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Las protestas estudiantiles en China, Japón y Corea durante la segunda mitad del siglo xx

Fuentes: Observatorio de Conflictos

INTRODUCCIÓN La temática que intentaremos abordar en este trabajo está relacionada fundamentalmente con la intención de explorar el rol que les cupo a los movimientos estudiantiles en China, Japón y Corea, en sincronía con el desarrollo que éstos tuvieron en occidente durante la segunda mitad del siglo XX. Los estudios sobre estos movimientos estudiantiles no […]

INTRODUCCIÓN

La temática que intentaremos abordar en este trabajo está relacionada fundamentalmente con la intención de explorar el rol que les cupo a los movimientos estudiantiles en China, Japón y Corea, en sincronía con el desarrollo que éstos tuvieron en occidente durante la segunda mitad del siglo XX. Los estudios sobre estos movimientos estudiantiles no son numerosos, por lo tanto, este trabajo tendrá como principal objetivo una aproximación al tema que nos permita establecer algunos puntos de contacto entre los mismos, más allá de las diferencias propias de los contextos políticos-culturales en los cuales se desarrollaron.

En relación a estas diferencias, es conveniente señalar que seria un error equiparar los acontecimientos desarrollados en China, Japón y Corea, puesto que parece evidente que las diferencias han tenido mucho mayor importancia que las analogías. Creemos entonces que un análisis del tema sólo resultaría rigurosamente correcto si se lo planteara desde la perspectiva de cada país.

A fines de 1968 apareció en Francia una colección de textos revolucionarios estudiantiles, recogidos en diez países de tres continentes (incluido Asia) y precedidos de la siguiente advertencia:

«Las informaciones y documentos que aquí se reúnen tienden a poner de relieve las singularidades de las luchas estudiantiles en cada uno de los países estudiados. Será inútil intentar deducir caracteres universales de estas confrontaciones de experiencias particulares; la solidaridad estudiantil, cuando llega a manifestarse, no nace de una ideología común, sino más bien de un rechazo común a lo que han llegado a ser ideologías en manos de los realistas, para quienes cualquier voluntad política de cambio es considerada como una utopía. «(1)

Más allá de esto, que resulta muy plausible, no es menos evidente la necesidad de buscar hilos comunes a varios movimientos desarrollados en el continente asiático durante la segunda mitad del siglo XX. Nuestro trabajo estará centrado en analizar, siguiendo un orden cronológico, los casos puntuales de: El movimiento estudiantil coreano de 1960; el movimiento Zengakuren de Japón desde la década del ’50 a los ’60; y las protestas estudiantiles en China en los finales de la década de los ’80.

Antes de comenzar el análisis puntual de cada uno de estos casos, entendemos conveniente establecer algunos lineamientos generales en relación al por qué de las protestas estudiantiles y el rol que les cupo, como actores sociales en la última mitad del siglo XX. Eric Hobsbawm vincula el desarrollo de los movimientos estudiantiles en el mundo a las condiciones coyunturales de la posguerra, que posibilitaron un salto cuantitativo sin precedentes en la población estudiantil al señalar que:

«Casi tan drástica como la decadencia y caída del campesinado, y mucho más universal, fue el auge de las profesiones para las que se necesitaban estudios secundarios y superiores. La enseñanza general básica, es decir, la alfabetización elemental, era, desde luego, algo a lo que aspiraba la práctica totalidad de los gobiernos, hasta el punto de que a fines de los años ochenta sólo los estados más honestos o desamparados confesaban tener más de media población analfabeta, y sólo diez – todos ellos, menos Afganistán, en África – estaban dispuestos a reconocer que menos del 20 por 100 de su población sabía leer y escribir. La alfabetización efectuó grandes progresos de forma nada desdeñable en los países revolucionarios bajo regímenes comunistas, cuyos logros en este sentido fueron impresionantes, aun cuando sus afirmaciones de que habían «eliminado» el analfabetismo en un plazo de una brevedad inverosímil pecasen a veces de optimistas. Pero, tanto si la alfabetización de las masas era general como no, la demanda de plazas de enseñanza secundaria y, sobre todo, superior se multiplicó a un ritmo extraordinario, al igual que la cantidad de gente que había cursado o estaba cursando esos estudios.

Este estallido numérico de los estudiantes se dejo sentir sobre todo en la enseñanza universitaria, hasta entonces tan poco corriente que era prácticamente insignificante desde el punto de vista demográfico, excepto en los Estados Unidos «(2)

Además de lo señalado por Hobsbawn, los movimientos estudiantiles de la posguerra han sugerido múltiples explicaciones con respecto a su desarrollo. Los psicólogos sociales, por ejemplo, han intentado muy seriamente interpretar el fenómeno y han producido una abundante bibliografía. El abanico de estas soluciones interpretativas es muy amplio, y de ellas tomaremos una, la cual creemos puede relacionarse con los casos de protestas estudiantiles en algunos países asiáticos: La teoría del conflicto de generaciones entre padre e hijo, por el cual los jóvenes tienden a trasponer socialmente (en la figura de sus padres aparentes y de su sistema paternalista) el problema, antes individual, con sus padres camales. Esta interpretación se relaciona inevitablemente con el quebrantamiento del principio de autoridad, el cual tiene un efecto político- social de gran impacto en países como China, Japón y Corea, donde esta autoridad paternalista ha tenido y tuvo un peso preponderante a lo largo de su historia.

La puesta en práctica de estos mecanismos dentro de las escuelas y universidades orientales representaron cuestionamientos mucho más abarcativos. En definitiva, se trataba de protestas dirigidas contra la autoridad en cualquier forma que ésta adopte: ideológica, burocrática, policial, profesoral, dictatorial o toda forma de opresión que impida la autorrealización personal o grupal.

LA AGITACIÓN ESTUDIANTIL EN COREA

Desde sus inicios, el desarrollo del movimiento estudiantil coreano estuvo estrechamente relacionado con el chino. Así como el 4 de mayo fue un acontecimiento decisivo para el movimiento estudiantil chino, el 1ro de marzo de 1919 marcó un punto de partida para los estudiantes coreanos. Al final de la Primera Guerra Mundial y a la indignación generada por el posterior tratado de Versalles, se sumaron a la tensión generacional presente en la familia patriarcal coreana. Kim San uno de los líderes del movimiento estudiantil coreano afirmaba que, ese día, un profesor explicó a la clase que Corea era independiente y que el presidente Wilson defendería su independencia en la conferencia de paz. Los hechos posteriores desmintieron estas palabras, en relación a esto Km San señalará:

«La conmoción que me produjo unas semanas después la traición de Versalles fue tan grande que sentí como si me hubieran arrancado el corazón ¡Qué criaturas patéticas e ingenuas éramos entonces los coreanos, que creíamos en las palabras! «(3)

Poco después, la policía japonesa arrestaba y golpeaba a los estudiantes que organizaban manifestaciones.

Kim San estaba en conflicto con su padre, como lo había estado Mao Tse-tung con el suyo.

«…a los once años me peleé con unos de mis rivales en la escuela y le rompí lanariz. Mi padre estaba furioso. Lo enfrente, y decidí escapar de mi casa para siempre. Nunca volví, excepto en breves visitas.(4)

El padre de Kim San era un granjero independiente, pero como la mayoría de los coreanos estaba expuesto a sufrir humillaciones. Kim señalará que, de joven, presenció como dos policías japoneses abofeteaban a su madre hasta hacerla sangrar. Cuando quiso devolver los golpes, le dijeron que nunca debería devolver los golpes. Así, señalaba Kim San, se llegaba a la desautorización de los padres.

El movimiento estudiantil coreano, al igual que el chino y el japonés, estuvo profundamente influenciado por la obra y el pensamiento de León Tolstoi, quien, sin lugar a dudas, fue el que ejerció mayor influencia en el Lejano Oriente, ya que gozó de gran popularidad en China, Japón, Corea, India y otros países, tanto como en Rusia.Esto allanó el camino al leninismo. Las influencias de Tolstoi y la exasperación por la resignación de sus padres ante el sufrimiento posibilitaron la conformación de grupos terroristas, cuyo principal exponente, surgido en 1919, fue el Yi Nul Tan (Asociación Para la Valerosa Administración de Justicia). Dicha organización ejecutó, entre 1919 y 1924, trescientos actos de terrorismo contra los japoneses.

El movimiento comunista coreano surgió, de las filas estudiantiles, en 1924. Los estudiantes fueron los sostenedores del Partido Comunista en su época de mayor esplendor, desde 1926 hasta 1928, cuando fue prohibido. Los estudiantes coreanos se formaron ideológicamente en Japón. Por entonces Tokio era la Meca de los estudiantes de todo el Extremo Oriente y el refugio de los revolucionarios de todo tipo. Antes de 1919 había de mil a dos mil estudiantes coreanos en el Japón y, algunos años después, su número había aumentado a tres mil o más. El número de los estudiantes coreanos continuará éste sostenido incremento durante muchos aiños (5). Posteriormente, como consecuencia del pogrom de estudiantes ocurrido a raíz del terremoto de septiembre de 1923, China reemplazara al Japón como lugar preferido para cursar estudios. Por entonces, en Pekín, nacionalistas y marxistas se hallaban enfrascados en un debate ideológico. Los trescientos estudiantes coreanos que allí se encontraban, no permanecieron al margen de éste debate, y se dividieron en dos bandos: uno de orientación nacionalista que permaneció fiel a la lucha armada y al autosacrificio, y otro (La Unión de Estudiantes Coreanos) inspirado por el comunismo, que renuncio a estas tácticas.

Esta breve reseña histórica resulta indispensable para comprender los hechos acaecidos en 1960, cuando movimiento estudiantil coreano logró repercusión mundial por ser el principal responsable, conjuntamente con el ejército, del derrocamiento del anciano presidente Syngman Rhee. Nuevamente, el rasgo habitual de desautorización de los mayores y episodios de violencia policial obraron como aglutinantes de las protestas estudiantiles. Según los politólogos, hubo algo exclusivamente coreano en este movimiento, hasta el punto que, según ellos, su motivación principal fue el concepto coreano sobre lo «correcto» y lo «incorrecto». En tal sentido, lo que Aristóteles y Mencio expresaron sobre las causas de las revoluciones, se ajustaba al modelo coreano. Pero el concepto ético, la condenación moral de los mayores, ha sido siempre un rasgo de los movimientos estudiantiles, y aunque Mencio estaba más cerca que Aristóteles de la perspectiva asiática, su sentido moral era muy semejante (6).

La indignación de los estudiantes por el fraude cometido en la elección del vicepresidente Lee Ki-poong, se materializó en una gran manifestación en donde murieron varios participantes a manos de la policía. Esto produjo una reacción en cadena en todo el país, una explosión de sentimientos reprimidos de odio y descontento, derivados de distintas causas, en donde los estudiantes universitarios, propulsores de la modernización de una sociedad tradicional represiva y oligárquica, encabezaron la reacción. El luctuoso saldo de las protestas fue la muerte de más de cien personas en Seúl. A diferencia de lo que ocurriera posteriormente durante las protestas estudiantiles en China, en los últimos años de la década del ’80, está vez el ejercito tomó partido por los estudiantes. Syngman Rhee renunció y Lee Ki-poong se suicidó junto con toda su familia. Estudiantes y soldados festejaron el triunfo; un gobierno militar asumió el poder. Los activistas estudiantiles más jóvenes provenían mayoritariamente de las escuelas diurnas, y los de mayor edad de las escuelas nocturnas quienes además trabajaban y tenían una familia a su cargo.

En definitiva, el movimiento estudiantil coreano era típicamente asiático, caracterizado por la rebelión contra la gerontocracia, el elitismo intelectual, la juventocracia, la invocación a una ética superior, lo que derivó en el conflicto subsiguiente con la propia élite militar.

LA ZENGAKUREN DEL JAPÓN

La estructura gerontocrática de una sociedad no es, como ya hemos visto, condición suficiente para el surgimiento de un movimiento estudiantil. Se necesita, sobre todo, el sentimiento de que la vieja generación se ha desacreditado, ha perdido su autoridad moral. Aunque esa desautorización ha ocurrido con más frecuencia en los países no industrializados, lo mismo puede producirse en las sociedades «adelantadas» o industrializadas. En 1920, el Japón exhibía un grado de adelanto tecnológico inferior al de 1960; además, su gobierno era autoritario, en contraste con la democracia vigente en 1960. Sin embargo, en la década de 1920 no existía un movimiento estudiantil de peso, y sí lo hubo, y muy importante, en 1960, ese movimiento fue la Zengakuren (Federación Nacional de Asociaciones Autónomas de Estudiantes).

Más allá de que, durante la década de 1920, existieron pequeños movimientos estudiantiles que desarrollaron diferentes actividades, como campañas contra la guerra, la conscripción y el control de la opinión (como La Asociación Japonesa de Ciencias Sociales (Gakuren), fundada en 1925 y que solo duró hasta 1929), resultaba casi imposible contrarrestar la maquinaria gubernamental. El prestigio de la élite dirigente (militares y gobierno imperial) se mantuvo en elevado nivel en la década de 1930. Los dirigentes japoneses «llevaban» al pueblo de victoria en victoria, por lo cual no era un momento propicio para el surgimiento de un movimiento estudiantil que canalizara algún descontento en el seno de una sociedad sumamente autoritaria y patriarcal. Lo que modificó radicalmente la situación fue el severo trauma emocional sufrido por los estudiantes como consecuencia de la derrota del Japón en la Segunda Guerra Mundial. La autoridad tradicional resultó socavada en sus cimientos a una escala sin precedentes. La hegemonía psicológica de los mayores se desplomó catastróficamente (7).

Como veremos el movimiento Zengakuren, no solamente tenía, como principal característica, la protesta generacional, sino que además conjugaba otros factores que afloraron tras la finalización de la Segunda Guerra Mundial, como la ocupación norteamericana y las políticas económicas llevadas adelante por los sucesivos gobiernos democráticos de la posguerra. Este período fue caracterizado por el total poder de ocupación de Estados Unidos y por una potencial de rebelión revolucionaria de la clase obrera y del pueblo japonés. El gobierno, con el explicito apoyo de las autoridades de ocupación norteamericana, operó sobre la base de la vieja administración burocrática del estado, tomando una actitud dura en relación a las protestas populares en los sectores fabriles, declarando ilegal el control de la producción.(8) En este contexto, sumado al inicio de la Guerra Fría y con el Ejército Popular de Liberación chino, que dirigía Mao, extendiéndose sobre el continente, Japón se transformará en la vanguardia de la cruzada anticomunista y antirrevolucionaria en Asia.

Mientras la década de 1940 culminaba con una «purga roja», que afectó a decenas de millares de comunistas, y durísimos golpes al movimiento obrero japonés (Sambetsu), la siguiente se iniciará con un hecho clave para comprender los acontecimientos posteriores: la guerra de Corea de 1950, precedida por la ilegalización del Partido Comunista que pasó a la clandestinidad. Bajo tales circunstancias, el movimiento Zengakuren, que contaba por entonces con más de cien mil integrantes, y el cual, a partir de 1948 ya se había convertido en un vehículo de protesta generacional cuando los estudiantes se opusieron a un proyecto de ley sobre la administración de las universidades que contemplaba entre otras cuestiones el aumento de aranceles, comenzó a adquirir una tendencia claramente antinorteamericana, esto cual sirvió de válvula de escape a la tensión generacional. En 1950, un conferencista norteamericano, el doctor Walter Eells, emprendió una gira por las universidades japonesas para propiciar la exclusión de los profesores comunistas. Los activistas de la Zengakuren interpretaron que se promovía la rehabilitación de personas comprometidas con el antiguo régimen. Los norteamericanos estaban instigando una contrarrevolución de los padres. El doctor Eells se convirtió en un problema nacional cuando los estudiantes comenzaron a interrumpir sus conferencias, a lo que le seguirá el enfrentamiento callejero contra las tropas norteamericanas. Al estallar la guerra de Corea, la policía allanó más de cincuenta sedes de la Zengakuren, pero se abstuvo de disolver la organización. Durante el llamado «incidente del emperador», en noviembre de 1950 en la universidad de Kioto, miles de estudiantes se manifestaron por las calles portando carteles que expresaban «Basta de deificar al emperador» y «Basta de guerras». El 1ro de mayo de 1952, una manifestación compuesta por más de diez mil personas, en su mayoría estudiantes, se abrió paso hasta la Plaza Imperial e incendió automóviles norteamericanos; un estudiante resulto muerto y varios fueron heridos; noventa y siete fueron arrestados.

El movimiento estudiantil japonés era, en 1960, uno de los más «alienados» del mundo. Según las propias declaraciones de Manabu Tanaka, miembro del Comité Ejecutivo de la Zengakuren en Tokio, entre las personalidades del pasado, sólo Marx y Lenin eran considerados verdaderamente grandes y no reconocían ni admiraban a ningún personaje histórico del Japón. Eran los revolucionarios menos tradicionalistas en una sociedad dominada por la tradición. Pese a su nihilismo, la Zengakuren mantendrá su afiliación a la Asociación Internacional Estudiantil, organización controlada por los comunistas, con sede en Praga, donde se enviaban delegados periódicamente y en cuyo seno existían marcadas diferencias. La Zengakuren urgió la adopción de una política antiimperialista más vigorosa; los estudiantes soviéticos propiciaban un programa de paz y amistad. Cuando, en una oportunidad. estos últimos aconsejaron al delegado de la Zengakuren que leyera «El izquierdismo, enfermedad infantil del comunismo», de Lenin, éste contestó invitándolos a leer «¿Qué hacer?». El conflicto con el Partido Comunista Japonés se agudizó en 1956, cuando los estudiantes atribuyeron más importancia que los comunistas al discurso de Khrushchev sobre los crímenes de Stalin. Los burócratas del partido trataron de no profundizar las diferencias, pero los estudiantes comenzaron a estudiar viejos documentos, la historia del Comintern y la relectura de la Historia de la revolución rusa, de Trotsky. La vieja generación comunista quedará, podríamos decir, desautorizada en opinión de los jóvenes. El conflicto generacional adquirirá entonces formas ideológicas.(9)

El Partido Comunista sostendría que el Japón se había convertido en una colonia de Estados Unidos, y que la lucha contra el imperialismo era la que libraba la nación japonesa contra el imperio norteamericano. Para la Zengakuren, en cambio, la lucha era esencialmente la de la clase obrera japonesa contra los imperialistas japoneses. Esta confrontación culminará en 1958, cuando los líderes estudiantiles fueron expulsados del Partido. La facción de la Zengakuren replicará presentando una moción para que fueran expulsados del mismo todos los miembros del Comité Central del Partido Comunista. El Partido, a su vez, excluirá a un millar de estudiantes.(10)

Más allá de estas divergencias, que luego se trasladaran al seno del propio movimiento estudiantil, será en 1960 cuando la Zengakuren alcance su máxima repercusión y su rol protagónico durante las históricas protestas desatadas ese año, donde millones de japoneses salieron ala calle a gritar «Abajo el gabinete de Kishi», «Abajo el Tratado»en alusión directa al tratado de mutua seguridad nipón- americana, que permitiría a Estados Unidos utilizar territorio japonés con objetivos militares. Con respecto estos acontecimientos el historiador Muto Ichiyo señalara:

«Los trabajadores del Sohyo desencadenaron huelgas política; los estudiantes de la Sengakuren jugaron un rol en la vanguardia en las batallas callejeras, los pequeños comerciantes cerraron sus negocios en señal de protesta; los teleespectadores viendo la brutalidad de la policía se precipitaron a los lugares de conflicto para curar a los heridos. Fue la más grande, la más sostenida, la mejor organizada de las luchas políticas de masas de posguerra. Empujó al gabinete del Partido Liberal Democrático de Kishi Nobosulce a la renuncia e impidió que el presidente de Estados Unidos Eisenhower hiciera la visita oficial prevista al Japón. Kishi era la pesadilla de millones de japoneses. Ministro de Comercio en el gabinete Tojo, que desencadenó la guerra del Pacifico de 1941, fue detenido después de la Guerra como criminal de guerra, clase A. Fue liberado después de la ejecución de los ministros de más alto rango condenados a muerte por el tribunal de Tokio. Retornó a la escena política en el momento del cambio de la política americana y ascendió rápidamente los escalones del Partido Liberal Democrático hasta convertirse en Primer Ministro. Eso fue una advertencia de que los días sombríos de la preguerra podrían volver»(11)

Como bien señalará este mismo autor, más allá del «éxito» de la protesta, la revolución no pudo concretarse como lo soñaba el ala radical del movimiento, dirigido principalmente por los estudiantes encuadrados bajo la dirección de la Liga Comunista. Ésta, llamada Bund, creada en 1958, intentó transformar este ascenso de masas en una verdadera lucha revolucionaria, radicalizando la acción en la calle. Una vez que el tratado fuera votado por todo el Parlamento y luego de la renuncia de Kishi, las masas desaparecieron casi inmediatamente de las calles de Tokio, ignorando el arreglo complementario que ligaba orgánicamente el desarrollo interior pacífico y constitucional de Japón a un sistema exterior de represión, de violencia, de control militar y de dominación económica puesto en práctica por Estados Unidos.

A partir de entonces también comenzó el declive de la Zengakuren, afectad por sus propias divisiones internas, que fueron debilitando su consenso ante la población. Siete años después, casi todos los líderes del movimiento se desempeñaban como profesores universitarios, ejecutivos de empresas, abogados o maestros de escuela.

LAS PROTESTAS ESTUDIANTILES CHINAS DE FINALES DE LOS 80′

Como señalan Michael Father y Andrew Higgins en su artículo «El asalto a Pekín», los miles de estudiantes que participaron en los sucesos de la primavera de 1989 en Pekín pensaron que se habían liberado de una camisa de fuerza intelectual cuando se concentraban para reclamar por la democracia, la libertad de prensa y por el fin de la corrupción y el nepotismo oficial. No habían tenido en cuenta las actitudes imperturbables de los sucesores de Mao. Se podía liberalizar la economía, decretó Deng Xiaoping, el hombre fuerte de China, pero no las mentes.(12) Con esta introducción los autores comienzan a desandar los trágicos sucesos de junio de 1989 que tuvieron como centro la mítica Plaza Tiananmen, en donde como también señalan, el primero de octubre de 1949, a las puertas de la Ciudad Prohibida, en el corazón de Pekín, Mao anunciaba la fundación de la República Popular China. Si bien el texto aborda el problema haciendo mayor hincapié en una cronología de los acontecimientos, subyacen algunos datos esclarecedores sobre los orígenes del conflicto y las causas de su trágica resolución. El primero de ellos es, como los casos antes analizados, la confrontación generacional, los estudiantes veían a los dirigentes del Partido como dictadores feudales.(13) La asociación entre los «viejos», como se llamaban durante las protestas a los principales dirigentes del Partido, y la corrupción era inevitable «Con el Presidente Mao, los cuadros dirigentes no tenían nada, con Deng Xiaoping son millonarios»(14)

Estas afirmaciones no distaban mucho de la realidad, la mayoría de los funcionarios del gobierno junto con sus parientes ostentaban cargos privilegiados en el Partido, en el gobierno y en las empresas comerciales y militares. Al quedar desenmascarada, mediante afiches callejeros y publicaciones estudiantiles, la red de nepotismo que vinculaba a los dirigentes chinos, se confirmó lo que la mayoría de los chinos ya habían concebido como el verdadero propósito del poder político: perpetuar una «aristocracia revolucionaria» corrupta endogámica, a salvo de las masas.

Los acontecimientos fueron marcando el endurecimiento del gobierno ante las amenazantes manifestaciones estudiantiles, que incluían marchas multitudinarias, actos públicos con epicentro en la histórica plaza y huelgas de hambre. Pero también mostraban las serias divergencias internas dentro del gobierno y el propio Partido, que en cierta medida también se relacionaban con un conflicto generacional. El tema central de la discusión pasaba por qué aptitud tomar ante las protestas. Los más «duros» encabezados Deng Xiaoping, eran partidarios de la represión, veían a los estudiantes como:

«los viejos enemigos del Partido, bajo nuevos disfraces que regresaban para proseguir las batallas antisocialistas pendientes de pasadas décadas: los «enemigos de clase «, los «imperialistas» e incluso, como se diría más tarde, los residuos de la «Banda de los Cuatro «, maoístas radicales cuyos intentos de controlar el poder en las últimas fases de la revolución cultural habían significado la humillación y el destierro para Deng, el presidente Yang Shangkun y casi todos sus contemporáneos en el poder «. (15)

A estos sectores se les oponía un grupo más moderado y con tendencias reformistas encabezados por Zhao, secretario general del Partido Comunista, quien propiciaba una salida limpia del conflicto y que implicaba un acercamiento de las partes y acceder en parte a los reclamos estudiantiles propiciando una reforma política.

Quedará claro, con el transcurso de los acontecimientos, que el principal obstáculo al cambio político en China era Deng Xiaoping, quien, más allá de haber apadrinado la reforma económica, descartaba en los hechos cualquier reforma paralela de la estructura política. «No podemos pasar sin la dictadura «, diría durante la primera, más moderada, escalada de disturbios estudiantiles del invierno de 1986-8 7. «No sólo debemos afirmar la necesidad de ella, sino ejercerla cuando resulte necesario».(16)

Estas palabras fueron el preludio de los sangrientos sucesos del 3 y 4 de junio de 1989, cuando Deng y sus seguidores octogenarios desataron una ofensiva militar, en la cual participaron unidades blindadas y tropas de élite del Ejército Popular Chino, contra miles de estudiantes desarmados y otro sectores de la población que se les habían plegado, (obreros, comerciantes y vecinos de Pekín), para defender, según creyeron, a esa misma República por la que habían luchado en esa misma plaza junto a Mao cuarenta años antes. El saldo de los hechos significó un sin número de muertos (miles según algunos testimonios), el desmembramiento del movimiento estudiantil mediante purgas, persecuciones y listas negras en la que se incluían 21 nombres de estudiantes «muy buscados», los líderes del movimiento estudiantil. La lista era encabezada por Wang Dan, Wuerkaixi, Liu Gang y Chai Ling quienes posteriormente sufrieron la cárcel y el exilio. Los sucesos de Tiananmen también significaron la clausura de toda posibilidad de reforma política, con la consecuente purga dentro del propio Partido de quienes habían apoyado estas demandas.

En relación a la composición ideológica del movimiento estudiantil chino de 1989 podríamos caracterizarlo como ecléctico, ya que en su interior confluían diferentes vertientes políticas que variaban desde sectores que reclamaban una total apertura democrática, hasta grupos reformistas del propio Partido Comunista Chino. Esto quedará plasmado en la diversidad de los reclamos del propio movimiento, iniciados desde la «Carta abierta a las facultades de Pekín» con peticiones de neto corte estudiantil y orientadas a democratizar la enseñanza, hasta los posteriores reclamos contra la corrupción gubernamental encabezada por la gerontocracia del Partido.

A modo de conclusiones y cierre de este trabajo, restaría por señalar que, en los tres casos analizados, pudimos apreciar que el componente generacional tuvo singular importancia en el desarrollo de estos movimientos, ya que en Corea, Japón y China el desprestigio de las clases dirigentes estuvo siempre vinculado, aunque bajo diferentes circunstancias, con el descrédito que sentían los jóvenes por sus mayores, insertos dentro de sociedades tradicionales y ultraconservadoras. Con respecto a las diferencias, que como señaláramos en la introducción de este trabajo son mayores a las similitudes, podríamos señalar que los movimientos de Corea y Japón estuvieron orientados en reclamos más puntuales (sin desmerecer ni intentar menospreciar el carácter de éstos), como el pedido de renuncia de determinados líderes políticos (por ejemplo: Lee Ki-poong y Kishí Nobosuke), en cambio el movimiento chino tuvo reclamos más profundos y que, en definitiva, comprometían al propio sistema de gobierno y a los sectores dominantes. Tal vez por ello pueda encontrase una explicación a la crueldad con la que se «resolvió» el conflicto.

NOTAS :

1) Combats, 9, cit. por Nieto Alejandro en La ideología revolucionaria de los estudiantes europeos. editorial Ariel, Barcelona, 1971.

2) Hobsbawm, Eric, «La revolución social, 1945-1990, Capitulo XX», en Historia del siglo XX, Crítica, Buenos Aires, 1998, páginas 297- 298.

3) Feuer, Lewis.S, Los movimientos estudiantiles, Editorial Paidos, Buenos Aires, 1971, p. 326-327.

4) Feuer, Lewis. S, Los movimientos estudiantiles, p. 327.

5) En relación con el incremento del número de estudiantes coreanos Hobsbawn señala que: «El milagro educativo coreano, según se dice, se apoyó en los cadáveres de las vacas vendidas por modestoscampesinos para conseguir que sus hijos engrosaran las honorables y privilegiadas filas de los estudiantes». En: Historia del siglo XX, Págs. 299-300.

6) Feuer, Lewis. S, Op. cit. p. 331

7) Feuer. Lewis. Op. cit, p.34O.

8) Muto Ichiyo, «Lucha de clases en Japón de la posguerra, Pasado, Presente y Futuro», enToyotismo,Lucha de clases e innovación tecnológica en Japón, Editorial Antídoto, 2000, p.37.

9) Feuer, Lewis S. Op cit p 345

10) Feuer. Lewis S. Op cit p.347

11) Muto Ichiyo, Op. cit. p. 52-53.

12) Fathers e Higgins, «El asalto a Pekín», en revista Debats Nro 32, Valencia. 1999.

13) Uno de los integrantes del politburo, Li Peng era representado durante las protestas callejeras mediante pancartas y viñetas como un caracol: «demasiado asustado para salir de su caparazón», en «El asalto a Pekín», p.23.

14) Fathers e Higgins, Op. cit, p.21

15) Fathers e Higgins, Op. cit, p. 6

16) Fathers e Higgins, Op. cit, p.l3