El 11 de septiembre dibuja una elipse abierta entre 1973 y 2001 que devora a los pueblos desde las fauces mismas del imperio con una sed de venganza y conquista, con un dolor repentino y repetido, con los escombros de la civilización cayendo lentamente desde lo alto de un rascacielo F-14. Los hijos del ocaso […]
El 11 de septiembre dibuja una elipse abierta entre 1973 y 2001 que devora a los pueblos desde las fauces mismas del imperio con una sed de venganza y conquista, con un dolor repentino y repetido, con los escombros de la civilización cayendo lentamente desde lo alto de un rascacielo F-14.
Los hijos del ocaso se armaron en respuesta. Que pena que no sepas repartir tu piedad. También que cada herida en la piel de este planeta es una Zona Cero que llorar. Y abres otra herida repitiendo el mismo error. Ismael Serrano – La Zona CeroTodos los medios masivos occidentales presentaron sus especiales sobre los 10 años del atentado al World Trade Center. Todos nos han explicado cómo ha sucedido el «peor» atentado que sufriera Estados Unidos. Todos, absolutamente todos, centraron sus editoriales en el horror que produce el terror. Sin embargo, pocos, por no decir ninguno de esos medios, han dedicado una sola línea al fatídico 11 de septiembre de 1973, en el que Estados Unidos alentó uno de los golpes de Estado más sangriento en la historia de América Latina.
Mientras Afganistán e Irak se desangran tras las invasiones imperialistas, en el Chile de «Piñechet», la gloriosa juventud estudiantil se rebela contra la educación modelo neoliberal siglo XXI. Es cierto que el 11 S de 2001 vino a inaugurar un nuevo capítulo en la historia del imperialismo norteamericano. Pero no es menos cierto que dicho capítulo es apenas una continuación del que le precedió. Se fortaleció la nueva doctrina de seguridad nacional. Esta vez el enemigo dejó de ser el «comunista internacional» para convertirse en el «terrorista islámico internacional». El discurso de Bush (h) tras el ¿ataque? a las Torres Gemelas fue claro y contundente en cuanto a definir la nueva doctrina del gran garrote: «You are with us or you are with the enemy». No dejó margen para el error: alinerarse a la prePOTENCIA de la potencia imperial o sufrir el combate por medio de la invasión militar. Pero seamos claros: detrás de la nueva doctrina militar estadounidense se esconde el reaseguro de la potencia en crisis de sus recursos estratégicos como el petróleo. Los antiguos amigos del imperio pronto se transformaron en enemigos mortales. Sadam Hussein, Osama Bin Laden, los Talibanes, que otrora contribuyeron a luchar contra el comunismo soviético, se volvieron armas inservibles que había que destruir. Este somero balance de época sirve para ilustrar en pocas líneas las implicancias de la política del imperio bajo el doble reinado de Bush y la actual gestión Obama, cuyo premio Nóbel de la paz, no le pesa a la hora de sostener la guerra en medio oriente ni de propulsar terribles masacres como las que la OTAN lleva adelante en territorio libio.
Pero volvamos a 1973. Ese otro 11 de septiembre en el que la CIA ejecutó su plan más macabro para el sur del continente. La estrategia de sostener los golpes militares en el sur para frenar el avance socialista que venía caminando desde la Cuba de Fidel y el Che, tuvo su corolario en los distintos regímenes sangrientos que se abatieron sobre Argentina, Uruguay, Paraguay, Brasil, Bolivia, Chile. Un sistema represivo organizado a nivel continental a partir del Cóndor y la cooperación entre las distintas dictaduras militares para «aniquilar» a toda oposición política del proyecto liberal orquestado desde Washington. 1973 entonces ha sido un año bisagra para la historia del continente sudamericano y ha sido bisagra porque quedó demostrado el poder del imperialismo en un contexto de guerra fría. Desaparecida la Unión Soviética y habiendo sido domesticado el patio trasero norteamericano con la oleada de los llamados presidentes neoliberales en Latinoamérica, el imperio debió generar las condiciones que le permitan a su industria armamentística vomitar con furia las bombas inteligentes, cada vez más inteligentes y cada vez más sangrientas. Pero además el contexto de crisis del capitalismo a nivel mundial requiere de parte del imperio, la adopción de medidas claramente establecidas en la Casa Blanca para conseguir el reaseguro de recursos estratégicos como el petróleo, el agua, la tierra… y seamos claros, solo es posible garantizar la adquisición de estos recursos invadiendo países, sometiendo a sus pueblos y mostrando al mundo que el poder de las armas, a pesar del Nóbel de la Paz, sigue siendo el recurso más válido para el imperio.
El 11 de septiembre de 2001 revela entonces que el proceso abierto el 11 de septiembre de 1973 con el golpe militar en Chile, es parte de una estrategia global y no una mera coyuntura de sucesos que cambian o transforman la historia del mundo. Para decirlo claramente, la historia de la humanidad no cambió tras el derribo de las Torres Gemelas sino que profundizó algo existente en las relaciones del poder del mundo. La hegemonía estadounidense necesitaba a la zona cero para crear otras zonas ceros a lo largo del mundo. ¿Fue Bin Laden? Es apenas un dato. Lo importante es que el 11S de hace un década le permitió a la prePOTENCIA del mundo continuar su guerra fría por otros medios. La prensa del mundo occidental ha hecho una verdadera industria del entretenimiento la transformación en espectáculo del derribo de las torres, pero lo que nunca explicará esa prensa puesta al servicio del capital, es el verdadero sentido que supone el 11 de septiembre, no ya para los neoyorkinos, frágiles de memoria, sino para los pueblos del mundo que han sufrido las invasiones del imperio, desde Afganistán a la fecha, la culminación de la masacre en Libia con el descalabro provocado por la OTAN.
Hay un correlato entre los dos 11 de septiembre. El golpe que derrocó al gobierno socialista de Salvador Allende en Chile y el derribo de las torres en la ciudad de Nueva York son parte de un mismo proceso que nos permite afirmar, sin temor a equivocarnos, que parte de la historia de la humanidad no cambió en 2001 sino en 1973. El dibujo de una elipse abierta que no termina de cerrar.
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