Las guerras se inician siempre en forma de campañas de propaganda. Se construye al enemigo dando forma y contenido a la opinión pública para que acepte o consienta una agresión (un golpe de estado, un atentado, una invasión…). Las guerras no siempre son conflictos abiertos con ejércitos invasores, o mercenarios; hace tiempo que el imperio […]
Las guerras se inician siempre en forma de campañas de propaganda. Se construye al enemigo dando forma y contenido a la opinión pública para que acepte o consienta una agresión (un golpe de estado, un atentado, una invasión…). Las guerras no siempre son conflictos abiertos con ejércitos invasores, o mercenarios; hace tiempo que el imperio y sus soci optaron, en América Latina, por versiones más modernas de guerra: las operaciones encubiertas, la desestabilización interna, el bloqueo, la financiación de opositores, la guerra psicológica y la guerra mediática. Esta última forma es la más habitual y se practica sin piedad en el caso de Venezuela especialmente en periodos electorales. Y es que cuando intereses económicos y políticos coinciden ya no se puede hablar de información sino de propaganda.
Durante los días que ha durado la campaña electoral los medios españoles han hecho campaña con y para Capriles a pesar de que todas las encuestas serias han dado como vencedor a Nicolás Maduro. Si analizamos las formas y contenidos de esta campaña no queda otra que manejar dos explicaciones o escenarios posibles que también parecen ser los que baraja la oposición. O bien se trata de facilitar los argumentos que expliquen la derrota y mantengan la frágil unidad de los partidos que apoyan a Capriles, o bien se prepara a la opinión pública para justificar un posible golpe de Estado que puede ser inmediato o a lo largo del mandato. En cualquiera de los dos casos se trabaja para erosionar e impedir un nuevo liderazgo para la Revolución.
Las empresas mediáticas españolas, aliadas de las estadounidenses y compartiendo los mismos objetivos, han hecho campaña sistemática en contra del presidente Chávez y ahora del candidato Nicolás Maduro porque en realidad, la guerra no era contra Chávez ni lo es ahora contra el presidente Madrudo sino contra la Revoluación bolivariana. Pero dado que, como decía la investigadora Anne Morelli, no se puede odiar a todo un pueblo, es necesario la personificación y la demonización que despejen el camino para la intervención. El protocolo de todas las guerras mediáticas es el siguiente: personalizar, demonizar, aislar e intervenir.
Si Chávez era la Revolución Bolivariana, el pueblo venezolano desaparecía, se diluía, bastaría con una «correcta» caracterización del presidente como dictador y populista para justificar cualquier intento de la oposición por derrocarle -por ejemplo, el golpe de estado del 2002 apoyado y justificado por el grupo PRISA -. Desde el mismo momento en que Chávez ganó las elecciones se inició en España la construcción del perfil adecuado. Como ejemplo, la crónica de Juan Jesús Aznárez de El País que el 7 de diciembre de 1998 abría con el siguiente titular: El ex golpista Hugo Chávez consigue la presidencia de Venezuela por amplia mayoría» A su muerte, el mismo periodista, 15 años después, le dedicaba el siguiente titular: Chávez, un caudillo avasallador e imbatible». No deja de ser significativo que este periodista sea también uno de los habituales en construir artículos contra Cuba -a la que también califica de dictadura- y que le haya dedicado varios artículos llenos de descalificaciones a Maduro en esta campaña.
Al desaparecer la figura de Chávez se ha hecho necesario reiniciar el proceso de personificación y demonización de Nicolás Maduro. La consigna de la «dictadura» ha sido más complicada de sostener pues, mientras que en el caso de Chávez se apoyaba en la historia del presidente, el intento de golpe de 1992 que daba continuidad al levantamiento popular de 1989 conocido como Caracazo, Maduro no cuenta con ningún elemento de este tipo. La campaña de los medios españoles, especialmente del grupo PRISA -uno de los más vinculados a los intereses estadounidenses-, ha tratado de traspasar a Maduro el carácter autoritario «diferirlo» y para ello ha repetido hasta la saciedad que ha sido designado por el presidente Chávez y que se cree hijo de Chávez… De esta forma, los medios, han secuestrado el hecho de que no se trata de una sucesión dinástica (como la de nuestro Rey) sino de un candidato elegido por su partido igual que Capriles. Por si fuera poco este cuestionamiento del sistema de selección de Maduro, se sugerirá una y otra vez que se trata de un personaje vacío, sin programa de gobierno, dice El País «Maduro arranca la campaña con Chávez como programa electoral» 1 De nuevo Aznárez le dedica a Maduro un artículo con el titular: «Lo que Maduro nunca podrá imitar» 2 y el cuerpo del artículo no habla de Maduro sino de Chávez: «La retórica del régimen ha elevado a las alturas al líder bolivariano hasta un extremo solo comparable con el culto a la personalidad que reciben los ídolos totalitarios«, «un caudillo que encadenó victorias electorales gracias a los petrodólares y el paternalismo de Estado» Compara a Chávez con Perón pero sólo para igualarlo a Mussolini pues Perón admiraba a Mussolini.
La ridiculización del carácter místico del candidato también sirve para descalificarlo «El presidente se dice bendecido por un «pájaro con el espíritu del comandante», entradilla fuera de contexto que utiliza El País con un doble objetivo, la descalificación del futuro presidente pero también del pueblo venezolano que se deja manipular. No sólo PRISA y sus medios han ahondado en esta línea, el 19 de Marzo el ABC, publicaba el siguiente titular: Maduro, el «apóstol de Chávez». Una unanimidad bastante curiosa entre medios con ideologías aparentemente contrapuestas.
Un golpe de Estado o una derrota electoral también se pueden justificar con la minoría de edad del pueblo venezolano, su irracionalidad, su incapacidad para resistirse a las emociones a la hora de votar. Ewald Scharfenberg, el articulista de El País nos dirá que la muerte de Chávez hace que una tragedia personal se convierta « en un motivo para la recreación de episodios de índole sobrenatural que «seguirán siendo los puntos de amarre principales para asegurar, de manera emocional los votos que den la victoria»; Se hablará de «fieles adoradores» de «atmósfera mística», todo lo necesario para que la elección de los venezolanos sea irracional y fruto de la manipulación.
Un resultado apretado, con escaso margen -pero sólo con escaso margen para Maduro no para Capriles-, permitiría seguir sosteniendo la teoría de las dos mitades, la «imposibilidad de la Revolución bolivariana sin Chávez», y daría credibilidad a las acusaciones de fraude. Como en las elecciones del 7 de octubre del 2012 El país vuelve a optar por las encuestas que dan un resultado apretado: «Y contra pronóstico, según los sondeos internos de algunas empresas de opinión, el resultado del combate parece más ajustado e incierto de lo que nadie pudo prever hace tan solo un mes»3; y afirma que la Revolución bolivariana encarnada en el presidente Chávez:» ha dividido políticamente a Venezuela en dos mitades irreconciliables». La realidad es que nunca ha habido dos mitades en Venezuela, aunque sí dos proyectos antagónicos. Desde que Chávez asumió la presidencia siempre ha ganado las elecciones el sector popular que apoya la revolución y ha sido mayoritario. La insistencia en esta falsedad tiene un doble objetivo, genera la imagen de que ambos proyectos son equiparables, el de Capriles y el de «los chavistas», y pone en duda las encuestas que otorgan la mayoría a la sucesión de Chávez (esta imagen trata de barrer votos hacia el MUD animando a los que pueden quedarse en casa porque saben que su opción no va a ganar) Es sin duda un hecho insólito que, mientras que en cualquier país democrático es suficiente un margen porcentual de un punto para que se acepten los resultados electorales, en el caso de Venezuela, siempre ha sido necesario ganar con contundencia para que la comunidad internacional y la oposición aceptaran los resultados.
Otro de los argumentos más utilizados en esta campaña, también en las anteriores, ha sido «la amenaza cubana». Dado que los medios llevan años alimentando la imagen de Cuba como dictadura que se sostiene gracias a sus servicios secretos, la represión y la manipulación de su gobierno, es relativamente fácil utilizar a Cuba como arma para atemorizar a los votantes y justificar, de nuevo, tanto una derrota como un golpe. Así, se dice de Maduro que era conductor de autobuses, sindicalista y « un hombre de La Habana -estudió en una escuela de formación marxista cubana en los años 80″. El País reproduce la denuncia de Capriles sobre la incursión de cubanos en el país: «ha denunciado la intromisión de los cubanos en Venezuela -se calcula que hay más de 40.000 en el país, con gran poder en el aparato de seguridad del Estado-4 « Curiosamente esta acusación de Capriles es corroborada por el periodista al dar datos sobre los cubanos en Venezuela. Claro está que se oculta el hecho de que estos cubanos forman parte de los programas conjuntos de cooperación en salud, educación etc. y nada tienen que ver con los latinoamericanos detenidos por programar acciones de sabotaje y desestabilización que denunció el gobierno venezolano en esta campaña5, sin embargo, eso no parece importarle al periodista.
También permitirá justificar la probable derrota de Capriles la acusación de utilización de los aparatos del Estado al servicio de la campaña. Esta supuesta desventaja convierte al candidato del MUD y a sus seguidores en víctimas de los aparatos de Estado y le otorga un plus de víctimas ya que su campaña se ha «desarrollado condiciones de absoluta desventaja frente al poder chavista, que ha abusado sin escrúpulos de todos los resortes y fondos del Estado» Por supuesto ningún periodista señala que el 80% de los medios de comunicación están en manos privadas y han hecho campaña a favor de Capriles.
Finalmente, el argumento estrella ha sido poner en duda la limpieza del proceso electoral. Por ejemplo, Luis Prados, también de El País, se hace eco de las acusaciones de la oposición a Maduro sobre la «posibilidad de que el chavismo cometa un fraude manipulando el sistema electoral. Frente al argumento de que la propia oposición ha utilizado los recursos del CNE (poder independiente en Venezuela) en las primarias que decidieron que Capriles fuera el candidato, aparece el ya clásico de la intimidación que causan los grupos de chavistas así como una nueva acusación de «grupos violentos» no se puede descartar que se produzcan incidentes violentos este domingo, dado los ataques que supuestos descontrolados chavistas han llevado a cabo contra los opositores durante la campaña»6. Por si alguien se dejara llevar por los informes de la Fundación Carter sobre la fiabilidad y transparencia del sistema electoral venezolano, ahí está el argumento que se ha repetido siempre poco antes de la cita con las urnas: la intimidación de grupos violentos; parece ser que sólo del lado chavista.
Se ha dicho que esta ha sido una campaña muy corta pero no cabe duda de que ha sido muy intensa para los medios españoles; han trabajado intensamente para preparar el terreno ante la derrota más que probable de la oposición.
Notas:
1 El Pais, 3-4-2013, edición impresa
2 http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/12/actualidad/1365785626_249531.html
3 http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/13/actualidad/1365806164_423568.html
4 http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/13/actualidad/1365806164_423568.html
5 http://www.rebelion.org/noticia.php?id=166434&titular=david-koch-represor-salvadore%F1o-y-terrorista-al-servicio-de-eeuu-
6 http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/13/actualidad/1365806164_423568.html
Ángeles Diez, Dra. Cc. Políticas y Sociología, profesora de la UCM
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