¿Por qué resulta casi incomprensible para la clase política chilena el proceso político bolivariano? Me planteo esta pregunta cuando el fin de la concesión de uso del espacio radioeléctrico al canal privado Radio Caracas Televisión (RCTV) ha generado polémicas dentro del partido socialista, entre furibundos defensores de la «libertad de expresión» y los «bolivarianos», aparte […]
¿Por qué resulta casi incomprensible para la clase política chilena el proceso político bolivariano? Me planteo esta pregunta cuando el fin de la concesión de uso del espacio radioeléctrico al canal privado Radio Caracas Televisión (RCTV) ha generado polémicas dentro del partido socialista, entre furibundos defensores de la «libertad de expresión» y los «bolivarianos», aparte de encendidas frases por la democracia de muchos políticos de la Concertación y la Alianza que estuvieron gravemente comprometidos con el golpe de 1973 en Chile.
Llegué por primera vez a Venezuela en Junio de 2002, esto es 3 meses después de la efímera aventura del empresario golpista Carmona Estanga. Leyendo los diarios de la mañana, viendo la televisión y escuchando la radio tú tenías la impresión que Chávez caía esa misma tarde. ¡Tanto era el terreno ganado por la oposición, en la video política, los diarios, la radio! A 5 años de esa experiencia dudo todavía que la organización de las fuerzas sociales, que apoyan el proceso de cambios, así como las instituciones de la República, esté realmente adaptada para las grandes transformaciones que plantea el Presidente Chávez. En aquella época, la relación entre las fuerzas políticas que constituían el gobierno (MVR, PPT, MEP, PCV y una fracción del MAS) y los vastos sectores sociales que lo apoyaban era débil y en algunos casos caótica. No existía articulación entre la base social de apoyo y las instituciones del Estado que desarrollaban las políticas públicas y concretamente el programa de cambios.
Si en aquella época no era posible reducirlo todo a la relación de adhesión personal que suscitaba el Presidente Chávez, hoy, con el Imperio al acecho, los enclaves de poder de las multinacionales y grupos económicos que aún controlan la renta del petróleo y la canalizan hacia activos financieros, y el negocio de los seguros, el desafío es aún mayor. Si es un hecho incontestable que la renta petrolera ha llegado a los sectores más pobres de la población, suscitando con ello una adhesión sin límites hacia el Presidente, no es de ninguna manera claro que suscite la misma adhesión entre los sectores medios de la población, que resienten y protestan por la escasez, en esta lucha que tan bien conocemos aquellos que vivimos la ofensiva patronal en la época de la Unidad Popular en Chile. Recordemos que en esa guerra social todo lo que se acaparó apareció al día siguiente del golpe militar en los mercados y vitrinas de los negocios.
Siempre he pensado que la relación Chávez-masa evoca más un nivel de esperanzas que de gobierno realizador y concertador de ideas fuerza. La esperanza es un plus invaluable pero no basta para gobernar. En este concierto de dudas y esperanzas, hay dos puntos de inflexión claves en el futuro del proceso venezolano. El primero, se refiere al carácter de las medidas, algunas de ellas enunciadas y otras realizadas. Todas ellas, sea cual fuere su entidad, son de tal envergadura que hay conciencia que el proceso llegó a un punto sin retorno. La percepción popular es que Chávez no puede ni debe retroceder. Si cediera, la oposición tendría todas las razones del mundo para pensar que basta, como en Chile hace 34 años atrás, intentar nuevamente un golpe. Por lo que ha dicho y ha hecho, a Chávez no le queda otra opción que avanzar.
El segundo punto, es que en la Venezuela de hoy es impensable que los militares se dediquen a tareas profesionales sin participar en política. Participaron democráticamente y restituyeron al Presidente constitucional y no darán pie atrás. Por eso, ahora, más que en ningún otro momento, cabe hablar del fortalecimiento de la alianza cívico-militar. La politización de los militares dentro de los cauces de la Constitución implica abrir nuevas vías de participación en la sociedad. No nos asombremos de lo que aquí digo, pues esto es una constante histórica en América Latina.
No olvidemos que el proceso constitucional de 1925, en Chile, contó con «ruido de sables» como trasfondo. Tampoco nos extrañemos que 4 años más tarde, uno de los coroneles, Ibáñez, que había liderado el movimiento militar, accediera a la presidencia. Como si eso no bastara, cuatro décadas más tarde, el ejército intervenía en nombre del orden y la Constitución, para quedarse esta vez, 16 años en el poder. Esta es la misma institución que en el siglo XIX fue el origen de la república conservadora que gobernó el país por 30 años y que desencadenó la guerra civil de 1891. No es exagerado afirmar que dichas situaciones afectaron gravemente la experiencia republicana y significaron una regresión fundamental en la sociedad chilena, bajo cuyas consecuencias aún vivimos, sin que tengamos verdadera conciencia de ello.
No es mayor el involucramiento en política de las fuerzas armadas venezolanas que el involucramiento de las fuerzas armadas chilenas en el gobierno de Chile. La diferencia está en los objetivos de unas y otras y evidentemente en las formas. Las venezolanas están involucradas en un proyecto popular libertario, donde debería unirse, según lo dice Regis Debray, en una entrevista reciente, el proyecto libertario bolivariano y la crítica política de Marx (1). Amalgama de Bolívar y Marx, como base de un proyecto político incontenible para América Latina. En otras palabras, transformación de la indignación moral ante tanta injusticia, en proyecto político de poder. Chávez, como militar, lideró el retorno político de los militares a su base social popular para generar ideas, motivar al pueblo y en fin, construir el proyecto bolivariano (2). Está claro, que la clase política tradicional venezolana no tiene cabida en este proyecto.
El proceso en Chile es radicalmente diferente. Pese a las expresiones formales de sometimiento a la autoridad civil, es la clase política la que se pliega a las concepciones geopolíticas de las Fuerzas Armadas. Está por lo pronto la intangibilidad del territorio nacional – elemento por lo demás común a este tipo de reflexiones e independiente de la base histórica que la antecede en su formulación. Lo novedoso, es la manera como la clase política civil entiende y abraza la geoestrategia así dispuesta por las fuerzas armadas de Chile. En su expresión más visible este entendimiento de los civiles se traduce en una huida hacia delante, en una «fiebre por firmar tratados de libre comercio» (3), proceso que oculta la ausencia de política exterior (al menos con relación «al barrio» – lo cual no es un elemento menor) y que en su expresión metafórica se vuelca en negocios globales que terminan por privatizar y desnacionalizar el patrimonio nacional. Esto se corresponde con la idea de fondo, de inspiración militar, a saber, la búsqueda de zonas de amortiguación, o neutrales, (buffer zone) en una situación de estado asediado, en una suerte de aislacionismo.
La traducción más estrecha en términos civiles de esta inquietud militar, es la Ley Orgánica Constitucional de Concesiones Mineras, que pertenece a Pinochet (1982) pero cuya realización, es obra de los gobiernos de la Concertación. En 1990, 70% de la minería del cobre era atribuible a la empresa estatal CODELCO y 30% a multinacionales extranjeras. En 2007, la situación se invierte: 70% pertenece a las multinacionales y sólo 30% al Estado de Chile. En conclusión, el ataque al norte de Chile por una potencia extranjera tendrá que vérselas más con multinacionales que con cañones. Desde luego nada novedoso y en parangón con los intereses (energéticos) que defiende el Imperio (desde la Segunda Guerra Mundial), con su estrategia, por ejemplo en el Medio Oriente. En palabras del historiador británico, Eric Hobsbawm, que escribe sobre el conflicto entre «aislacionismo» y «globalismo» del gobierno americano, tema perfectamente aplicable – guardando las proporciones – al caso chileno, la manera más eficaz de resolver la contradicción señalada es la de «descubrir un enemigo exterior que fuera una amenaza inmediata y mortal para el modo de vida americano y sus ciudadanos». Ejercicio que ha sido «explotado, escribe Hobsbawm, sistemáticamente en el siglo XX y aún sirve en el XXI» (4).
En lo nuestro, el dominio de la opción militarista sitúa a Chile en un plano contrabolivariano, pues Chávez y sus seguidores, Evo entre otros, amenaza – para decirlo en términos crudos – «nuestro modo de vida y nuestra paz ciudadana», política que se sostiene con sólidos presupuestos militares, tratados fronterizos intangibles, y como conclusión, aislamiento dentro del «barrio». Aislamiento que impide negociar enclaves portuarios o salida al mar de Bolivia: «canje de gas por mar». Pero también impide llegar a negociaciones tripartitas con Perú y Bolivia, proyectar vías bioceánicas (5) y obtener junto con energía, agua dulce abundante en las cuencas hidrográficas del Altiplano. En 2003 planteamos con el Ingeniero Héctor Donoso Rojas (6), una negociación con Bolivia en la cual Chile tendría una salida al Atlántico a través de Brasil (puerto de Santos). Para lo cual, en territorio boliviano se constituiría un enclave chileno soberano, de las mismas dimensiones que el enclave boliviano en territorio chileno. El enclave en territorio boliviano estaría situado frente a Corumbá (Brasil). Los accesos a ambos enclaves estarían solemnemente garantizados según leyes aprobadas en ambos parlamentos (7). Propuesta que no tiene la más mínima chance de ser considerada mientras impere en la política chilena la actual geopolítica de las fuerzas armadas.
RCTV es apenas un episodio en un camino ya trazado y donde los golpistas de ayer tendrán que intentar algo mayor si desean volver al poder. El proyecto de Marcel Granier, Presidente de RCTV buscó el apoyo financiero americano para enfrentar el referéndum de 2004, específicamente del NED de Estados Unidos (National Endowment for Democracy), en conjunto con Venevisión y GloboVisión, encarnizados enemigos del régimen bolivariano. En 2007 Granier contrató por un millón de dólares, a la empresa de lobby parlamentario McKinsey, conocida en Estados Unidos, por haber asesorado campañas a favor de las guerras de Afganistán, Irak y la intervención en Somalía y la ex Yugoslavia (Véase Modesto Emilio Guerrero «Marcel Granier y la burguesía venezolana buscan su fiesta del chivo», en www.fortinmapocho.com 24/05/07). Como lo denunciara José Vicente Rangel en su programa «José Vicente Hoy» (VTV Canal 8, Caracas) del 19 de mayo de 2007, el millón de dólares sólo cubre tres meses de «trabajo» en la opinión pública con el objetivo de «crear matrices de opinión con la intención de incidir sobre las decisiones del Gobierno Nacional y crear un clima que estimule alteraciones del orden público para los últimos días de este mes» (Ibidem).
El historial de RCTV es conocido en Venezuela, fue sometida a diversos procedimientos por prácticas desleales e infracciones a la ley en los años 2003, 2004 y 2005, además de sanciones de cierre temporal de transmisiones, aplicadas en anteriores gobiernos 1976, 1980, 1981, 1984, 1989 y 1991. En abril de 2002, participó en lo que se llamó el «primer golpe mediático en el mundo». Luego de su fracaso prohibió a sus reporteros transmitir informaciones (Véase Víctor M. Carriba «Venezuela abre nuevo tiempo en panorama mediático latinoamericano», 28 mayo 2007, Prensa Latina).
Esta estrategia del crimen, montada por grandes cadenas de la comunicación, no es extraña a la que montó la prensa golpista en Chile contra el Presidente Allende. En ambos casos el apoyo del Imperio fue práctico y oportuno. La moneda de cambio siempre fue la instalación, a lo menos, de gobiernos y zonas neutras que aseguraran el Destino Manifiesto (Manifest Destiny) de la nación americana en su versión del siglo XX y muy vigente en el siglo XXI. Las alianzas con los grupos más reaccionarios de la sociedad latinoamericana demuestran sin embargo, que la apuesta es mayor, esto es, revertir los procesos de liberación y consolidar alianzas obsecuentes a los planes de expansión del Imperio.
Creer que estas reflexiones geopolíticas tienen un alcance local y a lo más regional, es un grave error que las actividades del Imperio se encargarán rápidamente de desmentir. Por ello, la desestabilización de la República Bolivariana de Venezuela es la desestabilización de Suramérica y la afirmación del derecho al imperio y la dominación.
Notas:
1) Ver Régis Debray. «Si Marx no le da la mano a Bolívar entonces no funciona». Entrevista realizada por Jean-Emmanuel Ducoin y Charles Silvestre, publicada en el diario L’Humanité, reproducida en Diario Ultimas Noticias, Caracas, 21 de febrero de 2007, página 15.
2) Los generales Jorge Luís García Carneiro, Wilfredo Ramón Silva, Virgilio Lameda, Raúl Baduel (General en Jefe del Ejército venezolano) entre otros, pertenecen a familias humildes, de manera que la labor social de la Fuerza Armada no fue sino reconocer vivencias que nunca abandonaron.
3) La expresión es de Valdés Subercaseaux, ex Canciller de Frei Montalva y ex Presidente del Senado de Chile y actual embajador en Italia, que en entrevista en Radio Agricultura, durante la presidencia Lagos, se sorprendía de lo que él llamaba esta fiebre por firmar tratados de libre comercio como único objetivo de la política exterior de Chile.
4) Eric Hobsbawm. «Las continuidades de EEUU». La Tercera (diario de Chile), 31 de julio de 2005.
5) El proyecto de corredor de transportes bioceánico del grupo GEICOS (1974), que reúne empresarios de Chile, Argentina, Bolivia, Paraguay y Perú plantea la comunicación entre puertos del Pacífico del norte de Chile con los puertos del Atlántico de Brasil y toda la región del centro-oeste de Sudamérica.
6) Gerente General de la Empresa Nacional del Petróleo (ENAP) durante el gobierno del Presidente Salvador Allende (1970-1973).
7) Esta propuesta fue publicada en el diario La Nación (Chile) el 26 de diciembre de 2003). En 2007 fue publicada en el diario electrónico, www.aporrea.org En el texto se expresaba que «la opción por las transnacionales impide ver la opción por América Latina. La diplomacia chilena, no ve o no quiere ver que la mediterraneidad de Bolivia es parte de un contexto de integración subregional, MERCOSUR, entre otros, donde el acceso a ambos océanos, Pacífico y Atlántico, es condición necesaria y eficiente para alcanzar nuevos estadios de desarrollo e integración. La salida al mar de Bolivia, mediante el canje de una franja territorial al norte de Arica por un área equivalente en territorio boliviano (propuesta de Pinochet a Bánzer en 1975), es una alternativa posible de reeditar hoy en día. Siete años atrás, el canciller Valdés Subercaseaux, en negociaciones secretas con su homólogo de La Paz, Guevara Arce (1968), había propuesto la fórmula de un «enclave costero» con soberanía compartida y asociada a una industria petroquímica tripartita (Chile, Perú, Bolivia) que sería alimentada con crudo boliviano».