Luchar por un mundo más justo, necesariamente implica erradicar aquellas mentalidades basadas en prejuicios indefendibles como el sexismo, el racismo o el especismo (discriminación de un individuo en base a su especie). Si un ser siente, si un ser sufre y disfruta de su vida, no hay ninguna razón para no respetar su interés en […]
Luchar por un mundo más justo, necesariamente implica erradicar aquellas mentalidades basadas en prejuicios indefendibles como el sexismo, el racismo o el especismo (discriminación de un individuo en base a su especie).
Si un ser siente, si un ser sufre y disfruta de su vida, no hay ninguna razón para no respetar su interés en vivir, su interés en no sufrir y su interés en vivir en libertad.
La liberación animal es una causa justa y urgente.
Vivimos en un mundo en el que se cometen tremendas injusticias diariamente, siendo sus víctimas una gran parte de la población. Muy pocas/os cuestionamos aquello que sucede a nuestro alrededor y por desgracia aún menos de nosotras/os pensamos que puede existir una realidad social diferente a la existente.
Discriminaciones arbitrarias como el sexismo, el racismo u otras… son probablemente tan habituales hoy en día como lo fueron en siglos anteriores. Estas injusticias, como tantas otras, se basan en la inaceptable premisa de que existen individuos que de alguna manera son «inferiores» o «importan menos» que otros. Dichas discriminaciones suelen defenderse alegando que aquellos tachados de «inferiores» carecen de alguna característica que el grupo «explotador» u «opresor» considera relevante.
A lo largo de la historia se ha explotado, esclavizado, asesinado, mutilado y violado a millones de personas, buscando justificación en la tradición y la cultura o en motivos tan escalofriantes como el color de piel, el sexo, las creencias…
El mismo patrón se ha repetido y se repite incesantemente; un grupo se cree legitimado para aprovecharse de otro u otros, de dominarlos y reducirlos a medios para su enriquecimiento, placer o aprovechamiento. Muchos/as olvidan, que cada una/o de nosotras/os, somos personas; individuos con pleno interés en ser dueñas/os de nuestras vidas y con el deseo de disfrutar de ella como consideremos oportuno.
Pero pocas veces reflexionamos sobre los verdaderos intereses y necesidades de los demás animales, de aquellas/os que no pertenecen a nuestra especie, existe por ello, una forma de discriminación tan grave y menos cuestionada que cualquiera de las anteriores: el especismo, o la discriminación de un individuo en función de la especie. Una mentalidad profundamente arraigada que considera a los demás animales «propiedades» de las mujeres y los hombres, propiedades que sólo tienen valor en función del beneficio que se obtenga de ellas.
La esclavitud de la que son víctimas aquellos/as que no pertenecen a nuestro grupo (en este caso el humano) es igual de injusta que cualquier otra. El especismo está basado en los mismos prejuicios indefendibles que las demás formas de discriminación y por encima de todo está el sufrimiento y la muerte que padecen aquellos animales, víctimas del especismo.
Más de 100.000 millones de animales no humanos, unas 15 veces la población humana, mueren anualmente por no ser «como nosotros/as», o por no pertenecer a alguna especie que pensemos debe ser respetada (perros, gatos, animales en peligro de extinción…). Aquellas/os que defendemos la liberación animal, no somos «amantes de los animales», de la misma forma que quien lucha por la justicia social no es un «amante de los pobres», ni quien lucha contra el racismo es un «amante de los negros», la liberación animal es una cuestión de ética y justicia.
Cada una/o de nosotras/os los animales, somos individuos con interés en vivir nuestra vida plenamente y interés en no sufrir. Todos y todas, independientemente de la especie a la que pertenezcamos, de nuestra apariencia o de nuestro tipo o grado de inteligencia, somos seres capaces de sentir. Poseemos un sistema nervioso que nos permite sufrir y disfrutar, tener experiencias como el dolor y el placer. Tenemos además interés en seguir experimentando aquellas sensaciones que percibimos como agradables e interés en evitar aquellas que percibimos como desagradables. Lo que yo experimento como agradable o lo que es importante para mi, no tiene porque serlo para otro animal (sea este humano o no humano), pero no por ello puedo concluir que los intereses de otras/os merecen ser infravalorados o ignorados. Mi interés en acceder a una educación es importante para mí, al igual que para una gallina es importante o agradable darse baños de arena, agitar las alas… Considerarnos mejores
o considerar que nuestro grupo esta en su derecho de explotar a los demás es una mentalidad autoritaria, sin ninguna justificación ética.
Ninguna/o de nosotros/as (animales humanos y no humanos) quiere acabar en el plato de alguien siendo su comida, ni ser utilizadas/os como abrigo, material de laboratorio o entretenimiento.
A algunas/os les puede resultar escandalosa la comparación entre especismo (la discriminación basándose en la especie) y otras discriminaciones tales como el sexismo o racismo… pero lo cierto es que son análogas; quien discrimina a un ser capaz de sentir en base a su especie o inteligencia está aplicando la misma fórmula que quien discrimina en base al sexo, al color de piel u ojos. Ninguna de estas características es relevante cuando hablamos de vida y sufrimiento, ni importa a la hora de respetar a alguien. El poder, la fuerza, el dinero, la apariencia o la posesión de un determinado tipo o grado de inteligencia, no dan derecho a hacer daño o matar a otras/os y ninguna de estas características puede ser utilizadas para justificar la explotación de individuos con intereses propios. El tener la capacidad para explotar a otros/as, no indica que seamos superiores, ¿o acaso hemos de considerar superiores a quienes nos explotan?
De la misma manera que no pediríamos una reducción del número de palizas que recibe un esclavo humano, ni la mejora de las condiciones de su esclavitud, la esclavitud animal nunca cesará si pedimos una reforma de las condiciones en las que se explota a estos, debemos luchar por la total abolición de la explotación animal. El problema del que son víctimas los demás seres con capacidad para sentir es el especismo, no las granjas factoría, ni los métodos utilizados para probar determinados productos en ellas/os. La solución no pasa por un trato más «humano», debemos promover y luchar el fin de su utilización como recursos.
Cualquier utilización de alguien que siente, siempre lleva implícita una desconsideración de sus intereses, y por lo tanto, sufrimiento, muerte y la privación de su libertad. No nos engañemos, la ganadería «ecológica», o la producción de huevos de corral, no son más que meras estrategias comerciales, los animales siguen muriendo cuando no son «productivos», siguen siendo considerados medios para nuestros fines.
La auténtica libertad pasa por que cada una/o de nosotras/os luchemos porque las/os demás también lo sean. Luchar por un mundo más ecuánime necesariamente implica respetar a todos aquellos individuos sintientes que viven en él. Cada una/o de nosotras/os (animales humanos y no-humanos) valoramos nuestra vida y libertad al margen de los beneficios que la privación de estas pueda acarrear para otras/os. Tanto un ternero, como un/a niña/o sienten su vida como única y harán lo necesario para conservarla.
Debemos promover y luchar por un mundo más justo sin prejuicios e independientemente de si el de al lado es mujer, Homo Sapiens, gallina, rubio, trucha, cerdo o europeo. Las situaciones injustas nunca cambiarán si no cambiamos primero nosotras/os. Debemos ser partícipes hoy, de aquello que queremos para mañana, sin buscar justificaciones que excusen nuestro estilo de vida injusto.
Podemos elegir entre un estilo de vida basado en el sufrimiento y muerte de otras/os y un estilo de vida ético (veganismo), respetuoso con los demás seres capaces de sentir y experimentar su vida, ¿qué razón podría haber para no elegir lo segundo?.
ALA – Alternativa para la Liberación Animal
http://www.liberacionanimal.org