Casi un año y medio después de la quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers, por 639.000 millones de dólares, considerado el detonador de la crisis financiera global, el «examinador» Antón Valukas, nombrado por un juez para indagar las causas del desfalco, emitió un voluminoso reporte que los multimedia anglosajones definen como «dañino» de las prácticas comunes -específicamente referentes a los ominosos «derivados financieros» catalogados por Warren Buffett como «armas financieras de destrucción masiva»- de los principales bancos globales asentados en Wall Street y la City.
El «reporte Valukas» no aporta nada novedoso, con la salvedad de algunos inventos ingeniosos de «contabilidad creativa»: se trata de un déjà vu (algo ya visto) que hemos denunciado desde hace más de 10 años y que forma parte del alma consustancial de las finanzas israelí-anglosajonas.
La empresa de auditoría global Ernst & Young ocultó 50.000 millones de dólares de activos insolventes de la hoja contable de Lehman Brothers, un banco con un historial de 158 años (The New York Times, 11/3/10).
Su maniobra contable se ha vuelto célebre: «repo 105» que «traslada en forma secreta (sic) millones de dólares cuando los libros contables de Lehman Brothers se encontraban bajo el escrutinio público» y que mágicamente transformaban las pérdidas en ganancias inesperadas.
Los «repos», otro terminajo de la jerigonza monetarista neoliberal, consisten en «acuerdos de recompra» («repurchase agreements«) cuando un banco pide prestado dinero a otro de forma urgente para un corto periodo, que se garantiza por colaterales y que debe ser devuelto con una jugosa tasa de interés.
¿No es, acaso, el mismo tipo de truco contable que armó Goldman Sachs para ocultar la insolvencia del gobierno griego y desencadenó la crisis del euro?
¿No es el mismo género de truco contable que utiliza el Banco de México para inflar las reservas mediante los swaps triangulados por la Reserva Federal?
The Daily Telegraph (11/3/10) señala que «JP-Morgan Chase y Citigroup contribuyeron al colapso de Lehman Borthers». En el zoológico de lobos de la desregulada globalización financiera no se conoce la compasión.
No podía faltar la inevitable participación de la plaza financiera londinense, donde el banco británico Barclays extrajo parte de la carroña de Lehman Brothers.
James Quinn y Sean Farell, del rotativo británico The Daily Telegraph (12/3/10), comentan que «Londres (¡súper sic!) se encuentra en el centro de los trucos contables de Lehman Brothers» y dejan expuestas las » complejas transacciones» de ocultamiento contable mediante el «repo 105» avaladas por la consultoría legal británica Linklaters.
No existe nada disimilar entre los engaños contables de Bernie Madoff (ver El Correo Ilustrado, La Jornada: «Respuesta a Adolfo Gilly», 23/12/08) y/o de la gasera mafiosa texana Enron (vinculada al nepotismo dinástico de los Bush) con las exhumaciones pestilentes de Lehman Brothers y su colusión con Ernst & Young, una de las cuatro empresas contables más grandes del mundo.
Así como ayer la empresa Arthur Andersen fue atrapada con su fraude contable para beneficiar a la gasera mafiosa texana Enron, hoy Ernst & Young ha sido puesta en la picota por su involucramiento en el «masaje» numérico de Lehman Brothers.
Se habla más de los desfalcos de los bancos israelí-anglosajones de inversiones en Wall Street y la City -que han conformado una bidireccionalidad de supercherías- que de las «cuatro grandes» empresas de auditoría global, ya no se diga de las hilarantes cuan incalificables «calificadoras» de crédito de la tripleta anglosajona Moody’s, Standard & Poor’s y Fitch, que cierran el círculo mafioso de todas las tratativas financieras.
¿Quién «califica» a las «calificadoras», cuyas selectivas degradaciones crediticias en el mundo financiero equivalen a una invasión militar?
Ya que el mundo de los «derivados financieros» carece de regulación gubernamental y/o ciudadana, ¿quién «audita» a las «cuatro grandes» auditoras globales, un genuino oligopolio anglosajón que hace posible y perpetúa los fraudes de las principales empresas globales?
El oligopolio anglosajón de las «cuatro grandes auditoras globales» está conformado por: 1) Pricewaterhouse Coopers (ingresos por 26.200 millones de dólares en 2009 y 163.000 empleados); 2) Deloitte Touche Tohmatsu (ingresos por 26.100 millones de dólares y 168.000 empleados); 3) Ernst & Young (ingresos por 21.400 millones de dólares y 144.441 empleados), y 4) KPMG (ingresos por 20.110 millones de dólares y 135.000 empleados).
No faltan apologistas del modelo depredador neoliberal, como el escritor Paul Murphy, cobijado por las páginas de The Financial Times (12/3/10), que aduzcan sin ninguna compunción que los «especuladores realizan el trabajo de Dios (¡extra súper sic!)».
Lo mismo había expectorado en las páginas del rotativo británico The Sunday Times (8/11/10) Lloyd Craig Blankfein, mandamás de Goldman Sachs: » Estoy realizando el trabajo de Dios».
¿No estarán Murphy y Blankfein confundiendo a Dios con Shylock, el despreciable Mercader de Venecia inmortalizado por Shakespeare y abortado metafóricamente por la humanista civilización renacentista?
En el muy concurrido 14 seminario internacional del Partido del Trabajo (México), donde tuvimos la distinción de impartir la conferencia magistral, fue nuestra tesis que el verdadero cáncer global es el manejo discrecional, para no decir tiránico, de los derivados financieros por la banca israelí-anglosajona, en donde en fechas recientes han destacado nuevos instrumentos tóxicos (les llaman «mutaciones») de alta letalidad como los intraducibles CDS (credit default swaps), sobre los cuales nos hemos extendido en cuanto a su objetivo avieso de destruir al euro para que perviva el dólar (ver Bajo la Lupa, 7/3/10).
Ha sido nuestra hipótesis, a partir del «efecto tequila», que desembocó en la captura de la banca mexicana (alrededor de 90%, en términos de «capitalización de mercado», en manos foráneas), que el objetivo real de los «derivados financieros» de la banca israelí-anglosajona es una invisible guerra financiera global desde los paraísos fiscales para capturar las joyas estratégicas de los países afectados. Su conejillo de Indias fue México y su exitosa implementación fue emulada en Latinoamérica y Asia (ahora toca el turno al euro), lo cual plasmamos en nuestro libro agotado El lado oscuro de la globalización (Editorial Cadmo & Europa, 2000).
No basta regular y/o abolir uno de sus peores engendros: los tóxicos CDS. Los ciudadanos del mundo deben presionar a sus respectivos gobiernos para iniciar un amplio movimiento de liberación financiera que extirpe el cáncer de los derivados -y sus nuevos engendros letales como los CDS-, mediante los cuales la banca israelí-anglosajona controla las finanzas mundiales y sojuzga la voluntad política de los países.
Más que otro tema, éste es el verdadero desafío global del siglo XXI para que pueda pervivir y prosperar el género humano succionado por el parasitismo de la banca israelí-anglosajona.