En la recta final de la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, faltando menos de veinte días para el pleito, parece que finalmente hubo un ajuste en la estrategia de campaña del partido de gobierno (PT) y en la defensa del mandato de la presidente Dilma Rousseff. Como habíamos dicho anteriormente, el peor de […]
En la recta final de la primera vuelta de las elecciones presidenciales brasileñas, faltando menos de veinte días para el pleito, parece que finalmente hubo un ajuste en la estrategia de campaña del partido de gobierno (PT) y en la defensa del mandato de la presidente Dilma Rousseff. Como habíamos dicho anteriormente, el peor de los mundos para la situación sería una versión del lulismo más potable para los operadores mediáticos y con libre tráfico para los agentes con poder de veto. Tal producto del marketing político es la ex-ministra del Medioambiente, Marina Silva. Y su mayor virtud publicitaria termina por volverse el blanco visible y concreto de los ex-correligionarios petistas.
No se puede hacer un análisis serio teniendo en cuenta los índices de campaña electoral; pero, como los staffs de los candidatos así lo hacen, estamos obligados a reconocer esta variable. El PT comenzó a combatir a su ex correligionaria exponiendo sus contradicciones y su doble discurso. Este mismo partido, ungido por Lula en la época que estaba bajo la dirección política de José Dirceu y José Genoino (los dos están presos por corrupción activa), operó alianzas heterodoxas para formar mayoría en el Congreso y asegurar la gobernabilidad por dentro y por fuera. Si Marina tampoco tuviera alianzas heterodoxas en su proyección de imagen pública, podría explorar tal hecho por la coligación liderada por Dilma y Michel Tema (PMDB), pero no lo hace. Al afirmar que «va a gobernar con los mejores» y «no tiene lados», sólo el «bien común de todos los brasileños» independiente de sus posiciones en la pirámide social Marina ejecuta un discurso vacío, con fuerte llamamiento publicitario, pero con posibilidades de vuelo limitado.
Bastó que sus aliados electorales salieran al campo, como el pastor Silas Malafaia para que Marina aumentara el rechazo y la inseguridad del electorado. El tele-evangelista, líder nacional de la Iglesia Neopentecostal Asamblea de Dios, es portavoz de un capitalismo de tipo neoliberal, con discursos micropolíticos conservadores y puede ser tachado fácilmente de incitar al odio homofóbico y de ese modo reforzar la violencia contra toda la población LGBT. Estos sermones se enfrentan a la estructura mediática que apoya a Marina, como por ejemplo se ve en los enredos de las telenovelas de Rede Globo TV. Aunque de forma estereotipada, las presencia de relaciones homoafectivas es constante en las tramas de Globo y son un lugar común en su emisora líder.
Otro flanco abierto por Marina es la exposición de Neca Setúbal (asesora especial de Marina, una de las principales financiadoras de su campaña y donadora del partido embrionario Rede) y una supuesta posibilidad de ajuste fiscal de 15 millardos de Reales a ser realizado a través de recursos judiciales del grupo Itaiú (el mayor grupo financiero y bancario del país del cual ella es heredera de la cuota mayoritaria). La ex senadora por el Estado de Acre (Región Amazónica) a través de sus relaciones con las elites económicas no difiere de la política de los campeones nacionales del BNDES (Banco de Fomento del gobierno nacional de Brasil) de Lula y Dilma y la relación umbilical con los grandes capitales aquí presentes. La diferencia está en el tipo de relación, pues los seguidos paquetes sociales de Lula y Dilma aseguran el empleo directo como factor de estabilidad en el capitalismo brasileño. Las opciones del equipo económico de Marina, liderado por Eduardo Gianetti de Fonseca se acercan con el fantasma de la Era de Fernando Henrique Cardoso (FHC, presidente de 1995 a 2002) y sus terribles consecuencias para la sociedad brasileña concreta. El tema de la Pre-Sal, de entre otros, caracteriza este flanco abierto.
Así, permitiéndonos una comparación forzosa, a pesar de no tener candidaturas reformistas (de izquierda electoral auténtica) con oportunidades de victoria, el PT se ve obligado a posicionarse publicitariamente más a la izquierda para diferenciarse de su escisión que apunta al centro y centro-derecha del espectro. Tal fractura, antes comandada por el finado Eduardo Campos (PSB), abre una alianza con el capital financiero, ya señalada con la infeliz idea de asegurar «independencia» para el Banco Central. Esto en la práctica implica entregar 100% de la autoridad monetaria a las manos de banqueros, especuladores y economistas-consultores vinculados al sector financiero. Envuelta en obscuras «reglas técnicas» que oscilan entre mediciones econométricas y delirios de filosofía de la economía liberal, la poca soberanía restante del Estado sobre el poder de los rentistas se iría por la cloaca. Al propagar tamaño absurdo en la campaña, Marina, Beto Albuquerque (su candidato a vicepresidente) y el bloque de afiliados históricos y nuevos arribistas, abren un flanco para golpear y la duda no es porque el PT golpee, sino que como se tardó tampoco golpea.
Una Operación de la Policía Federal en medio del camino de las urnas: Operación «Lava Jato» y más de lo mismo en el patrón de la política brasileña
Una vez más la Policía Federal ofrece combustible para los hechos políticos a partir de una investigación federal que ha generado centenares de titulares de prensa y hechos mediáticos. Este analista tiene por costumbre perseguir los patrones de permanencia del hacer político, específicamente del Juego Real, que es el conjunto de reglas concretas (legales o no), moralmente defendibles o no, formando partes constitutivas de las disputas electorales y de la gestión del Estado capitalista. Infelizmente, parece que es el destino manifiesto de la izquierda electoral hacerse la fuerza renovadora de la política tradicional. Así los discursos se van lavando y de programa mínimo en programa mínimo, el pragmatismo político es transformado en hacer lo mínimo y arreglar todo que se pueda.
La última bomba de la política brasileña habla a través de la delación premiada -o combinada- según el candidato a vicepresidente por el PSB, el diputado federal gaúcho Beto Albuquerque. En consonancia con información de la Folha de São Paulo, el ex-director de Petrobras Paulo Roberto Costa habría afirmado que la caja de dos de obras con presupuestos agrandados para fines de coima y corrupción y de contratos engordados de la estatal de petróleo y derivados, venían alimentando presupuestos desviados a 12 senadores, 49 diputados federales y de uno a tres gobernadores.
Uno de estos gobernadores (ex-gobernador o ex-gobernadora, o ambos) podría haber sido el fallecido Eduardo Campos (gobernador del estado de Pernambuco), cuyo avión cayó en desastre aéreo en la ciudad paulista de Santos el 13 de agosto de 2014. En el esquema revelado por la Policía Federal a través de la Operación «Lava Jato», entre 2004 y 2012, Paulo Roberto Costa garantizaba un porcentaje a políticos con cargos e influencia durante los gobiernos de Lula y Dilma. Estos, operadores del PMDB, PP y PT, se quedarían con el 3% del valor de los contratos de la Petrobras en el periodo en que el informante fue director de la estatal, entre los años de 2004 y 2012. Vale acordarse que el ex-director fue nominado al cargo a través de cuota del PP, y más tarde recibió el respaldo de los partidos de la presidente (PT) y del vice (Tema).
Si fuéramos comparar los resultados de la investigación de la PF, no hay diferencia sustantiva entre lo que fue filtrado en las operaciones Lava Jato, Monte Carlo, Castillo de Arena, Satiagraha, Gautama y Chacal, de entre decenas de otras de menor envergadura. Tampoco hay diferencia sustantiva entre estas operaciones y el cartel del Metro de São Paulo. O sea, los agentes económicos nacionales y transnacionales operando en Brasil son blancos permanentes de la policía de élite federal y dan pruebas de operar como corruptores del Estado brasileño, siendo socios ilegales de agentes públicos, con o sin mandato.
En otra punta de la misma cuerda podrida, la formación de mayoría parlamentaria a través de remuneración regular sin rúbrica o enmiendas es la unidad táctica observada en los pagos mensuales a los parlamentarios estadales de Minas Gerais, durante el gobierno de Eduardo Azeredo (del partido PSDB, el mismo arreglo de pago mensual para congresistas fue organizado por el PT durante el primer gobierno de Lula (federal) y lo mismo ocurrió durante el gobierno del Distrito Federal (Brasilia y sus alrededores) durante el gobierno local del exsenador José Roberto Arruda, en el periodo siendo afiliado al partido DEM. Así, entiendo que tenemos las siguientes caracterizaciones.
Sería una irresponsabilidad afirmar que las candidaturas de Dilma Rousseff (PT-PMDB-PP-PC do B), Aécio Nieves (PSDB-DEM) y Marina Silva (PSB-PPS) son absolutamente idénticas. En la última década, aunque con tímida distribución de renta, implicando en presupuesto a un punto de la Tasa Básica de Ganancias (llamada de Selicen Brasil) al equivalente a todo un año de Bolsa Familia (el mayor programa de renta mínima de América Latina), tuvimos considerables mejorías en las condiciones materiales de vida. El año de 2013 demostró que la política de acomodación social ya no basta para captar a una nueva generación sin experiencia política previa y rechazando frontalmente el gobierno de coalición.
Así como es absurdo comparar la Era FHC con los efectos societarios del Lulismo, también sería irresponsable con cualquier postura más a la izquierda clasificar cualquiera de estas propuestas como siendo de «izquierda». El modus operandi de la tal gobernabilidad aproxima al entonces mayor partido de masas y reformista de América Latina (PT) a sus antiguos adversarios, tanto apoyadores de la dictadura (ex miembros del partido ARENA, sigla de apoyo al régimen militar) como fisiológicos de la oposición consentida (el PMDB, un partido gigantesco que en la práctica opera como una federación de oligarquías estadales). La mayor victoria de la derecha política en Brasil y de los grandes capitales que aquí operan fue haberse acomodado al choque de capitalismo promovido por Lula, sus aliados y compañeros de partido.
No quiero con eso decir que los hechos singulares -los hechos concretos- no tengan importancia. Si lo hiciera, abriría la mano al análisis de coyuntura, restando sólo la predicción estructural, lo que en términos prácticos implica todo o nada todo el tiempo. El singular importa y así como el desastre aéreo generó la ocasión para catapultar Marina Silva, las denuncias de Paulo Roberto Costa pueden garantizar algún respiro para un segundo turno que se acerca entre el lulismo y su defección. Marina es sí un fruto amargo de la herencia política de Lula. Ya su equipo económico es un hijo no tan bastardo de lo peor del PSDB y del poder del capital financiero. Si quedara evidente alguna implicación de la figura hoy inmaculada de Eduardo Campos, bien demostrado por el palpable lenguaje publicitario que el avión que cayó era financiado a través de empresas fantasmas, lo que evidencia cajas negras; desde ahí el juego se puede volcar a favor de Dilma aún en septiembre.
En esta etapa final de campaña, el aislamiento del proceso electoral para la dimensión política -y su alianza tan nefasta como subordinada a las estructuras de dominación- abren la cancha para cualquier posibilidad. Los tres posibles mandatarios de la 7ª economía del mundo y la 79ª sociedad en ranking de Índice de Desarrollo Humano de la ONU dependen, y mucho, del talento de sus publicistas para transformar un hecho policial y de crimen de Estado, en hecho político y publicidad electoral. Es más que preferible la confusión y la desobediencia de las calles en 2013, que este tipo de juego viciado en 2014.
Apuntando conclusiones antes de la primera vuelta
Si hay aún alguna oportunidad de victoria electoral del lulismo, esta se materializa con la presencia del propio Lula en campaña. Desautorizando Marina y reivindicando a su criatura política (Dilma, la ex-Primera Ministra, titular de la Casa Civil que asume el puesto en medio al pandemonio de la crisis del Mensalão), el LechWalesa brasileño puede volcar el juego publicitario. La «madre del Programa de Aceleración del Crecimiento» cuenta de nuevo con el «padre de los pobres» para derrotar a los dos proyectos neoliberales en nombre de un desarrollo policlasista. El lulismo, traducido en bismarckismo tropical con rasgos de keynesianismo tardío, convive bien con la estructura de clases y alguna desigualdad. Si la derecha política brasileña no fuera tan loca en términos ideológicos y exclusión post-colonial, seguiría los pasos de los agentes económicos líderes y apoyaría a Lula, Dilma y companía.
La elección brasileña es un juego disputado en dos turnos y que en su primera vuelta llevará a la victoria parcial al equipo que ataque más los flancos abiertos de sus adversarios. El PT asumió el *paradigma de Adhemar», y lo está haciendo. Los demás necesitan derrumbar este prisma y afirmar que van a distribuir renta y asegurar las ganancias de acumulación de los capitales aquí presentes, generadores de empleo directo. De lo contrario, las oportunidades de victoria son más pequeñas.
Bruno Lima Rocha es docente de ciencias políticas y de relaciones internacionales
Fuente original: www.estrategiaeanalise.com.br