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Los «gruñidos» del porvenir

Fuentes: Rebelión

A Pablo Iglesias, también, con mucho cariño. Mientras el diario El País y la mayor parte de los medios de agilipollamiento masivo europeos celebran el acercamiento recíproco de Cuba y Estados Unidos. Mientras fluyen a través de las redes aquellas declaraciones de Fidel Castro que algunos interpretan con oportunismo como la intuición profética de un […]

A Pablo Iglesias, también, con mucho cariño.

Mientras el diario El País y la mayor parte de los medios de agilipollamiento masivo europeos celebran el acercamiento recíproco de Cuba y Estados Unidos. Mientras fluyen a través de las redes aquellas declaraciones de Fidel Castro que algunos interpretan con oportunismo como la intuición profética de un visionario – sic -: «Estados unidos dialogará con Cuba cuando tenga un presidente negro y un papa latinoamericano», Cuba celebra el sexuagésimo segundo aniversario del asalto a la Moncada.

Si fuésemos menos ingenuos tendríamos en cuenta que el negro imaginado de Fidel no tiene nada que ver con el negro real que financió su carrera presidencial con los dolares de Wall street y que, desde entonces, ha desplazado de lugar, pero no eliminado, ese nicho de unilateral persecución y tortura penal globalizada que es Guantánamo, ha reforzado la presencia militar del ejército norteamericano en Irak después de una sangrienta e unilateral intervención armada, ha bombardeado sin concesiones la Libia de Muammar Gadaffi y organizado su posterior asesinato ante las cámaras, ha financiado al hoy conocido como Estado Islámico para derrocar en Siria a Bashar al Assad, produciendo la propia enfermedad que él mismo pretende combatir ahora a base de bombardeos aéreos sobre el espacio geo-estratégico de Siria e Irak, ha aprobado el suministro de armamentos al gobierno de Ucrania, responsable último y directo de financiar y estimular, a su vez, a los movimientos fascistas que asesinaron a decenas de comunistas en la casa de los sindicatos de Odessa. Y, por supuesto, sigue financiando al brazo militar del estado de Israel, responsable último y directo de las decenas de miles de palestinos asesinados por el Mossad en el que es, sin dudarlo, el más preciso y calculado experimento de dominación colonial, el más preciso y calculado campo de pruebas para el armamento producido por el conglomerado industrial-militar estadounidense, el más preciso y calculado diseño de campo de concentración al aire libre, en resumen, de la historia contemporánea de la humanidad: Gaza.

Si fuésemos menos ingenuos, quien sabe, tendríamos en cuenta que el papa latinoamericano imaginado por Fidel poco tiene en común con la doctrina social que avala Jorge Mario Bergoglio en cuestiones políticas, sexuales y económicas y sí más con teólogos que convierten doctrina en ejemplo como Pere Casaldáliga, entre tantos otros desconocidos y estigmatizados por el patriarcal falo doctrinal de Roma.

Antes de proyectarnos hacia el futuro como pollitos sin cabeza, quizás convendría ejercer más la memoria reflexiva. Así, quien sabe, puede que algún día sepamos resistir mejor a los futuristas cantos de sirena de las democracias-mercado y a ese perfumado y sonriente optimismo que subyace bajo palabra progreso.

No: no queremos una cuba usamericana con gotitas de libre economía de mercado. Estamos con el pueblo cubano que quiere construir socialismo en el siglo 21 y desde abajo, desde lo más hondo y telúrico de los pueblos de Latinoamérica. Y a quien no le guste, puede probar con ajo, sal y agua.

Ni la voluntad de usamericanizar Cuba nos agrada a los pitufos gruñones, ni la persistencia del sádico asesinato cotidiano del pueblo palestino nos hace gracia, ni tampoco las claudicaciones de Tsipras ante el Eurogrupo nos estimulan a aplicar la filosofía política del buen rollito. Recientemente, Alemania ha propuesto a Grecia la posibilidad de vender todos su patrimonio nacional para pagar su deuda. Pueden ustedes creérselo o no, pero esa venta ya se está gestionando. Esto, la verdad, tampoco nos hace mucha gracia, y menos gracia nos hace que ningún europarlamentario, con coleta o sin ella, haya respondido a Alemania con la santísima y latinísima ira que nos caracteriza a los países latinos. Ya puestos, ¿por qué no?, podrían haberles propuesto comprar el coño de sus mujeres y los brazos de sus hijos a un módico precio: siempre habrá plazas vacantes en los burdeles alemanes y chatarra que clasificar entre los cementerios industriales de Berlín.

Pero ya puestos a gruñir, podríamos gruñir por el hecho de que ningún medio de agilipollamiento masivo en Europa haya resaltado en primera plana la literal prohibición de cualquier tipo de actividad a los tres partidos comunistas existentes en Ucrania. Como no esperábamos menos, la reacción de nuestro muy liberal y democrático europarlamento ha sido la acostumbrada: el silencio. Puestos a gruñir, qué se xo, pibe, podríamos gruñir por el nuevo olvido del movimiento pacifista entre aquellos ex activistas que, de repente, han visto la luz del realismo político cuando se meten en política institucional; aquí, nadie, absolutamente nadie, en todos los medios europeos y en buena parte de la cobarde izquierda europea ha hecho mención a la dimensión puramente industrial-militar de las mal llamadas deudas soberanas de los países del sur de Europa i més enllá. Que la socialización de la deuda financiera privada en origen lleve intrínseca una clarísima hipoteca en lo que se refiere al irracionalísimo sobregasto en I-D-I militar, al parecer, sólo provoca shhhhhss y timoratos ahora no toca esto en la política palaciega. Mientras tanto, ellos pueden preparar la política de la humillación, la amenaza y el asesinato geo-político dentro de los marcos constitucionales vigentes, pero nosotros, pitufines que somos, debemos callarnos a la fuerza y por la fuerza. Tal es el pacto social subyacente en nuestro estado de derecho, al que más que estado de derecho habría que denominar, en honor a la precisión, un violento estado de excepción penal contra la vida.

¿Para qué gruñir? Para qué gruñir ante el hecho de que, por pragmatismo político, Syriza haya tenido que escoger como socio de gobierno a un partido de extrema derecha que, muy recientemente, se ha reunido con el ministro de defensa Moshe Yaalon en las oficinas de Tel aviv para, supuestamente, discutir – sic – sobre cooperación y seguridad entre Jerusalén y Atenás, así como sobre la situación en Oriente medio. ¿Para qué gruñir ante el reciente acuerdo que Panos Kammenos ha firmado en Tel Aviv para permitir a las fuerzas armadas de Israel permanecer en Grecia, lo que sería el primer acuerdo sobre el estatuto de las fuerzas armadas (SOFA) que Israel firmaría con un país no alineado con los Estados Unidos? ¿Para qué gruñir ante el extenso listado de claudicaciones concretas que el Eurogrupo ha impuesto a Tsipras, y que no harán sino aumentar más, y más, y más, hasta el culmen de la masoquista delectación, el profundo dolor de su pueblo?

Para qué gruñir, me pregunto, con lo fácil que es sonreir cuando no se sienten ganas y hablar como no se piensa ni se siente en las entrañas. Para qué gruñir, cuando ya ni dos gramitos de decencia importan a los que confunden el realismo con la claudicación del deseo. Para qué gruñir, si al fin y al cabo también sonreímos, de vez en cuando, del mucho caso que hace Tsipras a nuestros aspirantes a jefe de estado cuando cogen vuelos exprés hacia Europa.

Para qué gruñir, me pregunto, rompiendo a reir a carcajadas, si dentro de nada vamos salir de nuevo a la calle a decir lo que hay que decir: que del género humano fue, es y será la internacional. Que el movimiento eco-pacifista y feminista de base va a organizar la que será la primera desobediencia civil al impago integral de la deuda en toda Europa. Que la unidad popular necesaria para ello se abre con y desde la izquierda y se cierra con todas las sílabas, con y hacia la derecha, y que no hace falta ser o no ser marxista, con la cabecita, ni comunista, con el corazón, las tripas y la entrepierna para cohesionarla y darle dirección.

Para qué gruñir, si, al fin y al cabo, lo único que tenéis es miedo y diez minutos de protagonismo mediático. Para qué hacerlo, si fuisteis siempre comunistas plenos de auto-censura en orígen, y posiblemente seguiréis siéndolo como destino.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.