La concentración de la riqueza, en grandes grupos económicos, no es un tema nuevo en la sociedad ecuatoriana. Esa ha sido una de las constantes. Tan es así, que en épocas del auge cacaotero, a las 14 familias que dominaban el negocio y que obtenían enormes ganancias por las exportaciones de la «pepa de oro», […]
La concentración de la riqueza, en grandes grupos económicos, no es un tema nuevo en la sociedad ecuatoriana. Esa ha sido una de las constantes. Tan es así, que en épocas del auge cacaotero, a las 14 familias que dominaban el negocio y que obtenían enormes ganancias por las exportaciones de la «pepa de oro», la gente les conocía como los «gran cacao».
En la actualidad son diez los principales grupos económicos. Durante el año 2009, estos grupos declararon al Servicio de Rentas Internas cerca de 9.800 millones de dólares en ingresos, es decir 1.4 veces más que todos los ingresos tributarios que recibió el Estado en ese año. Estos grupos son, ordenados por el orden de magnitud de dichos ingresos, Corporación La Favorita, Banco del Pichincha, Almacenes Juan Eljuri, General Motors, Cervecería Nacional, Holcim, Exportadora Bananera Noboa, Corporación El Rosado (Mi Comisariato), Industria Pronaca, Consorcio Nobis. Atrás de cada uno de ellos, en su mayoría, hay un pequeño grupo familiar que maneja el patrimonio empresarial y, con esto, los beneficios de su acumulación económica.
De acuerdo con la información de la Superintendencia de Compañías, el 3% de las empresas, las más grandes del país, es decir mil de un total de 38.425 empresas, concentran el 70% de los ingresos empresariales totales, el 73% de los activos totales y el 80% del patrimonio. Sin embargo, apenas dan ocupación a un 10% de la población económicamente activa. Es decir, el grueso del empleo no está en las grandes empresas, sino en las micro, pequeñas y medianas empresas, y unidades productivas del campo y la ciudad.
Al cabo de más de tres años y medio de revolución ciudadana, el modo de acumulación y producción en el Ecuador sigue siendo altamente concentrador. Este es un dato alarmante que no se compadece con la construcción del «buen vivir» y tampoco con la Constitución de la República, que dispone «construir un sistema económico, justo, democrático, productivo, solidario y sostenible, basado en la distribución igualitaria de los beneficios del desarrollo, de los medios de producción y en la generación de trabajo digno y estable».
Una distribución igualitaria de los beneficios del desarrollo, que puede parecer utópica, al menos debería propender a una mayor equidad en la tenencia de la riqueza, en los circuitos económicos y en la producción. Esto pasa por confrontar la voraz búsqueda de concentración de riqueza en pocas manos, pasa por poner límites al mercado, y pasa por tener claridad que toda revolución económica y social no puede dejar intocados a los grandes grupos económicos. Una ley que combata la concentración económica, monopolios y oligopolios privados, así como a sus prácticas colusorias, tanto como profundas medidas redistributivas, es más que urgente en tiempos de revolución.
Estos aspectos deben ser debatidos a profundidad, a propósito del código de la producción, inversión y comercio que está preparando el Gobierno y que luego pasará a la Asamblea Nacional. ¿Quiénes serán los verdaderos ganadores con esta propuesta? Deberían ser la pequeña y mediana producción, la economía popular y solidaria, las cooperativas, las asociaciones y comunidades, con herramientas e incentivos adecuados para que la correlación de fuerzas económicas dé un giro hacia una mayor equidad, base fundamental del «buen vivir».
¡Los «gran cacao» de siempre y los del siglo XXI ya han acumulado bastante!
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