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Los derechos humanos en la encrucijada afgana

Fuentes: Rebelión

En la portada del Time hemos visto el rostro de una mujer castigada y la advertencia de cual es destino de otras mujeres como ella si las tropas occidentales abandonan Afganistán. Ahora bien, la revista no dice que otra posibilidad que se le ofrece a la mujer y a otras como ella es no ya […]

En la portada del Time hemos visto el rostro de una mujer castigada y la advertencia de cual es destino de otras mujeres como ella si las tropas occidentales abandonan Afganistán. Ahora bien, la revista no dice que otra posibilidad que se le ofrece a la mujer y a otras como ella es no ya perder la nariz o morir bajo una lluvia de piedras, sino ser desmembrada por una bomba a la que se le han insertado mal las coordenadas, o quizás bien, pues su padre o su tío o su hermano pueden ser dirigentes talibán y es mejor no errar el tiro, tal y como se ha confirmado documentalmente por Wikileaks.

Puede argüirse que dados dos males hay que elegir el menor mal posible, y es en este punto en donde la propaganda occidental hace mejor su trabajo, en la medida en que se ampara en la histórica paternidad de los derechos humanos fundamentales. Con esta reivindicación, la revista Time nos incita a tomar partido, es más, dice directamente que solo nuestro modus vivendi será capaz de garantizar tales derechos, fuera de los cuales tan solo hay barbarie.

Pero dado que Occidente, comandado por la maquinaria bélica USA, no se libra de la acusación de terror, esto nos lleva plantearnos si los derechos humanos no son sino entidades ficticias al servicio de la fuerza y de la propaganda de guerra, por lo que sería lícito negarlos.

Pero si negamos el discurso, tan solo cabe hablar cínicamente de actos de fuerza, pero no de barbarie; de actos sin más, como puede ser la caída de una piedra como consecuencia de la gravedad. La física de la bomba o la física del cuchillo. La ausencia de un horizonte ético que deja el camino abierto al Homo homini Lupus.

Así, con el reconocimiento de los Derechos Humanos, a mi modo de ver, tenemos una guía de discernimiento, no exacta, pero sí aproximada, de la barbarie. En otras palabras, renunciar al discurso significaría renunciar al reconocimiento de la barbarie y a su denuncia, pues es el propio discurso el que dibuja estas fronteras y permite la articulación de una resistencia ética contra la fuerza.

Así pues, dado que el discurso de los Derechos del Hombre permite calificar como barbarie a los actos de fuerza, está equivocado quién piensa que es cuestión de elegir entre la barbarie suscitada por la superstición religiosa o la barbarie tecnológica y económica de Occidente, pues no hay unas barbaries mejores que otras, o menos malas, ya que la única diferencia radica tan solo en la refinación con la que se llevan a cabo. Y quien piense lo contrario, que se atreva a señalar las diferencias existentes entre el niño quemado por las bombas occidentales y la mujer castigada por unas leyes machistas.

En este sentido solo es posible construir una resistencia a la barbarie a partir de la exigencia íntegra de los Derechos Humanos, la cual pasa por verificar si la realidad de los hechos se ajusta a ellos o no.

A modo de conclusión debemos decir que sin esta exigencia íntegra, las relaciones humanas y de los pueblos están condenadas a dirimirse en frías cuestiones de fuerza, por lo que también se hace necesario desvincular el discurso de los Derechos Humanos de toda máquina de guerra, algo que los ideólogos del Time no realizan, lo cual los desenmascara como un burdo chantaje moral.

He aquí pues nuestra exigencia:

http://www.un.org/es/documents/udhr/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.