Artículo de Osvaldo Vergara Bertiche Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina El 17 de Diciembre de 1830 moría en la Quinta «San Pedro Alejandrino», cerca de Santa Marta (Colombia), Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, conocido, simple, emotiva e históricamente como EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR. José Martí, un revolucionario […]
Artículo de Osvaldo Vergara Bertiche Rosario, Provincia de Santa Fe, República Argentina
El 17 de Diciembre de 1830 moría en la Quinta «San Pedro Alejandrino», cerca de Santa Marta (Colombia), Simón José Antonio de la Santísima Trinidad Bolívar Palacios y Blanco, conocido, simple, emotiva e históricamente como EL LIBERTADOR SIMÓN BOLÍVAR.
José Martí, un revolucionario incansable en el arte y en la política, «El Apóstol» para los cubanos, decía el 28 de octubre de 1893, al pronunciar un discurso en la Sociedad Libertaria Hispanoamericana en honor de Simón Bolívar:
«¡Oh, no! En calma no se puede hablar de aquel que no vivió jamás en ella.
¡De Bolívar se puede hablar con una montaña por tribuna, o entre relámpagos y rayos, o con un manojo de pueblos libres en el puño, y la tiranía descabezada a los pies…!.
¡Pero así está Bolívar en el cielo de América, vigilante y ceñudo, sentado aún en la roca de crear, con el inca al lado y el haz de banderas a los pies; así está él, calzadas aún las botas de campaña, porque lo que él no dejó hecho, sin hacer está hoy; porque Bolívar tiene que hacer en América todavía!.
La independencia de América venía de un siglo atrás sangrando. ¡Ni de Rousseau ni de Washington viene nuestra América, sino de sí misma!».
Bolívar es el paradigma y símbolo de la identidad y soberanía de los pueblos indo-hispanoamericanos.
Un recuento de su obra no encuentra similar en la historia de América.
Participó en 427 combates, entre grandes y pequeños; dirigió 37 campañas, donde obtuvo 27 victorias, 8 fracasos y un resultado incierto.
Recorrió a caballo, a mula o a pie cerca de 90 mil kilómetros, algo así como dos veces y media la vuelta al mundo por el Ecuador.
Escribió cerca de 10 mil cartas, según cálculo de su mejor estudioso, Vicente Lecuna; de ellas, se conocen 2939 publicadas en los 13 tomos de los Escritos del Libertador; su correspondencia está incluida en los 34 tomos de las Memorias del General Florencio O’Leary; escribió 189 proclamas, 21 mensajes, 14 manifiestos, 18 discursos y una breve biografía, la del General Sucre.
Bajo su inspiración, se redactaron cuatro Constituciones: la Ley Fundamental creadora de Colombia (Angostura); la Constitución de Cúcuta (1821); el proyecto de Constitución para Bolivia (1825); y el Decreto Orgánico de la Dictadura (1828).
No tuvo tiempo para completar su obra magna: la unidad política de Latinoamérica, la liberación de Cuba y Puerto Rico, el apoyo a Argentina contra el imperio brasileño, la Confederación Andina (1825) y la ayuda a la propia España para liberarse de los monárquicos (1826).
No pudo lograr el establecimiento de una sociedad donde se logre, como pregonaba, «la mayor suma de felicidad posible, la mayor suma de seguridad social y la mayor suma de estabilidad política».
Simón Bolívar, José de San Martín, José Gervasio Artigas, Francisco José de Paula Santander y Omaña, Miguel Hidalgo y Costilla, José María Teclo Morelos y Pavón, Bernardo O´Higgins, Antonio José de Sucre, todos grandes héroes nacionales, fueron derrotados en los proyectos históricos de conformación de la Patria Grande.
San Martín y Artigas mueren exiliados, Bolívar muere camino del exilio, Hidalgo y Morelos son asesinados por las oligarquías, como así también Sucre.
Todos ellos fueron avanzados en materia de ideas sobre el derecho de los seres humanos, el rol del ciudadano y la democracia.
Nuestra América Hispana es el primer lugar del mundo donde se plantea la eliminación de la esclavitud y de la servidumbre.
Esas ideas eran demasiadas peligrosas para las clases dominantes, por eso hicieron lo que Arturo Jaureche llamaba «una política de la historia»; se pretendió vaciarlos de sus pensamientos, se los recubrió de bronce y pensaron que así los dejaban inmovilizados para siempre en las nomenclaturas callejeras y en las plazas.
Pero al decir de José Carlos Mariátegui (1895-1930), «Los pueblos de la América española se mueven, en una misma dirección. La solidaridad de sus destinos históricos no es una ilusión de la literatura americanista.
Estos pueblos, realmente, no son solo hermanos en la retórica sino también en la historia.
La generación libertadora sintió intensamente la unidad sudamericana. Opuso a España un frente único continental. Sus caudillos obedecieron no un ideal nacionalista, sino un ideal americanista. Esta actitud correspondía a una necesidad histórica».
Y así una segunda generación de luchadores por la dignidad y la libertad de los pueblos se encolumnan en idénticos principios: José Martí, Augusto Cesar Sandino, Emiliano Zapata, «Pancho» Villa y tantos otros.
A Felipe Varela, que desde la cordillera de los Andes, convocaba a la Unión Americana, se le suman el entrerriano Ricardo López Jordán exaltando «la indisoluble y santa confraternidad americana», Carlos Guido y Spano, defensor del Paraguay destrozado, Eduardo Wilde, sosteniendo que hay «que hacer de Sudamérica una sola nación» y José Hernández designando a la Argentina como «esta sección americana».
Manuel Ugarte (1875 – 1951) paladín de la Gran Causa de la Unidad, dice:
«Debemos ser altiva y profundamente patriotas … Si no queremos ser mañana la raza sojuzgada que se inclina medrosamente bajo la voz de mando de un conquistador audaz, tenemos que preservar colectivamente, nacionalmente, continentalmente, el gran conjunto común de ideas, de tradiciones y de vida propia fortificando cada vez más el sentimiento que nos une, para poder realizar en el porvenir … la democracia total que será la Patria Grande del mañana.
Mientras la América Latina esté gobernada por políticos profesionales cuya única función consiste en defender los privilegios abusivos de la oligarquía local y en preservar los intereses absorbentes de los imperialismos extranjeros, ninguna evolución puede ser posible.
Ha llegado la hora de realizar la segunda independencia.
Nuestra América debe cesar de ser rica para los demás y pobre para sí misma.
Iberoamérica pertenece a los iberoamericanos.
Y allí donde hay un territorio latinoamericano en peligro, allí está nuestra patria».
Es que «La América española se presenta prácticamente fraccionada, escindida, balcanizada . Sin embargo, su unidad no es una utopía, no es una abstracción». (Mariátegui)
Y Augusto Cesar Sandino en el «Plan de Realización del Supremo Sueño de Bolívar» (1929) señala que: «Variadas y diversas son las teorías para lograr, ya sea un acercamiento, ya una alianza, o ya una Federación, que comprendiendo a las veintiún fracciones de nuestra América integren una sola nacionalidad. Pero nunca como hoy se había hecho tan imperativa y necesaria esa unificación unánimemente anhelada por el pueblo latinoamericano, ni se habían presentado las urgencias, tanto como las facilidades que actualmente existen para tan alto fin históricamente prescrito como obra máxima a realizar por los ciudadanos de la América Latina.
(…) consideramos indispensable, más aún inaplazable, la alianza de nuestros Estados Latinoamericanos para mantener incólume esa independencia frente a las pretensiones del imperialismo de los Estados Unidos de Norteamérica, o frente al de cualquiera otra potencia a cuyos intereses se nos pretenda someter».
Promoviendo abolir «la Doctrina Monroe y, de consiguiente, anular el vigor que dicha doctrina pretende poseer para inmiscuirse en la política interna y externa de los Estados Latinoamericanos».
Y hace un vibrante llamado: «Quizás los hombres poseedores de ideas avanzadas y universales, pensarán en que nuestros anhelos encontraron fronteras en la extensión geográfica limitada por el Río Bravo al Norte y el Estrecho de Magallanes en el Sur de nuestra América. Pero mediten ellos en la necesidad vital que tiene nuestra América Latina de realizar una alianza, previa a una confederación de los veintiún Estados que la integran, asegurando de este modo nuestra libertad y nuestra Soberanía interiores amenazadas por el más voraz de los imperialismos, para cumplir seguidamente con el gran destino de la nacionalidad latinoamericana ya culminada, como tierra de promisión para los hombres de todos los pueblos y de todas las razas».
Desde nuestra Argentina, el General Juan Domingo Perón, en calidad de Presidente de la Nación, señalaba, en 1974, ante la Asamblea Legislativa; «Los países han de unirse progresivamente sobre la base de la vecindad geográfica y sin imperialismos locales y pequeños. Esta es la concepción de la Argentina para Latinoamérica: justa, abierta, generosa, y sobre todas las cosas, sincera.
A niveles nacionales, nadie puede realizarse en un país que no se realiza.
De la misma manera, a nivel continental, ningún país podrá realizarse en un continente que no se realice.
Queremos trabajar juntos para edificar Latinoamérica dentro del concepto de comunidad organizada. Su triunfo será el nuestro. Hemos de contribuir al proceso con toda la visión, la perseverancia y el tesón que hagan falta.
Sólo queremos caminar al ritmo del más rápido. Y teniendo en cuenta que no todos han de pensar de la misma manera, respetuosos de sus decisiones, habremos de unirnos resueltamente con quienes quieran seguir nuestro propio ritmo. Latinoamérica es de los latinoamericanos.
Tenemos una historia tras de nosotros. La historia del futuro no nos perdonaría el haber dejado de ser fieles a ella».
La tradición para construir la Patria Grande sigue vigente.
Evo Morales desde la empobrecida y sufrida Bolivia ha dicho: «Debemos seguir soñando para liberar y construir una patria grande en Latinoamérica».
Hugo Chávez precisando que «Queremos ser definitivamente libres, cueste lo que cueste y pase lo que pase. Estamos frente a una nueva hora para los pueblos de América Latina, pero dependerá de nosotros que esta hora del cambio sea definitiva».
Es que necesitamos realizar un proyecto propio que genere una arrolladora dinámica para viabilizar, diseñar y poner en práctica una respuesta: la Comunidad Indo-luso-hispanoamericana de Naciones.
Hoy, los procesos de integración regionales que están en marcha son un primer paso y confronta con otro inadmisible.
Hay un proyecto puramente economicista y dependiente, la creación de «un supermercado hemisférico» desde Alaska a Tierra del Fuego en el marco de los objetivos y estrategia de los intereses corporativos del imperialismo yanqui.
Es la nueva versión moderna pero más sofisticada del panamericanismo, de la Doctrina Monroe actualizada. Es la integración hegemonizada por el capital, más especialmente por el imperio de las finanzas, de los negocios, del mercantilismo, de la competitividad salvaje, del economicismo materialista de los monopolios globales.
«Es el proyecto que consolidará la primacía de las cosas sobre las gentes, sin ninguna sensibilidad humana ni social. Es el proyecto de una minoría altamente satisfecha pero excluyente de la mayoría de los latinoamericanos y caribeños que en número creciente están siendo hundidos en la pobreza, en la injusticia social, en el basurero de la sociedad. Es un proyecto totalmente desfavorable para los hombres y las mujeres que necesitan trabajar para vivir, para el mundo del trabajo y de los trabajadores, para sus organizaciones representativas».
En cambio, el objetivo de los pueblos y de muchos gobiernos, es constituir una comunidad de naciones relacionadas y unidas por lazos geográficos, históricos y religiosos.
Unidas por un mismo destino y que deben integrarse sólidamente en el ámbito económico, social, político, cultural, ético y espiritual.
Este proyecto que fuera el sueño de Bolívar y de los principales paladines libertadores y de los líderes nacionales del siglo pasado, debe transformarse en la lucha consecuente por la «segunda y definitiva independencia» que complete, profundice y culmine aquella otra gesta.
En los próximos años casi todos los países hispanoamericanos festejarán el Bicentenario de sus independencias. El mejor y más auténtico festejo, en toda la América al sur del Río Bravo, y como el mejor homenaje a Simón Bolívar, es aquél en que se vuelva a escuchar la consigna que el Libertador le escribiera al General Santander, el 23 de Julio de 1820: «La gloria de la patria es vencer o morir»
Vencer con la verdad, combatiendo toda la mediocridad instalada.
Vencer para generar una vida digna.
Y venceremos en la medida que sepamos poner en plena vigencia un pensamiento nacional que nos indique el camino de la liberación.
Es un mandato histórico.