No pudo Lula ganar en primera vuelta como pronosticaban las encuestas, que siempre dan sorpresas aunque se las tomen como sustitutas de los misterios de Eleusis. Se quedó a un paso de esa victoria, con el 48,61% de votos. Le faltó a Luiz Inazio da Silva, el tornero que hoy viste a medida el mejor […]
No pudo Lula ganar en primera vuelta como pronosticaban las encuestas, que siempre dan sorpresas aunque se las tomen como sustitutas de los misterios de Eleusis. Se quedó a un paso de esa victoria, con el 48,61% de votos. Le faltó a Luiz Inazio da Silva, el tornero que hoy viste a medida el mejor modisto de Brasil, ese definidor y definitivo porcentaje de votos que se llevó el sector de izquierda del electorado brasilero. Un voto que fue a Heloisa Helena Lima (6,85%) y, en menor medida, pero no menor importancia, al ex ministro de Educación, Cristovam Buarque (2,67%). Ambos fueron expulsados del PT, por oponerse a políticas escasamente sociales de Lula.
La crisis empezó en 2003, a raíz de un proyecto del gobierno Lula de reformar el sistema de la seguridad social, en perjuicio de los jubilados. La oposición de la senadora Heloisa Helena y de otros tres diputados del PT provocó un terremoto interno. La crisis tuvo repercusiones internacionales y en ella intervinieron cerca de mil intelectuales y representantes de la izquierda mundial, que pidieron a Lula evitar la expulsión de los disidentes. No sirvió de nada. Lula prefirió la depuración al diálogo y los cuatro expulsados formaron un nuevo partido, el P-Sol (Partido Socialista y de la Libertad). El P-Sol puso a Helena de candidata presidencial y logró recoger el voto mayoritario de la izquierda defraudada por la política neoliberal de Lula y la corrupción en su gobierno.
La candidatura de Heloisa Helena fue apoyada por 358 personalidades, entre ellas Noam Chomsky y Ken Loach, en un texto en el que señalaban que, mientras Lula «siguió un típico curso social-liberal, desencantando a millones de personas que habían votado por él con la esperanza de un cambio social radical, Heloisa Helena y sus camaradas permanecen fieles al programa antiimperialista y socialista original del PT».
Razones no le faltaban. Lula abandonó gran parte de los pilares de izquierda que había movilizado a una mayoría de brasileños en torno al PT. Optó por abrazar los criterios fondomonetaristas de anteriores gobiernos y, sobre todo, renunció a realizar las grandes transformaciones prometidas: reforma agraria, reducción de la desigualdad (la mayor en el continente más desigual del mundo) y lucha contra la miseria. El número de pobres ha pasado, bajo Lula, del 34,34% al 33,57%. La extrema pobreza, del 26,23% al 25,08%. Cifras ridículas para quien tenía como bandera, justamente, acabar esa lacra.
La tenencia de la tierra es otro tema que dejó para el olvido, en un país con una extrema concentración de la propiedad. Un exiguo 2,8% de terratenientes es dueño del 56% de las tierras agrícolas, en tanto que el 50% de pequeños propietarios dispone apenas del 2,5% de la superficie, pese a reunir a dos tercios de la población rural. El 1% de las fincas agrícolas ocupa el 45% de la superficie útil. Terratenientes hay dueños de extensiones mayores que Bélgica, conformando Estados dentro del Estado. El resultado no se dejó esperar. El Movimiento de los Sin Tierra (MST) criticó duramente y se alejó de Lula.
Más audaz y coherente fue su política exterior. Flanqueado por la mayor generación de gobiernos de izquierda y centro izquierda de la historia latinoamericana, Lula ha apoyado las grandes iniciativas integracionistas, como el gasoducto del sur y el MERCOSUR, y se ha opuesto al Área de Libre Comercio de las Américas, impulsada por EEUU. Más duro le resulto el órdago de Evo Morales, al nacionalizar el gas y triplicar su precio. Frente a quienes le pedían confrontar al presidente aymara, Lula escogió el diálogo y la paciencia, consciente, quizás, de que era una batalla perdida.
Lula ganará en segunda vuelta, pues la izquierda se verá obligada a votarle para evitar el triunfo de la derecha pura y dura. Será para ellos un voto amargo, pues nada augura que Lula haga, en su segundo periodo, más de lo que hizo en el primero. La integración regional, en cambio, ganará, y mucho, con Lula de presidente. Igual también ocurre un milagro y el tornero resucita para hacer, esta vez de verdad, justicia a los suyos. Esos que le han votado y votarán, a pesar de tantos desengaños y amargores.
* Profesor de Derecho Internacional y Relaciones Internacionales en la Universidad Autónoma de Madrid [email protected]