Como con los crímenes de Bush, Obama no quiere argumentos teóricos, ni hablar de la historia. Por ello, lo que señaló el presidente Correa es irrelevante. No importa el control esclavista de los medios de comunicación que se fueron contra Lincoln durante la guerra civil estadounidense, ni el golpismo de El Mercurio en Chile, cuyo […]
Como con los crímenes de Bush, Obama no quiere argumentos teóricos, ni hablar de la historia. Por ello, lo que señaló el presidente Correa es irrelevante. No importa el control esclavista de los medios de comunicación que se fueron contra Lincoln durante la guerra civil estadounidense, ni el golpismo de El Mercurio en Chile, cuyo financiamiento por la CIA lo evaluó como positivo por «instalar el escenario para el golpe militar de septiembre 11, 1973.» Si matar un millón de personas en Irak desde el 2003, es historia, también lo será el golpe de Estado contra Chávez en el 2002 y el apoyo de EE.UU. y los medios de comunicación a la dictadura de Carmona que deshizo la Asamblea Nacional, el poder judicial, el Consejo Nacional Electoral, la Defensoría del Pueblo y el resto de instituciones democráticas. Obama es un hombre de acción y quiere ver la política de hoy, bajo su administración.
El problema es que Obama ya expresó su criterio: un país es democrático y tiene libertad de expresión cuando sirve sus intereses. Cuando se desvía un poco para servir necesidades y derechos internos, es autoritario. Si no, veamos el caso de Honduras. Esta no es historia. Esta es su administración. El presidente Zelaya fue electo democráticamente con un mandato popular. Zelaya, sin embargo, se acercó al ALBA, Petrocaribe, subió un poco el salario mínimo y planeó hacer una consulta no vinculante sobre si el pueblo quería una asamblea constituyente, ubicando a Zelaya entre aquellos líderes que se interesan por promover los criterios, expresiones y derechos de los ciudadanos en su totalidad.
Por eso, era necesario ejecutar un golpe militar para reestablecer la democracia. Zelaya es expulsado, encañonado, en un avión de la base militar estadounidense Palmerola, la cual alojaba 600 militares estadounidenses. La misma embajada estadounidense envía un cable diciéndole al gobierno de Obama que lo sucedido está fuera del orden constitucional y legal, y por lo tanto informa internamente que es un golpe de Estado contra la democracia constitucional de Honduras. Sin embargo, Obama es de los pocos países que reconoce al dictador Micheletti, ayudado por su canciller Hillary Clinton, quien describe su apoyo a la dictadura «por medio de una estrategia que… hiciera la cuestión de Zelaya irrelevante», contra la oposición de América Latina y la Asamblea General de la ONU. Las tasas de homicidio suben 50% de 2008 a 2012; los asesinatos de periodistas, trabajadores, mujeres y personas de diversidad de género se recrudecen.
Para Obama la democracia y la libertad de expresión es la misma que para los esclavistas. Evidentemente no ha seguido el mensaje de Galeano, de que como presidente no se olvidara de que la Casa Blanca, su casa, fue construida por esclavos. Para Obama, al igual que los principales medios de comunicación de EE.UU., la democracia y la libertad de expresión es la misma que para el gobierno de EE.UU. durante la guerra fría. Si sirve sus intereses, es democracia y tiene libertad de expresión; si sirve los intereses, expresiones y derechos de la soberanía popular, es una amenaza a la seguridad nacional que tiene que ser eliminada. En las democracias en revolución en América Latina, se buscan unas auténticas democracias y libertad de expresión.
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