Dejemos la crítica de que la polarización entre ricos y pobres lleva al aislamiento de gobiernos. Hugo Chávez no la promovió, sólo le dio expresión en el plano político, abriendo espacio a nuevos movimientos sociales en un país hasta entonces dominado por burocracias sindicales corruptas. Mucho se puede y se debe aprender de la experiencia […]
Dejemos la crítica de que la polarización entre ricos y pobres lleva al aislamiento de gobiernos. Hugo Chávez no la promovió, sólo le dio expresión en el plano político, abriendo espacio a nuevos movimientos sociales en un país hasta entonces dominado por burocracias sindicales corruptas.
Mucho se puede y se debe aprender de la experiencia venezolana, después del referendo del 15 de agosto, de sus resultados, de la situación actual de los gobiernos electos o apoyados por la izquierda en el continente, de las perspectivas y de los problemas vividos por los movimientos sociales y de la situación general de la lucha contra el neoliberalismo en América Latina.
Las primeras lecciones tienen que ser tomadas por los grandes mass media, que se sumaron al coro de los medios privados venezolanos y se multiplicaron a través de las agencias originarias de los Estados Unidos y de otros países de las metrópolis capitalistas. Compraron las versiones estilo guerra fría, según las cuales se trataría de un dictador, mientras elogiaban la oposición como «democrática» y recibían a Gustavo Cisneros en Brasil como un respetable empresario de éxito, y no como el gran magnate golpista de la derecha, protagonista del mayor monopolio de prensa en América Latina. El gobierno de Hugo Chávez fue incluido en la lista de los temas malditos, de los cuáles ya forman parte Cuba y el MST. Recibió también la condena prácticamente unánime de los editoriales y de las coberturas internacionales editorializadas.
La consulta electoral, instrumento único a escala mundial de control ciudadano de los mandatos populares, fue realizada con total transparencia, incluso según la Organización de los Estados Americanos y la Fundación Carter, y con el reconocimiento internacional unánime de la veracidad del recuento. Los periodistas que fueron a cubrir la consulta deben igualmente haberse dado cuenta del carácter totalitario que el monopolio privado de los medios intenta imponer a los venezolanos. Que saquen las consecuencias, que procedan como los mayores periódicos norteamericanos -el New York Times y el Washington Post – que realizaron una autocrítica de la cobertura que venían haciendo, inclusive en la cuestión del lenguaje – «demócratas» los opositores y «autoritario», Hugo Chávez.
Otras lecciones deben ser tomadas por los movimientos sociales. Estos han protagonizado las principales luchas de resistencia contra el neoliberalismo, desde el grito zapatista de Chiapas hasta los Foros Sociales Mundiales, pasando por las luchas en Bolivia, en Ecuador, en Perú, en Argentina, en Brasil, en México. Su capacidad de resistencia, de canalización de los intereses y de los sentimientos populares los afirmaron definitivamente como los mejores representantes de la lucha popular latino-americana. Pero algunos movimientos sociales han pretendido sustituir las fuerzas políticas y ocupar el espacio de la política, sólo a partir de la acumulación de fuerzas social. Esa experiencia ha revelado la capacidad de veto de los movimientos sociales, pero no ha permitido construir un nuevo proyecto hegemónico. Esta ha sido la experiencia de los movimientos indígenas ecuatorianos, del movimiento campesino e indígena boliviano, entre otros.
La crítica de los límites de la acción estatal para un proceso realmente emancipatorio no debe salir de un «politicismo» hacia una concepción que pida a la lucha social lo que ella, sola, no puede dar. Tenemos que encontrar nuevas formas de hacer política, pero haciendo política, inclusive institucional, combinándola con la lucha de masas. Despreciar la lucha institucional y el potencial de acción del Estado es entregarlos como obsequio a las fuerzas tradicionales, que, despreciando las luchas y los movimientos sociales, usarán el Estado para políticas conservadoras.
La lucha contra el neoliberalismo es la lucha por la afirmación de los derechos consagrados universalmente para todos. Esta lucha tiene en los movimientos sociales su principal protagonista, pero sólo pueden consagrarse en el plano del Estado, de un Estado democratizado, que confirme y garantice los derechos para todos, mediante el fortalecimiento de su dimensión política.
El caso venezolano, en un país que viene de un enorme atraso en la organización popular, con el espacio sindical ocupado por una aristocracia obrera vinculada a las empresas petrolíferas, representa un buen ejemplo de como los movimientos sociales pueden desarrollarse y fortalecerse en alianza con gobiernos que realicen una política de privilegio de lo social y de reformas democráticas del Estado. Venezuela es el país -tal vez el único actualmente en América Latina- en que los derechos sociales avanzan en combinación de políticas gubernamentales y de la acción de movimientos sociales.
El mismo caso ya había surgido en la lucha contra el Área de Libre Comercio de las Américas (Alca) y por el fortalecimiento de la organización de los países del sur del mundo, cuando en la reunión de Cancún fue creado el Grupo de los 20. La lucha por un proyecto de integración alternativo pasa por la alianza de los movimientos sociales con gobiernos que lleven a la práctica una política de soberanía y de construcción de una reinserción activa en el plano internacional.
La otra lección debe ser tomada por los partidos políticos y los gobiernos de izquierda en la región. El gobierno de Hugo Chávez se revela como una alternativa de izquierda en el continente que combina prioridad de lo social en el plano interno con soberanía política en el plano externo, promoviendo activamente la organización del movimiento social. Que gobiernos como los de Lula y de Kirchner -así como el de Tabaré Vázquez, que puede triunfar este año en Uruguay- así como el PT, el Frente Amplio uruguayo y las otras fuerzas de izquierda asuman las lecciones de Venezuela. Que dejen de lado la crítica de que la polarización entre ricos y pobres lleva al aislamiento de los gobiernos. Hugo Chávez no la promovió, sólo le dio expresión en el plano político, abriendo espacio para el surgimiento de nuevos movimientos sociales en un país hasta entonces dominado por las burocracias sindicales corruptas.
Traducción de Angel Vera para www.pvp.org.uy
Tomado de Agencia Carta Maior. www.agenciacartamaior.uol.com.br
Emir Sader, es profesor de la Universidade de São Paulo (USP) y de la Universidade do Estado do Rio de Janeiro (Uerj), es coordinador del Laboratório de Políticas Públicas de la Uerj y autor, entre otros de «A vingança da História».