Brasil licitó la explotación de su mayor yacimiento petrolífero
Descubierto en 2007 por Petrobras, este presal es una gran reserva de petróleo ubicada en el subsuelo marino, aproximadamente a una profundidad de siete quilómetros bajo el nivel de la superficie del mar. Se trata del yacimiento más profundo que se ha encontrado en el mundo, y según un estudio de la Universidad Estatal de Río de Janeiro contendría al menos 176 billones de barriles de petróleo. «En el mundo de la energía y el petróleo fue catalogado como el descubrimiento más importante de los últimos 50 años en el mundo», y «coloca a Brasil en la lista de los mayores productores del mundo, generando condiciones hasta para que el país entre en la OPEP y alcance los ámbitos de decisión en el mundo del petróleo», comentó a Brecha el profesor de ciencia política y economía William Nozaki, que participa de la elaboración de propuestas estratégicas de la Federación Única de los Petroleros (FUP, sindicato que representa a los trabajadores de ese sector).
En 2006 «Brasil se volvió autosuficiente» en petróleo, explicó a Brecha Ildo Sauer, actual director del Instituto de Energía y Ambiente de la Universidad de São Paulo (USP), que en ese momento todavía era director ejecutivo de Petrobras. Y en 2007, cuando se descubrió el presal, el país «pasó de hecho a ser un actor importante a escala mundial», señaló.
De leyes y gigantes
Desde que fue fundada por Getúlio Vargas, en 1953, hasta 1997 -durante la oleada privatizadora de Fernando Henrique Cardoso-, Petrobras tenía el monopolio de la producción de petróleo en Brasil. Cardoso implantó el llamado «régimen de concesión», con el que Petrobras perdió el monopolio y las petroleras internacionales pudieron intervenir en todos los eslabones de la cadena de producción del hidrocarburo. Durante el gobierno de Lula y después de descubrir el presal, el Partido de los Trabajadores (PT) creó un nuevo régimen para explotar el petróleo (llamado «partilha»), basado en el reparto del excedente del producto: la empresa contratante explota y extrae el petróleo y carga con los costos, mientras que el Estado se queda con una parte del petróleo excedente, según un porcentaje establecido previamente en un contrato. Según la misma ley, cada consorcio de explotación que pretendía operar en el presal debía tener una participación mínima del 30 por ciento de la estatal Petrobras, que en la práctica llevaba a cabo la explotación. Por lo tanto, las empresas interesadas en participar debían asociarse con Petrobras, única operadora. «Gracias a la propuesta de Lula, el control sería brasileño, aunque parte de la participación financiera fuera extranjeras», comentó a Brecha João Antonio de Moraes, director de la FUP. «Para que Brasil mantenga su soberanía energética, que es la garantía de que no nos falte combustible mañana, es necesario que tenga un control nacional sobre las reservas del presal», apuntó.
Sauer, sin embargo, rechaza tanto el régimen de concesión como el modelo de «partilha», ya que, según argumentó a Brecha, ambos producen efectos similares y no sirven a los intereses estratégicos del país. Con el modelo «partilha» una parte pequeña de la ganancia va para el gobierno federal. Y cuando el precio del petróleo cae, sobra muy poco», expresó. «Se entrega el derecho de producción para el consorcio que ganó la subasta», y en ambos regímenes, «una vez firmado el contrato, la producción es acelerada porque los dueños del contrato quieren extraer lo máximo en el menor tiempo posible, no tienen una visión estratégica, geopolítica, macroeconómica, sino que tienen una visión microeconómica, como cualquier empresa. Sin embargo, un gobierno como el brasileño, en asociación con la OPEP, Rusia, Canadá, México, sí podría imponer el precio, y eso redundaría en más riqueza con el mismo petróleo», afirmó.
Desregulación
Desde que se descubrieron las reservas del presal las empresas estadounidenses comenzaron a presionar para dictar las reglas de la explotación del petróleo. En un telegrama interceptado por Wikileaks en 2010, José Serra, candidato a presidente por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), le comentó a la directora de relaciones gubernamentales de la petrolera estadounidense Chevron que tuviera paciencia con la ley partilha, asegurándole que ésta caería más adelante: «Deja que esos tipos del PT hagan lo que quieran. No se concretarán las licitaciones, y ahí nosotros les vamos a mostrar a todos que el modelo antiguo funcionaba, y nosotros lo vamos a cambiar de vuelta». Dicho y hecho. Una vez que Rousseff fuera destituida, y tres meses luego de asumir como canciller, Serra vio cumplirse su proyección. En noviembre de 2016 fue aprobado en la Cámara de Diputados el proyecto de ley para sacar a Petrobras del medio. El presidente Michel Temer dijo en su momento que sancionaba la ley del presal «con gran satisfacción», porque consideraba «exagerado» que Petrobras tuviera que participar obligatoriamente en cualquier emprendimiento. La nueva ley suprimió la exigencia de que Petrobras sea la única empresa operadora y la obligatoriedad de asociarse con ella para presentarse a licitaciones de explotación petrolera. El cambio no es menor. En la práctica significa que el Estado brasileño pierde el control directo de cuánto petróleo se extrae. Esta información pasa a ser dominada por las empresas privadas.
Los argumentos que esgrime el gobierno a favor de esta liberalización van desde que así se dinamiza la economía y se impide que Petrobras haga gastos innecesarios, hasta que de esta manera se evita la asociación de las empresas estatales con la corrupción. Para Nozaki la nueva ley representa «una entrega en bandeja, ya que no se entrega solamente el recurso natural del país, sino también el recurso industrial y la tecnología desarrollada. Es una expropiación doble. El Estado es expropiado de sus recursos naturales, aquello que está en el suelo pasa a ser extranjero, y entrega también todo su potencial de desarrollo tecnológico industrial».
Repartir la torta
El pasado viernes 27 de octubre el gobierno de Temer licitó, bajo el nuevo régimen, la explotación de ocho áreas delimitadas del presal. De ellas seis cayeron en manos extranjeras. Sin la obligatoriedad de que Petrobras participe de los consorcios contratistas, las principales zonas quedaron así bajo absoluto dominio extranjero, y el gobierno no tendrá ningún control sobre ellas.
Las subastas se retrasaron dos horas debido a una medida cautelar expedida por la justicia federal de Amazonas, que las había suspendido. El juez había dado lugar a una acción de la Central Única de los Trabajadores (CUT) que argumentaba que los pisos fijados en las subastas eran demasiado bajos y que la ley que puso fin a la exclusividad de Petrobras como operadora representa un «vicio constitucional». La medida cautelar fue apelada por pedido del Estado y luego anulada. Participaron de las licitaciones 15 empresas de diez países extranjeros, y el gran interés de estas empresas se debe, según Nozaki, a que Petrobras ya asumió todo el riesgo y el costo inicial de explorar y descubrir los pozos. Las empresas sólo cosecharán ganancias garantizadas. Entre las ganadoras se encuentran gigantes del mercado mundial, como Shell, Exxon Mobile, Total, Repsol, Qatar Petroleum, British Petroleum, y con un papel destacado de empresas chinas, como Sinopec, Cnooc Petroleum y Cnodc. Petrobras participó y ganó en tres de las áreas por las que ofertó. «Las grandes petroleras no tienen más petróleo, vinieron a Brasil justamente para explotar el petróleo del presal que nosotros descubrimos. Solamente tienen acceso al petróleo en algunos países de África, y de Asia central, los grandes países ya no les entregan sus reservas, porque saben que el camino estratégico es otro», señaló Sauer. Según Cibele Vieira, coordinadora de la FUP, «Brasil entrega a otras naciones el control de una reserva energética de la que depende profundamente». Para De Moraes, otro aspecto clave es que «antes se exigía que los insumos (para todo el proceso de producción petrolera) se compraran en Brasil, para potenciar la industria», y ahora «Temer también está atacando eso». Además, señaló, «la privatización y desnacionalización del presal supone más riesgos para el ambiente, en un área muy delicada».
Sauer insistió en que la riqueza que está en juego no ha sido debidamente apreciada por la sociedad brasileña. «Este petróleo pertenece a las generaciones futuras, y toda la riqueza que tomemos de ellas tiene que volver en educación pública, salud pública, reforma urbana, reforma agraria, y para hacer un sistema productivo más potente que si el petróleo se quedase debajo de la tierra», sentenció.