Apuesto que ni los spin-doctors del Vaticano se imaginaban que su re-branding iba a ser tan exitoso. Que en poco tiempo convertirían a Jorge Mario Bergoglio, conservador cercano a los sectores más reaccionarios de la Iglesia argentina durante la dictadura, que ponía palos en la rueda del progresismo kirchnerista en un «líder mundial de izquierda». […]
Apuesto que ni los spin-doctors del Vaticano se imaginaban que su re-branding iba a ser tan exitoso. Que en poco tiempo convertirían a Jorge Mario Bergoglio, conservador cercano a los sectores más reaccionarios de la Iglesia argentina durante la dictadura, que ponía palos en la rueda del progresismo kirchnerista en un «líder mundial de izquierda».
Pero iban viento en popa. Cualquier «conservador sensible» -como Bergoglio- en comparación con los ultraconservadores-trogloditas que dominan en la Iglesia post-wojtyliana, parece un «progresista».
En un mundo dónde el centro de la política se movió (muy) a la derecha cualquiera que diga algo sobre la «pobreza» y la «injusticia» ya es «marxista» y/o «comunista» (lo mismo pasa con las «desigualdades» y su combate: se nos vende como una demanda «revolucionaria»; en realidad es muy conservadora).
En un mundo dónde la crítica escasea, cualquiera que critique al capitalismo tiene posibilidades de parecer «mesías de izquierda».
El truco de la «operación Francisco» es que en mucha parte el trabajo » se hacía solito».
Eso no quiere decir que Bergoglio no pusiera su parte: desplegó y manejó (casi) a la perfección todo el arsenal de gestos y mensajes -adrede- ambiguos; coqueteó y sedujo varios círculos progresistas dentro y fuera de la Iglesia.
Pero, si uno ponía atención, en cada destello de sus simulaciones ideológicas se veían, como una sombra, su pasado y presente conservador e igualmente conservadores principios rectores de su papado: a) disciplina, b) hegemonía, c) cooptación y d) neutralización.
He aquí algunos de los momentos -y asuntos- más sintomáticos:
• Francisco repela las acusaciones de la derecha estadunidense de ser un «marxista» tras su crítica light al capitalismo en Evangelli Gaudium (los mismos círculos que dicen que el debate sobre las desigualdades es «comunista», mientras es… pro-capitalista): » La ideología marxista está equivocada, pero conocí a muchos marxistas buenas personas y no me ofendo » (Página/12, 16/12/13).
¿No? Ok. Entonces deberían ofenderse los marxistas.
Pero lo verdaderamente problemático de este «guiño a la izquierda» -fuera de su opinión que el «marxismo está equivocado» (¿no será un retroceso respecto a Juan Pablo II que en Laborem execens decía que éste «es peligroso» pero, «contiene grano de verdad»?)- es la ligereza con que Bergoglio juega -hoy- con éste término.
¿Y ayer? Estuvo más cerca de los jerarcas argentinos que temían que si fracasaba la dictadura «venía el marxismo» (sic). Castigaba a los curas villeros que lo ponían en práctica. A los padres Yorio y Jalics los tachó de «izquierdistas», entregándolos a los militares (digan lo digan hoy los «embellecedores» de su biografía). Seguro no se ofendieron, pero casi perdieron la vida.
Horacio Verbitsky: » Hoy estos son asuntos teóricos opinables, como el debate sobre marxismo o la teología de la liberación que Bergoglio ha reavivado desde Roma. Pero en aquellos años era cuestión de vida o muerte » (Página/12, 16/3/14).
• El tema de la «rehabilitación» de la teología de la liberación por Francisco merece análisis a parte; aquí solo dos puntos:
-Si hay una piedra de toque del éxito de sus simulaciones, es la existencia de quienes hoy creen que él siempre estuvo influenciado por ella, solo se escondía; por otro lado si por «influencia» se entiende que se le oponía ferozmente (vide: su «pleito» con Pedro Arrupe) pues sí, estuvo muy influenciado.
-Sigue actual el análisis histórico de Michael Löwy que lo localizaba en los antípodas de ésta corriente (Le Monde, 30/3/13); los últimos meses lo confirmaron: contrariamente a la teología de la liberación, él opta no por el empoderamiento de los pobres, sino su «tutelaje»; ignora sus predicamentos más radicales, coopta su potencial y neutraliza lo más subversivo.
• El Papa contesta a quienes lo acusan de ser «un Papa comunista» y/o «hablar como Lenin» (¡sic!): » Yo solo digo que los comunistas nos robaron la bandera de la pobreza » (La Jornada, 30/6/14).
¿Es algo que diría un compañero en armas, o un rival político de izquierda que lucha por la hegemonía entre los pobres? ¿No será este el meollo del «bonapartismo neofranciscano»?
• El Papa durante el encuentro con los movimientos populares (Vaticano, 27-29/10/14), parafraseando a Hélder Cámara: «Si pido ayudar a los pobres dicen que soy comunista» (Telesur, 28/10/14).
Löwy también recordaba aquel «pasaje canónico» («Si doy pan a un pobre , me dicen que soy un santo; cuando pregunto por qué la gente es pobre, me llaman comunista«) pero para recalcar que Bergoglio ayuda y no hace preguntas «incómodas» (hasta su paráfrasis se quedó corta…).
En su enfoque no hay «clase oprimida» y «clase opresora» (algo que sí identifica la teología de la liberación); para él, eso no importa: solo «hay que trabajar juntos por el bien de todos».
En este sentido es excesivo el entusiasmo de Ignacio Ramonet que tras el encuentro -al que asistió Evo Morales como líder cocalero- aplaudía «el gran valor del Papa» y » su nuevo rol histórico como abanderado solidario de las luchas de los pobres del mundo» (Rebelión, 30/10/14).
Y más si recordamos el análisis de Rubén Dri, excura tercermundista: «Para Bergoglio el verdadero rival son los gobiernos progresistas. Pero él sabe que no puede chocar frontalmente con ellos. Tiene que actuar de manera inteligente, desde abajo, entre los mismos movimientos populares» (Krytyka Polityczna, 1/2/14).
Así aquel encuentro se perfila más bien como la más grande, hasta ahora, simulación de Francisco. Su afán es cooptar, no cooperar; neutralizar, no impulsar; disciplinar y meter los movimientos y gobiernos progresistas a su redil.
Éstos no deben ignorar los cambios en el Vaticano, pero tampoco querer subir al papamóvil. Ni dejarle a Bergoglio la tan anhelada bandera de la pobreza (y si alguien siente confusión, que recuerde su historia).
Cuando estalló la crisis Reinhard Marx, obispo de… Tréveris aprovechando el apellido sacó un libro titulado, claro, Das Kapital (2008) -al parecer Piketty no fue primero…- con un vago llamado a «reformas».
Fue un éxito mediático. No de casualidad, continuando la simulación, el nuevo Papa lo incorporó a su grupo de cardenales y consejo de economía.
Confundir a Francisco con la izquierda es como confundir a Reinhard con Karl Marx.
Maciek Wisniewski, Periodista polaco.
Fuente: http://www.jornada.unam.mx/2014/11/07/opinion/030a2pol