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Los infrahumanos

Fuentes: Rebelión

Las imágenes los muestran fatigados, hacinados, derrumbados, con la mirada vacía y asociados a ideas negativas entre los que se cuela una y otra vez el término «mafia». En los informativos les dicen víctimas aunque el enfoque del tratamiento que reciben mal disimula un «victimas si, pero…». Pareciera que caminan como autómatas hacia el corazón […]

Las imágenes los muestran fatigados, hacinados, derrumbados, con la mirada vacía y asociados a ideas negativas entre los que se cuela una y otra vez el término «mafia». En los informativos les dicen víctimas aunque el enfoque del tratamiento que reciben mal disimula un «victimas si, pero…».

Pareciera que caminan como autómatas hacia el corazón de la Europa teóricamente rica como si hubiesen salido de la nada. Entre los miles de «sesudos» comentarios que los tertulianos de guardia hacen echo de menos el básico: los unifica la miseria y la guerra. En su gran mayoría huyen de conflictos bélicos (Afganistán, Libia, Irak, Siria…) provocados por los espurios intereses de la estrategia geopolítica estadounidense, siempre aplaudidos y secundados alegremente por la UE.

Que las consecuencias reales de éstos sean países arrasados, centenares de miles de muertos, actores políticos que hacen del fanatismo religioso sangriento su seña de identidad o la huida despavorida de las masas que ahora fluyen buscando el Santo Grial germano, carece de importancia para nuestros dirigentes. En la única versión oficial que transmiten Occidente no tiene la culpa y la Unión Europea es una damisela cándida, inocente víctima del drama, no cómplice y encubridora. Mantienen el relato aunque les haya estallado en la cara otra realidad.

Para combatir a quienes arriban buscando un sueño o una nueva oportunidad no encuentran mejor truco que catalogarlos. Hace unos años «sin papeles«, más tarde «ilegales». Hoy buscan una categoría que los defina mejor. Están a un tris convertirlos en «infrahumanos».

El etiquetado tiene su lógica aunque sea perversa. Releed a Primo Levi y su estremecedora obra «Si esto es un hombre» sobre los campos de exterminio nazi. Todo es cuestión de acostumbrar los estómagos al proceso de despersonalización. Al ser humano se le despoja de identidad y se le convierte en número. Desaparece cualquier derecho colectivo e individual y cuando se logra convencer a la mayoría de la sociedad que en frente ya no hay personas, éstas pueden ser eliminadas sin remordimientos. Siempre habrá una coartada, una excusa (religiosa, política, racial…).

En la fase actual azuzan el miedo. Saben que la estrategia les ha funcionado históricamente porque es el mejor refugio para las mentes perezosas. El grito de «¡Nos invaden los bárbaros!» activa la bilis y el odio. Les compran el «si los dejamos quedarse nos destruyen» sin analizar que quienes llegan lo hacen siguiendo el falso escaparate que los medios de difusión ofrecen a millones de personas, pintando que en otro lugar y otra sociedad, la occidental, existe el Paraíso en la Tierra.

Aunque hoy suene a mito, durante decenios existió como pilar político del movimiento obrero la idea de una Europa solidaria que abanderaba los Derechos Humanos y buscaba su extensión universal.

Donde campó la esperanza abunda en este tiempo el paisaje gris del miedo. Con este color volveremos a ver mendigos matándose entre ellos por capturar el mendrugo de pan lanzado por una clase dominante tranquila de saber que mientras consigan convencerlos de que culpen de sus penurias al extranjero, los menesterosos nunca cuestionarán el poder de quien le arroja la limosna ni refutarán al Sistema que les roba.

Los desposeídos somos todos. También los que huyen de un destino macabro. Cuando los veo no puedo evitar asociarlos a imágenes añejas: la de los centenares de miles de españoles cruzando la frontera francesa hacia un incierto exilio para ser apilados en campos de concentración (aunque ese maltrato en la acogida luego no les impidió dar una lección de dignidad formando el grueso del maquis que se enfrentó a los nazis o, como los soldados republicanos de «La Nueve», haciendo ondear la bandera republicana en el París liberado por ellos).

Por eso debemos combatir sin tregua a quienes intentan convertir a la persona que busca un futuro en otras tierras en «objeto carente de derechos». Que le pregunten lo que opinan de esa estrategia a los centenares de miles de compatriotas expulsados en los últimos años de nuestro país por las políticas económicas de Zapatero y Rajoy.

Y si la Oligarquía dominante no ceja en su empeño que al menos sea clara y se atreva a recuperar el Derecho Romano y la figura de esclavo por deudas o guerra. Experiencia tienen. Basta con que se pongan de acuerdo los «grandes partidos» y en un «plis plas» reformen los Códigos Civil y Penal. Ya lo hicieron con la Constitución de 1978 al modificar el artículo 135.

Con este panorama se hace necesario recuperar los símbolos de solidaridad mutua. Es la hora de subrayar -reivindicando a Carlos y Federico- la vigencia del «Proletarios de todos los países, ¡uníos!«. La irracionalidad de los mandamases sólo puede ser combatida desde un espíritu impregnado de Solidaridad Internacional. Teniendo claro que los Derechos Humanos están por encima de los intereses de las naciones y que la palabra «Patria» tiene sentido si en lugar de «bandera o pulserita» significa «pueblo» y éste a su vez se concibe como personas que merecen una existencia digna.

Desde siempre sabemos que las leyes injustas están para no cumplirlas. Consultad a clásicos como el padre Vitoria (derechos de la persona) o el padre Mariana (tiranicidio). Los grandes avances políticos y sociales no han salido de la sumisión, surgieron del «No». Si no fuese así los negros seguirían viajando de pie en la parte trasera de los autobuses estadounidenses.

Hace unos meses el Poder real, el financiero nos ofreció su lado más descarnado al gestionar la crisis griega. Dejó claro que carece de sentimientos, escrúpulos o piedad. Con la «crisis de los refugiados» tampoco se ablandarán. Volverán a demostrar que nada los detiene e intentarán utilizar nuestros miedos para que levantemos una barrera de odio y desconfianza ante las víctimas que llegan del otro lado del espejo. Todo con tal de mantener intactos sus privilegios.

Por nuestra parte no le sigamos el juego. Nadie carece de derechos, ninguna persona es ilegal. Delincuente e inhumano solo es un Sistema capitalista, capaz de tratar a sus miembros como el nuestro lo hace.

Juan Rivera. Colectivo Prometeo y FCSM

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.