Stéphane M. Grueso es cineasta y autor de «¡Copiad, malditos!», un documental sobre los caminos alternativos al copyright y el primero que emite TVE con licencias Creative Commons. Amador Fernández-Savater es co-editor de Acuarela Libros y autor de «La cena del miedo», el relato sobre la cena con la ministra de Cultura que marcó un […]
Stéphane M. Grueso es cineasta y autor de «¡Copiad, malditos!», un documental sobre los caminos alternativos al copyright y el primero que emite TVE con licencias Creative Commons. Amador Fernández-Savater es co-editor de Acuarela Libros y autor de «La cena del miedo», el relato sobre la cena con la ministra de Cultura que marcó un hito en la lucha contra la ley Sinde.
Stéphane y yo sabíamos el uno del otro, pero nos hemos conocido ahora en la Puerta del Sol. A lo largo de los días nos hemos ido encontrando, compartiendo nuestro entusiasmo e intercambiando algunas reflexiones (al menos el tiempo que Stéphane levanta los ojos de su Smartphone y deja por un momento de tuitear en @fanetin todo lo que ocurre). Esta conversación es solamente una más de las miles que se dan en la plaza estos días, salvo por el detalle de que podemos compartirla en Público.
S. No soy mucho de manifestaciones, pero la del 15-M me parecía muy necesaria. Como tanta gente, estoy harto de un sistema social, económico y político medio podrido que no tiene ninguna consideración por la gente, ni por el mundo. A pesar de esto, el ambiente de la manifestación no era de pesadumbre, ni bronco. Todo lo contrario: circulaba mucha alegría, como en una fiesta.
A. La convocatoria de la manifestación ya anticipaba los rasgos de Sol: al mismo tiempo radical, abierta e incluyente. Liberó tanta energía que hubo quien no pudo volver a casa sin más y decidió plantarse aquella misma noche en la plaza. Me asombra y emociona mucho ese gesto. Quizá no hubiera salido nunca de la deliberación o el cálculo político de una asamblea más organizada y sólo puede ser el fruto de la improvisación de un grupo de gente que decide hacer lo que quiere hacer y actuar contra todo pronóstico.
S. La acampada creció sobre todo después del desalojo, que todos percibimos como algo intolerable. Ahora es impresionante. A día de hoy hay una guardería para niños, placas solares, una biblioteca, una enfermería, equipos de limpieza que dejan todo impecable, comida en abundancia… Es como una pequeña ciudad. Hay un enorme esfuerzo colectivo por cuidar el espacio para crear al menos por unos días un pequeño mundo habitable donde quepamos todos. Es lo mismo que se leía hace meses sobre la Plaza Tahrir.
A. Hemos pasado de tomar la calle a crear la plaza. La democracia que queremos se parece mucho a la organización misma de esas plazas: igualitaria, activa, cooperativa, a la altura de las personas. Es todo lo contrario de la política de los políticos. Por eso no nos representan. Este movimiento cuestiona radicalmente esa cultura consensual, desproblematizadora y despolitizadora que llamamos Cultura de la Transición. Los dos gritos más coreados son: «no nos representan» y «lo llaman democracia y no lo es».
S. Estamos disfrutando de lo lindo y también aprendiendo, formándonos. Durante estos días he podido conocer a gente muy joven. Me ha sobrecogido su calidez, su inteligencia, sus capacidades de organización, su entrega, su amor por lo común. Todo lo contrario de esa juventud egoísta y descerebrada que nos presentan los estereotipos. Las plazas están creando buenos ciudadanos, es decir, ciudadanos problemáticos.
A. Las etiquetas son una técnica de gobierno: separan a los que protestan del resto de la población, como si no compartiesen nada. Pero las plazas han destruido con una grandísima inteligencia colectiva todos los estereotipos que nos dividen. Como se dice en uno de los miles carteles geniales que hay por todos lados, «nosotros no somos anti-sistema, el sistema es anti-nosotros».
S. La gente es ahora el medio de comunicación más potente. Entre todos los individuos conectados estamos produciendo nuestro propio relato coral de lo que pasa y los medios convencionales vienen detrás. Yo me compré el móvil para mis comunicaciones personales, ocio o internet, pero ahora lo veo más como un arma de autodefensa.
A. Me pregunto de dónde vienen estos saberes de autoorganización desplegados en las plazas y encuentro un posible filón en la cultura de red. En los ámbitos de la cultura libre está muy arraigada la idea de comunidad como grupo de creación conjunto, cooperación entre iguales, posibilidad de tocar y modificar lo que hace otro. No sólo estamos protestando contra algo, sino que ahora somos una especie rara de comunidad.
S. La jornada de la votación no ha significado mucho para nosotros. Muchos hemos ido a votar, claro, pero estamos ya en otra cosa. Entendemos que lo nuestro es más importante y ambicioso que unas elecciones y estamos trabajando en ello. Yo creo que habría que consensuar unos mínimos comunes, lograr el máximo apoyo y luchar con fuerza por ellos. Yo me quedo con dos cosas: cambios en la ley electoral y regular el acceso a la información pública. Desde ahí podemos empezar a construir el futuro.
A. La experiencia de protagonismo colectivo, de toma de palabra y de cooperación entre personas desconocidas es ya una victoria irreversible. La mirada, la disposición y la relación con el mundo de muchísima gente se ha transformado. Ahora mismo hay un impulso por hacerse cargo de la vida en común que me parece imparable. Además, desde ahora y para siempre, como decían en Egipto, «ya conocemos el camino de regreso a la Plaza Tahrir».