Es difícil pasar por el Aeropuerto de Barajas en Madrid y no fijarse en el mural que el pintor ecuatoriano, Oswaldo Guayasamín levantó en ese lugar en honor a su pueblo. La rabia indígena, tras más de quinientos años de sumisión, parece saltar de aquella pared para gritar a cuanto viajero se cruza, que la […]
Es difícil pasar por el Aeropuerto de Barajas en Madrid y no fijarse en el mural que el pintor ecuatoriano, Oswaldo Guayasamín levantó en ese lugar en honor a su pueblo. La rabia indígena, tras más de quinientos años de sumisión, parece saltar de aquella pared para gritar a cuanto viajero se cruza, que la América Latina está más viva que nun ca y que ahora tiene la frente en alto, que ha recuperado la dignidad que algunos tiranos pretendieron arrebatarla.
Y sobre la imagen que irreverente alzó el maestro en pleno corazón de España, se lee una lapidaria frase atribuida al guerrero inca Rumiñahui, General del Ejército de Atahualpa: «Les faltará cordel para atarnos». Ese enunciado se hizo «carne y hueso» toda vez que, completando la travesía, llegamos hasta Ginebra, donde Ecuador exclamó al mundo sus avances en materia de derechos humanos.
¿Cuánto cordel les habrá faltado que no lograron atarnos a las políticas dictadas por el Fondo Monetario Internacional (FMI), por el Banco Mundial y por el Consenso de Washington?
¿Cuánto cordel les habrá faltado para amarrarnos a un modelo económico dictado desde el norte? En Ecuador caminamos hacia el socialismo abandonando al nefasto neoliberalismo, cuyo objetivo principal era entregarnos a manos de transnacionales poderosas que, sin vergüenza, buscaban apoderarse de la riqueza, dando la espalda a los más pobres y a las políticas más básicas de respeto a los derechos humanos.
Hoy, el manejo responsable y soberano de nuestros recursos económicos ha permitido que el Estado se fortalezca para garantizar a la mayoría de ecuatorianos condiciones dignas de vida. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en su informe de 2011, coloca a Ecuador como el segundo país de la región que más ha disminuido su tasa de pobreza.
Y no sólo eso: el desempleo se ha reducido al 4,2%, y el subempleo registró un descenso del 57 al 44%, en los últimos cuatro años; la cobertura de la canasta básica ha aumentado del 66 al 93%, del 2006 al 2012; se ha triplicado la inversión en educación y en salud. Se estima que hasta junio de 2011, el 70,4% de los hogares ecuatorianos tenían vivienda propia.
Cómo no mencionar los avances logrados en los derechos de las personas con discapacidad. En los últimos tres años, casi 900 mil personas con capacidades especiales o sus familiares recibieron atenciones médicas; sin mencionar las ayudas técnicas que el Estado les ha otorgado: bastones, sillas de ruedas, muletas, colchones, audífonos, prótesis, etc.
Entonces, pese a que cierta prensa privada tanto nacional como internacional nos quiera convencer de lo contrario, en Ecuador si se respetan los derechos humanos. Y aunque, los apátridas de siempre, con calculadora en mano, buscaran más allá de resaltar los logros ecuatorianos, sumar y restar posturas, cabe decir que Ecuador si fue ovacionado en Ginebra. Sin embargo, algunos canales de televisión quieren ignorar esa realidad, pero les faltará mucho cordel para atarnos, mucha venda para cegarnos y aunque el ruido sea fuerte, ya no podrán mentirnos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.