempo..
Las grandes multinacionales españolas siguen ejerciendo una notable influencia en países latinoamericanos. ¿Cómo juzga usted su comportamiento económico, político, cultural en países como Argentina, Chile o Bolivia, por ejemplo?
Da vergüenza. Literalmente hablando puede decirse que su comportamiento ha sido criminal. No sólo han empobrecido sino que han robado, han financiado a grupos de matones, han hecho desplazar a poblaciones enteras, han atentado contra el medio ambiente. Cuando hay una página llamada Repsol Mata (www.repsolmata.info) algo grave ha tenido que pasar allí.
Lo terrible ha sido la connivencia de los sucesivos gobiernos españoles y que éstos todavía las defiendan como exponentes de «intereses» españoles. Hay que tener poca vergüenza para identificar los intereses de empresas como Repsol, el BBVA, Telefónica, etc. con los de todos los ciudadanos de este país.
¿Se refiere usted a alguna actuación política concreta? ¿En qué gobiernos está pensando?
Fundamentalmente en el del Partido Popular, por su connivencia mucho más expresa, pero también lo ha hecho, si bien de forma algo más vergonzante, el Partido Socialista
Admitiendo que es una pregunta muy global, ¿cree usted que la actual globalización económica beneficia en alguna medida a los sectores más desfavorecidos o es simplemente un instrumento para incrementar el dominio de las clases y países más poderosos?
De la globalización, en el sentido de ubicar a escala planetaria todos los problemas sociales, nos beneficiamos todos… si de verdad funcionara. Lo que ocurre es que el proceso globalizador se viene dando bajo la lógica capitalista que es desigual, y mucho más la del neoliberalismo de los últimos decenios. Sus resultados nefastos en términos de aumento de las desigualdades son evidentes. Como también lo es el que ha beneficiado mucho más a los poderosos.
Por lo tanto, yo creo que la globalización en sí misma no es un instrumento de dominación. Incluso más bien pienso que sería al revés: es la única escala posible para resolver los problemas globales de este planeta. Yo creo que los instrumentos de dominación son las normas existentes, las relaciones económicas impuestas, es decir, los mecanismos que conforman el tipo específico de globalización en el que vivimos: falsa, asimétrica, centrada solo en las finanzas y en los capitales …
Cuando la izquierda critica la neoliberalismo, ¿qué está criticando exactamente? ¿Una política económica? ¿Una variante extrema y nada piadosa del capitalismo? ¿El mismo sistema de producción mercantil regulado básicamente por el mercado?
Yo pienso que el neoliberalismo es una forma de civilización. Es una política económica liberal, pero también un conjunto de valores sociales que llevan a entender la sociedad como circunscrita al mercado. Y es también una antropología porque se basa en una comprensión del ser humano no como ser social sino como individuo, y a los individuos como simples mercancías. Es una práctica social y también una ideología, una política y también una creencia. En fin, el neoliberalismo no es sino el capitalismo en estado puro, sin trabas, sin límite alguno a la lógica de la ganancia; el capitalismo desnudo, con todas sus vergüenzas al aire porque puede, porque el capital ha concentrado para sí todos los resortes del poder.
Algunos economistas suelen criticar que se incorporen argumentos ambientales al discurso económico, como suelen hacer las organizaciones ecologistas o afines. Son poco serios, se dice, no son científicos, no saben nada de economía. ¿Es esa también su opinión?
La economía se ha constituido desde hace siglos como un saber centrado en los valores monetarios y ajeno a todo aquello que no se expresara en esos términos. Como es evidente que la vida económica tiene muchísimo que ver con actividades o fenómenos no monetarios, la Economía ha tenido que dar un rodeo ideológico increíble para tratar de disimular esa carencia radical.
Las consecuencias son hoy día evidentes: una «ciencia» económica que no lo es porque apenas si tiene que ver con la realidad y una serie de fenómenos que en realidad son económicos (el calentamiento global, el crecimiento insostenible, el despilfarro de recursos, la ineficiencia energética…) pero de los que la economía ni sabe ni quiere saber.
Hoy día es una memez seguir creyendo que la economía puede ser un conocimiento socialmente útil sin afrontar esta carencia, sin utilizar otras formas de medida, otros criterios de eficiencia… Pero no es suficiente con considerar al medio ambiente desde la perspectiva analítica de la economía (monetaria) convencional. Es necesario un cambio de paradigma que convierta a la economía en economía ecológica porque es completamente vano seguir abordando los problemas económicos que consumen recursos naturales como si estos fueran ilimitados.
En épocas no muy lejanas, las fuerzas de izquierdas hablaban y postulaban el socialismo como un modo de producción distinto y alternativo al capitalismo. ¿Cree usted que puede hablarse hoy de un modelo de producción, distribución y consumo alternativo al capitalismo? Si es así, ¿cuáles serían sus características básicas?
Bueno, supongo que este es el momento de concluir la entrevista y empezar a escribir varios libros.
Verá, no es que vaya a haber un modelo alternativo en el futuro: ¡es que lo hay hoy! incluso dentro de la propiedad sociedad que alberga al capitalismo. Es verdad que el capitalismo se caracteriza porque, como dijo Polanyi, convirtió a la sociedad en sociedad de mercado, pero incluso así, ¿acaso todas las actividades sociales son de mercado? ¿No es cierto que hay miles de experiencias en las que se genera excedente y se distribuye según criterios que no son de mercado, o de lucro? ¿y no es cierto que la lógica del lucro, la del mercado, deja insatisfecha a una grandísima parte de la humanidad?, ¿o que las actividades sociales que satisfacen de una manera más plena y auténtica las necesidades humanas en un sentido integral no son las que se resuelven exclusivamente en el mercado? ¿por qué hemos de pensar entonces que va a predominar siempre la lógica del lucro y que no vamos a tener otra referencia social que el universo de la mercancía?
La organización de la vida social y económica no es fácil. Esto es obvio, pero tampoco responde a un modelo único ni a una lógica o pauta de actuación exclusiva.
¿Y cree usted que hay condiciones para generar esos cambios deseados?
Yo francamente no creo en cambios sociales capaces de modificar de un día para otro esas lógicas de organización de la vida social y económica, aunque quizá sí puedan cambiar más rápidamente las condiciones políticas a partir de las cuales se puedan ir desencadenando.
Las características de esos nuevos modelos, de esas nuevas lógicas las conocemos y las percibimos ya: una ética del comportamiento, de la vida y de la especie diferente; sistemas de incentivos distintos: lógicas de producción orientadas a la satisfacción y respetuosas con la naturaleza: distribución mucho más igualitaria de los excedentes; democracia, es decir, poder de contrapoderes, …
¿Qué cree que puede hacerse hoy y aquí para incrementar el contrapoder de las clases trabajadoras, de los sectores populares?¿Cómo poder defenderse, cómo resistir ante la ofensiva del capital?, ¿cuál es el papel de la izquierda en todo esto?
El contrapoder se genera, precisamente, defendiéndose, resistiendo. Pero para defenderse de algo o para ser capaz de resistir una ofensiva lo primero que se necesita es ser consciente de que se trata de algo indeseable. Y el problema, creo yo, es que las clases trabajadoras, al menos en su gran mayoría, hoy día no consideran así al capitalismo, sencillamente, porque el capitalismo no es sólo explotación económica sino que éste se soporta en el convencimiento, por las buenas o por las malas, y en la alienación.
Frente a eso es preciso educación, conciencia, movilización, referencias mutuas, dirigentes y vanguardias capaces de crear mimetismo y liderazgo y de provocar la rebeldía y la intransigencia ante la injusticia… nada de eso, o casi nada, tenemos hoy, sobre todo, porque la izquierda ha sido incapaz de generar un discurso político integrador y unitario. Mi experiencia política me ha mostrado que si hay algo que caracteriza a la izquierda es su sectarismo, su incapacidad para entender que la sociedad no se cambia pensando que todos los demás han de pensar como uno piensa, porque eso es sencillamente imposible. Hay una anécdota, la verdad es que no sé si apócrifa o no, que siempre me marcó: cuando volvió Anselmo Lorenzo de las reuniones de la I Internacional y le preguntaron qué le parecieron las discusiones que allí se dieron y que quién creía él que llevaba razón, si Marx o Bakunin, parece que dijo: «yo no sé quién lleva la razón pero por lo que allí se dijeron el que no la lleve debe ser el mayor enemigo que pueda tener la clase obrera». Eso es la izquierda, puro cainismo, y con semejante instrumental político las clases trabajadoras no pueden ir a ninguna parte.
Por eso creo que el contrapoder sólo puede nacer de una nueva ética de la transformación social, que sea mucho más transversal, más de mínimos y capaz de ser ampliamente asumida. La izquierda tiene que redescubrirse considerando todo esto. La transformación social que pregone no puede ser el resultado de un imperativo de la razón que al final nadie asume sino de un convencimiento social generalizado traducción de una ética radical y traducido en una decisión política indomesticable.
Algunas experiencias políticas novedosa como la de Venezuela, que usted conoce bien puesto que ha trabajado allí como consultor, se han basado precisamente en un encuentro muy amplio de las izquierdas e incluso de sectores que podríamos calificar, convencionalmente, como conservadores pero antioligárquicos y preocupados honestamente por la justicia social, ¿cree usted entonces que ese es el camino correcto?
Efectivamente, así lo creo y me parece que esa capacidad de generar unidad, convicción y complicidad más allá de quienes están de acuerdo en todo que ha sabido imponer el Presidente Chávez es la gran fortaleza de esa revolución. Lo que me choca es que ahora se haya empeñado en ir por el camino contrario, en restar en lugar de sumar y en excluir. No entiendo la necesidad que hay de forzar la creación de un partido unificado que necesariamente deja a sectores importantes al margen de la dirección política de un proceso que nació para ser protagónico y radicalmente democrático. Me temo que sea un penoso y gran error que podría debilitar mucho al proceso e incluso marcar el inicio de una desgraciada involución hacia callejones conservadores sin salida (por muy revestidos que estén de lenguaje radical) en ese país.