En lo personal, desde el momento inicial de mi apoyo al gobierno de Rafael Correa, allá por sus inicios en el año 2006, la gran esperanza que mantenía giraba alrededor de un proceso de real redistribución de la propiedad en el país. Desde una visión de socialismo libertario, nunca creí en una estatización de la […]
En lo personal, desde el momento inicial de mi apoyo al gobierno de Rafael Correa, allá por sus inicios en el año 2006, la gran esperanza que mantenía giraba alrededor de un proceso de real redistribución de la propiedad en el país. Desde una visión de socialismo libertario, nunca creí en una estatización de la propiedad al estilo de la antigua URSS. Ese tipo de procesos siempre llevan al establecimiento de una clase que, tarde o temprano, se vuelve parasitaria y que domina el poder político y económico de una nación. El problema está en la representación: siempre el representante termina por dejar de representar al pueblo y empieza a representarse a sí mismo, pero mantiene como estrategia para justificar sus beneficios el discurso de que representa a grupos con los que hace mucho perdió conexión.
Por esta razón, la esperanza giraba alrededor de una redistribución de la propiedad entre los ciudadanos y no de una estatización de ella. Esto habría convertido al Ecuador, efectivamente, en una sociedad de propietarios bastante equilibrada. Al principio, como digo, existían muchas ideas en este sentido: redistribuir las concesiones de agua, redistribuir la tierra y, más adelante, redistribuir por compra los paquetes accionarios de las empresas.
Sin embargo, las esperanzas murieron rápidamente pues el gobierno de Correa tan solo incursionó en una redistribución de las ganancias de la actividad económica general, mediante mecanismos impositivos progresivos. Esto, efectivamente, creó mejores condiciones de vida para la población pero no en el nivel suficiente, pues conserva y refuerza los extremos de acumulación de las clases pudientes. En otras palabras habíamos llegado a un capitalismo más moderno y equilibrado[1], pero de ninguna manera a algún tipo de socialismo.
Hasta hace unas pocas semanas me parecía seguro que esto se iba a mantener hasta el fin de la revolución ciudadana cuando, al parecer, la permanente pugna interna en ALIANZA PAIS le proporcionó una nueva oportunidad a uno de los escasos grupos de izquierda socialista que aún persisten a su interior. Este pequeño grupo logró convencer al mandatario, con el apoyo de Thomas Piketty, de que en realidad nada variaría luego de la salida del gobierno si no se intentaba incursionar en alguna forma de re-distribución de la propiedad. ¿Por qué escoger la herencia para este fin? Pues porque es parte de la estrategia sugerida por Piketty[2], a pesar de que, en el país, probablemente no sea lo más efectivo.
De todas maneras, considero que hay que aprovechar el viraje redistributivo de Correa, por lo menos para introducir la discusión sobre la diferencia entre redistribución de la ganancia y redistribución de la propiedad y para hacer notar que estos últimos 8 años están plagados de iniciativas de redistribución de la propiedad, que han venido desde los sectores populares, a los que el presidente tanto ataca, sin haber logrado posicionar ninguna de ellas, básicamente por la oposición de la Revolución Ciudadana.
El intento piketiniano de redistribuir la propiedad a través de la herencia es, con toda probabilidad, el primer y, hasta hoy, único intento del régimen por avanzar desde un esquema liberal capitalista hacia otro de tinte más socializante. Las razones para haber optado por esto guardan relación, como hemos dicho, con las luchas internas dentro de PAIS, pero también es posible que tengan que ver con un intento de Correa por no perder el espacio de la izquierda frente a la emergencia de un sector sindical ligado a movimientos de izquierda no afectos a PAIS, que le empezaba a disputar el espacio con cierto éxito.
Dentro del esquema político correísta, el llegar a adueñarse y quedarse solos dentro del espectro político de izquierda es de trascendental importancia, pues plantea la posibilidad de ingresar a la elección de 2017 con una polarización entre un PAIS como único «representante» de la izquierda y el progresismo vs. una confluencia de varios sectores de derecha en la oposición. El lograr sumar a la izquierda no correísta en las filas de la derecha es, por tanto, un objetivo de alta importancia para el régimen[3].
Por otro lado, resulta imprescindible hacer notar como el presidente vuelve a errar al decirnos el lunes 15 de junio de 2015 que «el problema no es la tabla». Más adelante voy a tratar de demostrar como la tabla si era el problema, solo que desde una óptica que Correa aun no logra reconocer.
COMO FUNCIONA LA LEY DE HERENCIAS PROPUESTA:
El Presidente de la República y, en su ausencia, algunos dentro de las decenas de tecnócratas del régimen nos propusieron, como es conocido, una Ley de Herencias que en un principio gravaba a estas con hasta un 77,5% de impuesto y que posteriormente creó un gravamen diferenciado entre los herederos directos y aquellos que no lo son, gravando a los primeros con el 47,5 % de arancel y a los segundos con el 77,5 %, siempre que la herencia individual estuviese más allá de los 35.400,00 dólares. Todo acompañado del discurso de que esto venía a sustituir a la actual ley que grava a todas las herencias desde los 60.880,00 dólares.
Hay que decirlo, este acto era probablemente el primero en la dirección de un socialismo verdadero y de una redistribución de la propiedad, cuyo concepto es, con toda probabilidad hoy en día, la más clara diferencia entre socialismo y capitalismo,[4] pero se lo ha propuesto con demasiada torpeza como veremos inmediatamente:
Probablemente sea cierto que al final solo un 2% de propietarios, de hecho de muy grandes fortunas, eran los más afectados pues en un proceso de herencia debían tributar la mitad de lo acumulado y es cierto, también, que el objetivo del gobierno eran estos grupos de extrema acumulación con el objetivo de lograr que la propiedad se democratizara lo más posible. Por otra parte, es muy probable que lo que se buscaba era establecer un proceso de democratización desde la oferta (estructura de la propiedad) y no desde la demanda (estructura de redistribución de la ganancia)[5], lo cual implicaba la reasignación de esa propiedad tributada por herencia al estado para que este la redistribuya, o directamente a trabajadores de empresas que cayeran dentro de procesos de herencia.
De todo esto se deduce que no existía necesidad relevante para hacer tributar a pequeños, o inclusive, medianos propietarios en el país. ¿Qué podía obtener el gobierno al hacer tributar herencias de 200.000,00 ó 500.000,00 ó 1.000.000,00 de dólares? Nada, o casi nada, en términos de redistribución de la propiedad. Redistribuir las casas de propietarios de clase media es una locura sin sentido. El objetivo de esta ley, si guardaba un mínimo de lógica, eran las fortunas de ese 2% de propietarios con fortunas de 10, 20, 50, 100 o más millones para que pudiéramos tener un país en donde no solo hubiese una mejor repartición de la ganancia sino, prioritariamente, una mejor distribución de la propiedad.
Por otro lado, el sistema de por sí es de una gran complejidad pues hay que calcular por segmentos que se suman sucesivamente, lo que implicaba que todos los ecuatorianos hubiesen sabido con anterioridad que:
No se debía calcular desde la cifra recibida hacia abajo aplicando el porcentaje de tributación del grupo a la totalidad de la cantidad recibida, sino que se debía calcular por segmentos de acuerdo a los diferentes grupos de cálculo propuestos. Si uno se fija en la tabla propuesta, allí se establecen seis grupos de cálculo, cada uno de ellos se relaciona con un grupo de nivel salarial, lo cual es innecesario pues no se trata de un asunto de empleo. Era suficiente con dejar establecido de que de tal cantidad a tal cantidad se tributaba en determinado porcentaje, el resto complejiza innecesariamente la tabla.
Posterior a esto se debía sumar los resultados de cálculo de cada grupo para conocer el total a tributar y,
El último segmento, a menos que fuese hasta la cifra límite del grupo, se debía calcular sobre el residuo sobrante dentro del grupo final aplicable, de acuerdo a la cifra real de herencia recibida. Por ejemplo, si yo recibo una herencia de 50.000,00 dólares, caigo dentro del primer grupo que va de 00 – 35.400,00, en el cual se tributa en cero porcentaje, pero me sobra un residuo de 14.600,00, que cae dentro del siguiente grupo que va de 35.401,00 a 70.800,00 dólares. Es decir debo aplicar el porcentaje de 2,5%, establecido para este último grupo, a esos 14.600,00 dólares. Posterior, sumo lo que correspondiente a tributo de los dos grupos y ese es el valor correcto a ser entregado al Estado.
Todo esto se hace explícito si se mira una tabla con cifras y porcentajes reales como la siguiente y no por grupos de nivel de salarios con fracciones básicas como la presentada en la propuesta de ley:
DESDE (dólares) HASTA (dólares) PORCENTAJE APLICABLE DE TRIBUTACION
00 – 35400= 00 %
35401 – 70800= 2,5 %
70801 – 141600= 7,5 %
141601 – 283200= 17,5 %
283201 – 566400= 32,5 %
566401 en adelante= 47,5 %
EL GRAVE ERROR DE UNA TABLA CON UN PISO MAS BAJO
Es obvio, más allá de la propaganda oficial que incomprensiblemente se centra en una negación total y absoluta de cualquier tipo de error de procedimientos, que lanzar al consumo público la idea de que en el pasado se tributaba en el caso de herencias por sobre encima de los 60.880,00 dólares, pero que al cambiar esto fijando el piso de tributación en los 35.400,00 dólares, ese solo cambio iba a beneficiar a toda la población ecuatoriana pero en especial a la más pobre; era un error de apreciación y un desatino completo.
¿Cómo se le puede explicar al ecuatoriano promedio que bajando el piso de la tributación se logra un beneficio para todos o para casi todos? Esto es como decir que la cifra de 60.880,00 es inferior a la cifra de 35.400,00. Esto es una contradicción matemática que resulta casi como esos juegos de palabras que afirman que 2 + 2 no son 4, o como las máximas de mayo del 68 en París que hablaban de que: «No descansaremos hasta que 2 + 2 dejen de ser 4[6]». Locura tras locura, insensatez tras insensatez: primero gravar las herencias desde los 35.400,00 para luego afirmar que 35.400,00 es una cifra menor a 60.880,00.
Lograr hacer consumir y aceptar esto a la población del país habría sido casi un acto de magia, o una demostración de supremo dominio de la psiquis de los ecuatorianos. Habría significado que la empatía del presidente con el pueblo era de tal magnitud que este último estaba dispuesto a creer todo lo emanado desde Rafael Correa sin cuestionamiento alguno. Casi habría sido una demostración de encantamiento o de hipnosis social.
Por supuesto nada de esto sucedió, y menos aún en un punto en que el gobierno atravesaba por un periodo de deterioro de la imagen y de la credibilidad, establecido por numerosas medidas que lucen muy contrarias a los intereses del pueblo[7].
Si el gobierno tan solo hubiese optado por decir que el piso de tributación por herencia subía a 200 o 300 mil dólares y por encima de ello proponía una tabla gradual hasta el mismo límite que hoy propone, todo habría sido diferente en la conciencia pública pues se habría establecido de manera directa y clara que:
El gobierno en el afán de proteger a las clases bajas y medias subía el piso de tributación.
Por sobre ese piso sí se tributaba más para efectivamente redistribuir la propiedad excesivamente acumulada.
Los realmente afectados eran ese 2% de la población que acapara el 70% de la riqueza.
Esto a su vez habría tenido efectos muy buenos para la aceptación del gobierno pues habría provocado que:
Se impidiera la alianza clase media – clase alta que se provocó con la estrategia adoptada. La clase media no habría plegado a los reclamos de la clase alta y hasta habría sentido que había justicia en estas medidas.
Si, adicionalmente, se hubiese prescrito que la única forma de pago de estos impuestos era trasladando la propiedad a trabajadores de las empresas afectadas o a otros trabajadores con ingresos limitados, se habría provocado deseo y expectativa entre los menos favorecidos y entre las clases medias.
EXISTEN MEJORES ESTRATEGIAS QUE LA HERENCIA PARA REDISTRIBUIR LA PROPIEDAD
Finalmente, debemos preguntarnos si este extraño viraje del régimen es el comienzo del montaje de una estrategia determinada desde el principio para arribar a alguna forma de socialismo, o si solo fue una «aventura izquierdista» dentro de una tendencia indudable de optimización de un modelo capitalista.
En lo personal me declaro un seguidor inicial de Correa, cuando este lanzaba un mensaje claro de viraje hacia un modelo socialista sustentado en una amplia participación popular. El tiempo se encargó de desilusionarme cruelmente pues el gobierno, luego de la aprobación de la constitución del 2008, tan solo caminó hacia la desarticulación de la izquierda ecuatoriana, que con todos sus errores por lo menos no era una falsificación al estilo PAIS.
Hoy en día este parece ser el análisis adecuado: PAIS es tan solo un movimiento de creencias liberales -no neoliberales- que creó una estrategia de apropiación de una imagen que en el Ecuador se venía reputando por años: la de una izquierda que por el hecho de nunca haber controlado un gobierno era la única que no había decepcionado nunca a los ecuatorianos. El centro, la derecha, dentro de su contexto neoliberal, habían agredido al país y sus resultados eran nefastos. Llegó, en estos momentos, un movimiento con discurso de izquierda que reorganizó todo para conducirnos hacia un liberalismo con controles estatales, que nunca había pretendido repartir la propiedad sino tan solo la ganancia.
Es muy probable que en el momento actual esta sea la diferencia básica entre liberalismo y socialismo: la democratización o no de la propiedad. El liberalismo y el neoliberalismo afirman que esto atenta contra la necesidad de acumulación imprescindible para el crecimiento económico sin revelar que igual se puede acumular privadamente como socialmente y que esto asegura, de igual manera, la potencia económica suficiente.
Hasta antes de este proyecto de ley y del otro sobre la plusvalía, mi creencia ya consolidada decía que el régimen era una extraña amalgama entre un liberalismo de corte keynesiano en lo económico, acoplado a un stalinismo depurado en lo político. No creo que esto haya cambiado, o por lo menos esta aventura no afirma por completo lo contrario[8]. Sin embargo, no hay que abandonar por completo la inquietud, por lo cual, lo que debe continuar es el intento de hacer mirar a esa izquierda, casi en extinción dentro del gobierno, que existen formas más claras y seguras de avanzar en un proceso de redistribución de la propiedad:
Un proceso normado de redistribución de tierra y agua en el país, basado en mecanismos de inversión pública como el Fondo Nacional de Tierras prescrito en el artículo 282 de la Constitución de la República, que permanece abandonado y olvidado a pesar de lo taxativo que es.
Ese proceso supone: el aporte de no más de 200 millones de dólares anuales al fondo, destinados a financiar la compra de tierras y su posterior venta a pequeños propietarios campesinos o a campesinos sin tierra, a un interés de no más del 3% que solo asegure la operación del fondo y a plazos de más de 30 años.
El pago de la tierra física o de los paquetes accionarios de empresas agro – productivas[9] debe ser reinvertido totalmente dentro de estas empresas lo cual crea un aporte de capital para el impulso de sus negocios.
Estos pagos deben ser hechos a precios de catastro y no de mercado a cambio de una cesión de paquetes accionarios de hasta un 40%.
Un proceso de pago obligatorio de un porcentaje de los tributos de las empresas, por medio de acciones cedidas a sus trabajadores o a trabajadores externos de escasos ingresos.
Un proceso fuerte de inversión productiva, empujado desde el Estado, en empresas nuevas y en PYMES que aseguren una distribución accionaria de la propiedad muy extendida y no concentrada.
Todas estas medidas provocarían un paulatino pero constante traslado de la propiedad hasta establecer puntos de democratización más adecuados de esta, crearían flujos de capital enfocados hacia las empresas que acelerarían sus procesos productivos, crearían condiciones mejores de consumo para los estratos bajos y medios de la población y por ello una adicional aceleración de la economía y, finalmente, harían que PAIS dejara de ser un simple grupo de falsificación ideológica para pasar a ser un real proponente de un nuevo camino hacia una sociedad de tiente socialista.
NOTAS:
[1] A estas alturas es bastante claro que el límite real del capitalismo es el neoliberalismo y que su punto adecuado de desarrollo es el liberalismo keynesiano. Cuando estalló la burbuja inmobiliaria en EEUU se venía de un tiempo de acumulación de ganancia extraordinaria, alrededor del comercio inmobiliario, surgida de un mercado manipulado, en provecho de los pudientes y por medio de la liberalización total. Es obvio que si hay una liberalización total el mercado terminará siendo manejado por el grupo con más poder y con mayor necesidad de acumulación suplementaria. En un contexto histórico de cada vez menor tasa de ganancia, esta es una tentación que ningún grupo económico dejará de lado y que siempre terminará provocando desequilibrios y diferentes niveles de colapso. El liberalismo keynesiano evita esto al imponer límites desde el estado. Paragógicamente, el capitalismo le debe a Keynes su permanencia y a Friedman la posibilidad del colapso.
[2] Esto ya huele a error adicional pues el contexto europeo que privilegia una redistribución a través de la herencia mantiene sus propias condiciones: gran desarrollo de clase media, poder político relativo menor de las clases altas, amplio tiempo de desarrollo de estas condiciones y gran nivel de educación de la población.
[3] El logro de este objetivo le asegura a PAIS la no división de los votos de las poblaciones progresistas o decididamente de izquierda, por lo tanto la acumulación de apoyo en sus listas llevando a la población a decidir su voto de acuerdo a la máxima: «te detesto Nebot (o Rodas, o Lasso) por obligarme a votar por Correa».
[4] Cuando el socialismo real, el de la URSS, aún existía, se podía hablar de varias otras diferencias entre el socialismo y el capitalismo existentes. El socialismo era estatista, no mantenía propiedad privada alguna, la propiedad era solo del estado, bajo un supuesto de representación social. El capitalismo en cambio, mantenía propiedad privada, limitaba tanto como podía al Estado y acumulaba la propiedad en pocos. Luego de la caída del socialismo real, hoy en día, nadie es capaz de discutir el error que supone la propiedad solo Estatal y se cuestiona el supuesto papel de representación del Estado. Se va llegando, muy paulatinamente, a la conclusión de que la alternativa a la propiedad estatal es la propiedad social extensa, no la propiedad privada concentrada, y que la alternativa a la acumulación en pocas manos es la disgregación total de esa propiedad y su beneficio.
[5] En una entrevista reciente de diario El Comercio a Roberto Mangabeira Unger, ex Ministro de Asuntos Estratégicos en el gobierno de Ignacio Lula Da Silva, el ex ministro menciona que está en el Ecuador para «poder ayudar al Gobierno de Ecuador a construir una estrategia de desarrollo basada en capacitaciones educacionales y oportunidades productivas, una democratización de la Economía de lado de la oferta y no solo de la demanda.» (el subrayado es mío) (Roberto Mangabeira Unger, El modelo de desarrollo del Brasil se agotó y proponemos otro…, Entrevista diario El Comercio, pagina A12 de la edición impresa, miércoles 26 de agosto de 2015)
[6] En el mayo del 68 se luchaba, por otro lado, por lograr transformar realidades inaceptables mas no por imponer formas de cálculo absurdas.
[7] Otras contradicciones como: afirmar que no darle su dinero a los jubilados del IESS no crea problemas para ellos y para todo el sistema (es cierto que ahora no se necesita todo el dinero disponible para jubilaciones, pero es de prudencia mínima hacer provisiones para el pago posterior de jubilaciones que de otra forma van a ser un problema enorme, en el supuesto de tener que cubrir el 100 % de ellas. Lo cual muy difícilmente se podrá hacer así ahora se asegure esto); afirmar que ponerle límites a la sindicalización pública beneficia a los trabajadores públicos y a todos los ecuatorianos; establecer que no es contradictorio el concepto de renuncias obligatorias en el sector público. Todo esto configura una tendencia gubernamental a promocionar una lógica basada en la contradicción como forma de verdad oficial. Está demostrado históricamente, que esto funciona por tiempo limitado, el exacto que dura el estupor y la sorpresa, pero luego la lógica amasada por milenios vuelve a imponerse irremediablemente.
[8] Parece solo afirmar la cada vez más clara lucha entre las facciones internas de derecha y de izquierda al interior del movimiento de gobierno, así como la perdida de espacio de esa izquierda de PAIS que parece haber visto en este desesperado intento su forma de retornar a los espacios de poder perdidos.
[9] Los propietarios de grandes extensiones agrícolas deben tener la doble posibilidad de ceder la tierra física o de ceder paquetes accionarios previa su conversión en empresas agro – productivas.
Fuente: http://lalineadefuego.info/2015/09/15/ley-de-herencias-el-problema-si-era-la-tabla-por-el-director/