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León Trotsky y la Revolución Rusa

Fuentes: Rebelión

Esta nueva conmemoración del cruel asesinato de León Trotsky, el 20-21 de agosto de 1940, sirve para hacer una reflexión sobre su obra y su aporte al movimiento obrero mundial y a la teoría marxista. Su nombre está indisolublemente ligado a las revoluciones rusas de 1905 y 1917, de las que fue un dirigente principal, […]

Esta nueva conmemoración del cruel asesinato de León Trotsky, el 20-21 de agosto de 1940, sirve para hacer una reflexión sobre su obra y su aporte al movimiento obrero mundial y a la teoría marxista. Su nombre está indisolublemente ligado a las revoluciones rusas de 1905 y 1917, de las que fue un dirigente principal, junto a Valdimir I. Lenin. Hecho que no han podido ocultar décadas de difamaciones y falsificaciones stalinistas. Pero Trotsky no fue solo actor central de los hechos, sino que nos legó una reflexión teórica sobre esos acontecimientos que cien años después siguen siendo muy útiles.

La Revolución Rusa de 1917 es el gran acontecimiento que marca la historia del siglo XX. Se trató de la primera revolución obrera triunfante que, pese sus particularidades y limitaciones, probó de manera práctica el materialismo histórico, la teoría de Carlos Marx.

Esa revolución fue el fruto de, por un lado, una combinación de circunstancias (la gran industria con la miseria impuesta por la Primera Guerra Mundial, entre otras) y, por otro lado, décadas de maduración de una generación de luchadores socialistas que enfrentaron al régimen autocrático zarista.

La Revolución Rusa tuvo millones de actores, la clase obrera industrial de Petrogrado, principalmente; miles de militantes revolucionarios pertenecientes al Partido Bolchevique; decenas de dirigentes probados en la clandestinidad y en la cárcel; pero, entre todos ellos, destacaron dos personas: Vladimir I. Lenin, cerebro director de la táctica y la estrategia; y León Trotsky, el alma de la revolución, su gran orador, dirigente del sóviet (consejo de trabajadores) y organizador del Ejército Rojo.

La revolución de 1917 fue precedida por otra, en 1905, que algunos han llamado «el ensayo general», en la que la clase trabajadora rusa dio forma al principal instrumento de su lucha, los Consejos obreros o Sóviets. Los cuales consistían en grandes asambleas democráticas en la que los trabajadores discutían los problemas, votaban, elegían sus dirigentes y se organizaban. Cada fábrica organizaba el suyo y luego por distritos y a nivel nacional. Ya en 1905, Trotsky, con apenas 25 años, fue el presidente del sóviet de Petrogrado, la principal ciudad industrial.

Pero la figura de León Trotsky no sólo fue el gran dirigente de la Revolución de 1917 junto a Lenin, sino que fue uno de sus principales teóricos e historiadores. Su libro «Historia de la Revolución Rusa» es un clásico de obligada lectura, porque aporta información precisa y lo hace de una manera muy amena.

En cuanto a la reflexión respecto a las lecciones que deja ese acontecimiento para otros países y su relación con el sistema capitalista mundial, Trotsky aporta su llamada Teoría de la Revolución Permanente, mal comprendida por muchos y denostada por sus enemigos. Sobre todo, Trotsky es recordado por ser el crítico más acérrimo de la degeneración burocrática de la revolución bajo el mando de José Stalin, quien asumió el poder tras la muerte de Lenin en 1924.

Ese combate contra la burocratización stalinista le costó la deportación, el exilio, la desaparición de sus hijos en los campos de concentración en Siberia, y, finalmente, al igual que la mayoría del Comité Central del Partido Bolchevique de 1917, fue asesinado por órdenes de Stalin en 1940, cuando se encontraba en México. Repasemos rápidamente sus aportes teóricos:

a. La Teoría de la Revolución Permanente

Respecto al primer aspecto, debemos decir que desde principios del presente siglo, en que ha entrado de lleno la fase del capitalismo imperialista, se viene desarrollando un debate dentro del marxismo respecto al carácter de la revolución en los países capitalistas atrasados.

En este sentido, es evidente que existe en la obra de Carlos Marx y Federico Engels una concepción que supone que la revolución proletaria se iniciaría por los países capitalistas desarrollados de Europa (Inglaterra, Francia, Alemania).

Sin embargo, el desarrollo del capitalismo monopólico produjo una situación nueva y contradictoria cuando, gracias a la exportación de capitales a las colonias y semicolonias de los países imperialista, permitió un importante grado de desarrollo de la industria capitalista en países en los que persistían elementos de atraso y de relaciones de producción precapitalistas, en el campo especialmente.

Esta situación dio origen al nacimiento del sujeto social que debe llevar a cabo la transformación socialista, junto a una débil y supeditada burguesía nacional, y sin que dichos países hubieran realizado todavía importantes tareas correspondientes a la consolidación del Estado capitalista, como: la unidad e independencia nacional, la superación de relaciones de producción precapitalistas en el agro, la instauración de la república democrática, etc.

Rusia, siendo el país que había desarrollado en más alto grado esta nueva realidad contradictoria a comienzos del siglo XX, fue el laboratorio en que las diversas corrientes marxistas debatieron el carácter de la revolución que debía acometer su proletariado. Podemos sintetizar en tres las teorías más importantes que se sostuvieron: la representada por Plejanov y los mencheviques; la de Lenin y los bolcheviques; y la de Trotsky, a partir de la experiencia de la Revolución de 1905.

Los mencheviques sostuvieron, desde fines del siglo XIX y hasta con posterioridad a al Revolución de 1917, que dado el atraso de Rusia en la realización de las tareas democrático burguesas, que hemos mencionado antes, el carácter de la revolución debía ser democrática, quedando relegada para una etapa posterior la revolución socialista. Por eso, se imponía en un primer momento una alianza del proletariado con la burguesía liberal, a la cual había que apoyar para que instaurase su régimen político.

Lenin, por otra parte, hasta febrero de 1917 (luego adoptó el punto de vista sostenido por Trotsky, aunque sólo hizo explícito parcialmente en las Tesis de Abril), veía el problema del extraordinario peso del problema campesino en Rusia, y en general de las tareas democráticas, pero consideraba a la burguesía liberal rusa como pusilánime e incapaz de enfrentarse a la autocracia zarista.

Contrario a los mencheviques, Lenin opinaba que no había que dar ningún apoyo a la burguesía. Para él la revolución debía ser democrática, pero la única forma de llevarla a cabo consecuentemente era mediante una alianza de obreros y campesinos. Por eso, su consigna era por «una dictadura democrática de obreros y campesinos» ( [i] ). En el transcurso de esta dictadura, cuando las condiciones hubieran madurado, se pasaría de la etapa democrática a la socialista.

Trotsky, junto con otro emigrado ruso de nombre Parvus, elabora en 1905-06 la Teoría de la Revolución Permanente. Según ella, la ley histórica del desarrollo desigual y combinado ha producido que, en la actual fase imperialista del capitalismo, en los países atrasados haya nacido un cada vez más numeroso proletariado a la vez que la burguesía nacional se convertía en una clase constreñida y débil, dependiente del capital extranjero. De modo que esta burguesía estaría incapacitada para recorrer el camino revolucionario, que sí vivió la burguesía de los países adelantados o imperialistas, en el cumplimientos de sus tareas democráticas.

Por otro lado, la experiencia histórica ha demostrado que el campesinado, por su dispersión geográfica y su variada estratificación, es una clase incapaz en sí misma de asumir el poder político. Que cada revolución campesina, desde la Edad Media, ha llevado al poder a un partido radical urbano ( [ii] ). Por lo cual, el factor dinámico en la alianza obrero-campesina lo tiene el proletariado.

De ahí que Trotsky fuera el primero en señalar que, en los países atrasados, y en Rusia en particular, el proletariado podría encabezar una revolución e instaurar su dictadura con apoyo de los campesinos. Esto no significa que esa dictadura del proletariado pueda saltarse las tareas democráticas, sino que las resolverá a la vez que realiza tareas de tipo socialista, como la nacionalización de la industria, el control obrero de la producción, control estatal del comercio exterior, la planificación económica centralizada, etc.

«Entrando en el gobierno, no como rehenes, no impotentes, sino como fuerza dirigente, los representantes del proletariado harán desaparecer, por el hecho mismo, la distinción entre el programa mínimo y el programa máximo, es decir, pondrán el colectivismo a la orden del día. El punto en que el proletariado se vea detenido en esta dirección dependerá de la relación de fuerzas, y de ningún modo de las intenciones iniciales del partido proletario…» ( [iii] ).

Todas las revoluciones del siglo XX que culminaron en una victoria sobre el imperialismo y la expropiación de la burguesía han confirmado esta Teoría de la Revolución Permanente, aún en contra de la opinión de sus propios dirigentes, la mayoría salidos de la burocracia estalinista, que adoptó como estatuto teórico la tesis menchevique de la revolución en dos etapas.

Hay otro aspecto de la revolución permanente muy importante y que aporta una novedad respecto a las fases de la sociedad de transición, y que en cierta forma está presente también en Lenin: el carácter internacional de la revolución socialista. Trotsky, y también Lenin, es consciente que la revolución en un país atrasado como Rusia iniciaba el proceso de la transición hacia el comunismo. Pero, justamente por ese atraso, distaba de poder crear inmediatamente las condiciones para iniciar el proceso de «extinción» del Estado.

Trotsky y Lenin siempre concibieron la Revolución Rusa como la apertura de un proceso revolucionario que debía continuar en toda Europa, especialmente en Alemania. Esta concepción internacionalista de la revolución es opuesta por el vértice a la levantada por la burocracia estalinista en los años veinte, según la cual era posible alcanzar el «socialismo en un sólo país«.

Trotsky sugiere la existencia de una fase diferenciada ( [iv] ), que no es todavía la fase «socialista». Esto sería mucho más evidente en las revoluciones en los países atrasados. En esta fase, lejos de haber un debilitamiento del poder coercitivo del Estado, éste se fortalece por efecto de las presiones de la lucha de clases nacional e internacional. Trotsky llega a proponer que sólo la victoria sobre el imperialismo a escala planetaria creará las condiciones para avanzar en la fase socialista de la transición. Al respecto otro pensador trotsquista a dicho:

«Transcurridos sesenta años de la Revolución Rusa, podemos ver que lo que se anticipaba como una sola etapa en el tiempo durante la dictadura del proletariado -la construcción socialista, la extinción de las clases y de la propia dictadura- se transformó en dos etapas o tareas históricas bien delimitadas.Una primera etapa, en la cual vivimos desde hace sesenta años , donde la tarea esencial es política, de lucha implacable contra el imperialismo y que exige un fortalecimiento del Estado obrero, es decir de la dictadura de clase (que puede ser burocrática o revolucionaria). Y una segunda etapa, posterior a la derrota del imperialismo, donde la tarea fundamental es económica, cultural, de construcción del socialismo y en la que, tal como lo previeron nuestros maestros, el Estado se irá extinguiendo, la dictadura del proletariado se irá debilitando y dejando su lugar al florecimiento más completo e inimaginable de las libertades» ( [v] ).

Esta primera etapa de la transición, caracterizada por un alto grado de confrontación con el imperialismo, una especie de «guerra civil y poder dual» a escala internacional, explica muchos de los sacrificios a que están sometidos los trabajadores y las limitaciones a las conquistas socioeconómicas que la dictadura proletaria puede otorgar. Por supuesto, estos sacrificios pueden ser asumidos de dos maneras: impuestos por una dictadura proletaria burocratizada; o con s cientemente asumidos y democráticamente decididos por los trabajadores mediante una dictadura revolucionaria del proletariado.

Esta precisión teórica que ha aportado el trotsquismo, respecto a las etapas de la transición, y el carácter primordial de la confrontación con el imperialismo en esta etapa histórica, es la única que nos permite comprender los avances y retrocesos de la lucha de clases internacional, y el retorno de algunos Estados obreros al régimen capitalista. Si partimos de creer que la Unión Soviética ya había alcanzado la etapa socialista, y se aproximaba al comunismo, como falsamente levantó la propaganda de la burocracia estalinista por muchos años, no podríamos explicar lógicamente los importantes avances de la restauración capitalista en Rusia desde la «perestroika».

b. La burocratización del Estado obrero

En Trotsky, el análisis referido a la degeneración del primer Estado obrero de la historia ocupa una vasta producción literaria. Cientos de artículos y varios libros dedicó al tema. En la medida en que no es el objetivo de este trabajo realizar un estudio acabado sobre este fenómeno, nos referiremos esquemáticamente a lo que consideramos un aporte en la elaboración marxista respecto al problema del Estado.

1. Para Trotsky la degeneración burocrática de la ex URSS, se produjo por razones históricas concretas, y no constituye una ley forzosa del desarrollo histórico. Trotsky considera que las duras condiciones a que fue sometida la Unión Soviética (cuatro años de guerra civil, aislamiento mundial, etc . ) sumadas al atraso económico y cultural de Rusia, fueron los factores decisivos en la degeneración burocrática del Estado soviético. Lo mejor de la vanguardia obrera y del partido sucumbió en la guerra civil, las esperanzas de que la llama revolucionaria prendiera en otros países se fue apagando tras cada fracaso, todo esto en un medio social caracterizado por el atraso. Estos serían los factores objetivos primarios que dan origen a la degeneración burocrática.

2. Por otra parte, la degeneración burocrática es producto también de las contradicciones sociales y económicas que persisten en esta sociedad de transición. «El burocratismo soviético (…) es producto de las contradicciones sociales entre la ciudad y la aldea, entre el proletariado y el campesinado -estas dos clases de contradicciones no son idénticas-, entre las repúblicas y los distritos nacionales, entre los diferentes grupos del campesinado, entre las distintas capas de la clase obrera,… y, finalmente entre el Estado soviético de conjunto y su entorno capitalista«. Y agrega: «Elevándose por encima de las masas trabajadoras, la burocracia regula estas contradicciones» ( [vi] ).

3. Trotsky considera a la burocracia como una casta socialmente diferenciada del proletariado, una casta perteneciente a los estratos medios de la sociedad, que asocia a la pequeñaburguesía. Esta casta tiene intereses propios, contrapuestos a la clase obrera, y se sirve de los aparatos (partido, sindicatos, etc . ) y del Estado creados por el proletariado para hacer valer sus privilegios.

4. Contrario a algunos sectores marxistas, Trotsky sostuvo que la Unión Soviética gobernada por Stalin seguía siendo un Estado obrero, y no constituía ni un nuevo tipo de Estado, ni un retorno al capitalismo (algunos pretendieron hacer un signo igual entre Hitler y Stalin). La usurpación burocrática había sido esencialmente política: se apoderó de la máquina estatal y del partido. Pero la usurpación no tocó la base socioeconómica del Estado obrero, es decir, la industria nacionalizada. Por eso, al no ser dueña de los medios de producción, aunque sacara prebendas de ellos, no constituyó una clase social explotadora.

5. Por todo ello, la tarea histórica del proletariado ruso, con respecto a la burocracia era política y no social. Los trabajadores debían, según Trotsky, realizar una nueva revolución política que sacara a la burocracia del poder y restituyera la democracia soviética y el verdadero control obrero. Si la clase obrera no llegaba a concretar la victoria sobre la burocracia, mediante una revolución política triunfante, era posible que la burocracia en el afán de sostener sus privilegios llevase el país por la senda de la restauración capitalista.

6. La revolución socialista, especialmente en los países con una clase obrera numerosa, rica en tradiciones y con elevadas conquistas culturales, como la europea, tendría mejores condiciones para iniciar la transición al socialismo sin sufrir los rigores de la degeneración burocrática.

Notas

[i] . Trotsky, León. La revolución de octubre. Editorial Fontamara. Barcelona. 1977. Pág. 227-232.

[ii] . Ibídem, pág. 228.

[iii] . Ibíd., pág. 239.

[iv] . Trotsky, León. La revolución traicionada. Editorial Fontamara. Barcelona, 1977. Págs. 65-81.

[v] . Karim, Darioush. La dictadura revolucionaria del proletariado. Colección Polémica Internacional. Bogotá, 1979. Pág., 282.

[vi] . Trotsky, León. «El estado obrero, termidor y bonapartismo«. En Escritos. Tomo VI, volumen 1, 1934-35. Editorial Pluma. Bogotá, 1979. Págs. 263-264.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.