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Entrevista con Gabriele del Grande sobre el documental Io sto con la sposa (Yo estoy con la novia)

«Lo que queremos es voltear la narración hegemónica de la frontera»

Fuentes: Rebelión

Esto no es una entrevista sobre arte y política. O no solo. Esto que leerán es una invitación a la desobediencia civil contra las leyes que gobiernan el derecho de entrada a la Fortaleza Europa. También es una invitación a financiar una película que se ha presentado al próximo festival de Venecia y que se […]


Esto no es una entrevista sobre arte y política. O no solo. Esto que leerán es una invitación a la desobediencia civil contra las leyes que gobiernan el derecho de entrada a la Fortaleza Europa. También es una invitación a financiar una película que se ha presentado al próximo festival de Venecia y que se ha sufragado con la voluntad de quienes creen que quebrando las fronteras del lenguaje se pueden cambiar las fronteras y el mundo. Hablamos del documental Io sto con la sposa («Estoy con la novia»), una obra que quiebra fronteras de género porque es realidad y ficción, tragedia y comedia, una obra que quiebra fronteras de espacio porque es sureña y norteña, mediterránea y europea, y también una obra que quiebra la frontera de lo legal y lo ilegal, lo legítimo y lo ilegítimo.

Hablamos con el periodista Gabriele del Grande, autor junto con el director Antonio Augugliaro y el escritor Khaled Soliman Al Nassiry, sobre esta aventura cinematográfica, pero antes aprovechamos la ocasión para hacerle algunas preguntas sobre emigración, Siria, Libia y sobre periodismo, temas que él ha tocado en su trabajo.

-¿Podrías sintetizar brevemente las novedades que ves en los movimientos migratorios en origen? ¿Cuáles son las razones para emigrar y el origen de la mayoría de los migrantes actualmente?

-El mayor cambio de los últimos años es la crisis económica que afecta sobre todo a los países del sur de Europa. Una crisis que, de hecho, ha paralizado el mercado laboral y forzado a muchos emigrantes a dejar nuestros países. Actualmente la principal ruta migratoria es de salida. En 2012 se marcharon de Italia al menos 100.000 personas. En ese mismo año 215.000 sudamericanos dejaron España y 200.000 albaneses se fueron de Grecia. Algunos volvieron a sus países de origen; otros partieron para el norte de Europa, Alemania o los países árabes del Golfo. Sin embargo, aunque la crisis ha vuelto menos atractivos los países europeos, el número de desembarcos en Italia sigue creciendo. En los primeros cinco meses de 2014 han llegado por mar unas 50.000 personas. La mitad eran eritreos y sirios. Lo que más presión ejerce en las puertas de Europa son la guerra en Siria y la inestabilidad crónica en el cuerno de África. Millones de personas se han escapado de estas regiones. Para casi todos, la fuga concluye en los países vecinos, donde esperan el fin de la guerra y la posibilidad de regresar a su propia tierra. Pero entre toda esta gente hay también decenas de miles de personas que eligen Europa como destino de su exilio. Para llegar hay un único camino, el mar y el viaje de la muerte, puesto que obtener un visado Schengen se ha convertido en un privilegio para sólo unos pocos.

-Centrándonos en el problema de Siria, ¿de qué huyen los sirios? ¿Cuál es la solución para el conflicto sirio? ¿Qué queda de la revolución democrática original?

-La guerra de Siria ha obligado a huir a más de 12 millones de personas entre refugiados y desplazados internos. La mitad de la población. Solo 89.000 solicitaron asilo en Europa a lo largo de 2013. Menos de un uno por ciento. Es más que obvio que escapan de la guerra. Pero, ¿por qué Europa? La respuesta creo que se encuentra en la inestabilidad de los países árabes. ¿Dónde pueden encontrar refugio hoy quienes huyen de Siria? ¿En un Líbano en crisis debido a la presencia de un millón de refugiado sirios e implicado directamente en la guerra de Siria a través de las milicias de Hezbolá? ¿En un Irak al borde de la guerra mundial musulmana entre chiíes y suníes? ¿En un Egipto que ha estado también al borde de una guerra civil entre militares y Hermanos Musulmanes? ¿En una Libia con enfrentamientos cotidianos entre las milicias que controlan el territorio? ¿En una Jordania convertida en un megacampo de refugiados al estilo del de Zaatari?

Hemos entrado ya en el tercer año de guerra e incluso a los más optimistas les ha quedado claro que harán falta muchos años antes de que Siria alcance la paz. No se atisban soluciones en el horizonte. Al contrario, actualmente el conflicto se ha extendido a Irak y se corre el peligro de que involucre a los ejércitos iraní y estadounidense en una insólita alianza antiqaedista que podría reforzar paradójicamente a Bashar Al Asad en cuanto protector de la región de los qaedistas del Estado Islámico (ISIL). Un final de partido muy amargo que explicaría bien el cuidado con el que la aviación siria ha evitado bombardear las columnas de los qaedistas en Siria y en su cuartel general en Raqqa, prefiriendo claramente seguir aterrorizando a los civiles de Alepo y otras ciudades ocupadas por las tropas de los insurgentes.

Es como decir que dejando que crezca el cáncer de Al Qaeda en Siria, el régimen ha conseguido, por un lado recuperar credibilidad ante las cancillerías internacionales como «el mal menor» (pregúntense por qué Obama no ha bombardeado después del uso de armas químicas), y por el otro a dividir a la oposición militar, que actualmente está ocupada en dos frentes (contra el Estado Islámico de Irak y el Levante, EIIL, y contra el régimen).

De la revolución inicial solo quedan cenizas. Como si fuera un incendio, la guerra ha asolado el país. Y las cenizas del movimiento son esos pocos activistas que no han muerto estos años a manos del régimen o de Al Qaeda. Muchos de ellos se han escapado al extranjero. Otros siguen aún en Siria y trabajan en los hospitales, en la distribución de ayuda humanitaria o en los centros de prensa. Su papel futuro dependerá mucho de la solución del conflicto. A veces, bajo las cenizas, quedan ascuas y puede reavivarse el fuego. Otras veces, ni eso, y se pierde toda esperanza. Depende mucho de cómo termine la guerra, pues la tarea más ardua tras la tregua no serán tanto las reformas como la reconciliación, in primis entre suníes, alauíes y chiíes. Y esos avisos de guerra entre suníes y chiíes en Irak no dejan presagiar nada bueno.

-Recuerdo tus reportajes sobre los campos de la Libia de Gadafi, país del que se habla poco desde la guerra. ¿Qué noticias tienes de la situación actual?

-No voy a Libia desde febrero de 2012, así que no tengo impresiones frescas de ese país. Pero leyendo la prensa veo claro que se trata de una transición muy difícil. El desarme de las milicias que han combatido la guerra prosigue despacio y su conflicto con el ejército nacional se hace cada vez más manifiesto. No ha habido una verdadera reconciliación entre las tribús y las ciudades que sostuvieron al régimen hasta el final (Sirte, Beni Walid, Tawargha, Sebha, Kufra) y las que insurgieron al principio y cuentan más en el escenario libio actualmente (Misrata, Bengasi, Gharyan). Por el contrario, ha habido nuevos enfrentamientos precisamente entre estas ciudades. En algunas zonas de Cirenaica, en Derna, por ejemplo, se ha vuelto cada vez más problemática la presencia de milicias qaedistas que no reconocen a la autoridad nacional. La población local las ve con malos ojos y les ha pedido más de una vez que se desarmen. Las peticiones de autonomía (cultural y económica) realizadas por Cirenaica, o por los bereberes de Jebal Nafusa no han obtenido respuestas adecuadas. Toda esta inestabilidad frena y en ocasiones bloquea la producción y la exportación de gas y petróleo con graves consecuencias para la economía libia. Es difícil decir cuánto durará esta situación, pero todo el mundo sabía que, al caer un régimen tan opresivo como el de Gadafi, iban a hacer falta muchos años antes de reconstruir un nuevo orden. Sea como sea, no hay por qué ser pesimista necesariamente. En medio de todos estos problemas, sigue vivo el fermento de la sociedad civil libia; han nacido cientos de asociaciones, partidos, diarios; se están reformando los programas escolares; hay una nueva apertura a las inversiones privadas. Se trata de un proceso de construcción que requiere mucho más tiempo del que llevó la destrucción del régimen precedente.

-¿Cómo ha evolucionado la política europea para gestionar las fronteras en el Mediterráneo? ¿En qué momento nos encontramos? ¿Qué ha sucedido a lo largo de 2014?

-La principal novedad de los últimos años es el régimen de libre circulación que adoptó en 2007, sin que se levantara ningún escándalo, la Unión Europea con los nuevos Estados miembro de la Europa del Este y parte de los países balcánicos (pienso en el acuerdo de liberalización de visados con Albania de 2010). Una decisión muy valiente ya que de allí proviene más de la mitad de los trabajadores emigrantes de la UE. En cambio, la política relativa al Mediterráneo sigue siendo la misma. Patrullas militares, devoluciones, externalizaciones del control de la frontera. Y las consecuencias de esta política siguen siendo los muertos a lo largo de las rutas migratorias, ya sean jóvenes asesinados en las vallas de Ceuta y Melilla, ahogados en el canal de Sicilia, o muertos de sed en la región de Evros, en la frontera entre Turquía y Grecia. Los resultados de las últimas elecciones europeas no prometen nada bueno. Y es una pena, pues la única solución sensata puede llegar solamente de la Comisión Europea y pasa por una simplificación de las reglas para conceder visados Schengen. Es decir: hay que trabajar para que los cincuenta u ochenta mil migrantes que todos los años atraviesan el mar puedan viajar en avión con un visado en el pasaporte. Así pues, hace falta legalizar a esos viajeros, despenalizar el viaje; o sea: hacer en el Sur lo que Europa ya hizo en el Este.

-Te hemos leído en las redes sociales denunciar un nuevo acuerdo firmado por la Federación Nacional de Periodistas (FNSI) que afectará a un 60% de periodistas freelance y colaboradores ocasionales según el cual estos podrán recibir pagas horarias ridículas (unos 8€). ¿Cuál es el estado de la información actualmente en Italia? ¿Qué caminos les quedan a los periodistas vocacionales para ejercer su trabajo?

-Me sumé a un llamamiento de algunos colegas freelance italianos. Yo dejé de escribir para la prensa italiana hace años. Vendo mis artículos en los Estados Unidos, Alemania, a veces en Suiza. Es el único modo que tengo para pagar los gastos de viaje y tener un salario digno. ¿Que cómo está la prensa italiana? Digamos que no muy bien, pese a las excepciones de muchos colegas que siguen haciendo bien este trabajo en las redacciones. Pero para quienes como yo trabajamos desde fuera, como periodistas independientes, en Italia no hay esperanzas. A menos que uno se decida y experimente un nuevo sistema productivo, como por ejemplo la financiación popular en línea, que es lo que estamos tratando de hacer con cierto éxito para financiar nuestro último documental Io sto con la sposa (Yo estoy con la novia). 

-¿Hay otras películas recientes aparte de la vuestra que recomendarías ver a nuestros lectores sobre la frontera?

-Llevo seis meses sin ver nada aparte de la película en la que estamos trabajando. Así que no puedo responderte… Tengo la mente en blanco: veo solo fotogramas de nuestra película…

-¿Qué es Io sto con la sposa (Yo estoy con la novia)? ¿Cómo lo definirías?

-Io sto con la sposa es muchas, muchas cosas. Es un documental que trata de contar mediante la ironía y la poesía el drama de la guerra en Siria y las travesías del mar. Es una divertidísima mascarada, pero también un serísimo acto de desobediencia civil. Se cuenta la historia de un cortejo nupcial que cruza Europa, desde Milán hasta Estocolmo, para ayudar a cinco palestinos y sirios sin papeles a que lleguen a Suecia y soliciten allí asilo. Antes de ser una película, es una historia real. Real como el grupo transnacional, formado por italianos, palestinos y sirios, con el que decidimos que había llegado el momento de desobedecer, de dejar de respetar ciertas leyes. Porque el derecho no es neutro. Las leyes a veces pueden ser erróneas. Y llega un punto en el que no tiene sentido apelar al Estado de derecho ni a la retórica de los derechos humanos. Un punto en que solo la conciencia te puede decir si estás en el lado justo, y cuando una guerra la has visto con tus propios ojos no te queda ninguna duda de que estás en el lado justo si estás ayudando siquiera a una de esas personas que están huyendo.

-¿Cómo nació la idea y cuál era el objetivo?

Nació por pura casualidad, un mes después de mi último viaje a Siria. Había quedado con dos amigos damascenos de Milán, Jaled Soliman Al Nassiry e Tareq Al Jabr, para tomar un café en la estación Porta Garibaldi de Milán. Estábamos buscando un bar cuando de pronto se nos acercó un tipo de unos treinta años con una mochila y cara de acabar de llegar a la ciudad. «¿Sabéis de qué andén sale el tren para Suecia?», nos preguntó en árabe. Le respondimos con una carcajada y le invitamos a tomarse un café con nosotros, porque trenes para Suecia desde Milán no hay. Tres horas después seguíamos todavía sentados en una mesa llena de tazas de café y colillas de cigarrillos en el cenicero.

Este tipo, que se llamaba Abdalla, era un palestino sirio de Yarmouk, que vivía en Damasco. Se había escapado de Siria al estallar la guerra cuando estudiaba literatura inglesa en la universidad de Latakya. Había llegado a Italia dos semanas antes, el 11 de octubre, y se había salvado por poco del naufragio que costó la vida a más de 250 personas. Esa noche nos despedimos de él en la puerta de un centro de acogida que hay en la calle Aldini. Y sin embargo, su historia nos persiguió hasta casa. No era la primera vez que nos pasaba algo parecido. Por Milán habían pasado ya amigos de Jaled que huían de la guerra, a los que acogimos directamente en nuestra casa. Se quedaban pocos días: el tiempo justo para dar con algún contrabandista que los llevara sin documentos hasta Suecia. Después de cada despedida, el eco de sus historias de guerra y de sus travesías del Mediterráneo resonaban en nuestras cabezas, hasta que decidimos hacer algo. Fue así como se nos ocurrió lo del cortejo nupcial. De repente, nos dijimos: «¿De cuándo acá va a detener un policía a una novia?».

-Este extraño viaje de bodas no deja de ser un viaje. ¿Qué fue lo que más os sorprendió durante el viaje a través de las fronteras europeas?

-La acogida que nos brindaron. No me refiero al policía de la estación de Copenague que nos deseó muchas felicidades al vernos pasar, sino a quienes nos abrieron las puertas de sus casas para alojarnos en Milán, Marsella, Bochum, Copenague y Estocolmo. En todas partes encontramos una Europa distinta. Una Europa transnacional, solidaria y fiestera.

-Nadie es el mismo al volver de un viaje. ¿Qué os gustaría cambiar en los espectadores que vean vuestra película?

-Quisiera que el espectador saliera de la sala del cine con un poco de envidia sana. Que le diera un poco de rabia no haber venido con nosotros. Que vea la belleza de nuestra aventura, porque se trata de una historia llena de belleza. Es una historia de amistad entre gente de las dos orillas del Mediterráneo que demuestran que el mar no solo es un cementerio, sino que une. No decimos el asco que da el mundo: lo que hacemos es gritar lo bello que es el mundo que hemos creado. Al hacerlo, damos abrigo a la esperanza, porque demostramos que más allá de una cierta compasión autoabsolutoria, podemos ejercitar nuestra libertad. Podemos ser sujetos políticos, aunque para ello haya que correr riesgos. Nosotros nos hemos arriesgado mucho, incluso demasiado. En el momento en el que salga la película nos pueden imputar por favorecimiento de la inmigración clandestina. Sin embargo, nuestro sueño de un Mediterráneo de libre circulación es más fuerte que nuestros miedos. Y hacen falta sueños, porque son imágenes del futuro. Sin horizontes no se incide en la realidad, y entonces nos quedamos solo en lo virtual, en la retórica de los derechos humanos, las peticiones online y los me gusta de Facebook.

-¿Qué acogida ha tenido la iniciativa en los medios de comunicación?

-La prensa internacional se está interesando mucho en nuestra película. Han escrito sobre la película El País, France 24, Vice News, BBC y van a salir ahora artículos en Der Spiegel, Wall Street Journal y el New York Times, sin mencionar lo que ha ido saliendo en la prensa italiana. El secreto creo que reside en la historia en sí. Me refiero a que hemos conseguido combinar una serie de lugares comunes o arquetipos opuestos: la guerra y una novia, la frontera y el rap, el drama y la ironía, la desobediencia civil y las corbatas. Este cortocircuito simbólico ha conquistado la fantasía de los periodistas. Nuestra historia es bonita de contar. Tan bonita que nosotros decidimos hacer de ella una película…

-Habéis conseguido presentar la película al festival de cine Venecia de este año. ¿Cuándo se sabrá si la han seleccionado y cuándo se podrá ver finalmente la película entera?

-Antes de finales de julio se sabrá si la han seleccionado o no. En caso positivo, el estreno está previsto para principios de septiembre.

-¿Cómo pueden ayudar a financiar la película nuestros lectores? ¿Por qué deberían hacerlo?

Nos preguntamos si había una comunidad de personas que compartieran nuestro sueño: el de un Mediterráneo que una a sus gentes en vez de limitarse a ser una fosa común de esos viajeros indeseados. También nos preguntamos si este acto provocador de desobediencia civil en la frontera podía convertirse en un manifiesto para esa comunidad de personas. Y la respuesta ha sido extraordinaria. En un mes hemos recogido 60.000 euros donados por más de 1.800 personas. Falta un mes para alcanzar los 150.000 que cuesta fabricar la película (unas veinte personas que han hecho un trabajo creativo durante un año). Esta es la mayor financiación popular en Internet que se haya organizado jamás en Italia. Y seremos la película con los títulos de coda más largos del mundo, porque queremos incluir al final el nombre de todos nuestros donadores. Será un modo para agradecerles su gesto y para recordar que esta es una película que la gente quiso hacer.

Haremos de todo para llevarla a Venecia porque lo que queremos es voltear la narración hegemónica de la frontera. Usar el arte para hacer bello lo que esa narración dominante ha etiquetado como feo, criminal, peligroso. Solo así, dándole la vuelta a cómo nos cuentan el mundo y anticipando miradas futuras, cabe cambiar la realidad.

-Gracias, Gabriele, por la paciencia. Quienes quieran participar en la financiación de la película, pueden hacerlo aquí: https://www.indiegogo.com/projects/io-sto-con-la-sposa-on-the-bride-s-side–2



Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.