¿Quién dijo que los mercados no tienen rostro ? Lo tienen. Es el de los presidentes y otros directivos de los llamados fondos -de inversión, de pensiones, de alto riesgo, buitres (los fondos)-; de los bancos de inversión y comerciales; de la agencias de calificación de riesgos. Son, dentro de las élites financieras que mueven […]
¿Quién dijo que los mercados no tienen rostro ? Lo tienen. Es el de los presidentes y otros directivos de los llamados fondos -de inversión, de pensiones, de alto riesgo, buitres (los fondos)-; de los bancos de inversión y comerciales; de la agencias de calificación de riesgos. Son, dentro de las élites financieras que mueven y manejan los mercados, «los inversores de prestigio». Cuando la prensa, la suya, claro, dice que «los mercados desconfían» o «están disgustados», en realidad se refiere a ellos, son ellos y no entes fantasmagóricos los desconfiados y disgustados.
Es el caso, por ejemplo, de Laurence Fink, presidente del fondo de inversión estadounidense Blackrock, el mayor fondo de inversión del mundo, que maneja fondos por ¡4.5 billones de dólares!
Recientemente, en Davos, en el cónclave anual de la élite capitalista mundial, coincidiendo con la celebración de las elecciones generales en Grecia, se mostró muy disgustado con el juicio de los electores europeos, y se permitió decir que «hay que educar a la población [en Europa] para que vote al líder correcto que tome las medidas correctas».
En fin, por una vez el mercado dio la cara, lo que es de agradecer, y expresó sin tapujos lo que pensaba.
Conviene, pues, tener en cuenta cada vez que los mercados desconfían o se enfadan con los pueblos que no eligen a los líderes correctos, que detrás de esas declaraciones están personas concretas, muy poderosas, pero que con absoluta certeza desprecian a los pueblos y consideran que, como si de niños inmaduros se tratase, hay que educarlos.
Después de todo, como las elites del pasado, por ejemplo los patricios romanos, es de sospechar que las élites capitalistas del presente de lo que más desconfían es de la democracia porque el pueblo es como un muchacho robusto, pero malicioso (Puer Robustus Sed Malitiosus). Se trata de una desconfianza muy preocupante porque indica que su respeto por la democracia flaquea cuando los pueblos no eligen a los líderes correctos para tomar las medidas neoliberales, cabría decir sin temor a equivocarse, correctas.
Los mercados, en suma, no son entes invisibles y abstractos, son personas reales movidas por el deseo de enriquecerse y la obligación de enriquecer a sus clientes que son, sobre todo, ese 1% multimillonario de la población mundial que pronto controlará más del 50% de la riqueza del planeta y que ha hallado en ellos el vehículo ideal para incrementar aún más su capital.
A veces, sin embargo, la ley, aquí o allá, pone al descubierto que los verdaderamente maliciosos y peligrosos son ellos. Como acaba de suceder en Estados Unidos donde la agencia de calificación de riesgos Standard & Poor’s acaba de ser condenada al pago de una multa de cerca de 1.300 millones de dólares por manipular la nota de calificación de las hipotecas basura. No obstante, sus directivos, paradójicamente, han sido eximidos de cualquier responsabilidad. Claro, los mercados, intangibles, incorpóreos, no pueden ser condenados por los tribunales de este prosaico mundo.
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