Tres centenarias neuronas del pueblo han logrado sobrevivir a más de veinte minutos de denodados esfuerzos cognoscitivos, no exentos de deliberaciones varias y, a riesgo de un derrame cerebral que, felizmente, no se ha producido, han conseguido identificar y aislar los tres virus que tienen a Azkoitia al borde del colapso. Como ya se presumía, […]
Tres centenarias neuronas del pueblo han logrado sobrevivir a más de veinte minutos de denodados esfuerzos cognoscitivos, no exentos de deliberaciones varias y, a riesgo de un derrame cerebral que, felizmente, no se ha producido, han conseguido identificar y aislar los tres virus que tienen a Azkoitia al borde del colapso.
Como ya se presumía, el problema no era la deuda millonaria que durante más de 30 años fueron acumulando en las arcas del pueblo gobiernos municipales adscritos al PNV y sus imprescindibles megaproyectos que, sin pasar por consultas populares, a veces ni por el pleno, iban a situar a Azkoitia en el mundo mundial, duplicando su población y acabando con el paro (también con Azkoitia). Es verdad sí que, los megaproyectos terminaban por deshincharse, un constructor hacía un gran negocio, y unos cuantos bolsillos eran recompensados con jugosas gratificaciones y comisiones, pero el problema no era este.
El problema tampoco era que negocios turbios del pasado, (juegos de Monopoly en los que un ayuntamiento, graciosamente, permutaba un gran terreno público por una parcela privada y contaminada, a beneficio, obviamente, del pueblo de Azkoitia) pudieran acabar años más tarde, el plomo, el molibdeno y tanta basura tóxica depositada en mal estado en los varios vertederos, por filtrar sus peligrosos restos al agua, al río, a las huertas…
El problema tampoco era que tras unas nuevas elecciones, de ganar quienes hicieron del ayuntamiento privada propiedad, las cuentas volvieran a ser opacas y los cuentos oficiales; los plenos retornaran a su habitual horario matutino para que no pudiera asistir nadie; la basura fuera de nuevo un negocio y la incineradora un proyecto; y la mediocridad e incompetencia volviera a fotografiarse alrededor de la maqueta de Azkoitia, abrazando al pueblo que ha dejado sin aire…
El problema ni siquiera era la basura, luego de cinco años reciclando un 34%, con los contenedores orgánicos en la calle y en el entendido, todavía insisten algunos, de que «nadie nos puede imponer el reciclaje», o la senil oposición a un Plan Mixto que el propio PNV propuso en la seguridad, jugada maestra, de que iban a echárselo para atrás. Pero se lo aceptaron los demás grupos a pesar de tener que renunciar a sus propuestas y, entonces, el Plan Mixto dejó de ser una buena idea. Con seguridad iba a garantizar un 70% en el reciclaje de la basura, más del doble, pero no iba a procurarles votos.
Ninguno de estos intrascendentes virus había sido la causa de la enfermedad del pueblo al que, en cualquier momento, como signo revelador de la metástasis, llegarían contingentes de ratas y cucarachas para agravar aún más la enfermedad.
Tres neuronas arropadas por el eco que promueve la ignorancia, en un golpe de suerte, vieron la luz un día. Fue casual, nadie se lo esperaba. Surgió como de la nada, durante una reunión de la llamada Plataforma contra el PaP, con la plana mayor del Partido Popular a la cabeza, (y la menor también porque viene a ser la misma) cuando en un castizo castellano alguien le gritó a la alcaldesa: «¡Vete a tu pueblo»!
Y tras el primer ramalazo de luz, vino el segundo (¿o sería el primero?) durante una agotadora jornada de trabajo en el sanedrín del PNV en el pueblo, cuando en un vernáculo euskera alguien expuso en la mesa: Azkoitii Azkoittiarrentzat.
Inmediatamente llegó el tercero, el más esplendoroso de todos, el que cerraba el círculo infernal y esclarecía el eje del mal.
Lo que las tres irreductibles neuronas acababan de lograr era identificar la identidad de los tres virus que amenazan a Azkoitia: los emigrantes que nos roban el trabajo, Azpeitia que nos roba el dinero, y Bildu que nos quita la vida defendiendo a emigrantes y azpeitiarras.
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