Un miembro del foro Filosofía y pensamiento, ante los planteamientos esgrimidos en mi trabajo ¿Por qué los cuadros de Picasso son tan caros?, http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2012/01/por-que-los-cuadros-de-picasso-son-tan.html#more hace la siguiente objeción: «Creo que éste es un análisis complicado de una cuestión que yo veo más simple: los cuadros de Picasso tienen el precio que, aunque intervenga el deseo o […]
Un miembro del foro Filosofía y pensamiento, ante los planteamientos esgrimidos en mi trabajo ¿Por qué los cuadros de Picasso son tan caros?, http://fcoumpierrezblogspotcom.blogspot.com/2012/01/por-que-los-cuadros-de-picasso-son-tan.html#more hace la siguiente objeción: «Creo que éste es un análisis complicado de una cuestión que yo veo más simple: los cuadros de Picasso tienen el precio que, aunque intervenga el deseo o la oferta y la demanda, les confiere el mercado del arte fundamentalmente como inversión, en función del beneficio futuro que se espera obtener de su revalorización (siempre en auge), o simplemente en función del patrimonio siempre revalorizado que representa para su poseedor. Perdiendo de vista esta dinámica especulativa de los precios de los grandes pintores, lo demás no tiene sentido».
Aquí hay varias cuestiones que aclarar. No existen precios de inversión. Quien compra una acción está comprando un valor con rendimientos anuales. La acción no tiene otro valor de uso que ese: proporcionar a su poseedor rendimientos anuales en concepto de dividendo. Aquí hay pura inversión. El valor originario de la acción vino determinado por la parte de capital que representa. Y la cuantía del dividendo que arroja vino determinada por los beneficios que arrojaba la empresa que emitió la acción. Si esa empresa mejora sus rendimientos, la acción arrojará más dividendos y verá aumentado en el mercado su valor nominal. Pero aquí seguiremos hablando de precio de la acción y no de precio de inversión. No existe precio de inversión. Y tampoco en lo que llevamos hablado existe precio especulativo. Sólo debemos hablar de precio especulativo cuando el precio de un bien o título de valor se incrementa mediante una operación especulativa. Si una persona se dedica a comprar de forma indiscriminada un determinada bien sin necesitarlo y lo acapara en sus almacenes, provocará un incremento de su precio. Nos encontramos ante una operación especulativa que lo único que busca es el incremento del precio sobre el bien que se especula. Si después, una vez que ha subido el precio, lo vende, obtendrá una ganancia especulativa. Así que en el caso del mercado del arte habrá que saber en qué consiste la especulación, pues puede suceder que el incremento de precios de las obras de arte se produzca por otras razones que no sean las especulativas.
Creo que el concepto de precio de monopolio explica de forma más rigurosa el precio de las obras de arte que el concepto impreciso de «precio de inversión». El precio de monopolio quedaba establecido cuando se producía un bien de calidad excelente y en una cantidad reducida. Y el hecho de que el precio de monopolio sea desproporcionadamente grande respecto de su valor se debe a que en el lado de la demanda hay personas extremadamente ricas que desean ese bien. Esto no quita nada al hecho de que comprar obras de arte sea además una inversión, esto es, se compran bienes que experimentan periódicos incrementos de precio. La cuestión sería ahora explicar este hecho económico: el incremento periódico del precio de las obras de arte. ¿A qué se debe? Por el lado de la oferta se debe a que los cuadros de Picasso, por ejemplo, siguen teniendo una excelente calidad y no han aumentado su número. Y por el lado de la demanda se debe a que continuamente aparecen nuevos grandes ricos en el mercado deseosos de adquirir los cuadros de Picasso. Dicho en forma concisa: la oferta permanece constante y la demanda aumenta considerablemente.
¿Hay algún modo de romper esta tendencia? Pues sí. Podemos pensar en dos. Hablemos de la primera. Supongamos que todos los museos del mundo saquen a la venta todos los cuadros de los grandes pintores de todos los tiempos: se produciría al instante una bajada en picado de los precios. Si aumenta la oferta y la demanda no sufre variación, los precios bajan. Hablemos ahora de la segunda. Supongamos que haya una saga de nuevos pintores esparcidos por todos los rincones de la tierra que produzcan cuadros de una calidad muy superior a los de Picasso y en importantes cantidades. Supongamos ahora que por el lado de la demanda se produjera un cambio en los deseos: casi todos los amantes del arte anhelan adquirir los cuadros de la nueva saga de pintores. Al instante los precios de los cuadros de Picasso experimentarían una apreciable bajada y el patrimonio de sus poseedores se vería mermado.
¿Hay algún modo social de poner freno al incremento de precio de los cuadros o lograr que este incremento se transformara en puro beneficio social? Pues sí. Gravando con un impuesto del cien por cien todos los incrementos de precio de las obras de arte. ¿Hay algún modo de acabar con este mundo donde los cuadros de los grandes pintores y las obras de arte en general adquieren esos precios que no nos caben en la cabeza, esos precios que no reflejan su valor? Pues sí. Acabando con la posibilidad de que la gente se enriquezca sin límites, poniendo un límite superior al patrimonio personal. De este modo acabaríamos con toda la magia e inexplicabilidad que rodea el mercado del arte. Si no hubiera personas con grande fortunas, la demanda de las obras de arte a precios exorbitados desaparecería. Los únicos demandantes serían las instituciones públicas. Y éstas tienen dinero en cantidades limitadas. Así que los precios de las obras de arte en manos privadas caerían en picado.
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