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Encuentro en Quito con Roberto González, abogado y hermano del preso político cubano René González

Los cinco héroes escogieron ser escudo y no lanza

Fuentes: Altercom

Si bien la lucha por la libertad de los cinco cubanos prisioneros en los Estados Unidos por defender de las agresiones terroristas a su Patria, se ha convertido en una cruzada mundial de cientos de miles de voces que exigen su libertad, la trascendencia de su postura rebasa los límites de la justicia y del […]

Si bien la lucha por la libertad de los cinco cubanos prisioneros en los Estados Unidos por defender de las agresiones terroristas a su Patria, se ha convertido en una cruzada mundial de cientos de miles de voces que exigen su libertad, la trascendencia de su postura rebasa los límites de la justicia y del tiempo.

Esa dimensión profética no la había entendido hasta hoy cuando tuve la suerte de asistir a un evento organizado por la Coordinadora de Solidaridad con Cuba en el Ecuador en el que habló Roberto González, hermano de René, uno de los Cinco prisioneros políticos cubanos, encerrados en las mazmorras estadounidenses por vigilar a terroristas miamenses de la calaña de Posada Carriles, hoy protegido por George W. Bush.

Sus pocas y sencillas palabras me renovaron la esperanza en el nuevo ser humano, posible y real, y me estremecieron profundamente.El 12 de septiembre de 1998 fueron detenidos. De forma inmediata les aislaron entre sí y les ofrecieron, simplemente, que se pasen a su lado de la mesa. Ello implicaba unas leves condenas para ellos y un arsenal de información para los organismos de la ‘inteligencia’ estadounidense. No aceptar esta propuesta significaba, por el contrario, terribles cadenas, largas e indefinidas condenas y seguridad para su Patria.

Los verdugos no cedieron, utilizaron y utilizan toda forma de tortura física y emocional, inspirados en los obscuros manuales del fascismo que al parecer se han convertido en sus libros de cabecera. Así, a uno de ellos le encadenaron a una silla y le pusieron a su niña de cuatro meses de edad sobre una mesa para que no pueda tocarla ni abrazarla, y encarcelaron a su esposa, les recluyeron en agujeros insanos, les incomunicaron por meses, por citar unos pocos ejemplos, violando sistemáticamente los acuerdos internacionales sobre el respeto a los Derechos Humanos, sobre el debido proceso, sobre sus propias leyes e inservibles ‘principios’.

En mayo del 2005 expertos independientes del Grupo de Trabajo sobre Detenciones Arbitrarias de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, después de dos años de estudiar el caso dijeron que «la privación de libertad de los cinco era arbitraria, era contraria a las leyes, contraria a las convenciones de derechos humanos de Naciones Unidas» .

En agosto del mismo año 3 jueces estadounidenses de reconocida probidad e independencia, también después de dos años de estudio del caso, concluyeron que el juicio seguido «carecía de valor y decidieron revocar aquel proceso judicial y anularlo».

Un año después la Corte de Apelaciones de Atlanta rechazó esta decisión y ratificó las condenas, hecho que impidió que se cambie la sede y se realice un nuevo juicio de acuerdo a la petición realizada por la defensa.

El juicio quedó en la jurisdicción de Miami, donde la «gusanera» tiene su residencia permanente con permiso de ‘trabajo’ incluído. Allí mismo donde la prensa local denunció recientemente la existencia de arsenales de armas destinados a acciones terroristas contra la isla, donde se prohíben libros infantiles sobre Cuba, donde los terroristas andan sueltos y se ufanan de sus crímenes, o donde trabajan algunos de los periodistas asalariados por Washington para atizar el sentimiento anti cubano entre la población.

Ninguno cedió al chantaje y allí están, apoyados, sí, por su país, por su pueblo y por los hombres y mujeres de todo el mundo, entregándonos una lección de integridad y lealtad en tiempos de vorágine.

Escogieron ser escudo y no lanza.Heroica decisión que solo puede nacer de una profunda convicción revolucionaria y de un entrañable amor a su Patria.

Y es en ello donde se ve al ser superior, al que es capaz de vivir la coherencia de los principios y entregarnos lecciones de vida.

No me queda más que darles las gracias por su solidaridad, por su generosidad hacia nosotros, los que estamos afuera. Ya tenemos ejemplos actuales y vivos para enseñar a nuestras hijas y a nuestros hijos, a nuestros nietos, lo que en la práctica son la lealtad y la valentía y trataremos nosotros también de ser un poquito como ellos: mejores seres humanos.

No se si sus verdugos se darán cuenta que la cárcel de estos Cinco Patriotas tendrá el mismo efecto que las fotos del Cadáver que hace casi 40 años nos mandaron desde Higueras en Bolivia, para convencernos que el Che ya había muerto.

Y es que, ni la muerte ni los barrotes detienen la trascendencia de las ideas y de los principios.