Por cortesía de Antonio Córdoba, de Elástico, he podido leer durante las vacaciones el resultado de su titánica labor de traducción del libro Free Culture, de Lawrence Lessig. Una obra cuyo título puede traducirse, tal como acertadamente advierte Antonio, tanto por Cultura Libre como por Liberen la Cultura. Una vez acabado el libro, y teniendo […]
Por cortesía de Antonio Córdoba, de Elástico, he podido leer durante las vacaciones el resultado de su titánica labor de traducción del libro Free Culture, de Lawrence Lessig. Una obra cuyo título puede traducirse, tal como acertadamente advierte Antonio, tanto por Cultura Libre como por Liberen la Cultura. Una vez acabado el libro, y teniendo en cuenta su carácter decididamente militante, me inclino más por esta segunda acepción. De la misma forma, quizás deberíamos llamar Lorenzo Lessig a su autor: por la misma razón que hablamos de Carlos Marx, o de Guillermo Shakespeare, dado su carácter universal.
Tal como es arriba, es abajo: todo cuanto ocurre en el mundo real tendrá antes o después su traducción al ciberespacio. De la misma forma que la revolución industrial fue acompañada por la lucha de clases entre los detentadores de la propiedad y los partidarios del cambio social, la revolución cibernética nos ha traído la guerra del copyright. Y del mismo modo que frente al poder burgués se alzaron distintos movimientos obreros, los detentadores de la propiedad intelectual ven alzarse frente a sí a dos alternativas muy distintas: piratería y copyleft. Las ideas de Lawrence Lessig triunfarán: representan la socialdemocracia del copyleft, su cara más amable.
Muy lejos de posturas radicales, Lawrence Lessig reivindica la bondad intrínseca del sistema: en sus esquemas, la propiedad es buena, la piratería es mala. Para el autor, el problema radica en los excesos del sistema legal de derechos de autor, en su extensión inadecuada al mundo digital. La obra de Lessig no plantea en absoluto un cambio de sistema: todo lo más, un ajuste a los nuevos tiempos, con objeto de preservar el dominio público cultural, víctima de una voraz expropiación.
El libro analiza la destrucción progresiva del procomún cultural, aportando ejemplos sangrantes, como el caso Disney: buena parte de la producción de esta multinacional se basa en cuentos tradicionales que se encontraban en el dominio público, y que pudo apropiarse en base a la reducida duración de los derechos de autor para las obras anteriores a 1978. Duración que se ha conseguido alargar, para los largometrajes de Disney, a 95 años mediante generosas donaciones a los partidos políticos que votaron sucesivas reformas legislativas.
Liberen la Cultura presenta pasajes enternecedores, como la estéril lucha del profesor universitario Lawrence Lessig frente a la extensión del copyright, un caso que llegó al Tribunal Supremo de los Estados Unidos. En un acto de encomiable autocastigo, Lessig, que desde Creative Commons lucha por una cultura sin abogados, acaba por reconocer que perdió el caso por no escuchar los consejos de uno de ellos.
Algunos capítulos de la obra de Lessig son tremendamente actuales desde la perspectiva de los internautas españoles, en especial el que analiza la persecución penal de la que son víctima los programas que anulan las protecciones tecnológicas de obras intelectuales. Una legislación restrictiva de libertades que, como han denunciado organizaciones de ciberderechos, representa un freno al desarrollo cultural, al criminalizar tecnologías de doble uso.
La parte final del libro es una apuesta personal del autor en favor del procomún: una salida pactada a la actual guerra del copyright, mediante la adopción del sistema Creative Commons, al que se unen diversas propuestas legislativas que permitirían compatibilizar los derechos de autor con el acceso universal a la Cultura.
Tanto Richard Stallman como el que esto suscribe no compartimos muchas de las ideas de Lessig, dado su carácter notablemente conservador. Y sin embargo, debo decir que Stallman ayudó a Lessig a corregir muchos pasajes de su libro: las ideas de Lawrence son necesarias. Algunos pensamos que la situación actual de la Cultura sólo admite una salida revolucionaria; pese a ello -y frente a los mercaderes- nos veremos obligados a pactar con la socialdemocracia del copyleft. Por eso escribo estas palabras: hombres como Lawrence Lessig son necesarios; traductores como Antonio Córdoba, imprescindibles.
Cultura Libre/Liberen la cultura