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Lecciones que aprender del sufrimiento del pueblo de Gaza

Fuentes: Rebelión

Con la entrada en vigor del acuerdo de cesación del fuego en la Franja de Gaza, podemos contemplar con mayor claridad el macabro balance de las acciones de la máquina de matar del Estado sionista de Israel contra la indefensa población civil palestina.

Si hasta hace poco, Gaza ya era conocida como el territorio con mayor densidad poblacional del planeta, donde casi dos millones y medio de personas vivían hacinadas en un espacio equivalente al barrio de Parelheiros en la ciudad de São Paulo, ahora, estas mismas personas deben intentar sobrevivir acurrucadas entre los escombros, porque casi todo lo que había allí ha sido destruido por los bombardeos despiadados de las fuerzas militares sionistas.

Bueno, tal vez, imbuidas de un «humanitarismo» propio del sionismo, las autoridades sionistas de Israel hayan pretendido aliviar un poco el problema causado por el excesivo número de habitantes en un espacio tan pequeño. Debe de ser por eso que, desde el 7 de octubre de 2023, el Estado de Israel se ha dedicado a matar palestinos, especialmente a niños y mujeres, habiendo ya alcanzado casi 50 mil muertes en tan poco tiempo. Probablemente la motivación detrás de esta mortandad ha sido: «Con menos seres vivos, los palestinos podrán acomodarse mejor en lo que queda del lugar».

Sin embargo, a pesar de todos los horrores que hemos podido ver en videos y fotos casi en vivo, las autoridades de los países europeos, en general, no han demostrado serias preocupaciones por el drama sufrido por el pueblo palestino. En algunos lugares, como Alemania y Francia, por ejemplo, las principales medidas tomadas por sus autoridades tuvieron que ver con los intentos de impedir que sus ciudadanos externaran su repudio a la complacencia que se estaba exhibiendo ante un genocidio tan horripilante. ¿Cómo ha sido posible que algo así sucediera en una región que creó, gestionó y sufrió las consecuencias del nazismo hace unas décadas? Estas son preguntas importantes que deben responderse.

Mucha gente tiene dificultades para entender la sintonía casi completa entre los neonazis y sus contemporáneos sionistas. Este estado de afinidad mutua se ha visto reforzado ante el horrendo crimen que se está cometiendo en Gaza, donde los sionistas israelíes están masacrando a niños, mujeres y a todo el pueblo palestino, en el genocidio más abominable de este siglo.

¿Cómo explicar que los neonazis defiendan con tanto entusiasmo una masacre llevada a cabo por quienes, según algunos, serían sus enemigos más odiados?

De hecho, este malentendido se debe a una equivocada equiparación de este fenómeno con otro relacionado con la época en la que estaba vigente el nazismo. Es que, en la Alemania hitleriana, los nazis retrataban a los judíos como los seres más despreciables imaginables, cuyo exterminio sería no sólo deseable sino necesario por el bien de la humanidad sana.

Sin embargo, muchos olvidan tener en cuenta que, en Alemania y en el resto de Europa en ese momento, los judíos constituían un grupo humano con características muy diferentes a las que prevalecen entre los sionistas en la actualidad. Hoy en día, en el continente europeo, el número de sus habitantes que pueden identificarse como judíos es relativamente muy pequeño.

Es importante dejar muy claro que, hasta las primeras décadas del siglo pasado, el expresivo número de judíos en Europa estaba compuesto en gran parte por personas que vivían del trabajo asalariado. Al igual que los demás trabajadores, ellos también padecían el sufrimiento causado por la violencia del gran capital. Además, hay que señalar que muchos de ellos se habían sumado a las luchas por la emancipación de la clase obrera y por la construcción de sociedades de nuevo tipo. Por esta razón, era común encontrar personas de ascendencia judía entre los líderes de los movimientos revolucionarios de la época. A su vez, la ideología sionista era casi irrelevante en esas comunidades.

Por lo tanto, mucho más que en función de un inexplicable visceral odio racista, la aversión nazi hacia los judíos en ese período se construyó esencialmente para satisfacer la necesidad del gran capital de tener algún grupo social que le sirviera como factor unificador de las fuerzas reaccionarias, para que éstas defendieran sus intereses de clase contra las amenazas que representaba el avance de la organización popular. Como sabemos, las masas trabajadoras judías de Europa en ese momento desempeñaron un papel similar al que allí desempeñan ahora los inmigrantes de los países periféricos.

Hoy, ya sea en los países europeos o en los Estados Unidos, los judíos ya no representan un grupo numéricamente expresivo de extracción popular en condiciones de cumplir la función de enemigo común a combatir. Por lo tanto, es sociológicamente improbable que el antisemitismo (en su sentido de antijudaísmo) vuelva a adquirir proporciones equivalentes a las que tuvo durante la fase en la que el nazismo de Hitler gobernaba Alemania.

Sería bueno dejar claro que el párrafo anterior no pretende ignorar los riesgos de un resurgimiento del nazismo, o de cualquiera de sus variantes. Ni mucho menos. Lo que estamos tratando de explicar es que las peculiaridades que prevalecen en la coyuntura actual nos llevan a creer que las víctimas potenciales de la ira neonazi no están en las comunidades judías, sino en otros grupos sociales que aparentan ser más adecuados para servir a este propósito.

Como ya lo habíamos adelantado de paso, el judaísmo y el sionismo nunca han significado lo mismo. El judaísmo es una identidad cultural o religiosa, pero no racial. El sionismo, a su vez, es una ideología forjada a partir de los intereses de la gran burguesía judía en el momento en que se libraban las grandes disputas interburguesas en Europa. Hoy en día, el sionismo es en esencia una ideología al servicio del gran capital. Por lo tanto, no es casualidad que los neonazis y los sionistas de ahora vayan de la mano en casi todo. Es que, básicamente, el sionismo y el nazismo buscan preservar, defender y lograr los mismos objetivos, es decir, el sostenimiento de todo lo que favorece al gran capital en su fase más destructiva.

La humanidad le debe mucho al humilde y valiente pueblo palestino, porque con su sufrimiento, con su coraje y con su dolor, fue capaz de revelar al mundo la verdadera cara del sionismo, su similitud con el nazismo. Entonces se hace mucho más fácil entender por qué las fuerzas asociadas con la extrema derecha nazi-fascista en todas partes son las más ardientes defensoras de los crímenes del sionismo. Lejos de ser adversarios, los sionistas y los neonazis son ahora aliados umbilicalmente vinculados.

Hoy en día, sólo alguien ajeno a todo sentimiento humanista es capaz de no ver en el sionismo la ideología más atroz que se pueda imaginar. Además, gracias a la valiente colaboración de muchas personas pertenecientes a comunidades judías, está más evidente que nunca que el judaísmo y el sionismo no significan lo mismo. Mientras que el primero es una identificación cultural o religiosa totalmente aceptable y legítima, el sionismo debe ser visto como una de las ideologías más perversas y nefastas jamás creadas por el gran capital para servirle a sus propósitos.Si el genocidio y la tragedia del pueblo palestino han resultado en algo útil para todos, creo que esta contribución se relaciona con el haber eliminado de una vez por todas las dudas que aún pudieran persistir sobre lo nefasta que es la ideología sionista.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.