El tema que pretendo tratar está muy vinculado con dos problemas principales: el de la inmensa miseria en que vive el 85% de la población humana y el de la supervivencia humana. Es decir, íntimamente relacionados con los problemas de la emancipación y de la vida, lo cual amplía la problemática a que nos enfrentamos […]
El tema que pretendo tratar está muy vinculado con dos problemas principales: el de la inmensa miseria en que vive el 85% de la población humana y el de la supervivencia humana. Es decir, íntimamente relacionados con los problemas de la emancipación y de la vida, lo cual amplía la problemática a que nos enfrentamos quienes hemos considerado que el modo de dominación y de acumulación capitalista produce efectos relacionados con la explotación de los trabajadores, de los pueblos.
Si bien este planteamiento original sigue siendo válido en medio de un proceso de luchas de clases y de luchas por la independencia, por la liberación cada vez más complicada debido a una serie de mediaciones, no hay duda de que la posibilidad de que desaparezca la vida en la tierra constituye un elemento más a considerar. Este elemento no solo afecta a la inmensa mayoría de la humanidad sino a toda la humanidad, incluso a quienes se benefician de los privilegios que significa su dominio sobre el mundo actual y el tipo de acumulación que están buscando, al cual se refieren los economistas -como varias veces han hecho aquí*- al decir que la economía como ciencia tiene por objeto lograr la eficiencia de las empresas en la optimización, maximización de utilidades y en la disminución de riesgos.
Efectivamente, nos encontramos en una etapa histórica del capitalismo organizado que no conocían los clásicos, ni nuestros predecesores partidarios de reformas o revoluciones. Un desarrollo tecnocientífico y de las llamadas ciencias de la complejidad, íntimamente vinculado a los problemas que la cibernética planteó a mediados del siglo XX y que se fueron desarrollando como sistemas autorregulados, adaptativos y complejos, capaces de adaptar sus objetivos y de corregir sus rumbos cuando estuvieran fallando. Pero estas técnicas muy ligadas a la informática y a las ciencias de la comunicación y la información, se encuentran con límites que no pueden ser ignorados y de una manera u otra se llegan a hermanar con otro tipo de investigaciones que vienen más bien de la cosmología y de las ciencias biológicas, geológicas, en que aparecen sistemas sumamente complejos en el sentido de sus relaciones interactivas, en las que unos sectores interfieren en el desarrollo de otros. Aquí, reaparecen los problemas de la historicidad, del nacimiento y la muerte de los sistemas, no solo en la historia del ser humano, sino en la historia de la vida y de la materia.
Lo paradójico y dramático de este extraordinario desarrollo de la inteligencia humana es que su aplicación tecnocientífica lo coloca en una irracionalidad sin precedentes, capaz de lograr muchos objetivos que tienen efectos secundarios no apreciados, como la posibilidad de una guerra. Esta guerra fue prevista como una forma de la guerra fría para intimidar a la entonces potencia mundial que constituía la URSS, pero en realidad se convirtió en una situación que se sabe fuera de control y en la que otra vez aparecen lo irracional y lo absurdo, por ejemplo, cuando se ve que habiendo ya armas para destruir varias veces a la humanidad, se sigue invirtiendo en armamento.
El hecho es muy grave porque con la utilidad se invierte en armamento bajo la lógica de una política defensiva y actualmente se hace por razones de obsolescencia, porque se declaran obsoletas las armas anteriores cuando cada una de ellas, de por sí, es varias veces inferior a cada una de las que destruyeron Hiroshima y Nagasaki, y cuando en el mundo hay no una, sino varias potencias que disponen de armas atómicas que circulan por toda la Tierra y por todos los lugares, en formas que hacen difícil predecir o disminuir los riesgos.
Actualmente, se estudian las fases de transición al caos y, sin abusar de la metáfora, podemos decir que hay tendencias que anuncian, por ejemplo, la disminución de la gobernanza, -empleo términos de las ciencias políticas hegemónicas-, síntomas de que puede venir una situación equivalente a la caótica como es la sustitución de los estados nación por mafias sumamente poderosas y muy bien organizadas. Este criterio no es resultado de una ideología ni de un estado de ánimo catastrofista. Yo, por ejemplo, hice un estudio de mis propias predicciones y de los errores que había cometido en varios trabajos de simulación del futuro, y descubrí que tengo la tendencia a equivocarme más cuando soy optimista que cuando soy pesimista. Entonces, la idea no es hacer catarsis sin esperanza, al contrario, hay mucha esperanza y la tengo fundada en que podemos aún controlar este problema, antes que otros lo controlen para siempre.
No creo que se desconozcan las ventajas que la paz puede traer a la especie humana; pero muchos quieren mantener a toda costa la economía de mercado por las megaempresas y por un complejo organismo en el que se han articulado complejos militares, empresariales y políticos.
Hoy, tenemos algo inédito: un Presidente de origen afro en EE.UU. Siento que está rodeado por fuerzas que van a hacer muy difícil que logre los objetivos que se propone, aunque de todos modos pienso que hay ciertos elementos que podrían al menos atenuar la política que estuvo llevando esa nación a la locura. En todo caso, la situación es muy fuerte. Para saber qué pasa en el mundo, aparte de las revistas de pensamiento crítico, me gusta leer el Financial Time y el World Street Journal, muy conservadores, y en ellos he advertido una fuerte polémica entre los neoliberales que quieren conservar su fundamentalismo antiestatal y los keynesianos que quieren implantar en EE.UU. políticas parecidas a las keynesianas. El problema es que todos están contra todos y de una manera muy enfática. Por ejemplo, recientemente, The New York Times publicó un artículo firmado por varios economistas en el que se alertaba al Presidente de no intervenir en las soluciones a la crisis, sino que los dejara a ellos resolver los problemas. Economistas de muchas universidades firmaron.
Todas las críticas que se hacen unos a otros están signadas por la sinrazón. Muchos de ellos se engañan por la presión que existe sobre la vida científica y cultural, porque es obvio que hay un conocimiento prohibido. Lucha de clases es una frase que hoy es para muchos prohibida. Hay autoengaños sobre lo que pasa en el mundo, sobre lo que será, sobre las causas que lo determinarán, sobre las medidas a tomar, los efectos directos e indirectos… Hay la imposibilidad de que dentro de un sistema dominado por el afán de lucro y la acumulación de capitales, donde han aumentado las desigualdades hasta un grado sin precedentes, se resuelvan los problemas de la civilización, del progreso y del desarrollo. El problema más serio de todos es que cuando el presidente Obama dice que va a mejorar las cosas, habla de la clase media, de los EE.UU… pero no puede hablar de los pobres de la Tierra, de los condenados, que son la inmensa mayoría de la humanidad, sobre los cuales pesa la amenaza no solo de seguir siendo pobres, sino de ser desechables y eliminables.
Si no se ha desatado una guerra internacional, sí parece existir lo que algunos llaman «la Cuarta Guerra Mundial contra los pobres de la Tierra»: la forma en que los despojan de sus alimentos, de sus pocos bienes, son cosas a las que estamos asistiendo como espectadores. La obligación de cualquier hombre -no solo de izquierda, socialista o comunista- es decirse o preguntarse si esto es la verdad y si realmente tiene ganas de estudiarla, para saber si es posible el desarrollo de la humanidad mientras el capitalismo subsista.
*Se refiere al XI Encuentro Internacional de Economistas Globalización y Problemas del Desarrollo, en el cual intervino con estas palabras.