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Reseña del documental Prohibido de Amal Ramsis

Libertad inconclusa

Fuentes: El Viejo Topo

La quinta edición de la Mostra de Cinema Àrab y Mediterrani, que se celebra en la Filmoteca de Barcelona y en el Cine Baix de Sant Feliu de Llobregat, proyectara la película Prohibido (2011) de Amal Ramsis, el viernes día 21 a las 22’15 horas en el Cine Baix de Sant Feliu de Llobregat y el domingo 23 de octubre a las 21 horas en la Filmoteca de Catalunya (Barcelona).

«Cada día que paso queriéndote, me prohíben más y más. Y mi amor va en aumento con cada nuevo día. Prohibido viajar, prohibido cantar, prohibido hablar, prohibido desear, prohibido demostrar descontento, prohibido sonreír». El entrecomillado es parte de la letra de una canción que puede escucharse en el documental de Amal Ramsis Prohibido (Mamnou, 2010) escueto y significativo título que resume de forma implacable no ya el tema de esta cinta sino la fórmula que el régimen de Hosni Mubarak utilizó durante sus casi treinta años en el poder para amedrentar y, en definitiva, anular a sus ciudadanos.

Rodada con una cámara digital, a escondidas, de forma furtiva, ante la prohibición de filmar en la calle o la imposibilidad de sortear los trámites burocráticos y los requerimientos censores de las autoridades, Amal comienza la filmación de su documento el día 1 de enero del presente año, a sabiendas de que realizar una película sin permiso se considera un crimen: no pocas de las secuencias exteriores, a modo de leit-motiv, insisten en la contraposición de filmar desde un coche el cielo como metáfora del anhelo imposible, de la libertad («Yo, atraído por lo imposible, he visto la luna, salté encima precipitándome al aire. Si la alcancé o no, ¡qué me importa a mí y por qué!, mientras mi corazón de regocijo se sacie») y una ciudad plagada de rejas y muros que, a modo de cruel metáfora, convierte la abstracción de la prohibición en una terrible presencia física.

Mientras tanto, desde sus domicilios particulares, asistimos al relato de una decena de ciudadanos y ciudadanas que exponen entre la indignación, la resignación e incluso el humor la vivencia de vivir en una sociedad basada en la prohibición. De este modo, sobre instantáneas callejeras o imágenes de películas egipcias que ironizan, subrayan o simplemente fluyen de una forma entre anecdótica e intencionada, se van sucediendo los diferentes temas: la lacra del permiso paterno; la imposición del velo; la desigualdad de género; la censura en el cine, la música, la prensa o la literatura; el impedimento de mostrar afecto o besarse en público; la humillación del ciudadano egipcio respecto al turista promovida desde las altas instancias; la falacia de unas elecciones en las que no se permite la participación de los Hermanos Musulmanes y los comunistas; la corrupción del Poder («No hay Estado porque éste ha renunciado o sacrificado su riqueza y propiedades a favor de unos pocos corruptos») o la vida fiscalizada bien por la Ley de Emergencia promulgada en 1982 y que amputaba la libertad de reunión, movimiento y residencia en lugares y momentos determinados, bien por cualquier hecho que atente contra el buen nombre del Estado.

Hay dos bloques muy significativos en Prohibido, quizás los más largos de este documento. El primero de ellos tiene que ver con el incidente ocurrido con la Flotilla de la Libertad, tras el cual se daba por sentado que el gobierno egipcio no participaba en el bloqueo a Gaza. Aprovechando esa circunstancia, un grupo de 250 personas independientes y de diferentes tendencias políticas aguardan el sueño de entrar en Gaza participando en un convoy de ayuda humanitaria en solidaridad con el pueblo palestino. Ese sueño se verá finalmente frustrado cuando en la misma verja de entrada tanto Israel como las autoridades egipcias no dan el visto bueno: insistentes rótulos van dando cuenta del interminable paso de las horas mientras esperan la decisión, logrando que el espectador empatice con los sentimientos de estas personas, que deriva del optimismo y esperanza iniciales hasta la desolación que les produce una vez más la constatación de una prohibición.

El segundo bloque ocupa todo el final, cuando apenas dos semanas después de iniciado el rodaje de este documento que denuncia la total ausencia de libertad en un país «donde todo está prohibido», sus protagonistas asisten al hecho histórico del desencadenamiento de una revolución ciudadana: la plaza de Tahrir se convierte en el epicentro de la misma. De repente, la policía no puede controlar las manifestaciones, prohibidas… como todo en Egipto. Si en los primeros minutos de esta cinta se afirma en privado que «Ya no se puede vivir sin hacer cosas prohibidas»), la explosión social contra la represión con que concluye supone el lento y difícil despertar hacia una libertad soñada y ansiada. Inconclusa como todavía hoy el camino hacia la democracia en ese Estado, podemos ver a Arab, una de las mujeres que aparecen en este documental, filmando en la calle con su cámara digital, despreocupada, feliz, libre, a sabiendas que transgrede en público lo que antes era imposible y era considerado un crimen. Es su forma de saltar encima de la Luna precipitándose al aire, saciando su corazón de regocijo.