El especulador Alessio Rastani produjo un importante escándalo con unas declaraciones en la BBC el 26 de septiembre. Básicamente Rastani dice que no cree que los mercados ni el euro vayan a recuperarse y que la situación empeorará a corto plazo. Lo sorprendente de sus declaraciones es, por un lado, que afirma que, para él […]
El especulador Alessio Rastani produjo un importante escándalo con unas declaraciones en la BBC el 26 de septiembre. Básicamente Rastani dice que no cree que los mercados ni el euro vayan a recuperarse y que la situación empeorará a corto plazo. Lo sorprendente de sus declaraciones es, por un lado, que afirma que, para él eso, en realidad es una buena noticia puesto que el hundimiento de la economía le puede proporcionar una excelente ocasión de hacer dinero, como hubo gente que lo hizo en la crisis de los años treinta: «Personalmente, he soñado con que llegue esto desde hace tres años. Tengo que confesarlo. Voy a la cama todos los días soñando con que haya una recesión, soñando con un momento como éste». Rastani nos obsequia aún con otra revelación cuando afirma que «No es la típica situación en la que podemos confiar que los gobiernos encuentren una solución. Los gobiernos no dirigen el mundo. Goldman Sachs dirige el mundo»
La vicepresidenta del Gobierno Español Elena Salgado recoge el vocablo «loco» para calificar al «inversionista». Añade que, además de «loco» es «inmoral».
Como siempre que se utiliza el vocablo «loco» para calificar comportamiento de un perpetrador de atrocidades, mi instintito de psiquiatra luchador contra el estigma asociado a la enfermedad mental me impulsa a reclamar una vez más que no se ensucie el nombre de la locura utilizándolo para calificar a personas o comportamientos que no tienen nada que ver con los enfermos mentales.
Cuando un paciente delirante actúa para defenderse de alguien sobre el que tiene la certeza de que le está intentado exterminar, aunque cause perjuicio a otros, es inimputable porque su actuación hubiera sido legítima y lógica de estar en la situación en que él creía. El «loco» es víctima de su locura y no es libre de actuar desde fuera de ella. Cuando alguien actúa de un modo que lo convierte en genocida, un violador o un especulador, lo hace eligiendo libremente ese modo de actuar en su propio beneficio. Y es responsable de ese acto.
Rastani puede ser un inmoral (si es inmoral actuar de acuerdo con las normas de un sistema inmoral), pero, desde luego, no es un loco. Y compararlo con los locos es un insulto para los locos. Todos los locos del mundo juntos no han causado tantos problemas a sus semejantes como un solo Rastani. Y desde luego no han disfrutado como él causando los que hayan podido causar.
Pero pasado el primer impulso, se me ocurrió que hay características del discurso del loco que son compartidas por otros discursos como los religiosos o los de las sectas, aunque en estos casos en lugar de conducir al aislamiento atroz a que la locura somete al loco, sirvan para articular formas potentes de pertenecía a grupos. Y creo que la psico(pato)logía – por utilizar el término tal como nos enseñó a escribirlo Carlos Castilla del Pino – podría guiarnos en el intento de utilizar lo que hemos aprendido al escuchar el discurso del loco para desentrañar el de estos grupos.
Se ha dicho que el psicótico podría tener un problema para rotular metáforas y que, de algún modo, el discurso psicótico podría entenderse como una metáfora sobre la que se ha perdido precisamente la posibilidad de saber que sólo se refiere a la realidad de un modo metafórico.
Rastani comparte con los de su especie algo así. Habla por ejemplo de «hacer dinero». Y habla de ello como si efectivamente, con su actividad o gracias a su astucia, lo que «hiciera» es dinero. Porque por su actividad alguien que tenía una cierta cantidad de dinero pasa a tener más, como si Rastani se lo hubiera «hecho».
Pero ¿A qué llaman los Rastanis – a que han conseguido los Rastanis que llamemos todos – «hacer dinero»?
El dinero no son los papeles que se hacen en la Casa de la Moneda. De hecho el dinero que «hace» Rastani, rara vez abandona su estado virtual de apunte para encarnarse en papel. El dinero es un significante que tiene su valor porque expresa una equivalencia con una determinada de riqueza.
Y la riqueza son los bienes que el ser humano produce porque son útiles. El dinero es según esto un papel o un apunte que representa una determinada cantidad de bienes útiles producidos por el hombre. De este modo podríamos decir que el dinero sólo podría hacerse haciendo bienes útiles que pudieran ser representados por ese equivalente que es el dinero. Sólo el trabajo productivo puede «hacer» dinero: El dinero que representa los alimentos, las viviendas, las máquinas o los hospitales que los seres humanos han construido con su trabajo.
¿Qué es, entonces, lo que hacen los Rastanis? Lo que hace Rastani es utilizar unos mecanismos inextricables para el común de los mortales por los que ese dinero que representa la riqueza que los demás han producido puede cambiar de mano. Y con él cambian de mano los bienes útiles que representa. Como los hospitales griegos o los bienes previstos para la jubilación de los griegos pasan de las manos de los griegos a las de los banqueros que, siguiendo los consejos de Rastani, han empleado el dinero que previamente le han pedido a bajísimo interés entre otros a los griegos, para comprar la deuda griega a un interés impagable.
«Hacer dinero» es una metáfora. Pero habría que pensar si la metáfora adecuada para denominar algo que consiste en arrebatarle la riqueza a quien la produce porque carece de medios para jugar el juego por el que le arrebata, es «hacer dinero» o no sería mejor la de «robar». Y si el adjetivo inmoral se puede aplicar con justicia a Rastani sin aplicarlo a un sistema en el que Rastani actúa dentro de la ley. Aunque sea porque no sean los gobiernos sino Goldman Sachs quien dirige el mundo. Y eso, que es evitable y, por tanto es una opción, no se considere inmoral. Ni siquiera antidemocrático.
* El autor es psiquiatra
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.