Los hipócritas no tienen rostro, apenas la sonrisa maquillada con que sumarse al carnaval y simular una apariencia humana. Los hipócritas no tienen palabras, únicamente registros y pretextos con que acallar conciencias y maquinar coartadas. Los hipócritas no tienen amigos, como mucho otros socios de embozos y artificios. Los hipócritas no tienen sueños, quizás la […]
Los hipócritas no tienen rostro, apenas la sonrisa maquillada
con que sumarse al carnaval y simular una apariencia humana.
Los hipócritas no tienen palabras, únicamente registros y pretextos con que acallar conciencias y maquinar coartadas.
Los hipócritas no tienen amigos, como mucho otros socios de embozos y artificios.
Los hipócritas no tienen sueños, quizás la pesadilla del espejo
cuando el tiempo se cobre los olvidos.
Los hipócritas no tienen amor, sólo miedo a conocerse y a que los descubran.
Los hipócritas, que se dicen cristianos, no tienen Dios, les basta darse golpes en el pecho, invocando su nombre, en el temor de que alguna vez los oiga.
Los hipócritas no tienen pasado, se conforman con negar las evidencias y esconder sus páginas en blanco.
Lo único que, en una sociedad como la nuestra tienen los hipócritas es… futuro.
Pero eso sí, un futuro sin rostro, sin palabras, sin amigos, sin sueños, sin amor, sin Dios, sin pasado… sin futuro.