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Avión derribado

Las «operaciones milimétricas» del sionismo

Fuentes: Rebelión

No por sabidas, las falsedades del maniqueo poder sionista norteamericano dejan de ser indignantes. Ocurre con lo del reciente atentado contra el avión malasio y cuyas pruebas se ha encargado de enlodar el actual administrador de la Casa Blanca, siguiendo la pauta de ocultar las evidencias que sindican a los servicios de inteligencia estadounidenses como […]

No por sabidas, las falsedades del maniqueo poder sionista norteamericano dejan de ser indignantes. Ocurre con lo del reciente atentado contra el avión malasio y cuyas pruebas se ha encargado de enlodar el actual administrador de la Casa Blanca, siguiendo la pauta de ocultar las evidencias que sindican a los servicios de inteligencia estadounidenses como los implicados en el siniestro.

Por su parte, la prensa decadente de todos lados, huérfana de inteligencia alguna, se ha sumado, como suele ocurrir, a repetir lo que las grandes cadenas sionistas de la información suelen producir. Esto, por reiterado, no deja igualmente de indignar y de dar pena. Sobre todo por esos lectores de noticias (que no producen), o por esos «sesudos» analistas que para granjearse la simpatía de sus amos, añaden comentarios sindicando a las milicias populares, que luchan por su independencia en Ucrania, como los autores del hecho.

Nadie más interesado que los «enemigos de la humanidad», para derribar el avión en el viajaban, por los menos seis, de los científicos que más habían avanzado en el combate contra el SIDA. La industria farmacéutica de los retrovirales, que controlan las élites sionistas yanquis, veían amenazados sus intereses con los últimos estudios que probarían que un compuesto probiótico (NR100157) con alto contenido de microorganismos vivos, potenciarían el sistema inmunológico, evitando que la alta toxicidad de los fármacos acabe con las defensas de los afectados por el virus. Algo que representaba un avance sustantivo dentro de lo que los entendidos conocen como inmunopatogenia.

Esos científicos, que algunas fuentes dicen que no eran solo seis sino 108, se dirigían a la ciudad de Melbourne (Australia) para asistir a la XX Conferencia mundial sobre el sida que empezó el 20 y se prolongará hasta el 25 de julio.

Uno de ellos, Joep Lange nacido en 1954 en Nieuwenhagen (Limburgo, Holanda) era graduado en medicina por la Universidad de Amsterdam en 1981. Ocupaba el cargo de director del Departamento de Salud del Academic Medical Center de esa misma universidad. Lange a quien sus pacientes lloran su inexplicable partida, y la investigación en medicina lamenta su irreparable pérdida, fue presidente de la Sociedad internacional sobre sida (IAS) entre 2002 y 2004 y dedicó su vida profesional y académica a la investigación y el tratamiento del flagelo que compromete al sionismo internacional en su diseminación por el mundo.

Ni el gobierno de EEUU ni la Organización Mundial de la Salud (OMS) pueden hacerse los inocentes. En el caso de la OMS, ésta fue establecida como parte de la ONU para defender los intereses de las élites sionistas que controlan la «industria» de la salud y de las medicinas en el mundo.

Quien ha sido identificado como un traidor a su raza, no tiene autoridad alguna para acusar a Rusia ni directa ni indirectamente, sin exhibir pruebas.

El gobierno de Rusia ha entregado pruebas (incluyendo grabaciones y fotografías) que demuestran que un avión ucraniano de combate Su25 volaba a unos 3 á 5 kilómetros de altura de la aeronave siniestrada de Malaysia Airlines. Este tipo de aviones están dotados de misiles aire-aire R-60 capaces de derribar objetivos a unos 12 kilómetros de distancia y de impactar de forma segura contra blancos situados a 5 kilómetros, según fuentes autorizadas rusas. Esto está probado en una grabación de vídeo. Lo que el gobierno norteamericano y sus fuerzas mercenarias que operan en la masacre de los estados independientes de Ucrania deben responder es para qué el avión ucraniano realizaba un vuelo por una ruta civil y al mismo nivel de vuelo que el Boeing siniestrado.

Pero esto no es todo. Ha sido demostrado que un satélite espía norteamericano para supervisar lanzamiento de misiles sobrevolaba el territorio donde fue derribado el avión malasio.

El Ministerio de Defensa ruso ha planteado al gobierno norteamericano que haga públicas las imágenes de las que dice disponer y que demostrarían que el Boeing de Malasia Airlines fue derribado desde el territorio bajo control de la milicia popular ucraniana. Lo único que ha hecho ese gobierno son acusaciones irresponsables que ponen en evidencia el afán de ocultarle al mundo las pruebas que lo incriminan en esta nueva «hazaña» de sus servicios de inteligencia.

De lo que se trata con el cinismo de Obama, emulando la de Bush, o de David Cameron es algo usual en el estilo sionista de gobernar. Trae a la memoria lo ocurrido con las Torres Gemelas el 11 de setiembre del 2001, o más recientemente con el avión malasio 777 del vuelo MH 370 de la misma compañía Malaysia Airlines, que fue «desaparecido». No se sabe cómo, pero en el que viajaban cuatro de los dueños chinos de la patente de semiconductores Freescale para viajes espaciales y que luego de la desaparición del avión pasó íntegramente a propiedad de su cuarto socio el judío sionista Jacob Rotschild, de la mismísima dinastía Rotschild que financió la creación del «Estado de Israel» en territorio palestino y que actualmente financia la masacre de niños en la Franja de Gaza.

Como dije al inicio, nada sorprendente, a no ser porque lo del avión derribado es también «un infierno de operación milimétrica» (John Kerry, Secretario de Estado norteamericano). No de limpieza étnica como en Gaza, pero sí, de «limpieza científica».

Blog del autor: www.alizorojo.com

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.