Este es un llamamiento a organizaciones de todo tipo y para todas las personas con conciencia que consideran un deber su participación en los asuntos públicos.
En los últimos meses, hemos visto cómo se producían una serie de acontecimientos que muestran una creciente escalada hacia la participación más directa y abierta de la OTAN en el conflicto en Ucrania, al tiempo que, contemplamos horrorizados la pertinaz campaña del estado de Israel para exterminar o expulsar a la población palestina de las tierras ilegalmente ocupadas por un régimen colonial, de mentalidad supremacista y que se considera dueño de esas tierras por mandato divino.
Al poco de comenzar la guerra, Ucrania ya había sido derrotada y se propuso un acuerdo de paz; sin embargo, EE.UU. y Reino Unido impidieron que se firmara ese acuerdo. Tras más de dos años de guerra y a pesar de la masiva ayuda Occidental en forma de armas, entrenamiento, inteligencia, operación de sistemas complejos y dirección estratégica, Ucrania está al borde del colapso; no por falta de armas ni municiones, sino por falta de tropas. Por eso, ha recurrido en los últimos meses a las acciones terroristas, para provocar una respuesta rusa, que sirva de excusa para la intervención directa de la OTAN, única posibilidad de prolongar la guerra, pero de ningún modo supondría la derrota rusa.
Todos los indicios apuntan a que la guerra total es la opción que han adoptado los centros de decisión del estado profundo norteamericano y que, en una carrera suicida, apoyan los países de su esfera, reconocidos como el “occidente colectivo”. En esa lógica, o bien porque Rusia se sienta amenazada existencialmente, o bien porque EE.UU. vea que la OTAN nunca ganará esa guerra, o bien de “forma accidental”, sigue creciendo el riesgo de un conflicto nuclear y el peor elemento de ese riesgo es la existencia en las altas esferas del poder en los EE.UU. de quienes alardean de que ganarían en un conflicto nuclear y animan a provocarlo.
Puede ser prepotencia, ignorancia o perdida del sentido de la realidad pero, en cualquier caso, desechan cualquier consideración sobre la doctrina -consolidada en la época de la Guerra Fría contra la URSS-, de la “destrucción mutua asegurada”: no hay ganadores en una guerra tal, absolutamente todos perdemos en ella.
La heroica resistencia del pueblo palestino durante más de 75 años ha mostrado su determinación de mantenerse aferrado a su tierra a pesar de los terribles sufrimientos y el genocidio actualmente en marcha en Gaza, infringidos por el Estado sionista y sus socios. Más de 8 meses de operación genocida no han hecho sino reforzar su voluntad de lucha y ha venido sumando cada vez más apoyos de las fuerzas del Eje de la Resistencia y de poblaciones de todo el mundo, en especial del mundo árabe. Esta campaña no sería posible, si no fuera por el apoyo político y militar de todo el occidente colectivo, en especial, de EE.UU. La anunciada decisión de invadir Líbano persigue extender la guerra fuera de los territorios de la Palestina ocupada, para obligar a EE.UU. a acudir en su defensa contra la previsible respuesta de todo el Eje de la Resistencia, llegando así al objetivo final en la zona; la guerra abierta de occidente contra Irán, país al que por si solo EE.UU. nunca se atrevió a atacar.
Ucrania y Palestina son la misma guerra, al menos tienen el mismo instigador, promotor y financiador. En los dos casos se trata de enclaves de EE.UU. en regiones estratégicas, en las dos está presente la OTAN (el ente sionista es socio preferente de la Alianza), las dos se dan en la misma coyuntura, las dos tienen los mismos objetivos: la recuperación de la hegemonía de los EE.UU. y la supervivencia del orden capitalista en crisis.
Todos estos acontecimientos están llevando al mundo a la situación más peligrosa imaginable, sin que parezca existir el más mínimo intento de buscar vías de arreglos negociados que detengan esta carrera hacia la destrucción y la muerte.
No podemos consentir que nuestros gobiernos continúen en esta línea de apoyo a la estrategia anglo-sionista-norteamericana que alimenta la lógica belicista, sin poder mostrar, de ninguna manera, en qué mejoraría nuestra existencia en este camino hacia la autodestrucción de la especie.
El verano siempre ha sido un periodo aprovechado por los gobiernos para adoptar las medidas más impopulares. Se abre, por lo tanto, un periodo que nos obliga a todos y todas a mantener una actitud de alerta ante los pasos que dé nuestro gobierno para responder de manera contundente, con las movilizaciones y acciones más atrevidas en cuantos sitios sea posible, para detener cualquier medida que suponga un paso más en la escalada belicista, con la exigencia de “Que no nos arrastren a la guerra”.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.