Las virtudes de los hombres son semejantes al vuelo de los pájaros. El ave que se habitúa con el paisaje rastrero, pierde el gusto por la altura.Proverbio popular de la India Esta semana fue triste. La aprobación de la reforma laboral, la condena de Lula por Moro, y la victoria de Temer en la votación […]
El ave que se habitúa con el paisaje rastrero, pierde el gusto por la altura.
Proverbio popular de la India
Esta semana fue triste. La aprobación de la reforma laboral, la condena de Lula por Moro, y la victoria de Temer en la votación en la CCJ (Comisión de Constitución y Justicia), en secuencia. Quedé agobiado al ver que sólo algunos centenares de personas fueron a la Avenida Paulista para protestar por la condena a Lula. Muy pocos. El único alivio fue leer extractos de una bella intervención de Guilherme Boulos [1]. Pero es preciso constatar las cosas como son. Un juzgamiento político infame criminaliza a Lula y la reacción popular parece ser, por lo menos hasta el momento, pasiva. Una izquierda que aspire a tener fututo tiene que tener principios. No se puede dejar guiar por el sectarismo.
Lula no debería inspirar simpatía después de todo lo que ocurrió luego de 2003. Pero quien no defiende a Lula, jurídicamente, delante de Moro está, irremediablemente, del lado de la Lava Jato. No hay término medio. Este juzgamiento fue político. Moro no precisó de ninguna máscara técnica. Moro no consiguió probar que el apartamento de Guarujá seria de Lula. La obligación de probar era de la Justicia: la responsabilidad de la prueba era del Ministerio Público. Todo acusado tiene el derecho al beneficio de la duda. Callarse ante la condena de Lula significa ceder a la presión de un campo de la clase dominante. No un campo cualquiera. El campo que hoy es mayoritario, que apoya la Lava Jato. Defender los derechos jurídicos de Lula no es lo mismo que defenderlo políticamente. Es simple y evidente, para cualquier mente lúcida, que podemos condenar el balance político de los gobiernos del PT, y considerar que en este proceso no se reunieron las pruebas de que el apartamento pertenecía a Lula. No significa siquiera considerar que él es, a a priori, inocente de las acusaciones de corrupción. Significa defender sus derechos democráticos, porque son los derechos democráticos de todos y, por tanto, deben ser inviolables. Combatir a Moro y la Lava Jato no es lo mismo que defender a Lula. Lula no es inocente, pero no nos unimos a los verdugos de la burguesía que quieren destruirlo atacando sus derechos democráticos. El ataque a Lula obedece a una estrategia indiscutible: impedir su candidatura en 2018. Como si fuera poco, todavía declaró que tiene fe en la Justicia. O sea, mismo en esta hora terrible en que Moro los condena por «ladrón», Lula reafirma la fe en las instituciones, reitera el programa de colaboración de clases con la burguesía, y se recusa a llamar a las calles a la clase trabajadora, que confía en su liderazgo, para derrotar a Temer.
Por tanto, conclusión inocultable: es la clase dominante quien rompió con Lula, no al contrario. Ocurre que es muy improbable que pueda ser candidato. No deberíamos apoyarlo, incluso de pudiese ser candidato, una hipótesis cada vez as improbable. Pero creo que todos los que apostamos en una izquierda socialista más allá del lulismo, deberíamos defender el derecho del PT de presentar a Lula en 2018. Acontece que toda esta operación judicial fue construida para impedir su candidatura. El Tribunal colegiado de Porto Alegre no debe recular.
Los errores de estrategia se pagan. El PT pasó años «tocando el tambor» alardeando sus victorias tácticas: vencieron en cuatro elecciones presidenciales sucesivas. Todas estas tácticas desembocaron en una derrota estratégica, tal vez, irreversible, para el propio PT, y que puede tener secuelas muy graves para toda la izquierda. Porque Lula está siendo condenado por la Justicia por haber sido corrupto. No por haber capitulado al gran capital. Aunque todavía lo que prevalece sea la división y la confusión, una parcela importante de la clase trabajadora está concluyendo que la condena a Lula es justa. No salieron a las calles a defenderlo. Es terrible, pero es así.
Los errores de estrategia se pagan. Si alguien en la izquierda socialista considera que la condena de Lula por haber sido «deshonesto» es progresiva, no está comprendiendo nada de lo que ocurrió luego de Junio de 2013 y, sobre todo, después del impeachment de Dilma Rousseff. La dirección del PT apoyó durante catorce años, incondicionalmente, la política de negociación/rendición, impulsada por Lula: tranquilizar el capitalismo brasilero de que él en el poder, en nombre de la izquierda, no representaba ningún peligro para sus negocios.
Pero los errores de estrategia se pagan. Aquellos que alertamos que ésta orientación preparaba derrotas permanecemos en minoría durante quince años. La historia está demostrando ante nuestros ojos, amargamente, que Lula y la dirección del PT estaban errados. La estrategia de regulación del capitalismo está siendo un precio monumental para Lula y el PT. La colaboración de clases siempre fue presentada como la orientación del mal menor. Ahora llegó la hora de pagar la cuenta. La táctica de ampliación de alianzas con fracciones del gran empresariado para gobernar «para todos» sería indolora. Sólo que no es. El «win, win» o «gana, gana», un proyecto de crecimiento económico embalado por la excepcional elevación del precio de los commodities, pretendía sustentar reformas como los reajustes del salario mínimo encima de la inflación sin reducción de la tasa de lucro. Fracasó. Los límites del capitalismo contemporáneo fueron más fuertes.
Los errores de estrategia se pagan. La ilusión de que la Justicia es neutra es una trampa ideológica. Ni los fiscales ni los jueces son inteligencias técnicas imparciales. Además, ninguna está por arriba de los conflictos sociales y políticos. Existen como una forma de resolver disputas de forma desarmada. La condena de Lula sin pruebas contundentes es un ataque a las libertades democráticas y tiene como objetivo destruir su liderazgo. Lula no debe ser visto como un inocente. Sabía, perfectamente, como el PT era financiado. Pero aquellos que se reivindican de izquierda y que no se posicionan contra la decisión de Moro, están manchando sus biografías.
El PT y Lula no inventaron nada: se doblaron ante la fuerza del dinero de las empresas constructoras y de los bancos, como PSDB, DEM, y una larga lista. Complicidad con el enemigo de clase bajo el pretexto de lucha contra la corrupción es una miopía imperdonable. Es más que necesario un Frente de Izquierda Socialista para disputar contra el PT una propuesta anticapitalista. Pero ella no se construirá «subiéndose al carro» de la campaña reaccionaria de criminalización de Lula.
Los errores de estrategia se pagan. Insistir en la misma estrategia, cambiando los líderes, no tendrá otro desenlace que nuevas derrotas.
Valério Arcary es militante de la coordinación nacional del Movimiento por una Alternativa Independiente y Socialista (MAIS).
Traducción: Ernesto Herrera, para Correspondencia de Prensa
Nota de Correspondencia de Prensa
[1] Activista social y profesor, miembro de la Coordinación Nacional del Movimiento de los Trabajadores Sin Techo (MTST).