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Las razones y sinrazones del miedo atávico al comunismo

Fuentes: Rebelión

El fantasma que recorrió Europa a principios del siglo XIX y que asustó hasta la médula espinal a las clases gobernantes y a la iglesia católica de la época, era un movimiento político-social incipiente y novedoso por sus planteamientos y reivindicaciones. Una corriente político-económica emancipadora, surgida de las contradicciones antagónicas de las relaciones de producción […]

El fantasma que recorrió Europa a principios del siglo XIX y que asustó hasta la médula espinal a las clases gobernantes y a la iglesia católica de la época, era un movimiento político-social incipiente y novedoso por sus planteamientos y reivindicaciones. Una corriente político-económica emancipadora, surgida de las contradicciones antagónicas de las relaciones de producción imperantes en la sociedad europea. El movimiento comunista estremeció las estructuras político-ideológicas del capitalismo industrial, y tanto el clero como las monarquías unieron fuerzas con la burguesía para combatir a los sacrílegos comunistas.

¿Cuáles son las raíces biológicas del miedo al comunismo?

La psicología moderna reconoce seis [1] tipos de emociones naturales básicas en la especie humana. Esto significa, que los humanos, sin distinción de etnia, género y color de piel, nacemos con esta información emocional, que nos condiciona para percibir frente a un estímulo externo el sentimiento de alegría, miedo/pánico, asco, ira, sorpresa y tristeza.

El miedo o temor a lo extraño o lo desconocido, es una reacción instintiva de supervivencia. El origen del miedo puede ser cualquier estimulo externo, real o infundado, que se perciba emocionalmente como peligroso o una situación cualquiera que no ofrezca seguridad personal. Éstos pueden ser naturales o aprendidos por condicionamiento clásico o a través del método de aprendizaje modelado. Expresiones extremas de este sentimiento no controlado pueden degenerar en patologías fóbicas.

 

Cuando Carlos Marx y Federico Engels en la introducción del manifiesto del partido comunista en 1848 escribieron la metáfora del «fantasma que recorría Europa», estaban conscientes de la dimensión de su mensaje, puesto que tenían conocimiento de los miedos y temores existenciales de las clases dominantes y su aliado estratégico, la Iglesia Católica Apostólica y Romana. Desde entonces el comunismo ha sido utilizado por los altos sacerdotes modernos, como el chivo expiatorio que carga acuestas lo más malo de la sociedad y por ello es apedreado y vilipendiado en las plazas públicas del mundo.

 

¿Qué es el comunismo?

El comunismo es una concepción filosófica, basada en la teoría marxista y enriquecida por los aportes de Engels, Lenin, Rosa Luxemburg y otros teóricos del marxismo revolucionario, que permite entender y comprender el desarrollo de la historia desde una perspectiva social y humanista, en la que el ser humano es el sujeto y objeto principal de la misma. El comunismo es, además, el modo de producción económico, en el que las relaciones de producción no estarán basadas en la propiedad privada de los medios de producción ni en la división de la sociedad en clases.

En este sentido, me refiero aquí, única y exclusivamente al comunismo, en sus dos acepciones: 1) Como ideología y 2) como modo de producción.

En el ensayo «Principios del comunismo», Federico Engels, conociendo el miedo ancestral que corroía a la sociedad contemporánea, se tomó la tarea de explicar pedagógicamente las bases de la filosofía materialista del comunismo. Engels define entonces el comunismo, como la doctrina de las condiciones de la liberación del proletariado; entendiendo aquí por doctrina, un conjunto filosófico de ideas y conceptos dinámicos, diametralmente opuestos a la connotación religiosa y dogmática que esta palabra también puede implicar. Buenas eran las intenciones de Federico Engels. Las clases sociales dominantes además de no tener ningún interés de conocer en profundidad el pensamiento comunista, se dispusieron a combatirlo con todos los medios a su disposición. Aquí la curia pontificia desempeñó un papel preponderante en la lucha contra el comunismo. Las grandes mayorías proletarias, los desposeídos, los que en virtud de su condición social se veían obligados a vender su fuerza de trabajo para subsistir, influenciadas ideológicamente por las religiones Abrahamicas, obedecieron el dictamen sagrado de la Iglesia de no aceptar ese pensamiento. Para lograr su fin, la Iglesia utilizó el instrumento del miedo y el temor, sugiriendo que el comunismo prohibiría el derecho al culto religioso.

La cuestión de la religión, que Federico Engels no abordó explícitamente en su ensayo, continúa siendo en la actualidad, una de las grandes interrogantes ideológicas que el comunismo no ha sabido resolver. ¿Es el teísmo en sí, un obstáculo para la liberación y construcción del comunismo? La Iglesia, como institución, sigue azuzando al rebaño de corderos con la amenaza del lobo malo ateo. El miedo al comunismo se ha transformado en la reacción cognitiva-emocional automática de gran parte de las masas trabajadoras influenciadas por la ideología burguesa, con el agravante, que efectivamente en los países comunistas se cometió el error histórico de interpretar mecánicamente el postulado de Carlos Marx en su escrito Contribución a la Crítica de la Filosofía del Derecho de Hegel que «la religión es el opio de los pueblos» y se pretendió erradicar «el vicio» prohibiendo la religión.

 

El miedo al comunismo es un fenómeno generalizado y fomentado sistemáticamente por los medios de comunicación del establishment capitalista. Entre más inculta y religiosa sea la masa crítica de la sociedad, más violenta y exacerbada es la reacción emocional. Sin embargo, las expresiones anticomunistas difieren de país en país, en dependencia de la experiencia histórica que se tenga con esta tendencia política y el peso específico que las organizaciones comunistas tengan o hayan tenido en la correlación de fuerzas político-sociales. En este sentido, el miedo al comunismo de los italianos difiere en forma y contenido, al de los franceses o al de los españoles. Caso particular es el anticomunismo alemán, que a mi juicio, ha alcanzado límites patológicos. En Latinoamérica y en los Estados Unidos, el miedo al comunismo también se ha convertido en enfermedad.

 

¿Cómo se explica la comunismofobia furibunda de la sociedad alemana?

En primer lugar, considero necesario resaltar que siendo Alemania el país donde se gestó el primer esbozo teórico-filosófico del comunismo científico, sea precisamente allí, donde el comunismo se ha convertido en un tabú político-ideológico. El simple hecho de mencionar la palabra «comunismo» provoca en la generalidad de la gente una reacción repulsiva e irracional.

Según mi opinión, existen dos factores fundamentales para comprender y abarcar la dimensión del miedo o pánico al comunismo en Alemania. El primero, está directamente vinculado a la segunda guerra mundial y tiene una connotación militar-psíquico-emocional, con una sintomatología traumática. Me refiero especialmente a los acontecimientos en el frente oriental. Las cruentas batallas que se libraron en los diferentes frentes de guerra, dejaron huellas profundas e imborrables en las mentes de los alemanes que vivieron (y sobrevivieron) la experiencia en carne propia de la forma, intensidad y valentía con que el pueblo soviético y el ejército rojo defendieron la patria comunista de las huestes hitlerianas; experiencias que han sido trasmitidas de generación en generación. En la batalla de Moscú en el invierno de 1941 se libraron encarnizados combates por tierra y por aire. La derrota de los alemanes en las cercanías de Moscú fue contundente y repercutió en el curso posterior de la guerra. El ejército alemán perdió ahí el aura de ejército invencible y a raíz de esta debacle militar, muchos generales fueron destituidos por orden directa de Hitler. Esta gran victoria del ejército rojo sobres las tropas invasoras alemanas fue el comienzo de la gran contraofensiva militar que culminó años más tarde con la ofensiva final, la ocupación de Berlín y la claudicación del ejército alemán. La derrota tuvo sabor amargo y color rojo comunista.

 

El segundo factor, tiene que ver con la división de Alemania y con la experiencia directa o indirecta vivida por los alemanes (el muro de Berlín los separaba simbólicamente) durante casi 45 años con el comunismo soviético. Esta particularidad de la postguerra que se transformó en su momento en el «mano a mano» del capitalismo y el comunismo, y en uno de los teatros de acción de la guerra fría, no tiene parangón en la historia moderna. Alemania ha sido el único país capitalista desarrollado que, por casus belli, ha sido dividido y donde en una de sus partes, se implantó un modelo comunista de desarrollo, apuntalado por el poder de las armas del vencedor soviético.

El comunismo en la República Democrática Alemana, fue por lo tanto, una consecuencia directa de la segunda guerra mundial y no de un proceso popular revolucionario y se caracterizó por ser una copia del modelo soviético. Ahora bien, es preciso aclarar que gran parte de la ciudadanía de la Alemania oriental estaba a favor del sistema y, detrás del muro solamente los comunistas alemanes occidentales se solidarizaban con sus camaradas orientales.

 

¿En qué medida contribuyó el estalinismo a reforzar los miedos y prejuicios de los ciudadanos del mundo en relación al comunismo?

El desarrollo del comunismo en la URSS, sobre todo a partir de la muerte de Lenin en 1924, estuvo caracterizado por los abusos del poder estalinista, expresados en las purgas internas, deportaciones y crímenes políticos, y en los errores en la construcción y planificación de la sociedad comunista. Estos hechos contribuyeron en gran medida, a desvirtuar y enajenar el concepto teórico-filosófico del comunismo. Desde el primer momento en que la filosofía comunista, es decir, el materialismo dialectico e histórico, se convirtió en doctrina de estado, los pensamientos e ideas, otrora concebidas por Marx y Engels, como dinámicas y en permanente desarrollo dialectico, se transformaron en la época de José Stalin y en los años posteriores a su muerte, en dogmas y preceptos rígidos y estáticos, cuasi religiosos. Estos garrafales errores político-económicos dieron pie a que la ideología burguesa arremetiera con toda su fuerza y con todos sus medios para desprestigiar la imagen del comunismo. Hábilmente, la ideología burguesa se tomó el derecho de despojar a su antojo al comunismo de una de sus virtudes esenciales que es el profundo humanismo, no en la connotación filosófica renacentista, sino en el sentido que es el hombre el sujeto principal de la historia. Por otra parte, el aporte histórico y decisivo de los comunistas soviéticos en la derrota del fascismo alemán fue astutamente relegado a un segundo plano por la prensa capitalista. Estas discrepancias, por lo demás verificables y comprobables, entre el aporte inmenso de los comunistas en la lucha contra el fascismo en el mundo entero, la teoría y la práctica del comunismo real que existió hasta el debacle de la Unión Soviética, es un lastre testamentario que los comunistas contemporáneos tienen que asumir críticamente y cuyo peso histórico no se debe ignorar y obviar bajo ningún punto de vista. Todos estos errores y desviaciones ideológicas dieron como resultado la visión estereotipada que se tiene acerca del comunismo. Se creó así un perfil rudimentario de lo que significa ser comunista: dogmático, bárbaro, despiadado y malo.

 

¿Qué hacer entonces?

Dado que las relaciones de producción capitalistas siguen siendo dominantes y siendo el capitalismo el sistema imperante a nivel global, el comunismo sigue siendo una alternativa vigente. El comunismo soviético [2] y sus copias, fueron simplemente experimentos fallidos, lo cual no significa que el ideal comunista desarrollado por Marx, Engels y otros, haya caducado o no tenga validez. Han sido sólo experimentos, en cuanto que nadie sabe a priori cómo se construye el comunismo. En este sentido, no ha existido hasta la fecha en la edad moderna ninguna sociedad estrictamente comunista. Pienso, que hoy, más que nunca, los comunistas, con o sin carnet, son necesarios e indispensables, porque en este inmenso mar de banderas multicolores e intereses variopintos, y de confusiones ideológicas, el análisis y síntesis comunista son imprescindibles.

 

En la medida que los comunistas, en todos los rincones del planeta, asuman críticamente y con seriedad los errores y crímenes del pasado cometidos en nombre del comunismo y continúen defendiendo los intereses de las grandes mayorías asalariadas con honestidad y sin vacilación, y luchando por la emancipación del individuo y la sociedad, en esa misma medida contribuirán a la acumulación de fuerzas y al fortalecimiento de la credibilidad política y la confianza popular. Solamente con el ejemplo se logra contrarrestar la mentira, la calumnia y el miedo. La tarea no es fácil. La lucha de clases tampoco.

 

Fuente: http://robiloh.blogspot.com


[1] Robert Plutchik añade dos más: Confianza y curiosidad

[2] Se utiliza aquí el término comunista en su connotación política, es decir, para destacar aquellos países en los que el partido comunista ostenta el poder.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.