Ciego quien no quiera verlo. Parte del porvenir está en marcha en América latina. El continente se ha vuelto un gran laboratorio de movimientos sociales, de corrientes emancipadoras, de búsquedas de alternativas al neoliberalismo. Desde hace unos diez años, vientos libertadores están soplando. Pero que nadie piense que el movimiento es irreversible. Jamás en la […]
Ciego quien no quiera verlo. Parte del porvenir está en marcha en América latina. El continente se ha vuelto un gran laboratorio de movimientos sociales, de corrientes emancipadoras, de búsquedas de alternativas al neoliberalismo. Desde hace unos diez años, vientos libertadores están soplando. Pero que nadie piense que el movimiento es irreversible. Jamás en la historia se ha visto oligarquías abandonar sus privilegios sin resistir, cueste lo que cueste, incluso a precio de vidas humanas. Ese gran enfrentamiento de clase necesita reflexión de enjundia, estudio no apriorístico, y solidaridad lúcida.
La información latinoamericana en Europa resulta poca, y además muy parcial, distorsionada, e incluso, a veces, mentirosa. El diario «Le Monde», en su sitio del 20 de enero, proclama: «Para Chávez, los Estados Unidos son responsables del seísmo» en Haití, cosa que Chávez nunca dijo. Se trata de desprestigiar a todos los que cuestionan el sistema dominante, la hegemonía de los Estados Unidos. Ojo con los «malos ejemplos», ojo con cualquier supuesta «contagión». La mayoría de las izquierdas europeas analizan los procesos latinoamericanos desde criterios eurocentristas reductores, desde tópicos neocolonialistas. Nos extraña siempre, su escaso nivel de información y de análisis frente a América latina, así como su tentación permanente de imponer modelos «del norte», su manía aleccionadora …
Una izquierda europea en crisis, que necesitaría más bien rejuvenecerse en el hervidero latinoamericano, compartir ideas, experiencia, luchas, con modestia y espíritu abierto. Que necesitaría ir al encuentro de las innovaciones en Bolivia, Ecuador, Venezuela, Cuba, Brasil, Uruguay… : el multiculturalismo, la democracia participativa, el papel del estado, nuevas formas de propiedad social, cooperativa, el control y protección de las materias primas, de los recursos naturales, de la biodiversidad… Los cambios imperantes modifican la esencia de sociedades hasta hoy muy desiguales, buscan formas de integración soberana.
Los nuevos procesos cuestionan la historia nacional, los modelos impuestos, y se reapropian la identidad usurpada, reinvindican y asumen el mestizaje. En cambio, en Europa, se discrimina a los inmigrantes, se expulsa a los «sin papeles» (indocumentados), se cierran las fronteras Sur. Mientras en Francia se adopta una constitución europea elaborada por tecnócratas y ratificada sin voto popular, en varios países de América latina, procesos constituyentes, democráticos, de alta participación ciudadana, están refundando los países. ¿Quiénes somos nosotros para tanta condescendencia, para tanta soberbia? Europa ya no es el ombligo del mundo.
2010 es el año nuclear de los Bicentenarios. Ya son objeto de un intenso debate histórico, ideológico, y de un consenso bastante politiquero. Los temas del «peligro populista y nacionalista», de «la revancha de los indígenas», de «borrón y cuenta nueva», se vuelven obsesivos. Las luchas de ayer remiten a las de hoy hacia la culminación de la Independencia; esa coherencia es peligrosa para el sistema dominante, y conviene ocultarla. Se trata de celebrar los Bicentenarios en una óptica polvorienta, vaciando la conmemoración de sentido y contenido político. La celebración oficial ya está desvinculando el pasado del presente, y tratando de disimular que el camino hacia una verdadera independencia está despejado.
Jean Ortiz es Profesor en la Universidad de Pau (Francia).
Rebelión ha publicado este artículo a petición expresa del autor, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.